¿Es la Biblia la Palabra de Dios?
Uno de mis profesores favoritos, el doctor Donald F. Johns, al escribir acerca de la revelación, explica que el prejuicio del humanismo contra la idea de Dios lo hace que considere la Biblia como cualquier otro libro (Johns, p. 19). Tan pronto como se acepta la idea de Dios, también puede ser aceptado el concepto de la revelación.
En primer lugar, existe la posibilidad de la revelación. Un Dios que es capaz de crear el universo también sería suficientemente poderoso para revelarse al hombre.
En segundo lugar, existe la probabilidad de la revelación. El carácter de Dios manifestado en la creación hace probable la revelación. Dios el Creador probablemente desearía darse a conocer a aquellas criaturas suyas que quieran conocerlo.
En tercer, existe la conveniencia de la revelación. Los hombres de todas las edades y en todos los lugares han deseado una revelación sobrenatural de alguna clase. Toda cultura ha tenido siempre una religión. No parece que Dios hubiera creado al hombre con un deseo que El no tuviera la intención de satisfacer.
En cuarto lugar, existe la necesidad de la revelación. La conciencia y la razón sólo son suficientes para convencer al hombre de su pecado personal, pero para que el hombre sea salvo del pecado es necesaria la revelación. Sólo alguna clase de plan de salvación divinamente revelado puede garantizar que el hombre puede ser salvo de la sentencia contra el pecado y de su poder.
Ya hemos considerado la autorrevelación de Dios a través de su Hijo Jesucristo. ¿Pero qué clase de fuentes o documentos hay para que nos hablen acerca de la vida y de las enseñanzas de Jesús? ¿Puede confiarse en tales documentos? Bueno, la Biblia es nuestra fuente, nuestro libro, nuestro manual sobre Cristo y el cristianismo. Tenemos que considerar este libro y tratar de saber algo de sus datos esenciales y su confiabilidad. Ese es el tema de esta lección.
DESARROLLO DE LA LECCION
Hace pocos años conocí a un profesor de antropología de una gran universidad. Acababa de convertirse al cristianismo en el sentido que hablamos en la lección tres: por medio de una relación personal con Jesucristo. Estaba en el proceso de tratar de armonizar la disciplina científica de la antropología con su nueva fe.
Estábamos discutiendo los primeros capítulos del Génesis que tratan acerca del origen del hombre, y sobre la paternidad literaria del Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento). Con algo de desilusión, me dijo: “¡Sólo deseo que Moisés hubiera dicho un poco más acerca del origen del hombre!”
Similares deseos se han expresado muchas veces con respecto a la Biblia. Es importante comprender desde el mismo comienzo que la Biblia es una literatura especial y que fue escrita con un propósito especial. No se hizo para el tribunal ni para el laboratorio. No es un relato sobre un detective, en que un hombre, armado con unos pocos indicios, trata de buscar a un Dios elusivo.
La Biblia puede describirse mejor como una historia de amor, un relato histórico sobre cómo Dios y los hombres se unen en amor y comprensión. La Biblia supone la realidad de la personalidad de Dios. No fue escrita con el objeto de proveer municiones para un argumento, ni para probar algún punto, ni tampoco simplemente para proyeer un “libro santo” para otro sistema religioso.
Conviene notar con Michael Green, el ministro anglicano inglés, el propósito especial de la Biblia:
La Biblia no es un libro de ciencia. Es un libro que habla de la relación total del hombre con el hombre, con el universo y con Dios. Cuando entra en el campo científico, lo hace con el lenguaje cotidiano corriente, en el cual se dice que el sol “sale” y que los cielos están “arriba”. No es parte de la prerrogativa del hombre ni de la religión el prescribir al científico lo que éste puede creer acerca del universo físico basado en una particular interpretación de la Biblia. Por el contrario, la Biblia nos estimula a que creamos que Dios quiso que el hombre domine sobre la naturaleza y que busque los caminos del Creador en su universo (Green, p. 43).
