Los líderes crecen y ayudan a otros a crecer

El pastor Martínez hizo una oración mientras iba a ver quién tocaba la puerta. Estaba esperando a Alberto. Él quería pedirle a Alberto que fuera su ayudante. Oraba porque este era un paso serio en su ministerio y en la vida del joven Alberto. Le pidió al Señor que les ayudara a los dos a tomar las decisiones correctas.

La iglesia estaba creciendo y el pastor Martínez necesitaba ayuda. El problema que tenía en la mente era este: Alberto había sido cristiano por menos tiempo que muchos de los otros creyentes. Sus padres no eran creyentes. Era joven y a veces era impulsivo para expresar ideas que no le eran familiares al grupo. No comprendía completamente todas las costumbres y prácticas características de esta iglesia.

El pastor Martínez vio en Alberto un tremendo potencial. Pero lo más importante era que estaba convencido, junto con el joven, de que el Señor había llamado a Alberto y de que podía desempeñar algunos de los deberes que se necesitaban en la iglesia por el presente. Era inteligente, un obrero fiel y un estudiante de la Biblia con ansia de aprender.

Con todo, algunos en la iglesia no lo habían aceptado totalmente. Quizá era demasiado joven. Quizá sus antecedentes eran muy diferentes de los de los creyentes de más edad. “Por favor, Señor”, oró el pastor al abrir la puerta, “ayúdanos a tomar la decisión correcta. Ayúdame a hacer lo que sea mejor para tu pueblo y para tu plan”.

La situación en la que encontramos al pastor Martínez es compleja y extremadamente importante para nuestro estudio del liderazgo. Incluye el plan de Dios para el desarrollo y la perpetuación de su Iglesia. En esta lección examinaremos algunos de los ejemplos y principios bíblicos que nos aclararán esto. También aprenderemos más acerca de nuestro propio crecimiento y desarrollo como líderes cristianos.

Pablo: Un líder en el plan de Dios

Identificar los principios de liderazgo

“Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo” (Hechos 19:11). Pablo era un siervo especial del Señor, específicamente escogido y capacitado por el Espíritu Santo. Tan maravillosa como los incidentes de su vida, que todos reconocemos como milagros, fue la manera en que fue escogido para ocupar un lugar singular en la historia y en el plan de Dios para la perpetuación de la iglesia. En Pablo encontramos un ejemplo excelente de la manera en que Dios obra a través del instrumento del liderazgo humano.

Cuando conocemos a Pablo por primera vez en las Escrituras (en ese entonces se llamaba Saulo), vemos inmediatamente que era una persona que podía influir en los demás. Tenía ideas y metas. Estaba dispuesto a trabajar arduamente para lograr sus propósitos. Actuaba con empuje. Organizaba apoyo para su causa. Reconocemos en él las cualidades y los rasgos que la mayoría admira en los buenos líderes, pero tristemente, él usaba todos estos puntos fuertes para luchar contra la obra de Jesús (Hechos 7:57-8:3 y 9:2). Sin embargo, pronto descubrimos que las energías mal canalizadas
de Saulo eran inútiles contra el plan de Dios, tan inútiles como lo sería lanzar ramitas contra un barco de guerra.

Volvamos en el tiempo y repasemos brevemente este plan inmutable para la perpetuación de la iglesia. Mientras Jesús estaba en la tierra Él hizo muchas obras maravillosas. Lo más grandioso, por supuesto, fue su muerte en la cruz para la salvación de la humanidad. Después de eso, su misión más importante fue escoger y preparar a los líderes humanos que seguirían adelante cuando Él volviera a la gloria. Él llamó a los discípulos y les enseñó. Luego les dio sus instrucciones finales, que desde ese momento en adelante serían las instrucciones clave para los cristianos de cada generación: “Id, predicad y enseñad”. Los discípulos obedecieron a Jesús y, llenos del poder del Espíritu Santo, estos pocos líderes influyeron en
centenares más. La iglesia fue puesta en acción para todos los tiempos.

Había numerosas y variadas tareas que hacer en los primeros días de la iglesia. El registro espiritual nos da relatos no sólo de las actividades directamente espirituales (como predicar y sanar), sino también de la organización, de las discusiones sobre los reglamentos y del constante alistamiento y preparación de nuevos obreros. Uno de los líderes que ayudaron a llevar a cabo muchas de estas actividades de la iglesia fue Bernabé, un cristiano fiel y sabio. Él y otros se juntaron para decidir cuáles necesidades específicas se debían subsanar. Había necesidades como enseñar la doctrina cristiana a los nuevos conversos, proveer para el bienestar de los pobres y ayudar a las nuevas congregaciones a organizarse. Para cada
tipo de tarea los ancianos nombraron a obreros que tenían las capacidades apropiadas que Dios les había dado.

