¿Es válida la experiencia cristiana?

En su libro The Healing of Persons (La sanidad de las personas) (pp. 42, 43), el renombrado médico y siquiatra suizo, doctor Paul Tournier, relata el caso de un paciente que tenía muchos problemas personales. Entre sus dificultades estaban: el hecho de haber tenido un padre alcohólico, su rebelión contra la carrera que había sido escogida para él, el hecho de que su esposa murió sólo un año después del matrimonio, los conflictos en su segundo matrimonio y las dificultades económicas.

En el tratamiento que le aplicó el doctor Tournier, a este joven “le fue presentado Jesucristo”. El abrió su vida y comenzó a compartir con Cristo su necesidad en un nivel profundo. “Esta experiencia religiosa — dice el doctor Tournier — le produjo un mejoramiento notable en su condición física.” Pero tal experiencia no resolvió inmediatamente todas sus dificultades. Porque “una experiencia religiosa, aunque sea profunda, no resuelve de un
golpe los problemas de la vida de una persona.” Sólo después de años de un desarrollo incierto, este hombre, ayudado por su fe en Cristo, estableció su hogar y halló felicidad verdadera. El doctor Tounnier da algún consejo práctico basado en este ejemplo.

La experiencia no permitirá un enfoque demasiado simplificado, como si algún vuelo del espíritu fuera todo lo que se necesitara para asegurar una vida moral libre de dificultades, y una salud física y nerviosa intachable. Pero la experiencia, sin embargo, si demuestra cuán íntimamente depende el estado físico y sicológico de una persona, de la victorias que sólo se ganan en el reino del espíritu.

Posteriormente, en este mismo libro (p. 240), el doctor Tournier señala que: . . . Las experiencias religiosas no son sólo asunto de euforia. Tan pronto como ha pasado el entusiasmo original, continúan dando fruto para beneficio del equilibrio nervioso de la persona, mediante resultados concretos en la vida. Cuando esos resultados incluyen la confesión de una falta seria, la reconciliación y el fin de una indisciplina moral, sería infantil atribuir sus efectos a un estado de euforia producido por la autosugestión.

Hay muchas personas hoy que explicarían la experiencia religiosa personal simplemente como una muleta, una señal de debilidad, o una forma de escapismo. Pero en efecto, la verdadera experiencia cristiana conduce a lo opuesto: a enfrentar la vida tal como es, pero con una fe firme y una entrega a Jesucristo. Una experiencia religiosa personal con Jesús ofrece una dimensión adicional para la vida, porque Dios y un ser humano entran en una relación significativa el uno con el otro. Este encuentro no es una experiencia que se produce una sola vez y luego pasa, sino que con ella se inicia una continua comunión. Con ella comienza un cambio radical hacia lo mejor y de allí se desarrolla una progresiva transformación por medio
del poder del Espíritu de Dios. Nuestros problemas y dificultades comienzan a disminuir en importancia y pueden ser manejados, porque Dios es nuestro Ayudador, su Espíritu Santo nos fortalece, y lenta pero seguramente llegamos a ser en la realidad lo que somos en potencia: hijos de Dios.

DESARROLLO DE LA LECCION

Un importante funcionario oficial se hallaba viajando por la principal vía de comunicación entre dos grandes ciudades. Llevaba en su poder cartas que le concedían la facultad de perseguir a los creyentes en Cristo, dondequiera que éstos se encontraran, para llevarlos presos ante las autoridades de Jerusalén. Ya casi iba llegando a su destino cuando, de repente y sin advertencia, fue rodeado por un resplandor de luz. El funcionario cayó a tierra y la comitiva oficial hizo un alto. El oyó una voz que lo llamaba por su nombre: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Aturdido, Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” Oyó la respuesta: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues . . . Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.”

