Deje que el Espíritu Santo le ayude

“¡Oh, sus pobres pies, Señor, sus pobres pies!” oraba la señora Dean. Ella se sorprendió de su propia oración. ¿Por qué? Porque acababa de leer el informe de que el hombre por quien oraba, Víctor Plymire, había muerto mientras llevaba el evangelio al interior del Tibet.

¡Qué absurdo era orar por los pies de un hombre muerto! Aunque ella sabía tan fuertemente que debía hacerlo. Lo que ella no sabía era que ese informe estaba equivocado. Víctor no estaba muerto. Él estaba en un sendero cubierto de nieve, en lo alto de las montañas del Himalaya, con los dos pies parcialmente congelados.

A no ser por un milagro, era probable que Víctor muriera de gangrena entes de llegar a la civilización. Pero el Señor tenía otro plan. Por su Espíritu, Él le dijo a la Sra. Dean, una mujer que vivía al otro lado del mundo, que orara por Víctor. Ella obedeció, el milagro sucedió y Víctor fue sanado.

Otros han tenido la misma clase de experiencia que tuvo la señora Dean. El Espíritu Santo ha dirigido sus oraciones, cosas maravillosas han sucedido. El Espíritu Santo tiene muchas maneras de ayudarnos cuando oramos.

Escuche la voz del espíritu

Ya hemos hablado de escuchar a Dios cuando oramos. El Espíritu Santo es quien nos habla en esta conversación de dos vías cuando oramos y leemos la Biblia. Él a veces nos muestra cosas en nuestra vida que no agradan a Dios. Él nos ayuda a confesarlas y a pedir su perdón. Luego Él nos da paz y seguridad de que Dios nos ha perdonado. Nuestra vida es transformada cuando escuchamos al Espíritu Santo y le permitimos que nos ayude día a día.

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8:26–27)

Gracias a Dios que el Espíritu Santo nos ayuda a orar. Él ha venido a vivir en nosotros, nos da una nueva naturaleza, nos dirige y nos ayuda para adorar y servir a Dios. Jesús dijo:

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:24)

A medida que el Espíritu nos guía, experimentamos el gozo
de conocer a Dios como nuestro Padre.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados. (Romanos 8:14–17)

El Espíritu Santo nos ayuda a entender la Palabra de Dios y nos trae a la mente las verdades que necesitamos.

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)

Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. (Isaías 11:2)

La enseñanza y la dirección del Espíritu vienen con más frecuencia por la Biblia, así que medite en la Palabra de Dios a medida que lee. Memorícese versículos y repítalos durante el día. Tome una promesa por la mañana y téngala en mente durante el día. Deje que la Palabra de Dios se haga parte de su ser. Así el Espíritu Santo le puede traer las palabras correctas a la memoria y aplicarlas a sus circunstancias cuando Él quiera dirigirlo o animarlo. Él también usará la Palabra para hacer que su fe crezca, y usted verá respuestas más grandes a la oración.

Sienta lo que el espíritu siente

Hemos hablado de la preocupación por los que están perdidos y de sentir por los demás. Esto viene del amor que Dios tiene por ellos. Su Espíritu en nosotros ama a los demás y hace que nosotros los amemos también. Mientras más le permitimos que obre a su modo en nuestra vida, más nos llenará
su amor.

Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:5)

La fuerte compasión del Espíritu Santo a veces puede hacernos derramar lágrimas cuando oramos por la gente, pero en otras ocasiones el gozo del Espíritu hace que nos regocijemos y alabemos a Dios.

Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, pues esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:16–18)

Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás. (1 Tesalonicenses 1:3)

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros. (Filipenses 1:3–4)

Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)

Ya hemos hablado de las actitudes en la oración. Que el Espíritu Santo entre en cada parte de nosotros para que sintamos lo que Él siente: un profundo aborrecimiento por el pecado, un anhelo por agradar a Dios en todo lo que hagamos, un ardiente deseo de ayudar a otros a librarse del pecado y sus resultados, un deseo de que Jesús vuelva a la tierra y establezca su reino, amor para Dios y para la gente, sinceridad y ahínco en nuestra oraciones, gozo en la comunión con el Padre, seguridad de que Él contestará y buena voluntad para hacer lo que Él nos diga que debemos hacer.

