60 seconds – El triángulo eterno
Autor: Dave ArnoldUn novelista se hizo famoso de repente. Uno de sus libros había sido comprado para el cine y la televisión, y era muy solicitado como conferenciante.

Una noche llegó a casa y encontró a su mujer triste y llorosa. «El eterno triángulo está destrozando nuestro matrimonio», le dijo ella. «¡Tonterías, querida!», protestó él. «Soy famoso en todo el mundo, pero nunca he mirado a otra mujer. ¿Cómo puedes decir que hay un triángulo?». «Pero hay un triángulo», sollozó ella. «Y es un triángulo vicioso. Tanto tú como yo estamos enamorados de ti».
En 2 Timoteo 3:2 se nos dice que en los últimos días «los hombres serán amantes de sí mismos». En cierto sentido, debemos amarnos a nosotros mismos, porque debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, muchas personas han hecho de sí mismas su dios. Una canción popular de hace años decía así:
«Me amo, me amo,
estoy loco por mí mismo».
En Filipenses 3:8, Pablo declaró que cuando confió en Cristo como su Salvador, «sufrió la pérdida de todas las cosas.» Wuest dice, «Este es un término de negocios, que significa, “castigar exigiendo una pérdida”. El verbo está en voz pasiva, y debería traducirse, ‘se me ha hecho perder’. Pablo recibió un castigo, en el sentido comercial, cuando puso su confianza en Cristo. Significó la pérdida de todo lo que consideraba valioso. Eso significó la crucifixión del yo, y el yo muere duro».
En Lucas 9:23, Cristo dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame». En la declaración, «Si alguno quiere venir en pos de Mí,»
La palabra desea indica que esto es sólo para discípulos sinceros. En la frase «niéguese a sí mismo», las palabras niéguese y niéguese a sí mismo implican la voluntad de renunciar a la propia voluntad y caminos egoístas. Y en la frase «tome su cruz cada día», la palabra cada día enfatiza una continua muerte a la voluntad propia.
«El yo es el velo opaco que nos oculta el rostro de Dios. El yo sólo puede quitarse en la experiencia espiritual, nunca mediante la instrucción. Es como si tratáramos de instruir a la lepra para que salga de nuestro organismo. Debe haber una obra de Dios en la destrucción antes de que seamos libres. Debemos invitar a la Cruz a que haga su obra mortal en nosotros. Debemos prepararnos para una prueba de sufrimiento en alguna medida como aquella por la que pasó nuestro Salvador cuando sufrió bajo Poncio Pilato» (A. W. Tozer).