Sus compañeros de viaje se quedaron estupefactos. Ellos habían oído la voz, pero no habían visto a nadie. Tambaleante, Saulo se levantó de la tierra. Aunque sus ojos estaban abiertos, no podía ver nada. Tuvo que ser llevado de la mano el resto del viaje. Saulo se sintió conmovido en lo más profundo de su personalidad por esta experiencia. Durante tres días no pudo ver. Tampoco comió ni bebió. Pasó su tiempo orando, hasta que un renuente mensajero — uno de los creyentes en Cristo a quienes él iba a arrestar — se presentó con instrucciones que le fueron reveladas de manera sobrenatural por el mismo Dios (véase Hechos 9:1-25).

La ceguera y el ayuno fueron temporales, pero su encuentro con Cristo en el camino hacia Damasco dio como resultado un cambio completo y permanente en su vida. Todo el impulso de su vida había sido revolucionado en un período de tiempo extremadamente corto. Posteriormente Saulo fue conocido como el apóstol Pablo.1 Su contribución al cristianismo probablemente no ha sido superada por ningún individuo, aparte del mismo
Señor Jesucristo.

Esta clase de experiencia religiosa espectacular es más bien la excepción y no la regla, pero de ningún modo niega su validez. La consecuente dedicación de Pablo a Cristo, y los sufrimientos que posteriormente soportó por la causa de Cristo, dan testimonio de esto. ¿Pero por qué cambió? Porque tuvo un encuentro personal y dramático con el Dios-Hombre, Jesucristo.

Otro importante funcionario oficial estaba de regreso a su casa, después de haber hecho una visita a Jerusalén. Era un hombre profundamente religioso y buscador de la verdad. Había tenido la esperanza de que en Jerusalén recibiría la respuesta para sus preguntas. Pero mientras era llevado en su carruaje, leía con la frente arrugada un rollo de las Escrituras. ¿Cómo podía entender él, cuando los expertos religiosos no podían interpretarle sus propias Escrituras? ¿Dónde estaba Dios? ¿Cuál era el significado de las profecías que estaba leyendo relacionadas con un “Siervo sufriente”? ¿No había respuestas?

Un solitario transeúnte interrumpió sus pensamientos. ¡Realmente se estaba ofreciendo para ayudar al funcionario en sus problemas! Mientras conversaban, se hizo evidente que este hombre tenía la clave para interpretar el pasaje que había sido tan enigmático. El transeúnte conocía a Jesucristo, el Hijo de Dios. El funcionario escuchó cuidadosamente y con anhelo lo que el extraño le decía con respecto a los hechos concernientes a
Jesús, y los relacionó con su situación personal. Ahí estaba la respuesta para esas preguntas. Ahí estaba la verdad.

El funcionario oficial, cuyo nombre no conocemos, y del cual sólo sabemos que era un ministro del gobierno etíope, no tuvo una experiencia visionaria de Jesucristo, como la tuvo Pablo. Sin embargo, él también tuvo un encuentro real con Jesús. Del entendimiento intelectual pasó a un acto de la voluntad: en el oasis más cercano fue bautizado, como demostración de su completa confianza en Jesús. Cuando se separó del transeúnte extraño, que era el predicador Felipe, se nos dice que el funcionario era una persona transformada, que regresó a su casa gozoso. Su intelecto quedó satisfecho; había hallado propósito y razón en su vida (véase Hechos 8:26-40).2

El encuentro del funcionario etíope con Jesús no fue
dramático. Sin embargo, en su efecto fue tan sobrenatural y tan radical como el de Pablo. Revolucionó su vida. En este sentido
fue tan válido como el otro: ni más ni menos.

LA EXPERIENCIA SOLA ES INADECUADA

¿Son válidas todas las experiencias religiosas? No estoy abogando a favor de la experiencia religiosa en sí. Un escritor evangélico dice abruptamente: “La experiencia sola es una base demasiado frágil para colocar sobre ella el sistema cristiano. . . La sensación religiosa por sí sola sólo puede probarse a sí misma” (Pinnock, p. 69). Si yo afirmara que Dios existe, basado sólo en mi experiencia personal, objetivamente mi aseveración estaría infundada. Lo único que podría afirmarse sería que yo he tenido una experiencia de alguna clase. El enfoque estaría en lo que yo percibo que me ha acontecido, y no en la realidad objetiva de lo que Dios ha hablado y hecho. Detrás de la experiencia subjetiva tiene que haber una realidad objetiva que la sustente.

