Los líderes aceptan responsabilidad

“¡Estamos ante un gran desafío! Por todo el mundo hay un tremendo cambio social y movimiento de poblaciones. Las personas rurales se están mudando a las ciudades. Las personas dejan su país en busca de mejores condiciones. Muchos de los que vienen aquí traen idiomas y costumbres diferentes de los nuestros. Gente de grupos no cristianos están aceptando a Cristo y buscando un lugar entre nosotros. Un grupo grande de
inmigrantes en una parte distante de esta ciudad no tiene ningún testimonio cristiano. Los nuevos cristianos entre ellos no tienen un lugar para adorar. No pueden venir a nuestra iglesia por los problemas de transportación, pero yo siento que somos responsables de ellos. Me gustaría apartar una parte de los ingresos de nuestra iglesia para ayudar a construir una iglesia allí. Me gustaría que varios de ustedes fueran líderes en esa iglesia para ayudarles a comenzar”.

Estas palabras de verdad fueron pronunciadas por un pastor. Había convocado a una reunión de creyentes para pedirles su apoyo para un proyecto que el Señor había puesto en su corazón. Algunos de los de la congregación comenzaron a oponerse.

“Pero si apenas tenemos suficiente dinero para pagar nuestros propios gastos”.

“¿Cómo podríamos renunciar a las bendiciones y al compañerismo en nuestra iglesia para mezclarnos con esa gente? Además, no tenemos suficientes obreros en nuestra propia iglesia. ¿No es peligroso ese barrio?”

Entonces, un joven se puso de pie y habló claramente. “Hermanos y hermanas míos”, dijo, “yo creo que debemos examinar nuestras actitudes hacia el propósito de la iglesia. No podemos estar satisfechos con ser una comunidad feliz, cómoda del pueblo de Dios. Hay un objetivo más importante. Aunque nuestras propias necesidades son subsanadas en la iglesia, debemos trabajar para lograr el objetivo de extendernos a los demás y compartirles nuestro amor. Yo ayudaré con el nuevo proyecto”.

Esta situación real de nuestro tiempo ilustra algunos de los problemas más serios que se relacionan con el liderazgo cristiano: entender la importancia y la naturaleza de los objetivos y propósitos y estar dispuestos a aceptar la responsabilidad para lograrlos. El relato bíblico que nos dirigirá en nuestro examen de estos principios es la historia de Ester.

Desde el comienzo de este curso hemos enfatizado tres ideas principales en el concepto del liderazgo: Las personas que dirigen y las que siguen, las tareas que ellas hacen y sus metas. En la Unidad 1, el énfasis fue en las personas. Prestamos nuestra atención principalmente a las características de los líderes y sus relaciones con las personas. En la Unidad 2, nos concentramos en las tareas. Consideramos las funciones de los líderes y las técnicas de liderazgo. En la Unidad 3, el énfasis está en las metas. En esta lección estudiaremos la naturaleza y la importancia de las metas y de los objetivos. La Lección 8 nos enseñará cómo usar los objetivos para planear y trabajar. En la Lección 9 consideraremos cómo motivar a las personas, y cómo
ayudarlas a lograr objetivos y metas.

Por supuesto que en las situaciones de la vida no es posible separar las ideas de personas, tareas y metas. Veremos en la historia de Ester, por ejemplo, cómo es que las tres se relacionan y se combinan.

Ester: Una líder dispuesta

Las personas llegan a alcanzar posiciones de liderazgo de variadas maneras. A menudo, parece que el líder surge como consecuencia de las necesidades del grupo. Las personas siguen al líder porque parece que a través de él se pueden subsanar las necesidades del grupo. Debe haber una meta (quizás un problema que resolver) para que el líder sea necesario. Luego, la clase de meta o problema determinará o influirá grandemente
en la clase de líder que se necesita. Esta es una razón de que no se pueda delinear un conjunto de características de liderazgo. La mayoría de los líderes parecen tener ciertas características en común, pero otros pueden ser muy diferentes, como lo hemos visto en nuestros ejemplos bíblicos.