DE DONDE VINO LA BIBLIA
Normalmente consideramos a la Biblia como un libro, que tiene dos partes: las que hemos mencionado con los nombres de Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. También es correcto decir que la Biblia es una compilación o agregado de libros pequeños. Es una “literatura viviente”, una clase de enciclopedia de tesoros espirituales. En la Biblia hay unidad y diversidad; ésta es una paradoja que señala hacia la paternidad literaria sobrenatural. Consideremos brevemente los siguientes seis aspectos relacionados con la Biblia. (Se podría desarrollar una lección completa con cada uno de estos aspectos.)
Tiempo
Se emplearon unos 1600 años en la escritura y compilación de la Biblia. Moisés comenzó unos 1500 años a. C. El apóstol Juan escribió el último libro de la Biblia (último en lo que se refiere a colocación en el volumen y en cuanto a tiempo) unos 100 años d. C. Este inmenso periodo de años impidió que hubiera mucha colaboración para producir un todo simétrico. Sin embargo, el profundo sentido de unidad que hay en las Escrituras, indica la continua influencia de Dios en la dirección de tan completa y exquisita pieza de literatura.
Paternidad literaria
Unas 40 personas participaron como escritores de la Biblia. Estos autores procedieron de muchos modos de vida. Entre esos distintos tipos de personas había pastores, como Amós, sabios como Salomón, reyes como David, labriegos como Miqueas, pescadores como Pedro, médicos como Lucas, eruditos como Pablo, hombres de estado como Daniel, cobradores de impuestos como Mateo y sacerdotes como Isaías. Como usted puede ver,
así como las Escrituras se escribieron en un amplio período de tiempo, también fueron inmensas las diferencias en tradición, educación, vocabulario y experiencias de las personas que las escribieron. Sin la dirección sobrenatural, los escritos combinados de tan diverso grupo, ciertamente hubieran
producido cualquier cosa, menos un todo unificado.
Lengua
Por lo menos fueron empleadas tres lenguas para comunicar el mensaje escrito de Dios a los hombres. En el Antiguo Testamento, el idioma principal fue el hebreo. El principal idioma en el Nuevo Testamento fue el griego. Durante el primer siglo, el griego fue el lenguaje internacional del mundo antiguo. El arameo también se empleó en algunas porciones, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Este fue el idioma primario del mundo bíblico durante unos 200 años (aproximadamente 500 – 300 a. C.). Los individuos que escribieron la Biblia utilizaron los idiomas que
más comúnmente se hablaban y se entendían en su respectivo tiempo. No se usó ninguna lengua especialmente revelada de manera divina ni lenguaje técnico.
Forma literaria
En la Biblia se utilizaron muchas formas y estilos literarios. Hay leyes de varias clases: ley civil, ley criminal, ley ética y ley ritual. Hay poesía, historia, parábolas y alegorías, filosofía, biografía, correspondencia personal, doctrina, memorias y diarios. También se encuentran las formas bíblicas distintivas: la profecía y la literatura apocalíptica.
Lugar
La Biblia se escribió en muchos lugares, casi tantos como aquellos en que ocurrió la misma acción. Por ejemplo, Moisés escribió en los desiertos de la península del Sinaí y el apóstol Pablo dictó algunas de sus epístolas desde la prisión en Roma; David canta sus salmos en las colinas de Palestina
y Juan escribe desde la isla de Patmos, situada en las costas del Asia Menor (hoy conocida con el nombre de Turquía). Daniel ve visiones de lo futuro estando cautivo en Babilonia, e Isaías profetiza en la santa ciudad de Jerusalén. La Biblia fue escrita desde una veintena de países situados en la
antigua región del Mediterráneo y desde tres continentes: Asia, Africa y Europa.
Tema
La Biblia cubre una riqueza de temas que incluyen todos aquellos sentimientos, emociones y problemas y demás aspectos de interés que son comunes al hombre. Ya hemos notado con Michael Green que la Biblia “es un libro que habla de la relación total del hombre con el hombre, con el universo y con Dios” (Green, p. 43). Por el hecho de que esto es cierto, uno halla en la Biblia tópicos tan diversos como genealogía, ética, normas para la buena salud (tanto física como mental), consejos para criar a los hijos, geografía, historia, principios de dirección, batallas y estrategia para la batalla, amistad y oraciones. Casi todo lo imaginable, que sea de interés e importancia para el hombre se toca en la Biblia, si no en forma directa, por lo menos indirectamente. La mayoría de los grandes interrogantes de la vida se presentan y se discuten en ella.