Entre las muchas necesidades que la iglesia debía considerar, una era con frecuencia descuidada. Ésta fue el ministerio a los gentiles. Nadie parecía estar completamente capacitado para dirigir este ministerio. Los discípulos entendían mejor las necesidades y las costumbres de su propio pueblo,
los judíos. No entendían del todo que Dios esperaba que ellos evangelizaran a los gentiles también.

Sin embargo, el propósito inmutable de Dios incluía la salvación de personas de todas las razas y nacionalidades, ¿y qué hace Dios cuando hay propósitos que lograr? Él llama a las personas, les da tareas específicas y las dirige para que logren sus objetivos.

Pablo era la persona correcta para ocupar este singular papel en el plan de Dios. Por supuesto que toda la inteligencia y todos los dones y capacidades vienen de Dios, y ya, antes de la conversión y del llamamiento de Pablo, Dios sabía que las capacidades y el conocimiento apropiados estaban ahí. La
conversión dramática y milagrosa fue la manera en que Dios dio a conocer claramente su voluntad a Pablo y a los líderes de la iglesia. “Instrumento escogido me es éste”, dijo el Señor, “para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15).

Observamos que Dios le habló primero a Pablo (Saulo) con una voz del cielo. (Deténgase aquí y lea otra vez Hechos 9:1- 6.) Después de eso, Él decidió obrar mayormente a través de otras personas para ayudar a Pablo en su nuevo llamamiento. Dios permitió que Pablo experimentara la humillación de ser interrogado, y de que dudaran de él los cristianos con los que había sido llamado a trabajar. De hecho, por su reputación como enemigo del Señor Jesucristo, los discípulos de Jerusalén se negaron a recibirlo.

Ahora, recordemos a Bernabé. (Lea Hechos 9:26-28.) Dios le había dado dones de liderazgo, y él se había ganado la confianza y el respeto de los creyentes. Él no pensaba dos veces en usar su posición para ayudar a otros. Mostrando la estabilidad y la empatía de un verdadero líder cristiano,
Bernabé llegó a ser amigo de Pablo y una ayuda para él.

¿No es este el que encarcelaba a los cristianos? preguntaron los nerviosos discípulos, ¿Cómo podemos confiar en este hombre?

Pero Bernabé presentó a Pablo y explicó su llamamiento. Él apoyó a Pablo en todo y le ayudó a adaptarse a su nuevo papel en la iglesia. Esta amistad y ayuda fueron muy importantes para Pablo al comienzo de su ministerio.

Ya hemos dicho que Bernabé demostró empatía. Es decir, que se puso en el lugar de Pablo y se comportó como su amigo. Él demostró estabilidad al no dejar que los temores de las personas lo intimidaran. Fue firme en su propio entendimiento de la voluntad de Dios. Pero quizá su rasgo de liderazgo más importante hasta aquí fue su disposición de compartir el liderazgo. No dudó en ayudar a otro líder. Bernabé sabía que Pablo tenía un papel especial que cumplir en el plan de Dios. Bernabé también tenía su propio papel. Diferentes necesidades en la iglesia requieren de diferentes clases de líderes. (Lea Hechos 11:22-30.)

Los principios de liderazgo aplicados

Juntos, Bernabé y Pablo formaban un equipo eficaz. Tenían un ministerio glorioso evangelizando y estableciendo iglesias. Bernabé seguía teniendo un gran interés en el desarrollo de otros obreros, de modo que pronto encontramos a otra persona en el equipo. Su nombre era Juan, también llamado Marcos (Hechos 12:25).

Evidentemente, Juan Marcos tenía gran potencial, pero la obra del ministerio era difícil. Probablemente él extrañaba la vida familiar en Jerusalén, y se agotó con las penurias de los viajes, así que dejó a Pablo y Bernabé a mitad de la primera misión de evangelización y se fue a casa (Hechos 13:13). Más tarde, Bernabé lo perdonó y deseaba llevarlo en otra misión de evangelización, pero Pablo no estuvo de acuerdo (Hechos 15:36-39).

