60 segundos – El pecado es su propio castigo
Autor: Dave ArnoldUn joven pasaba por un campo de sandías y se le ocurrió coger una para él. A pesar de que su conciencia se lo impedía, miró a su alrededor y no vio a nadie, robó una sandía madura y se la comió.

Cuando hubo disfrutado todo lo que pudo, se dijo: «¿Y ahora qué voy a hacer? Mira esta corteza y estas pepitas». Así que el chico cogió un palo y cavó un hoyo junto a un pino. Puso la corteza y las semillas y las tapó, luego puso encima agujas de pino y hojas, pensando que todo estaba bien. Pasaron dos semanas y el chico se olvidó por completo de su deshonesta acción. Sin embargo, un día el dueño pasaba junto al árbol y vio un extraño espectáculo: ¡brotes de sandía por todas partes!
Ezequiel advierte: «Y cargarán con su iniquidad: el castigo» (14:10). Al Novak, en su estudio Miel hebrea afirma: «La palabra hebrea avon para castigo en este texto es la misma que la palabra hebrea para iniquidad. En otras palabras, la iniquidad es un bumerán, y cuando regresa al corazón de donde salió lo hace con una fuerza mayor que cuando surgió o brotó. La iniquidad es una serpiente que se arrastró fuera del corazón del hombre, sólo para regresar con más veneno en sus bolsas de veneno para inyectar en las heridas que dejó. El pecador forja las herramientas de su castigo en el taller negro de su corazón, donde la iniquidad arde roja como el fuego. Entonces grita: ‘Mi castigo es mayor de lo que puedo soportar’» (Génesis 4:13).
Lady Macbeth, en el famoso drama de Shakespeare, se lavó las manos después del asesinato de Duncan. Luego, levantándolas, las miró horrorizada y exclamó: «Aquí está todavía el olor de la sangre. Ni todos los perfumes de Arabia endulzarán esta manita». En The Preacher’s Homiletic Commentary, leemos: «El pecado es algo amargo. Amargo en sí mismo y en sus consecuencias. Promete placer y trae dolor; libertad y trae esclavitud; felicidad y trae miseria. Su miseria es personal y eterna, oscuridad sin día, pena sin alivio».
Cuenta la leyenda que en Escocia hay en una vieja iglesia un suelo de piedra, y que una de estas piedras te mira fijamente en rojo sangre de entre las piedras grises que la rodean. La leyenda declara que allí se cometió un asesinato, y que los repetidos intentos de cubrir el color delator han resultado infructuosos. La moraleja de la leyenda es correcta. Cada pecado del pasado envía su fantasma para atormentar el alma del culpable e impenitente.
«El pecado es, ha sido y será siempre el padre de la miseria» (Thomas Carlyle).