Sin embargo, la Biblia “cuadra” maravillosamente. Esto sólo puede explicarse admitiendo que las Escrituras son inspiradas. La palabra que se tradujo “inspirada” en la Biblia (2 Timoteo 3:16) es en griego theopneusios, que literalmente significa “espirada por Dios”. Es decir, en ella está la esencia de la divinidad, que le da vida y significado. Esta cualidad de haber sido “espirada por Dios” es la que efectivamente ha preservado la Biblia de todo error serio o falla a través de centenares de años, en las muchas versiones y traducciones que se han hecho en muchas lenguas.
DIFICULTADES DE LA BIBLIA
Hoy existe la opinión muy común de que la Biblia contiene muchos errores, discrepancias, contradicciones, exageraciones y mitos. La interpretación de ciertos descubrimientos científicos y el impacto de la crítica destructiva han convencido a muchas personas de que no necesitamos, y en verdad no podemos, poner mucha confianza en la Biblia. Admito francamente que el texto bíblico y, en parte su contenido, presentan algunos problemas.
Pero en su mayor parte, estos problemas son mínimos y no influyen en la verdad, ni en el carácter divino de la Biblia.
El erudito francés, René Pache, ha discutido este asunto de lasdificultades de la Biblia. Las siguientes observaciones se basan ensus comentarios y en su investigación (Pache, pp. 141-158).
En primer lugar, hay dificultades imaginarias. Los llamados “problemas insolubles” de las Escrituras han sido excesivamente exagerados. Usualmente, éstos son superficiales y revelan una seria falta de estudio y reflexión por parte del crítico. Preguntas como las siguientes son ejemplo de este nivel de interrogación: “¿De dónde obtuvo Caín su mujer?” “¿Cómo pudo una ballena que tiene la garganta tan estrecha haberse tragado a Jonás
entero?
En segundo lugar, hay algunas dificultades aparentes que se resuelven con el transcurso del tiempo al contar con información más completa. Es una equivocación acusar a la Bibla de error simplemente porque parece no estar en línea con el conocimiento actual.
Por ejemplo, hace un siglo, muchos eruditos hicieron acusaciones contra “las inexactitudes históricas” de la Biblia. Pero la ciencia de la arqueología bíblica sistemáticamente ha eliminado muchas de las objeciones de este tipo. Durante un largo tiempo, los historiadores trataron con gran escepticismo a los heteos, pueblo que se menciona muchas veces en el Antiguo Testamento. Este pueblo antiguo era mencionado sólo en la Biblia, y no en ninguna de las otras fuentes de la antiguedad. Así que daban por sentado que la Biblia estaba equivocada y que estos individuos nunca existieron. ¡Sin embargo, las excavaciones que se hicieron en Boghaz-koi, Turquía, a partir de 1906, comprobaron que ése fue el sitio de la capital del antiguo imperio heteo!
Por otro lado, la siquiatría moderna está comenzando ahora a descubrir cosas relacionadas con la personalidad humana a las cuales aludió la Biblia hace siglos. O. Hobart Mowrer, un sicólogo altamente respetado, se refiere a las palabras de Jesús para ilustrar un concepto moderno de la sicología. El dice: “La idea de que los pecados de uno sean proclamados o gritados desde las azoteas viene del libro de Lucas.”2 Luego, después de citar a Lucas, el profesor Mowrer continua:
Este pasaje muestra una simpática apreciación del hecho de que la culpa que forma la parte fundamental de la “neurosis” sea “admitida” de manera involuntaria, “sintomáticamente,” si antes no ha sido revelada por lo menos a unas pocas personas ni se ha hecho reparación de una manera consciente y deliberada (Mowrer, p. 96).
Basado en esto y en otros ejemplos, el doctor Mowrer llega a la conclusión de que Jesucristo fue un “médico clínico notablemente agudo” (Ibid., p. 97).