La historia de Ester es un ejemplo preciso del liderazgo
que aparece para subsanar una necesidad. El libro comienza
con una descripción de la situación problemática. ¿Puede usted imaginarse los sucesos descritos en este capítulo tan singular de
la historia?

En una ocasión cuando el rey Asuero celebraba su riqueza y su poder, su esposa, la reina Vasti, se negó a obedecerlo. Para demostrar su poder y su autoridad, él publicó un decreto para divorciarse de ella y expulsarla del palacio.

En esa tierra, una noticia oficial del rey era una ley para siempre y ni el mismo rey podía cambiarla. El rey comenzó a extrañar a su esposa, pero estaba obligado por su decreto oficial de modo que no podía volver a tomarla. Se le aconsejó que llenara el lugar de la reina con una virgen seleccionada entre las jóvenes más bellas del reino. Se celebraría algo como un concurso de belleza y escogería a la nueva reina.

Entre los súbditos del rey estaban los judíos exiliados. Muchos de ellos se habían adaptado a la vida en cautiverio y, gracias a su carácter y sus habilidades, ocupaban puestos de liderazgo. Uno de estos era Mardoqueo. Su prima, Ester, era como una hija para él, pues los padres de ella habían muerto. Ella era encantadora y llena de gracia. En la búsqueda de vírgenes bellas, Ester fue una de las elegidas. Mardoqueo le dijo que no mencionara que era judía. El rey no preguntó nada del origen de ella. Su interés era en su belleza y sus modales refinados. A él le gustó Ester más que ninguna de las otras jóvenes, y la escogió para ser su reina. A ella le fue dado el palacio de la reina, vestidos reales, una corona y sirvientas para atenderla. Es decir, todos los privilegios y el lujo de su posición.

Entre el personal de altos oficiales del rey estaba Amán, un hombre orgulloso y de ambición egoísta que odiaba a los judíos. Él se enojó en extremo porque Mardoqueo no se inclinaba ante él. No sólo me ofende, se quejaba Amán amargamente, ¡sino que es uno de esos judíos! ¡Encontraré una
manera de castigarlo junto con todo su pueblo!

Amán le hizo creer al rey que los judíos eran un peligro y una causa de problemas. Él le dio a entender que no respetaban la corona y que debían ser eliminados. Él persuadió al rey de que firmara un decreto, y se comenzaron planes para matar a todos los judíos en un día determinado.

Cuando Mardoqueo se enteró de estas noticias, se dio cuenta que había una posibilidad de que los judíos se salvaran. Quizá si el rey se enteraba que la orden de muerte incluía a su reina, él haría algo para salvarla a ella y a su pueblo. Ella era la única persona que estaba en la posición de subsanar la necesidad de esta hora. Así que Mardoqueo le pidió a Ester que compareciera ante el rey y que le pidiera misericordia para todos los judíos.

¿Cómo podría hacer eso ella? Seguramente Mardoqueo sabía que ella no podía presentarse ante el rey sin una invitación. Había una ley estricta que mandaba que toda persona que hiciera eso fuera apresada por la guardia del rey, y condenada a muerte. La ley no se podía cambiar. El decreto de
matar a los judíos no se podía cambiar. ¿Qué podía hacer ella? Por supuesto, si el rey lo deseaba, él podía extender su cetro de oro a la persona que se presentara ante él, pero eso sería un riesgo temible.

“Todos… saben…. que una sola ley hay: ha de morir”, mandó decir Ester a Mardoqueo, “y yo no he sido llamada para ver al rey estos treinta días” (Ester 4:11).

Entonces Mardoqueo le recordó a Ester que ella era judía. “No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío”, le dijo. “Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (Ester 4:13, 14).

Es interesante observar que el nombre Ester significa estrella. Ella ocupaba una alta posición porque Dios le había dado las cualidades y las oportunidades para ser una clase de estrella. Pero para Ester, como para todos los otros que son llamados por Dios, la posición no era para su poder ni su gozo personal. No podía ser una estrella ella sola. Su posición era para el beneficio de su pueblo. En ese momento Ester decidió ser en una líder verdadera. “Entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley”; dijo, “y si perezco, que perezca” (Ester 4:16).