Ciertamente, los seguidores de Cristo creen en la validez de las experiencias subjetivas. Pero las experiencias religiosas válidas tienen que basarse en la verdad y tienen que ser sustentadas por la Palabra de Dios. La singularidad del cristianismo, como la Biblia misma lo indica, es la Persona y la
obra de Jesucristo.

Aunque la filosofía del pragmatismo adolece de muchas fallas, tiene un punto fuerte: “Cualquier cosa que pase como verdadera, tiene que tener tangencia directa con la vida y con la experiencia” (Ramm, p. 208). La tangencia directa con la vida indica que tiene que tocarla, relacionarse con ella y estar conectada con la vida y la experiencia.

Estamos hablando ahora en términos muy generales. Si yo he tenido una experiencia religiosa, pudiera ser válida y pudiera no serlo. Hay experiencias de todas clases. Casi todas las religiones pueden señalar algunas. El argumento de la experiencia puede ser usado para justificar cualquier cosa, a partir del uso de las drogas, hasta la participación en la hechicería y los valores del Zen. El cristianismo ha introducido en la experiencia un sistema de frenos y equilibrios que deben servir para impedir el llegar a los extremos. Las experiencias religiosas personales (de naturaleza subjetiva) tienen que ser verificadas, confirmadas, sustentadas por lo que está esbozado en las Escrituras y aprobadas por Dios.

¿Qué evidencias hay para evaluar la experiencia religiosa? Bueno, tal vez sería conveniente que usted mismo se haga dos preguntas importantes. Primero: “¿Cuál es la realidad objetiva con la cual corresponde esta experiencia subjetiva?” Cuando usted pueda contestar esta pregunta diciendo: “Jesucristo, tal como se presenta en la Biblia”, entonces viene la segunda: “¿Cómo han relacionado muchas otras personas la misma experiencia, o una similar, con la misma realidad objetiva?” Ahora, apliquemos estas dos evidencias a las experiencias de Pablo en el camino de Damasco y del funcionario etíope.

En primer lugar, ¿correspondió la experiencia de Pablo con alguna realidad objetiva? Sí, correspondió. Para él, la realidad fue Jesucristo. Desde entonces, cada vez que él relacionó los eventos de ese día, asoció su experiencia con el Cristo resucitado y con el llamamiento del Señor al arrepentimiento y la obediencia.3 En cuanto al funcionario etíope, él no tuvo ninguna visión ni oyó alguna voz. Más bien Felipe “le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8:35). Pero cuando él hubo recibido esta instrucción, pidió ser bautizado, y afirmó: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (Hechos 8:37). Eso es todo lo que sabemos de este encuentro. La tradición cuenta que cuando él regresó a Etiopía, compartió con otros el mensaje de Jesús. El resultado fue la fundación de la iglesia cristiana de Etiopía.

En segundo lugar: ¿Ha habido otros que han tenido la misma experiencia o una similar relacionada con Jesús? Sí, ha habido muchos otros. Recordemos que la parte más importante de estos encuentros que hemos mencionado, fue la completa transformación de la vida de la persona. Cada vida transformada es una evidencia adicional de la realidad y del poder de Jesucristo, y las páginas de la historia están llenas de ejemplos de personas
cuya orientación de vida fue cambiada después de encontrarse con El. Los fenómenos físicos que acompañaron el encuentro de Pablo con Jesús fueron únicos. Asimismo todos fueron temporales. La transformación de su vida fue permanente. Un encuentro personal con Jesucristo puede estar acompañado por tales sensaciones externas únicas, y puede no estarlo. Tal vez pueda concordar más con la experiencia del etíope. Sin embargo, siempre será una experiencia que cambie la vida. La evidencia procedente de los testimonios es sobreabundante y consideraremos varios de éstos posteriormente.