En tercer lugar, hay algunas dificultades que son mas aparentes que reales. Muy a menudo, el estudio cuidadoso demuestra que los pasajes aparentemente contradictorios de las Escrituras son realmente complementarios. Porque como dice Pache:
Hay un principio de la ciencia histórica según el cual cualquier solución que ofrezca un posible método de armonización entre cualesquiera dos declaraciones, es preferible que suponer que hay inexactitudes o errores, bien se hallen esas declaraciones en el mismo escritor o en diferentes escritores. Se reconoce claramente que actuar sobre cualquiera otra base es suponer, no demostrar el error (Pache, p. 221).
Por ejemplo, se ha dicho que hay dos narraciones conflictivas relacionadas con la creación: la una se halla en Génesis 1, y la otra, en Génesis 2. Algunos alegan que el lenguaje es diferente, que las formas de pensamiento varian y que se presentan dos diferentes conceptos de Dios.
Cuando se estudia más de cerca, lo que parece un problema se convierte en una diferencia de propósito. El propósito de cada uno de estos capítulos es diferente y, por tanto, es aceptable que usen un estilo de lenguaje algo diferente. Génesis 1 es el relato de la creación del universo y de sus habitantes, en lo cual se incluye al hombre como parte de la naturaleza. Génesis 2, sin embargo, da detalles adicionales, tales como la descripción del ambiente del hombre, la prueba de la obediencia y los detalles de la creación de Eva. Así que el principal propósito de Génesis 2 es el de describir la naturaleza de las cosas que condujeron a la caída. El capítulo 1 es simplemente un registro de los actos creadores de Dios. Los dos capítulos no son contradictorios, ni el segundo es simplemente una repetición del primero (basado en Free, pp. 12-15, 29-31).
Además, cuán necio hubiera sido que el escritor del Génesis colocara estos dos relatos el uno junto al otro, si, en efecto, el propósito no era que estuvieran de ese modo. El error en este caso está en el juicio de los críticos, no en las Escrituras mismas.
En cuarto lugar, se reconoce ciertamente que hay algunas preguntas para las cuales los eruditos bíblicos no han hallado aún respuestas completamente satisfactorias. Afortunadamente, éstas son pocas y de menores consecuencias. Por ejemplo, hay algunas variaciones entre los diferentes manuscritos antiguos. La maravilla de esto es que son pocas y que son insignificantes para el mensaje total. Sin embargo la critica bíblica textual constantemente está trabajando con ellas para descubrir precisamente qué es lo que la Biblia dice.
En los siglos que precedieron a la imprenta, hubo unos pocos errores cometidos por los escribas y los copistas. Usualmente estos tenían relación con una sola letra o con una palabra, y tal vez ocasionalmente con una frase breve o con un texto corto de la Biblia. Pero, repito, las consecuencias de tales errores son más bien leves.
Otro problema está en que no siempre es posible extraer el exacto matiz de significado que se halla en el texto hebreo, arameo o griego. Así que puede haber en la traducción alguna palabra que no era la más explícita que se hubiera podido emplear. También es cierto que en algunos pasajes es difícil determinar la cronología exacta u orden de los eventos. Sin embargo, tales dificultades no afectan los grandes temas doctrinales de las Escrituras.
El hecho de que sean tan pocos los errores que se han introducido en los manuscritos, constituye una indicación adicional de su origen divino y de que es Dios el que los preserva. Esto es notable en vista del amplio período de tiempo que cubre, de la diversidad de culturas de sus autores y de la
amplia variedad de temas que presenta. Aún más notable es el hecho de los casi dos mil años de historia de la iglesia, durante los cuales la Biblia ha sido traducida veintenas de veces a diferentes lenguas, y a menudo muchas veces a una sola lengua. Sin embargo, ha permanecido esencialmente igual, a pesar de su distribución y de su manejo a nivel mundial.