Ester no sólo poseía algunas características de liderazgo sino que también inmediatamente comenzó a comportarse como líder. Ya estaba ideando un plan en su mente, y se dio cuenta de que todo el pueblo debía participar. Ella necesitaba su apoyo total. Les pidió que ayunaran por tres días, con la
promesa de que ella y su casa también ayunarían. Ella expresó estos detalles claramente.

Durante esos tres días, Ester hizo mucho más que ayunar. Se ocupó en planear y hacer preparativos. Diseñó un conjunto de procedimientos. Le pediría al rey y a Amán que comieran con ella para poder seleccionar el debido momento y la manera de presentar su petición. Ella demostraría respeto por la ley tanto como fuera posible, y le daría al rey la oportunidad de pensar en una solución. Puso a trabajar a sus ayudantes, haciendo
preparativos para los banquetes.

Entonces, al tercer día, ella se puso su traje real y fue a la sala del trono. Se comportó valerosamente pero con sosegada dignidad. Se puso en una posición en la que podría perder la vida por desafiar las reglas del rey. Estaba dispuesta a hacer esto por la importancia de su objetivo, pero tuvo cuidado de no ofender a nadie sin necesidad. Se puso la ropa correcta para la ocasión y habló en la manera aceptada. El rey se sintió complacido. Ella extendió la mano, humilde en su victoria, para tocar el cetro de oro.

Ester siguió su plan racionalmente. No expresó inmediatamente su preocupación por su pueblo, sino que invitó al rey a comer con ella para abordar el asunto de la mejor manera posible. Poco a poco, ella lo llevó a comprender la situación y a ser persuadido a ayudar a los judíos.

Los líderes entienden la naturaleza de las metas

Vuelva al Ejercicio 1, que acaba de terminar. Usted ve que a (Quería que su pueblo se salvara) y c (El rey tenía que ser persuadido) se llaman metas. ¿Cómo es que son parecidas? ¿Qué tienen en común que nos hace llamarlas metas? Usted ve que las dos expresan resultados deseados, o algún tipo de resultado hacia el que podemos trabajar. ¿Cómo se diferencian entre sí estas dos metas? Cuando recordamos la historia de Ester podemos ver la diferencia. Ella quería que su pueblo se salvara, ese era la meta final de todo lo que Ester hizo. Para poder lograr esta meta final, ella tenía que persuadir al rey que liberara a los judíos del decreto de muerte segura. La meta final se logra al fijar y lograr otras metas. En la obra cristiana, nuestra meta final es espiritual y muy amplia. La llamamos nuestra meta institucional. La más grande de todas es ganar al mundo para Cristo. Dentro de cada cuerpo o proyecto cristiano local hay metas institucionales. Para poder lograrlas, fijamos metas operacionales, que también podríamos llamarlas
objetivos.

Observe otra vez cómo Ester pasó de un objetivo a otro. Tuvo que obtener la aprobación del rey. Tuvo que asegurarse de que el rey comprendía la situación en su totalidad para que pudiera actuar en forma apropiada. Siendo que él no podía invalidar un decreto previo, se tenía que buscar una manera de salvar a los judíos y todavía cumplir con la ley. Cuando se decidió que los judíos podían defenderse, esta condición del honor del rey fue preservada. Porque ella tenía una meta final clara e importante, ella pudo fijar una serie de objetivos definidos para ella y para sus ayudantes. A medida que se alcanzaba cada objetivo, ella se acercaba más a la meta final o institucional.

Por qué son importantes los objetivos

Siendo que las metas finales o institucionales de la obra cristiana parecen obvias, muchos líderes no se dan cuenta de la importancia de expresar objetivos claros. Tienden a creer que “hacer la voluntad del Señor” y “ganar almas” son lo suficientemente claros. Otros podrían mostrarse renuentes
a expresar objetivos específicos porque desean permanecer dispuestos a seguir la dirección del Espíritu. No obstante, como hemos aprendido en la lección sobre planificación, debemos buscar dirección espiritual en las etapas de planificación para poder desempeñarnos lo mejor que podamos como líderes. Las personas trabajan mejor y son más felices en su trabajo cuando tienen objetivos claros. Mucho del desperdicio y de la inquietud
en la obra de la iglesia es el resultado del fracaso del liderazgo en lo que se refiere a esto, por lo tanto el expresar objetivos puede tener efectos poderosos en sus esfuerzos como líder.

