60 segundos – Recompensas eternas

La primera fue una mujer que murió en Londres. Era famosa por ser «la mujer mejor vestida de Europa».

Dejó una abundancia de ropa y joyas caras, pero con cada pieza de riqueza, también tenía los mismos ojos vacíos, oídos espiritualmente sordos y alma famélica. El segundo fue un hombre que murió en la misma ciudad, con un solo traje, azul con cuello rojo en la chaqueta. Era William Booth, el fundador del Ejército de Salvación. No tenía más que un traje, pero vivió en miles de vidas.

Se nos ha prometido que cuando estemos ante Dios, «Si la obra en que se fundó permanece, recibirá recompensa» (1 Corintios 3:14). «Recompensa» se traduce de la palabra misthos, una antigua palabra griega que denota paga, salario o recompensa. Se nos asegura que Cristo se asegurará de que seamos bien compensados y recompensados por toda la eternidad. Se ha dicho: «Ninguna persona ha sido honrada por lo que ha recibido. El honor ha sido la recompensa por lo que dio».

Había un viejo santo que solía decir que él desearía apagar todos los fuegos del infierno con agua, y quemar todas las alegrías del cielo con fuego, para que los hombres buscaran la bondad por nada más que la bondad, y para que la idea de recompensa y castigo fuera totalmente eliminada de la vida. Sin embargo, William Barclary, comentando Mateo 6:1-18, escribió: «A primera vista, ese punto de vista es muy fino y noble, pero no es el punto de vista que sostuvo Jesús. Ya hemos visto que tres veces en este pasaje Jesús habla de recompensa. La limosna correcta, la oración correcta y el ayuno correcto tendrán su recompensa».

«Despierta, alma mía, estira cada nervio, Y sigue adelante con vigor;

Una carrera celestial exige tu celo, Y una corona inmortal.

«Es importante recordar que la cosecha no siempre se recoge en esta vida» (Paul Powell).