En este punto parece que Pablo estaba tan ansioso de seguir con la obra del Señor que se mostró impaciente con alguien que parecía menos dedicado. No obstante, Bernabé sabía que los objetivos de Dios casi siempre se logran a través de las personas. Estuvo de parte de Juan Marcos y apoyó a este joven ministro, tal como había apoyado a Pablo cuando fue necesario.

Hasta en el incidente de desacuerdo entre Pablo y Bernabé vemos que el plan de Dios se cumplía. Aunque Pablo rechazó a Juan Marcos esta vez, después cambió de parecer y lo aceptó como colaborador (Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11). Lo más importante, Pablo pronto comenzó a seguir el ejemplo de Bernabé. Escogió a un hombre más joven que tenía gran potencial como líder y comenzó a enseñarle y a dirigirlo. Se llamaba Timoteo.

En Pablo y Timoteo encontramos el ejemplo más grande de una relación entre maestro y alumno desde que Jesús había enseñado a sus discípulos. Al principio, Timoteo tuvo que ser apoyado y justificado ante los judíos, como lo había sido Pablo (Hechos 16:1-3). Siendo que su padre era griego, Timoteo no había vivido según todas las costumbres judías. Por ejemplo, no había sido circuncidado. En este tiempo había en la iglesia una considerable controversia respecto a la necesidad de ser circundados. El gran apóstol Pedro había sido criticado por aceptar a incircuncisos como amigos (Hechos 11:1-3).

En esa situación, Pablo pudo haber dicho: “Yo tengo que pensar en mi propio ministerio”. Pudo haber evadido el problema y la responsabilidad de apoyar y aconsejar a otro predicador. Pero no lo hizo. Pablo sabía que Dios había llamado a Timoteo, pero que por su juventud y su vida anterior quizás no podría usar plenamente sus talentos. Por lo tanto, él le dio a Timoteo palabras de instrucción más o menos como éstas:

Es una tarea noble ocupar un lugar de liderazgo. Se han hecho profecías en cuanto a ti, pero te toca a ti desarrollar tus talentos y aferrarte a tu fe (véase 1 Timoteo 1:18-19; 3:1).

Él animó a Timoteo a que respetara la ley y las costumbres de los ancianos, hasta el grado de someterse a la circuncisión para evitar controversia. Pero, al mismo tiempo, Pablo le dijo: “Ninguno tenga en poco tu juventud” (1 Timoteo 4:12).

En medio de un ministerio exitoso, Pablo nunca olvidó que él era sólo uno en la línea de liderazgo necesaria para llevar a cabo el plan universal de Dios para el evangelio. Él dijo que Dios “nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y
la gracia” (2 Timoteo 1:9). Esta gracia, explicó él, fue dada antes del comienzo de los tiempos y fue revelada en la tierra a través de Jesucristo; “del cual yo”, dijo Pablo, “fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:8- 11).

¿Puede usted imaginar que un gran líder como Pablo, muy seguro de su puesto, pudo compartir tan libre y sinceramente con un joven líder principiante? Ahora tú también eres un líder, en esta misma corriente del propósito y la gracia de Dios. ¡Ese es el significado de las palabras de Pablo! “Oh Timoteo”, continuó, “guarda lo que se te ha encomendado. No descuides el don que hay en ti. Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios. Ocúpate en estas cosas; para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos”. (Véase 1 Timoteo 6:20; 4:14-15; 2 Timoteo 1:6.)

Pero él no se detuvo ahí. Pasó a encargarle al joven líder que recordara, a su vez, el supremo objetivo de ayudar a desarrollar a otros líderes para llevar adelante la obra de Dios: “Lo que has oído de mí… encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).

Los líderes son llamados y crecen

Explicar el llamamiento y el crecimiento del líder

Pablo hablaba frecuente y denodadamente acerca de su llamamiento. Él sabía que Dios lo había escogido para cierta clase de ministerio. Probablemente usted ha estudiado o ha leído acerca de los dones de ministerio. Dios ha dado a la iglesia varias clases de líderes para que ministren de variadas maneras. Éstos incluyen profetas, pastores y maestros. Recuerde que Bernabé primero aceptó a Pablo basándose en el hecho de que había sido llamado por Dios. Esto fue lo que les explicó los demás cuando apoyó a Pablo. Bernabé no estaba simplemente presentando a un nuevo líder talentoso. Estaba asegurando que él reconocía el llamamiento de Dios en la vida de Pablo. De este modo el llamamiento fue reconocido como
el legítimo derecho que Dios tenía en su vida, el fundamento o base para su ministerio.