1. Los objetivos ayudan a economizar tiempo, energía y recursos. Cuando expresamos objetivos claros, podemos dirigir el uso de los recursos hacia fines específicos sin desperdicio ni confusión. Sin objetivos, algunas tareas se podrían olvidar mientras que otras se duplican. El dinero se podría gastar en algo que no es esencial, mientras una necesidad verdadera no se subsana. Una persona podría estar haciendo demasiado y otras muy poco.

2. Los objetivos inspiran la cooperación. Las personas ven la necesidad de trabajar juntas cuando hay una razón clara para su cooperación. A veces ellas fallan en responder al líder que dice: “Ahora, trabajemos todos juntos en esto”. El sólo “trabajar juntos” parece no conducir a nada si no está claro el resultado que se desea del esfuerzo.

3. Los objetivos proporcionan una base para la evaluación. El mejor desempeño de cualquier actividad se puede asegurar sólo cuando hay alguna manera de medirlo. Si no se evalúan los resultados, las personas pueden estar satisfechas con una norma de desempeño muy baja. Todas están simplemente ocupadas y no saben lo que logran. Si expresamos los objetivos de antemano, podemos medir los resultados. De esta manera
podemos ayudar a que los obreros vean la necesidad de mejorar, o, por otro lado, podemos darles la satisfacción de saber exactamente cuán bien se han desempeñado. Podemos descubrir los puntos débiles en la organización y dirigir nuestros esfuerzos inteligentemente.

4. Los objetivos ayudan a descubrir dones y talentos. Cuando se expresa un resultado deseado, las personas se dan cuenta con más claridad qué dones y talentos se necesitan para poder lograr el propósito. Comenzamos a ver en nosotros mismos y en los demás las capacidades específicas relacionadas
con la tarea propuesta. Probablemente Ester nunca pensó que era capaz de alcanzar lo que llegó a lograr hasta que entendió cuál era la necesidad que se tenía que subsanar. Cuando pensamos en objetivos específicos, podemos asignar obreros cuyas cualidades se presten mejor. Es más probable que los obreros se ofrezcan como voluntarios, y que aparezcan nuevos líderes como resultado.

Los lideres aceptan responsabilidad

La respuesta b) en el ejercicio que acaba de terminar ciertamente no es correcta. Fijar metas y objetivos claros para usted y sus obreros es una de las tareas más difíciles del liderazgo. Es difícil porque exige de absoluta sinceridad y disposición para aceptar responsabilidad a cualquier costo.

Recuerde nuestro ejemplo de la iglesia de la ciudad. El pastor dijo que se sentía responsable. Estaba dispuesto a hacer algunos sacrificios, al usar parte del dinero de la iglesia y a algunos de los obreros para comenzar una nueva iglesia. Estaba dispuesto a arriesgarse a la crítica de su congregación al pedir que ellos también hicieran sacrificios. La situación con Ester era similar. Cuando Mardoqueo le presentó un desafío, ella comenzó a sentirse responsable por su pueblo. Cuando las personas piensan en términos de los verdaderos propósitos de la iglesia, y los objetivos se les esclarecen, entonces estarán dispuestos a comprometerse y a asumir responsabilidad.

El joven que se ofreció como voluntario lo hizo porque había comenzado a entender el verdadero propósito de la iglesia. Estaba dispuesto a enfrentarse a la realidad y a asumir responsabilidad.