Deje que el espíritu ore a través de usted

Muchas veces no sabemos cómo orar. No entendemos cuáles son las necesidades de la persona ni cuál es la solución. No estamos seguros de cuál es la voluntad de Dios. O quizás simplemente no tenemos palabras para expresar el amor de Dios que nos inunda―ni la agonía que parece destrozarnos,
los conflictos interiores, los temores, la separación. El Espíritu Santo ofrece tomar todas estas ansiedades y necesidades del alma y hablar Él mismo con el Padre sobre ellas. A veces lo puede hacer expresándolo por medio de los labios suyos en su lenguaje de oración que viene de Él y no de su propia mente. Bajo su inspiración, usted derrama las ansiedades más de su alma o su adoración a Dios. Otras veces, Él quizás prefiera hacer esto en un lenguaje que es de Él―un lenguaje especial de oración.

Porque el que habla en lenguas no habla a los
hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende,
aunque por el Espíritu habla misterios.
(1 Corintios 14:2)

Qué maravillosa liberación para nuestro espíritu con una oración así. No tenemos que entenderlo todo el problema y su solución―el Espíritu lo presenta en sus propias palabras y pide lo que es mejor. Él ora de acuerdo con la voluntad de Dios; esto nos da la seguridad de que la oración será contestada.

Esta clase de oración se llama “orar en el Espíritu” o “hablar en lenguas”. A veces la gente se refiere a esto como glosolalia de la palabra griega para “lenguas”. Millones de cristianos en todo el mundo hoy dejan que el Espíritu Santo ore a través de ellos en cualquier lenguaje que Él escoja.

Esto sucedió por primera vez a ciento veinte de los seguidores de Jesús el día de Pentecostés. Fueron llenos del Espíritu y comenzaron a alabar a Dios en lenguajes que jamás habían aprendido. En la multitud que se había reunido, habitantes de muchos países entendieron lo que los cristianos
decían en todos estos lenguajes diferentes. ¡Hablaban de las maravillas que Dios había hecho!

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:4)

Evidentemente el apóstol Pablo permitía que el Espíritu orara a través de él cuando intercedía por las necesidades de los nuevos cristianos, de los obreros cristianos y de las iglesias que él había establecido. (Él los llama “orar con su espíritu”.) Pero esto no le evitó orar también en sus propias palabras. El Espíritu nos ayuda a orar de ambas maneras.

Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. (1 Corintios 14:14–15)

Obre en el poder del espíritu santo

A lo largo de este curso hemos hablado de dejar que Dios nos use para ayudar a contestar nuestras oraciones. Escuchamos que el Espíritu Santo nos dé sus instrucciones, pero ¿cómo podemos hacer lo que Él nos dice que hagamos? ¡Por su poder!

Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:13)

Después de orar en el Espíritu y pedirle su ayuda, podemos salir y hacer lo que Él nos manda, confiando en que Él obrará a través de nosotros. Si le pedimos que salve a nuestros amigos, Él nos dice que les enseñemos acerca de Jesús. Le pedimos que nos ayude a hacerlo, y Él lo hace. Podemos hablar y obrar con confianza, sabiendo que Dios contesta nuestras oraciones.

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1 Juan 5:14–15)

Este poder del Espíritu no es sólo para hablar como testimonio de Jesús, sino para vivir para Él, siendo la clase de personas que Él quiere que seamos. Nuestra vida habla más fuerte que nuestras palabras del amor y del poder de Dios.

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:8)

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1:7)

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. (Gálatas 5:16)

Al terminar estos estudios, la prueba principal es poner en práctica lo que usted ha aprendido. Por supuesto que Satanás, el maligno, tratará de estorbarlo. Él se opone a la obra de Dios y no quiere que usted ore. ¡Pero el Espíritu Santo le ayudará! Él le dará la victoria sobre Satanás y poder para hacer la voluntad de Dios. Que Él lo bendiga a medida que usted gana grandes victorias para usted y para otros cuando ore.

Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:17–18)

Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. (2 Corintios 10:4–5)

Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo. (Judas 1:20)

Los ejercicios en esta lección le han pedido que repase lo que ha aprendido. ¿Está usted aplicando los principios a su vida hoy? Las bendiciones de la oración no llegan a los que simplemente aprenden acerca de la oración, sino a los que en realidad oran. No sea un cristiano silencioso. Dios, su Padre
que lo ama, está listo a escuchar, hablar y responder.

¡FELICITACIONES!

Usted ha terminado este curso. Esperamos que le haya sido de gran ayuda. Recuerde completar la Evaluación de Unidad Dos y devolver la hoja de respuesta a su instructor.