60 segundos – Contratados

Unos años antes de su muerte, una agencia de conferencias americana intentó contratar a Charles Spurgeon para que viniera a América y diera cincuenta conferencias, hablando en todas las grandes ciudades del país. Como incentivo, la agencia le ofreció pagarle $1,000.00 cada noche por hablar. 50.000 dólares era una cantidad enorme en el siglo XIX. Sin embargo, el Sr. Spurgeon rechazó rápidamente esta tentadora oferta, diciendo:

«Puedo hacer algo mejor. Me quedaré en Londres e intentaré salvar cincuenta almas». Luego citó Hechos 13:10: «Oh lleno de engaño y de todo fraude, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no dejarás de pervertir los caminos rectos del Señor?».

Cristo dijo: «Pero el que es asalariado y no pastor, el que no es dueño de las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa» (Juan 10:12). Arthur W. Pink explicó: «El pastor asalariado no es el dueño de las ovejas. No tiene propiedad sobre ellas, ni afecto por ellas. Al ‘asalariado’ se le paga para guardarlas y vigilarlas, y todos los tales se ocupan de sus propias cosas, y no de las cosas del Señor. No es el mero hecho de recibir un salario lo que demuestra que un hombre es un asalariado (el Señor ha ordenado que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio), sino el amar el salario; el amar el salario más que el trabajo; el trabajar por el salario. Es un asalariado el que no trabajaría si no fuera por el salario» (John Wesley). El ‘asalariado’, en una palabra, es un siervo profeso de Dios que ocupa un puesto simplemente por las ventajas temporales que le proporciona. Un asalariado es un mercenario: no tiene otro impulso que el ansia de lucro».

Juan Wesley dejó un legado de integridad en las finanzas. Era conocido por su atención financiera a las viudas, los huérfanos y los pobres. Ganó miles de dólares con la venta de sus libros y tratados, pero murió con sólo dos libras y cinco chelines (1,10 dólares) en el bolsillo. Basil Miller escribió sobre él: «Nacido en un hogar donde las escasas necesidades de la vida eran lujos, cuando dejó el mundo para ir a las escenas celestiales del trabajo, le legó sus posesiones: dos cucharas de plata, una olla de plata, un conocido guardapolvo y la Iglesia Metodista.»

«Uno se pregunta si Amós habría sido eficaz al profetizar contra los que ‘yacen sobre lechos de marfil’, si antes de venir a hablar hubiera firmado un contrato con Amasías por tres mil siclos» (Jamie Buckingham).