Cierto entendimiento de cómo hacer frente a la realidad y aceptar responsabilidad nos ha llegado de un psiquiatra, William Glasser. Mientras trabajaba entre personas descontentas que no se podían ajustar a las exigencias de su sociedad, él descubrió que mucho de su fracaso se debía a que
se negaban a enfrentar la realidad. Continuamente presentaban excusas por su comportamiento. Culpaban a otras personas por sus problemas y circunstancias. Si Ester hubiera tenido una actitud así, ella hubiera dicho: “Si tan siquiera yo no fuera mujer. Si tan siquiera el rey no fuera tan terco”. Pero ella estuvo dispuesta a reconocer los hechos y a trabajar con lo que tenía.

Esta, según Glasser, es la única manera de tener una vida de éxito y productiva. Ciertamente, es la única manera de ser un líder exitoso. Glasser sugiere que la satisfacción en la vida nos llega cuando estamos dispuestos a soportar privación, si es necesario, para alcanzar las metas. Él dice que el compromiso con una responsabilidad trae libertad. Si francamente consideramos las consecuencias y luego decidimos emprender la acción apropiada, obtenemos confianza en sí mismos y llegamos a ser líderes más eficaces. Los líderes cristianos tienen la ventaja adicional de saber que la confianza en sí mismo llega sólo como un reflejo de la confianza en el Señor.

Los líderes ayudan a los obreros a hacer frente a la realidad

Los objetivos deben ser realistas. Podría haber la tentación de afirmar “por fe” que se lograron grandes resultados. Claro que la fe y la confianza en Dios se deben expresar. Pero si las personas se involucran emocionalmente y tienen expectativas poco realistas, se desilusionarán fácilmente y
estarán menos dispuestas a cooperar en el futuro. El líder tiene la responsabilidad de estar absolutamente seguro de su posición de fe antes de decir que algo se logró y de involucrar las emociones de los demás. Usted puede probar la realidad de una meta preguntándose si está dispuesto a medir e informar de los resultados a los que trabajan con usted. ¿Usted cree que se puede lograr con esfuerzo razonable?

Se deben explicar los obstáculos. Cuando el líder dirige a su gente hacia metas verdaderas, no trata de hacer que la tarea parezca fácil ni quitarle importancia. La mayoría de los obreros aprecian al líder que admite dificultades y que pide sus oraciones y sugerencias. Cuando un obrero expresa dudas y dificultades, el líder no debe tratar de dejar de lado los hechos. Debe admitir que el obrero tiene problemas y muestra preocupación. Para la mayoría de los obreros es más útil si el líder dice: “Yo sé que es una tarea difícil”. Si el líder dice: “Vamos, que no es difícil”, podría después ser rechazado si no resulta fácil.

No se deben aceptar excusas. Comenzando en el huerto del Edén, las personas han tenido la tendencia de dar excusas y de culpar a otros, al diablo y las circunstancias por sus problemas y fracasos. Cada vez que la persona da una excusa, evade su responsabilidad y por lo tanto debilita su propia
posición, especialmente a su propio parecer. Por lo tanto, cuando aceptamos excusas no estamos mostrando bondad sino escapándonos de nuestra responsabilidad. Los líderes responsables asumen para sí lo que Glasser llama la mayor tarea de toda la humanidad: enseñar a otros a ser responsables de su propio comportamiento.

Cada persona necesita sentirse capaz de lograr alguna meta. Las excusas permiten evadir la realidad. Para poder ayudar a las personas a tener éxito y así contribuir al éxito de la iglesia, los líderes deben fijar normas de desempeño. Si la persona ofrece una excusa, el líder no debe decir: “Está bien”. Debe demostrar amor y respeto a la persona, y ayudarle a vivir a la altura de las normas requeridas. Esto se toma paciencia, amor y cierta cantidad de riesgo de parte del líder.

Dé a las personas todo el crédito por el éxito que han logrado. Muéstreles que tienen buenas cualidades y que han mejorado, luego explique exactamente lo que se espera de ellas. Establezca metas y normas. Dé instrucciones específicas y asegúrese de que comprenden cómo deben proceder. Ore con ellas y comuníqueles que usted espera que logren los objetivos.