Vimos que Pablo reconoció el llamamiento de Dios en la vida de Timoteo. Sin embargo, el líder recién “descubierto” era como una planta tierna que necesita crecer, desarrollarse y madurar. Timoteo necesitaba desarrollar habilidades de liderazgo, adquirir conocimiento espiritual y conocimiento
de las personas y madurar en juicio. Por tanto Pablo le dio muchas instrucciones prácticas respecto al desarrollo de sus capacidades de liderazgo, pero comenzó con la declaración de que Timoteo había recibido su don de liderazgo a través de un mensaje divino (1 Timoteo 4:14). El llamamiento divino fue la base de Pablo para reconocer el potencial de Timoteo para el liderazgo.

Por supuesto, Pablo y Timoteo eran ministros y predicadores. Nosotros los consideramos como personas muy especiales. Pero ¿qué de los líderes cristianos que no son predicadores ni obreros de tiempo completo en la iglesia? ¿Son ellos también llamados?

Es cierto que hay llamamientos singulares en el plan de Dios. Es verdad que hay clasificaciones separadas de obreros. Las iglesias locales necesitan ministros que sean llamados por Dios y que sean oficialmente reconocidos como líderes espirituales, los pastores del rebaño. En la mayoría de los casos, estas personas deben tener preparación especializada y deben estar dedicadas total y, siempre que sea posible, exclusivamente al ministerio del evangelio. Han de ser respetadas por todos los miembros y se debe consultar con ellas respecto a todas las actividades relacionadas con las iglesias locales.

Además del ministerio de tiempo completo, hay un sentido en el que cualquier cristiano verdadero puede ser llamado a servir en maneras específicas. Hemos visto en las palabras de Pablo a Timoteo que hasta el obrero con dones y llamamiento necesita enseñanza y crecimiento. Esto nos lleva a la conclusión de que todos los líderes cristianos son llamados y también crecen. Si hemos de usar todo nuestro potencial en la obra del Señor, debemos asumir dos responsabilidades importantes:

1. Reconocer la importancia del llamamiento de Dios en nuestra propia vida y en la de otros.

2. Desarrollar nuestros propios dones y ayudar a otros a desarrollar los suyos.

Examinar el desarrollo del líder

Para poder entender la importancia del desarrollo del liderazgo debemos saber exactamente lo que encierra el concepto de líder. Sabemos que Dios llama a las personas para subsanar diversas necesidades. Algunas de las que Dios llama y usa en realidad no son líderes. Son personas excepcionales.
Entre ellas están los profetas. Isaías y Juan el Bautista son ejemplos bíblicos de profetas. Influencian a muchos y dan gloria al Señor. Su ministerio principal es comunicar la Palabra de Dios, en vez de trabajar con los demás.

Algunas de estas personas sobresalientes parecen más actores o “estrellas”. Son muy admirados por los demás. Con frecuencia, su influencia es grande y son eficaces en la obra del Señor. Sin embargo, por lo general su popularidad se desvanece y dejan muy poco tras de sí, porque han atraído demasiada atención a sí mismos. Rara vez preparan a otro para que siga con la obra, de modo que aunque establezcan una gran obra, mucha de ella se pierde.

Otras personas sobresalientes son “jefes” o supervisores. Ellas piensan en términos de cumplir la tarea. Esperan que otros les obedezcan porque ellas están en control. Con frecuencia, logran propósitos específicos. Hacen el trabajo. Pero los que trabajan bajo sus órdenes se sienten descontentos, toman poco interés en la obra, y no desarrollan talentos para ayudarles a lograr propósitos mayores.

Si usted desea ser un verdadero líder, su mejor don probablemente es que usted de verdad ame y respete a los demás, y quiere trabajar con ellos en el servicio al Señor. Observamos en las cartas de Pablo que él le habla a Timoteo en dos niveles. En una oración le da instrucciones respecto a la vida y la conducta de Timoteo. En la siguiente le dice a Timoteo qué debe enseñar a otros. De esa manera Pablo le muestra a Timoteo, y a todos nosotros que leemos estas cartas, que el líder está constantemente consciente de la tarea y de las personas. El líder está constantemente aprendiendo, creciendo y ayudando a que los demás aprendan y crezcan.

Estos ejemplos nos demuestran la importante verdad de que un buen líder nunca está muy lejos de los que dirige. La mejor manera de desarrollar nuestras capacidades es comenzar inmediatamente a ayudar a que otros desarrollen las suyas. Timoteo no fue instruido a que se preparara completamente para que, en cierto momento, fuera un líder que pudiera encargarse de otros. Él fue instruido en la hermosa verdad de que los buenos líderes permanecen aprendiendo e involucrados en la vida de su gente.