CUATRO NIVELES DE FE

Antes de discutir los elementos específicos de la conversión religiosa y de compartir posteriormente algunos ejemplos de ella, tengo que destacar la clase de conversión que estamos buscando para establecerla como verdadera. El doctor Walter Houston Clark, profesor norteamericano de sicología, dice que la fe religiosa,4 es uno de los problemas más sutiles e importantes del desarrollo religioso” (Clark, p. 219). Envuelve más que simplemente sentarse uno y pensar en ello, llegar a una conclusión aceptable y sobre ella fundar la fe. La razón juega su propio papel, pero no es el todo de lo que hemos venido diciendo con respecto al cristianismo.

Superficialmente parece fácil descubrir si una persona es religiosa. Simplemente basta preguntarle. Los investigadores, eruditos y encuestadores han hecho esto repetidamente y han sabido que la mayoría de las personas son “creyentes”, hasta cierto punto por lo menos, en Dios y en la vida después de la muerte. Pero si consideramos más de cerca el asunto de la fe religiosa, “descubrimos que la situación es más complicada” (Ibid., p. 220). Por tanto, es importante para nuestro estudio considerar lo que el doctor Clark llama los cuatro niveles de fe.5

Primer nivel: La fe al nivel de las puras palabras

El primer nivel que indica el doctor Clark se llama “verbalismo de estímulo-respuesta”, y es la fe que está enfrascada en el poder y uso de las palabras. Muchas personas tienen “fe” en este nivel verbal. La religión es simplemente un vocabulario, una manera de expresar conceptos altruistas, o un simbolismo trascendental. La fe, o experiencia religiosa en este nivel, no es muy vital para la vida y la conducta de uno. Uno puede tomarla o dejarla, y no hay diferencia al hacer lo uno o lo otro.

Segundo nivel: La fe como entendimiento

El segundo nivel de fe que Clark llama “comprensión intelectual”, es un nivel de operación muy popular. En esta categoría caen las diversas pruebas (recuerde que en la Lección 2 las llamamos “indicadores”) de la existencia de Dios. La razón y la lógica son los principales instrumentos. Sin embargo, son incompletos, si se confía exclusivamente en ellos. Esta clase de fe puede bien no tener ninguna “relación con la vida, ni afectaría en el grado más leve” (Ibid.)

Por supuesto, la razón juega una parte en el desarrollo de la fe, pero la voluntad y las emociones también tienen que estar envueltas. Las Escrituras hacen hincapié en que tenemos que comprender a Dios y su manera de obrar en el mundo. Muchos textos bíblicos expresan claramente la posición de Dios sobre este asunto. “Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes” (1 Reyes 4:29). “Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:6). Literalmente hay docenas de estos estímulos bíblicos que sugieren que la facultad de la razón es importante en nuestro acercamiento a Dios. El apóstol Pablo reitera la importancia de la razón cuando insta a los corintios: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Corintios 14:20).

La comprensión intelectual, cuando se divorcia de la voluntad y de las emociones, es débil, por cuanto no puede relacionarse con un Dios personal ni proveer una experiencia que cambie la vida.

Tercer nivel: La fe en acción

Este nivel de la fe — llamado “demostración del comportamiento” — combina la comprensión intelectual con la acción. Dice Clark: “Las acciones de un hombre demuestran más claramente sus creencias reales que sus palabras” (Clark, p. 233). Un clásico ejemplo de esta clase de fe se da en la historia que Jesús contó acerca del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37). En ella se presenta a un hombre que no sólo creía intelectualmente en la dignidad humana, sino que demostró esa fe mediante sus actos de misercordia. Con esto estamos llegando muy cerca de la verdadera fe en lo que se refiere al cristianismo. La vida práctica vivida de día en día por la fe, es una segura indicación de la experiencia cristiana válida.

El principal problema con este nivel, cuando se relaciona con la fe cristiana, es que puede ser válido para cualquier clase de fe que encarne un conjunto de normas valiosas morales o humanitarias, bien se relacionen con la fe personal en el Señor Jesucristo o no. “Aún cuando se presente la acción virtuosa, nunca estamos muy seguros de que en su raíz yace una positiva convicción religiosa” (Clark, p.223).