Los líderes hacen frente a su propia realidad

El liderazgo tiene su precio. Nuestros ejemplos bíblicos lo han demostrado. Sólo un hecho puede hacer que el precio parezca razonable y fácil. Esa es la única meta hacia la que dirigimos nuestros esfuerzos. Los líderes cristianos saben que ellos tienen un lugar especial en el plan universal de Dios.
Su propósito es el propósito de Dios. Su meta es la meta de Dios. Aún así, hay momentos de frustración y desaliento. La mayoría se pueden superar al aplicar en oración el pensamiento realista a nuestra propia vida. Habrá problemas y conflictos. No podemos hacer enfrentarlos exitosamente a menos que estemos dispuestos a admitir la verdad absoluta de la situación, como lo hizo Ester. Aquí hay algunos hechos que debemos enfrentar:

1. Los líderes son siervos, no amos. Aun en el mundo de los negocios, a los líderes ya no se consideran “patrones” ni “jefes”. Ellos son considerados como instructores, guías y facilitadores para hacer planes y organizar a los obreros. Hace mucho tiempo, Jesucristo nos instruyó sobre este estilo
de liderazgo. A través de la historia cristiana, los líderes más sobresalientes han seguido su ejemplo, hasta el punto de entregar su vida.

2. Los líderes trabajan más que sus seguidores. Se hizo un estudio para determinar cuáles factores eran comunes entre los líderes de más éxito. Se descubrió que los líderes tienen diferentes cualidades y personalidades. Algunos son más autoritarios y otros son más democráticos. Sólo un hecho se
aplicaba a todos los líderes de éxito en el estudio: todos eran muy trabajadores. Trabajaban más horas, estudiaban más y ponían más esfuerzo para mejorarse a sí mismos que los que trabajaban para ellos.

3. Los líderes son criticados y culpados. Se debe esperar que algunos no entenderán qué es lo que los motiva ni estarán de acuerdo con sus métodos. También, cometerán errores. Ofenderán involuntariamente a las personas. Si aceptan esto y no resisten, ni tratan demasiado de justificarse y defenderse, la crítica puede ser una bendición. Pueden juzgarse realistamente y buscar al Señor para que les ayude a mejorar según sea necesario.

4. Los líderes sufren de soledad. Los líderes parecen populares y privilegiados cuando los vemos en público, pero los buenos líderes se sienten más solitarios que cualquier otra clase de personas. A la mayoría nos gusta charlar con otros y compartir con ellos nuestras cargas y problemas. Esto se
puede hacer hasta cierta medida en el trabajo con las personas, pero cuando hay que tomar decisiones importantes y asumir verdadera responsabilidad, entonces los líderes están solos con Dios. Deben respetar la confianza y los sentimientos de los demás. No deben involucrar a su familia ni a sus amigos en los negocios de la iglesia. Deben pasar tiempo y energía de un modo que los demás no pueden compartir ni siquiera comprender.

5. Los líderes sufren estrés. Sienten la presión del tiempo. Hay tanto qué hacer. Sienten la presión de las expectativas que otros les imponen. La mayoría de los que están en puestos de liderazgo en la iglesia, como hemos visto, son líderes intermedios. Son supervisados por los pastores u otros oficiales de la iglesia, y tienen la responsabilidad de proveer liderazgo para otros grupos. Esto produce doble presión, ya que en un momento ocupan el lugar de seguidores y en el próximo el de líder. Están sujetos a sentimientos de ineptitud y temor de tomar las decisiones equivocadas. Todos quieren gustarle a las personas, pero deben ser firmes en su papel como líderes.

Lo que hemos llamado pensamiento realista nos exige considerar la importancia de las metas cristianas en relación con la situación real, con todos sus problemas y obstáculos. La conclusión de esta experiencia es que podemos aceptar puestos de liderazgo con pleno conocimiento de lo que se
espera de nosotros. De esta manera nunca aceptaremos incierta ni impulsivamente un puesto para el que no estamos calificados ni preparados para aceptar la clase de compromiso que aceptó Ester: Por una causa tan grande como esta me ofrezco completamente. Aceptaré las consecuencias.

Siguiente lección