60 segundos – Milagros

En octubre de 2000, Reader’s Digest publicó la siguiente historia:

«Hace una década, Bernadette McKenzie, de 12 años, ya no podía mantenerse erguida, ni siquiera después de tres operaciones. Sufría una rara enfermedad de la columna vertebral que le causaba dolores constantes. Las monjas de su escuela en los suburbios de Filadelfia comenzaron una serie de oraciones. Al cuarto día, McKenzie se arrodilló junto a su cama y le dijo a Dios que, si esa iba a ser su vida, la aceptaría. Pero quería una señal. Si volvía a caminar, suplicó, que su canción favorita, «Forever Young», sonara después en la radio. Y sonó. Se levantó de un salto y corrió a contárselo a su familia. Los síntomas habían desaparecido, algo inexplicable según los médicos. Su recuperación está siendo evaluada por el Vaticano como un posible milagro».

Hechos 19:11 dice: «Y Dios hacía milagros insólitos por mano de Pablo». «Milagros insólitos» significa “hechos poderosos, excepcionales, fuera de lo común”. C. S. Lewis dijo: «No intentes diluir el cristianismo. No hay que pretender que se puede tener sin lo sobrenatural. Por lo que puedo ver, el cristianismo es precisamente la única religión de la que no se puede separar lo milagroso.»

John G. Paton fue misionero en las Nuevas Hébridas, en los Mares del Sur. El pueblo era salvaje y vivía en las profundidades del pecado. Al principio, luchó para que escucharan su mensaje. Entonces, el suministro de agua se agotó en la isla debido a la falta de lluvia. Los nativos nunca habían visto un pozo. Paton procedió a cavar uno, lo que fue el comienzo de la conversión del pueblo. Al empezar el pozo, Paton dijo al jefe que creía que Dios les daría lluvia del agujero en la tierra. La única agua dulce que tenían los nativos era la que cogían cuando llovía. El jefe y los demás declararon que, si Paton podía hacer llover del agujero del suelo, debía de ser el Dios verdadero.

Finalmente, tras cavar a cierta profundidad, encontró un manantial de agua dulce. El efecto sobre la gente fue impresionante. El viejo jefe pidió el privilegio de predicar un sermón en los servicios dominicales, de pie sobre el pozo. Mientras blandía su tomahawk, hizo un serio llamamiento: «Pueblo de Aniwa, el mundo se ha vuelto del revés desde que la Palabra de Jehová ha llegado a esta tierra. ¿Quién esperaba ver llover a través de la tierra? Desde hoy, debo adorar a Aquel que ha abierto para nosotros este pozo, y que lo llena de lluvia desde abajo». La gente acudía a Cristo en masa, hasta que finalmente no quedó ni un pagano en la isla.

«Tu vida religiosa ha de ser cada día la prueba de que Dios obra imposibilidades, tu vida religiosa ha de ser una serie de imposibilidades hechas posibles y actuales por el poder omnipotente de Dios» (Andrew Murray).