Piense en Dios cuando ore
¿Alguna vez se ha preguntado por qué algunos reciben respuestas tan maravillosas a sus oraciones, cuando las suyas parecen no recibir ninguna respuesta? ¿Por qué es que algunos hablan con Dios tan fácilmente y usted encuentra difícil saber qué decir? ¿Siente curiosidad por saber por qué es que siente la presencia de Dios sólo algunas veces? Quizás todos los cristianos se han hecho estas preguntas.
Hasta los discípulos de Jesús tenían preguntas sobre la oración. Ellos podían ver cuán importante era la oración en la vida de Él y cuántas cosas maravillosas ocurrían en respuesta a sus oraciones. Por eso le pidieron:
Señor, enséñanos a orar. (Lucas 11:1)
Jesús respondió esta petición no sólo con palabras sino que también con su ejemplo. Él les enseñó a sus discípulos a orar.
Hoy Dios quiere que nosotros hablemos con Él. Él es quien nos ha dado el deseo de orar. Hagamos la petición de los discípulos mientras estudiamos estas lecciones sobre la oración.
Dios le enseñará a orar
Cuando Dios nos hizo, Él puso algo en nosotros que nos hace acercarnos a Él. Nos damos cuenta de que necesitamos un poder mayor que el nuestro para resolver nuestros problemas, para protegernos y para subsanar nuestras necesidades. Nos acercamos al mundo de lo sobrenatural en busca de ayuda. Pero nuestro instinto de orar va más allá de eso. Sentimos la necesidad de adorar, honrar y servir a algún ser sobrenatural.
¡Cuán importante es que dirijamos esta adoración a la debida Persona―a Aquel que nos hizo, a Dios! Sólo entonces podremos encontrar la profunda satisfacción de la que Él quiere que gocemos. Dios nos hizo para que pudiéramos hablar con Él de las cosas y para poder hablarnos a nosotros y ayudarnos. La vida no está completa sin esta comunión con Él.
Dios nos invita que nos acerquemos a Él en oración y que le pidamos todo lo que necesitemos. Sólo piense en ello― Aquel que hizo el mundo y todo lo que hay en él, el Señor y Soberano del universo quiere hablar con nosotros. Él nos hizo, nos comprende, nos ama y quiere ayudarnos. Una y otra vez en el Libro que Él nos ha dado―la Santa Biblia―nos invita a que le llevemos nuestros problemas y que hablemos con Él de todo. Eso es lo que la oración es ―hablar con Dios. Él le dijo a un profeta de la antigüedad:
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:3)
Dios le enseñará a medida que estudiemos y practiquemos lo que la Biblia nos dice de la oración. El título de cada sección en este libro da un principio bíblico, una regla sencilla que le ayudará cuando usted ore. Luego la lección está llena de sugerencias prácticas sobre cómo aplicarlo. El principio básico para esta lección―piense en Dios cuando ore―es uno que Jesús nos enseña. Si seguimos el modelo que Él dio, comenzaremos nuestras oraciones reconociendo quién es Dios, honrándolo y orando para que se haga su voluntad.
Vosotros, pues, oraréis así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra’. (Mateo 6:9–10)
Dios es bueno
Cuando hablamos con alguien, no pensamos solamente en nosotros y en nuestras necesidades. También pensamos en la otra persona. Nuestra primera lección sobre cómo orar eficazmente es aplicar el mismo principio cuando hablamos con Dios: Piense en Dios cuando ore. Esta es una parte básica de la adoración.
Porque Dios es bueno, Él quiere librarnos de las cosas que nos traen sufrimiento. Él quiere bendecirnos y hacernos felices, saludables y útiles. Pensar en cuán bueno Dios es nos hace unirnos en el cántico del salmista.
¡Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra! Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias; por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones. (Salmo 100)
Dios lo ama a usted
Dios lo ama a usted y a mí. Es su misma naturaleza el amar. El Padre mandó a su Hijo Jesucristo al mundo para: 1) hablarnos del amor de Dios, 2) demostrar ese amor por nosotros en su vida y en su muerte y 3) hacer posible que estemos con Él y que disfrutemos de su amor para siempre. Jesús dijo:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Porque Dios es bueno, Él ha establecido ciertas normas para el mundo que Él hizo. En la Biblia Él nos enseña la diferencia entre el bien y el mal. Como Soberano del universo, Él debe juzgarnos por lo que hacemos, premiando a los que hacen bien y castigando a los que hacen mal. Desafortunadamente, todos hemos hecho mal y estábamos condenados a estar eternamente separados de Dios, a menos que hubiera alguna manera de salvarnos.
¡Y hubo una manera! Dios nos amó tanto que mandó a su propio Hijo, Jesucristo, para tomar nuestro lugar. Jesús también nos ama y murió por nuestros pecados. Volvió a la vida y regresó al cielo. Un día Él volverá otra vez y pondrá todo en orden.
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:10)
Si pensamos en cuánto nos ama Dios, nuestro deseo será agradarle. Nos arrepentimos por el mal que hemos hecho y le pedimos que nos perdone y nos ayude a hacer lo bueno.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)
Dios es nuestro padre
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, Dios llega a ser nuestro Padre. Él hace más que simplemente adoptarnos. Él manda a su Santo Espíritu a morar en nosotros, nos da una nueva naturaleza y nos hace hijos suyos. Jesús nos enseña que llamemos a Dios Padre cuando oramos, tal como Él siempre lo llamaba. Piense en lo que significa llamar Padre al Creador del universo. Podemos acercarnos a él en cualquier momento y pedir lo que necesitemos. Jesús nos dice que el Padre nos ama y quiere darnos lo que necesitemos.
El Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. (Juan 16:27)
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:11)
Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. (Lucas 11:9)
Nuestra parte es simplemente pedirle a Dios lo que necesitamos. Esta es una parte importante de la oración. Nosotros pedimos y Él ha prometido responder. No es necesario que temamos estar pidiendo algo que sea demasiado difícil para Dios. Él puede hacer cualquier cosa. De modo que
pedimos, sabiendo que Dios es nuestro Padre.
Dios puede hacer cualquier cosa
Sus necesidades―aunque a usted le parezcan enormes―en realidad son muy pequeñas comparadas con la grandeza de Dios. El poder de Dios infinito―Él creó el universo y lo opera por sus órdenes. Las leyes de la naturaleza son simplemente los patrones que Dios ha establecido para su mundo; Él no está limitado por ellas. Siempre que se preste para su propósito, Dios puede acelerar o desacelerar su operación. Hasta podría suspender temporalmente su acción por medio de una ley mayor, el orden del Creador. El resultado son los milagros que hizo: Él sanó a los enfermos, resucitó a los muertos, hizo que los ciegos vieran y que los sordos oyeran; todo con una palabra o con un toque. ¡Nunca tenemos que temer que nuestros problemas son demasiado grandes para Dios!
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible. (Mateo 19:29)
Dios no está limitado por el tiempo―Él siempre ha existido y siempre existirá. Él es eterno. Dios ve el futuro tan claramente como ve el pasado y el presente porque Él es infinito en conocimiento. Nada está escondido de Él―ni siquiera nuestros pensamientos.
Dios nos comprende mucho mejor de lo que nosotros nos entendemos y sabe exactamente qué es lo mejor para nosotros. Cuando nos acercamos a Él en oración y le pedimos que nos dirija, podemos confiar en su infinita sabiduría, bondad y amor. Todo lo que Él hace Dios es correcto. Podemos rendirle nuestra vida gozosamente, sabiendo que Él nos cuidará bien.