60 segundos – La enfermedad más peculiar
Autor: Dave ArnoldHay quien afirma que existe una diferencia de actitud distintiva entre un perro y un gato.

Un perro te mira y piensa: «Sabes, me das de comer toda esta comida maravillosa. Me das una casa estupenda para vivir. Me tratas con amor y respeto. Debes de ser un dios».
Un gato te mirará y pensará: «Sabes, me das de comer toda esta comida maravillosa. Me das una casa estupenda para vivir. Me tratas con amor y respeto. Debo de ser un dios».
No sé si eso es cierto en el caso de los perros y los gatos, pero sí lo es con demasiada frecuencia en el de la naturaleza humana.
Alguien afirmó: «El orgullo es la enfermedad más peculiar que se conoce en la familia humana; enferma a todos menos a quien lo padece».
Salomón advirtió en Proverbios 16:18: «Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu».
La siguiente lista revela los síntomas del orgullo:
- Ser demasiado conscientes de nuestra propia importancia. En el Salmo 101:5, Dios advierte: «Al que tiene mirada altiva y corazón soberbio, a ése no lo soportaré.»
- Tener todas las respuestas. Proverbios 3:7 afirma: «No seas sabio en tus propios ojos; teme al Señor y apártate del mal.»
- Una mirada orgullosa. De Proverbios 6:16 – 19, descubrimos que una «mirada orgullosa» figura en primer lugar entre los pecados que Dios desprecia.
- Presumir de uno mismo. Proverbios 27:2, «Que te alabe otro, y no tu propia boca; un extraño, y no tus propios labios.»
- Presumir de lo que pensamos hacer o lograr. Santiago 4:13 – 16 da una severa advertencia contra tal actitud.
- Amar la alabanza de los hombres. En Mateo 6:1 – 8, Cristo habló de esto, y declaró que los culpables de ello perderán su recompensa en el Cielo.
- Uso más frecuente de «yo» y «mi». Isaías 14:12 – 15, registra la caída de Satanás. Cinco veces dijo: «Yo quiero», revelando su orgullo y egocentrismo.
- Tener poca preocupación por los demás. Pablo nos instruye: «Que cada uno de vosotros vele, no sólo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás» (Filipenses 2:4).
- Acreditarse a sí mismo con el trabajo hecho para Dios. El rey Herodes se atribuyó el mérito de sus logros, ignorando a Dios, y tuvo un final trágico. Hechos 12:21 – 23.
- Amar los títulos, las recompensas, la posición, el reconocimiento y la compensación. En Mateo 23, esto es precisamente contra lo que Cristo habló, concluyendo: «Pero el que es el mayor entre ustedes será su servidor. Y el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido», versículos 11 y 12.
«Dios no despide a nadie vacío, excepto a los que están llenos de sí mismos» (D. L. Moody).