AUTORIDAD DE LA BIBLIAC
C. H. Dodd, un gran erudito inglés, dijo que la Biblia ha sido considerada por el cristianismo como algo más que una colección de literatura religiosa o de material litúrgico. “Ha sido considerada como la suprema autoridad doctrinal en cuanto a la fe y la moral, de origen divino y, consecuentemente,
infalible. El cristianismo histórico ha sido una religion de revelación” (Dodd, p. 8). Esto significa que la verdad final del cristianismo no puede ser descubierta por la razón humana sola, sino que tiene que contar con la participación de Dios, su Espíritu Santo, para que dé testimonio de la veracidad de la Palabra de Dios. Esta fue la posición más o menos indiscutible del cristianismo hasta el siglo XVIII. Desde entonces, la autoridad de la Biblia ha estado sometida a severos ataques provenientes de un movimiento del continente europeo llamado “crítica destructiva” o “crítica negativa”. Se han escrito muchos libros con el propósito de colocar la razón humana, en vez de las Escrituras, en el lugar de autoridad. La comunidad cristiana ha sufrido daños de estos teólogos, que han intentado destruir la posición del cristianismo histórico en relación con el respeto a las Escrituras y el lugar que les corresponde.
Sin embargo, junto con una multitud de creyentes en Cristo, reafirmo mi confianza en la Biblia y en el hecho de que yo puedo confiar en ella. Los que han atacado la Biblia a través de los años sólo han fortalecido la posición de ella. No han podido destruir su mensaje ni su confiabilidad.
Discutiremos tres métodos para tratar de establecer la infalibilidad de la Biblia.
El método confesional
Este es el método mediante el cual se confiesa que la Biblia es la Palabra de Dios por fe solamente. No se ofrecen defensas racionales, pues se estima que la razón no puede emplearse para probar aquello que está por encima de ella. La ventaja de este método está en que tal enfoque puede hacer uso de los instrumentos científicos corrientes para los estudios bíblicos, sin abandonar la implícita confianza en las Escrituras. Por supuesto, este método no ha dejado satisfechos a todos, pero es bueno para aquellos que están “inclinados a creer”. Deja algo que desear para las personas que son más inquisitivas.
El método de la presuposición
El método de la presuposición comienza precisamente con eso: la presuposición de un Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo; que habla al hombre con absoluta autoridad en la Biblia. De este modo, las Escrituras “da testimonio de sí misma’. El método de razonamiento procede de la siguiente manera:
Premisa A: La Biblia es la infalible Palabra de Dios.
Premisa B: La Biblia afirma su propia infalibilidad.
Premisa C: La afirmación que la Biblia hace de sí misma es una afirmación infalible.
Conclusión: La Biblia es la infalible Palabra de Dios.
Como usted puede ver, la conclusión está explícitamente declarada en la primerá premisa. En lógica, a esto se lo llama razonamiento circular, por cuanto es una “petición de principio”. Afirmar la autoridad de la Biblia por cuanto ella la afirma, y luego creer la afirmación por cuanto ella es inspirada, superficialmente no parece un buen argumento. Pero estamos enteramente dentro de los límites de la lógica en tal procedimiento.
Es perfectamente permisible comenzar con la afirmación de que la Biblia reclama para sí la inspiración divina. El proceso del razonamiento deductivo exige que la verdad de la conclusión dependa de la verdad de la premisa. La Biblia asevera repetidamente que ella es precisamente lo que Dios quiso que se hablara al hombre. En efecto, sólo en el Antiguo Testamento, más de 3800 veces se expresa la idea de que ella es “la Palabra de Dios”.
El método clásico
El método clásico se relaciona con las evidencias tanto internas como externas. Comienza con la premisa de que puede hallarse que las Escrituras son generalmente confiables, y concluye que las Escrituras son en verdad infalibles.
El razonamiento se desenvuelve de la manera siguiente:
Premisa A: La Biblia es un documento confiable y fidedigno.
Premisa B: Basados en este documento confiable, tenemos suficientes evidencias para creer que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Premisa C: Jesucristo, por cuanto es Hijo de Dios, es una Autoridad infalible.
Premisa D: Jesucristo enseña que la Biblia es la misma Palabra de Dios.
Premisa E: Puesto que la Palabra procede de Dios, es absolutamente fidedigna, por cuanto Dios es absolutamente fidedigno.
Conclusión: Basados en que Jesucristo es la Autoridad infalible, los seguidores de Cristo creemos que la Biblia es confiable y fidedigna.
Nótese que el método clásico no utiliza el razonamiento circular. Cada premisa envuelve razonamiento tanto inductivo como deductivo por parte de las criaturas racionales y falibles. No contiene una presupuesta suposición ni un “salto de fe” subjetivo. Está basado en la cuidadosa investigación histórica como también en las inferencias lógicas. Tenemos los datos históricos, los documentos bíblicos y la vida de Jesús de Nazaret. El argumento se basa en la integridad de Jesucristo (el tema de la lección tres).