Los líderes ayudan a otros a crecer

Volvamos a la primera página de esta lección y repasemos la situación del pastor Martínez y Alberto. Esta ilustración nos recuerda que lo que hemos aprendido de Bernabé, Pablo y Timoteo es importante para los líderes de hoy. Dios todavía obra a través de las personas, y todavía Él las llama y las hace crecer de manera bíblica. Los líderes como el pastor Martínez ven la necesidad de tener ayudantes a medida que aumenta el trabajo. Los creyentes dedicados como Alberto sienten el toque de Dios en su vida, y desean aceptar responsabilidades de liderazgo.

A medida que la obra del Señor progresa, surgen necesidades y se buscan líderes para que ocupen los puestos apropiados. Los líderes de más madurez y experiencia deben entender cómo identificar y desarrollar a líderes más jóvenes. Los creyentes más jóvenes y los que están comenzando en
puestos de liderazgo deben aceptar ser guiados y dirigidos. Cualquiera que sea el puesto que usted ocupa, es necesario que entienda tanto el lugar del pastor y como el de Alberto.

Probablemente la meta más importante que usted logrará como líder es ayudar a desarrollar el potencial de liderazgo de los demás. Por ejemplo, si usted es un líder de jóvenes, le va a ser necesario ayudar a los jóvenes a asumir la responsabilidad de llevar a su familia y a sus compañeros de clase a la iglesia. Si usted es líder de hombres, usted ayuda a prepararlos para que sean líderes en el hogar y en el lugar de trabajo. Todo creyente necesita recibir preparación en alguna forma de liderazgo.

Cómo ayudar a otros a desarrollarse

Los primeros libros modernos sobre el liderazgo fueron escritos por personas interesadas en las metas comerciales y en la producción industrial. Estos libros daban instrucciones para hacer que las personas cumplieran con los deseos de un líder o “jefe”. Los líderes cristianos leyeron algunos de estos libros y comenzaron a usar muchos de los mismos métodos. En la mayoría de los primeros estudios sobre el liderazgo se daba énfasis a los métodos de persuasión. Los líderes cristianos, ansiosos por realizar la obra del Señor de maneras eficientes y eficaces, querían saber cómo establecer control y autoridad. Querían motivar a las personas, mantenerlas trabajando para lograr las metas que el líder creía eran importantes.

Recientemente, los líderes comerciales e industriales, y los líderes en el gobierno y en el campo de la pedagogía, han reconocido que sus métodos no resultaron muy bien. Han anunciado el descubrimiento de nuevos y mejores métodos de liderazgo. No debe sorprender a los creyentes que estos
métodos “nuevos” sean muy similares a los que usan los más grandes líderes de Dios que se nos describen en la Biblia.

Una vez asistí a su seminario de dos horas presentado por un consultor sobre el liderazgo. Él usó todas las expresiones de psicología y administración de última moda. Describió docenas de situaciones y problemas de liderazgo. Esperamos con ansia que nos hablara de algún gran descubrimiento nuevo, pero de repente, su fuente de palabras se secó.

“Bueno”, dijo, “después de extensa investigación hemos llegado a la conclusión de que sólo un tipo de método en realidad es básica y consistentemente eficaz. Este es un método basado en interesarse por las personas”. ¡Interesarse por las personas! ¡No teníamos que pagar para oír durante dos horas a un profesor verboso para enterarnos de eso! Lo aprendimos en nuestras clases bíblicas, ¿no es cierto? ¿Por qué es que con
tanta frecuencia nos es tan difícil a los cristianos aceptar el hecho de que toda la verdad real es verdad de Dios? No hay sabiduría ni método positivo eficaz de trabajar con las personas para los que no podamos encontrar una base en las Escrituras.

Examinemos algunos de los principios que se dan en los mejores escritos profesionales sobre el liderazgo. Descubriremos que todos son compatibles con la enseñanza y el comportamiento de Bernabé y Pablo.

Esté consciente del talento y de la capacidad de las personas a quienes desea dirigir. En el liderazgo cristiano, esto incluye reconocer los dones divinos y el llamamiento de Dios en la vida de otra persona.

Acepte las diferencias en las personas. No crea que toda diferencia es un problema que se ha de eliminar. Recuerde, los diferentes trasfondos de Pablo y Timoteo fueron aceptados y llegaron a ser puntos fuertes en la obra del Señor.

