60 segundos – Fe e incredulidad
Autor: Dave ArnoldPoco antes de cumplir sesenta años, Helen Keller se compadeció de los que no ven, de los que tienen ojos, pero no ven. Sus largos años de ceguera física le habían proporcionado una visión espiritual que le permitía disfrutar de la vida en toda su plenitud. Ella dijo: «Si los ciegos ponen su mano en la de Dios, encuentran su camino con más seguridad que los que ven, pero no tienen fe ni propósito».
Es muy interesante que sólo se nos diga dos veces en los Evangelios que Jesús «se maravilló». En Mateo 8:10, acerca de la fe del centurión romano, leemos que «se maravilló». En Marcos 6:6, se nos dice que, en la sinagoga de Nazaret, «Se maravilló de la incredulidad de ellos». Él esperaba una recepción diferente en Nazaret de la que recibió. Y se sintió decepcionado. En ambas ocasiones, la palabra «se maravilló» significa, «maravillarse, asombrarse». Dos cosas tan estupendas que crearon «maravilla» en la mente del Señor, la fe del centurión, y la incredulidad de Sus compatriotas en Nazaret.
FE
Hebreos 11:2 declara: «(Por su fe) los ancianos obtuvieron un buen informe». La palabra griega para «obtuvieron» aquí significa «dar testimonio, convertirse en testimonio». Tenían una fe asentada, anclada e inquebrantable que se convirtió en un testimonio para el mundo de la fidelidad de Dios en medio de tiempos difíciles. Sir William Osler declaró: «Nada en la vida es más maravilloso que la fe – la única gran fuerza motriz que no podemos pesar en la balanza, ni probar en el crisol.»
INCREDULIDAD
Mateo escribe sobre la experiencia de Nazaret: «Y no pudo hacer allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (13:58). El Dr. A. C. Dixon, un pastor muy conocido en Boston, encontró que su iglesia necesitaba una gran suma de dinero para saldar cuentas. Él y sus diáconos oraron al respecto. Un diácono se levantó y dijo: «Hermanos, Dios ha contestado nuestras oraciones. Enviará el dinero en la colecta del próximo domingo». Ese domingo llovía mucho, lo que afectó negativamente a la asistencia, así que otro diácono sugirió no hacer la colecta. El otro replicó: «¡No confiaba en el tiempo, confiaba en Dios!». La ofrenda superó con creces el total necesario.
«Porque los sentimientos vienen y van
Y los sentimientos engañan.
Mi garantía es la Palabra de Dios,
Nada más vale la pena creer».
(Martín Lutero)