Martin Kahler, un teólogo alemán del siglo XIX, expresó esto de la siguiente manera: “No creemos en Cristo por cuanto creemos en la Biblia, sino que creemos en la Biblia por cuanto creemos en Cristo” (Montgomery, p. 247).5
John Wesley, el fundador del metodismo, tenía un interesante argumento a favor de la inspiración de las Escrituras. Decía que la Biblia tiene que ser invención de una de tres clases de autores: hombres buenos (o ángeles), hombres malos (o diablos), o Dios. Los hombres buenos o los ángeles no la
hubieran podido inventar, pues no hubieran querido ni hubieran podido hacer un libro y decir mentiras todo el tiempo que estuvieran escribiéndolo, al decir que el Señor ha dicho así y así, cuando sólo era su propia invención. Los hombres malos o diablos no hubieran podido inventarla, porque ellos no podían hacer un libro que ordena hacer todo lo justo, censura el pecado y juzga las maldades. Por tanto, la conclusión es obvia: la Biblia tuvo que haber sido escrita bajo la dirección e inspiración de Dios, como en efecto ella lo afirma.
COMO ENTENDER LA BIBLIA
Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios confiable, y sus enseñanzas están en acuerdo directo con la verdad, se deduce que debe ser leída de un modo en particular. No debemos leer la Biblia como si fuera un periódico, una obra literaria o una publicación científica. Hay que leerla cuidadosamente,
meditativamente y devotamente.
Tenemos que velar para no interpretar o entender la Biblia según nuestras propias ideas preconcebidas. Es muy fácil introducir nuestros propios prejuicios en nuestra comprensión de la Biblia, para que se adapte a nuestro propio estilo de vida, a lo que queremos creer, o a lo que previamente se nos ha enseñado. Sin embargo, si hacemos esto, estamos usando mal la Biblia y destruyendo su efectividad. Permitamos que la Biblia nos afecte,
que influya en nuestra manera de pensar y en nuestro estilo de vida personal. Como usted ve, el propósito o meta de la revelación bíblica no se halla simplemente en establecer un cuerpo de material, sino en una confrontación con una Persona. Esa Persona, Jesucristo, en su condición de Dios hecho carne, es lo que se comunica en la Biblia. El es el que da al tema de la Biblia su significado y profundidad.
Es cierto que sólo el Nuevo Testamento habla directamente acerca de Jesús. Sin embargo, el Antiguo Testamento habló de la venida de Cristo. Así que, Jesús es el “hilo dorado” o tema que corre a través de toda las Escrituras, dándole continuidad y designio. Consideremos el siguiente diagrama como una ilustración de la relación existente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
ANTIGUO TESTAMENTO NUEVO TESTAMENTO
El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento son como dos hombres que llevan un racimo de uvas en una vara. El que va al frente (que es el Antiguo Testamento) echa una mirada a las uvas cuando levanta la carga y va adelante en el camino. El que va atrás (que es el Nuevo Testamento) tiene una visión plena del que va adelante y también del maravilloso fruto que es de ellos. La redención, como tema de la Biblia, se prevé en el Antiguo
Testamento; se realiza en los Evangelios; se aplica y se consuma en las Espístolas del Nuevo Testamento y en el Apocalipsis.
Los principios para la comprensión de la Biblia pueden resumirse, para favorecer la sencillez, en tres: exactitud, marco histórico y sentido común.
Exactitud
Las personas, los lugares, los eventos, los objetos y las palabras tienen que ser definidos exactamente, o localizados dentro de un pasaje particular del texto. Es importante averiguar quién está hablando, quién está escuchando y qué es lo que se está diciendo. Se deben reunir tantos hechos importantes como sea posible, relacionados con el pasaje que uno está leyendo o estudiando.