Ayude a las personas a adaptar sus diferentes cualidades a la situación. Apóyelas entre los demás obreros y líderes para que se sienta aceptadas. Ayúdeles a reconocer las necesidades que pueden suplir. Recuerde, las palabras de Pablo indican que él se agradaba de poder ocupar un lugar singular como apóstol a los gentiles.

Ayude a las personas a entender exactamente lo que se espera y se requiere de ellas. Explique e interprete las actitudes y los comportamientos apropiados para cada situación para que cada persona tenga la oportunidad de adaptarse. Comunique las razones que motivan sus requisitos y acciones. Ayude a las nuevas a familiarizarse con el trasfondo, la historia y las costumbres especiales del grupo. Recuerde cómo fue que
Pablo logró esto en sus cartas a Timoteo, recordándole su pasado y preparándolo para el futuro. Pablo le dio a Timoteo instrucciones y preparación especificas.

Comunique a las personas que usted se interesa por ellas personalmente, no sólo como obreros. El “interesarse” no es algo superficial. Es algo genuino. Se expresa con lo que se hace y con las actitudes, como también con palabras.

Exprese aprecio por un buen trabajo. Hay una advertencia importante con esto. El aprecio en este caso no debe ser personal. No diga: “Usted me gusta. Usted es una buena persona”. Esto podría hacer que la persona se sienta bien por un momento, pero rara vez le ayuda a desarrollar sus talentos
y dones. Usted debe evaluar correctamente las capacidades y contribuciones de la persona. Las personas necesitan ser apreciadas y reconocidas por sus logros verdaderos. La expresión de aprecio más eficaz es algo como esto: “El programa que usted planeó fue excelente. Subsanó una verdadera necesidad”.

Reconozca el hecho de que el desarrollo de otros amplía su propia eficacia. En la obra de Dios no hay lugar para la competencia. Cuando los líderes temen ayudar a crecer a los demás, debilitan su propio puesto. Los líderes no desarrollan credibilidad con los demás, ni confianza en sí mismos ni en
el Señor al ser autoritarios. Nuestros sentimientos de valor propio o concepto de sí mismo son importantes, con tal que reconozcamos que somos siervos de nuestro Señor soberano. Y, según los expertos, el concepto de sí mismo es el resultado de cómo otros responden a nosotros. La mejor forma de tener un concepto de sí mismo bueno y cristiano es ayudar a otra persona a desarrollar su propio concepto como una persona importante en la obra del Señor. Los líderes aumentan su propia influencia y eficacia cuando ayudan a otros, y cuando se rodean de obreros competentes. Si los líderes son inseguro en su puesto y fallan en reconocer las contribuciones de los demás, se vuelven débiles.

Comparta las metas y la toma de decisiones tanto como le sea posible. En vez de tratar de hacer que otros trabajen para lograr su meta, comuníqueles que la meta es de ellos también. Por supuesto que usted no sólo anuncia esto. Usted simplemente dice que esto no se trata de que otros le ayuden
a usted en su ministerio. Más bien se trata de que ellos tengan su propio ministerio con metas idénticas a las suyas. Usted puede alcanzar sus metas sólo si sus obreros logran las de ellos. Ellos logran sus metas sólo si usted logra las suyas. Este es el principio básico de trabajar como un solo cuerpo. Es casi algo seguro que los líderes cristianos que esperan tomar todas las decisiones y hacer que otros les ayuden, fracasarán en su ministerio. Más éxito tienen los líderes que invitan a otros a participar en la toma de decisiones. Esos líderes no dicen: “Trabaja para mí”. Ellos dicen: “Trabajemos juntos para el Señor”.

Ayude a las personas a desarrollar orden y disciplina. La mayoría de las personas trabaja mejor si cuenta con instrucciones claras y trabaja según planes que pueda entender. Formular reglas estrictas no producirá éxito, pero dar una estructura apropiada sí lo producirá. Un buen líder sabe planear, fijar normas y plazos determinados, organizar y coordinar a sus trabajadores y sus materiales. En nuestra próxima lección aprenderemos más sobre cómo planear, coordinar y organizar.

Preguntas para meditación y análisis personal. ¿Qué dones y capacidades cree usted que ha recibido del Señor? ¿Usted considera este curso de liderazgo como un paso hacia el desarrollo de estos dones y capacidades? ¿Qué ha aprendido de los ejemplos bíblicos que le ayudará a madurar como persona y líder? ¿Puede pensar en formas específicas en que podría usar su conocimiento para ayudar a otra persona?

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