Marco histórico
La Biblia siempre tiene que ser interpretada a la luz de su marco histórico y de su contexto. Ningún versículo o pasaje debe ser interpretado como un texto aislado, desconectado y segregado. También es bueno recordar que el mejor comentario sobre la Biblia es la misma Biblia. Con esto quiero decir que a menudo un escritor bíblico introduce un concepto, otro lo amplía, y otro escritor más le da su pleno significado. No hay colisión de ideas ni de enseñanza, pero es importante entender el contexto de un pasaje a fin de comprender plenamente cómo se relaciona con toda las Escrituras. No se puede exagerar la necesidad de considerar su marco histórico y geográfico.
Sentido común
Usar el sentido común en la lectura de la Biblia implica entender que la Biblia quiere decir lo que dice y usualmente debe tomarse según su significado literal. Sin embargo, hay que tener en cuenta el uso frecuente del lenguaje altamente figurado y poético. Por ejemplo, daremos las siguientes expresiones: “los cuatro ángulos de la tierra”, “el círculo de la tierra”, o la tierra como “el estrado de los pies de Dios”. Tal clase de lenguaje no debe entenderse en un sentido literal porque entonces la Biblia quedaría completamente fuera de relación con lo que sabemos que es cierto con respecto a la esfericidad de la tierra y el universo. Recordemos que la Biblia usa términos comunmente conocidos o entendidos por la gente de su día, en vez de introducir términos científicos avanzados que violarían el propósito principal de las Escrituras.
En varias ocasiones he tenido la oportunidad de hablar con personas que no creen en la Biblia ni lo que ella dice acerca de Dios. Generalmente, las objeciones se hacen con toda sinceridad. Luego de tratar sus preguntas y dificultades intelectuales, a menudo he tenido la oportunidad de expresar, en lenguaje común y corriente, mi fe personal en función de encuentro y experiencia. Usualmente, la persona a la cual estoy hablando responde diciendo algo como lo siguiente: “Pero yo no he oído a una persona hablar del cristianismo de ese modo antes.” O, “¡Ah, si yo tuviera esa fe sencilla y confiara en eso de que usted habla!” Como usted ve, no es sólo razonamiento intelectual, sino un asunto para la voluntad y el corazón, los
sentimientos y las emociones. La fe no es creer en un libro, sino encontrarse con una Persona.
Le sugiero esto: aparte el tiempo y la energía necesarios para hacer una lectura total del Nuevo Testamento. Trate de arreglar un programa sistemático de estudio y sígalo. Tenga a mano papel y lápiz para que tome notas de sus lecturas bíblicas. Escriba cualesquiera preguntas, problemas, discernimientos y pensamientos en los cuales pueda reflexionar posteriormente, o de los cuales pueda hablar con algún amigo. Al acercarse usted a
las Escrituras, pídale al Espíritu de Dios que le ayude, para que la profundidad, el significado y la verdad de lo que usted lee sean aplicables a sus preguntas y a su vida.
Permítame asegurarle que cualquier esfuerzo que usted haga no es pérdida de tiempo ni gasto de energía. Recuerde que ver la luz, sin importar cuán débil sea al principio, es mejor que continuar tambaleándose alrededor en la oscuridad. Al acercarse usted a la luz que ve, descubrirá que ella se acerca a usted. Cuando usted y la Luz se encuentren, eso es encuentro y ése es el objetivo de estas lecciones. El apóstol Juan dijo de Jesús: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4).
UN DESAFIO
Si no podemos confiar en la Biblia, “¿entonces cómo podemos estar seguros del cuadro que ella nos ofrece de Jesús? Dios sabía que esta pregunta surgiría. Esa es la razón por la cual El no sólo envió a su Palabra Viviente (Jesús) a este mundo, sino que también preservó para nosotros, con verdad y exactitud, su Palabra Escrita (la Biblia). Cuando en el día de hoy se toman tantísimas cosas como relativas y parece que ya no quedan absolutos en el mundo, necesitamos volver a hacer hincapié en que se puede confiar en Dios, como también en su Hijo y en su Palabra. Ellos no nos presentan un cuadro falso, ni “cuentos de hadas”, ni un propósito para la vida que está fuera de moda.
Si usted ha llegado a este punto en el estudio, supongo que está dispuesto a proceder con algunas de las sugerencias que acabo de dar. La siguiente pregunta es, entonces: “¿Dónde comenzar?”
“Si usted quiere genuinamente oír la voz de Dios que habla a través de la Biblia—dijo Louis Cassels—tiene que estar preparado no solamente para leerla, sino también para estudiarla seria y sistemáticamente” (Cassels, pp. 33, 34).
Normalmente el acercamiento correcto a un libro consiste en comenzar al principio y leerlo completamente. Pero recordará usted que la Biblia es una colección de libros. Probablemente usted la entendería mejor si no comienza con Génesis, sino con el Nuevo Testamento.
Comience con el Evangelio según Lucas; luego continúe con Hechos de los Apóstoles. Estos dos libros fueron escritos por la misma persona, y narran una sola e ininterrumpida historia. En el Evangelio, Lucas hace un recuento de la vida de Jesucristo: su nacimiento, su ministerio, su muerte y su resurrección. Fue escrito para personas no judías por uno que no era judío. Lucas fue un médico e historiador muy cuidadoso de los eventos de la vida de Jesús. También puso mucha atención a los detalles significativos.
En los Hechos, Lucas relata el comienzo de la Iglesia Cristiana, después de la resurrección y ascensión de Jesús. Registra el impacto y la propagación del cristianismo a partir de Jerusalén hasta los últimos rincones del antiguo imperio romano. Pone especial atención a los emocionantes viajes del apóstol Pablo, con quien viajó extensamente.
Después de leer Lucas y Hechos, usted debe leer el Evangelio según Juan. Juan destaca más bien las palabras que los hechos de Jesús o los eventos de su vida, aunque se anotan algunos de los eventos principales como también varios de sus milagros. El relato de Juan es de gran significado, por cuanto él fue tal vez el amigo personal más íntimo de Jesús.
Luego deben leerse las Epístolas de Pablo. Los libros de la Biblia que fueron escritos por Pablo llevan los nombres de las personas a quienes fueron dirigidos, o de las iglesias a las cuales se escribieron. Las Epístolas a los Romanos, a los Gálatas y a los Corintios fueron dirigidas a iglesias jóvenes y a creyentes nuevos, para ayudarlos a aplicar la fe del cristianismo a los problemas y a las situaciones de su día. En consecuencia, son muy útiles para nosotros hoy, para seleccionar algunos de los puntos más refinados del cristianismo y aplicar nuestra fe a la cultura.
Al estudiar los libros que hemos mencionado hasta ahora, usted obtendrá ciertamente un panorama completo de las enseñanzas de Jesucristo y de la práctica de la iglesia primitiva. De ahí en adelante, se puede leer el resto del Nuevo Testamento en cualquier orden que usted estime conveniente, pero permítame sugerirle que deje el libro del Apocalipsis para lo último. El escritor del Evangelio según Juan es también el autor del Apocalipsis. En este último libro la literatura es apocalíptica y está escrito en un estilo altamente figurado. Este libro ha provisto a los eruditos material para el estudio y el debate durante siglos. Es interesante leerlo, pero no conviene leerlo al principio.
Naturalmente, no debe olvidarse el Antiguo Testamento. Pero usted debe facilitar la entrada a esta parte, leyéndola después de leer el Nuevo Testamento. Usted debe comenzar con los Salmos, pues constituyen la más grande colección de poesía devota que el mundo haya conocido jamás. Luego usted podrá hallar que los Proverbios son interesantes.
Luego, trate de leer algunos de los profetas, como Isaías, Jeremías o Ezequiel. Luego pase luego al Génesis y al Exodo y comience a seguir el relato notable sobre la intervención de Dios en la vida y en los asuntos de su pueblo.
Aunque he sugerido algunos de los libros de la Biblia como prioritarios para su lectura, eso no implica que los demás no son importantes. Tampoco significa que el orden no puede ser alterado, en caso de que usted tenga algún interés especial en colocar primero otra sección. Toda la Biblia es útil, pero hay algunas porciones que serán mejor apreciadas si usted tiene el marco de referencia que le estamos sugiriendo.
En la lectura de las Escrituras hay algo que se apodera del corazón humano y hace que uno piense, reflexione y actúe. Mi deseo es que éste sea su descubrimiento, así como ha sido el mío y el de muchísimas otras personas.