Cuarto nivel: La fe como integración

El cuarto nivel — llamado “integración comprensiva” — es una combinación de “Fe como entendimiento” y “Fe como acción”, integrada con fe personal y entrega a la verdad tal como fue revelada en Jesucristo. Los tres niveles anteriores son parciales. Tomados aisladamente, no son satisfactorios.

La persona que tiene fe madura es la que actúa basada en la verdad que comprende, y continúa buscando respuestas para las preguntas que inquietan y molestan. Combina los ideales con la práctica y desarrolla un patrón consecuente de lo que debe creer, que combina con la clase de persona que debe ser. Es como lo dice el doctor Orlo Strunk: “Nuestra teología tiene que llegar a ser nuestra sicología” (Strunk, p. 140). Esto indica una fe
madura, creciente, edificada sobre los hechos. Es una fe que se centra en la historia y se arraiga en la realidad. Es realista con respecto a la vida, y al mismo tiempo expresa una confianza total en el poder de Dios para cumplir su propósito en la tierra y en la vida de cada individuo que le conceda a El esa oportunidad. Esta es una fe que tiene un amplio concepto de la realidad, que va más allá de lo visible y temporal, hacia lo invisible y eterno. Tengo la esperanza de que usted esté listo para moverse hacia este nivel de fe, el cual tenemos que discutir ahora con más detalle como conversión religiosa.

LA CONVERSION RELIGIOSA

Las experiencias religiosas de que hablamos en este capítulo generalmente se conocen como conversiones. Algunos sicólogos consideran que la experiencia religiosa es simplemente un evento de transición. La persona que está investigando halla un nuevo cuerpo de ideas que le gustan más que aquellas que sostiene, de modo que acepta las nuevas. Puede ser una decisión repentina, o puede ser gradual. En este sentido general, la conversión pudiera estar tan fácilmente separada de la religión como unida a ella. La apostasía, o sea el rechazamiento de la fe, puede ser tanto conversión como aceptación. En realidad, el término puede aplicarse a un contexto no religioso. Por ejemplo, una persona puede cambiarse de la derecha a la izquierda en cuanto a partido político. También, alguien puede cambiar gradualmente de una actitud de dedicación a la anarquía; y de la revolución a la aceptación de una diplomacia y un compromiso pacífico. En cada caso está envuelta alguna clase de conversión.

La conversión espiritual es más compleja. No es simplemente un evento de transición, aunque hay una transferencia de un conjunto de valores a otro. Y aunque la conversión es única en cada individuo, por cuanto cada vida humana es diferente, hay sin embargo, etapas que se pueden reconocer en el proceso. Es difícil enumerar por separado las primeras dos etapas, por cuanto cualquiera de las dos puede producirse primero. Así que, digamos que la primera y la segunda etapas comprenden un período de intranquilidad y de aquello que los sicólogos llaman incubación subconsciente.

En el período de intranquilidad hay un sentido de falta de valor o de falta de plenitud, un sentido extraño de que algo falta en la vida de uno. Puede haber un sentimiento de insignificancia, de depresión o de desesperación. Durante el período de incubación subconsciente hay factores sutiles que operan en el alma (psique) y que lenta pero seguramente conducen a la persona a la comprensión de que la única respuesta para los grandes interrogantes de la vida es una fe religiosa dinámica. En ambos casos se ve como lógica la aceptación de Jesucristo, como el paso apropiado y necesario que debe tomarse.

También puede ocurrir que éste sea el punto en que usted se halla ahora. Está leyendo este curso con el objeto de hallar algunas respuestas. Va en una dirección correcta, ciertamente no por cuanto yo lo escribí, sino porque los asuntos que se discuten aquí le ayudarán, si usted le da a Dios una oportunidad en su vida.

La tercera etapa es el período de crisis o decisión. Bien sea largo o corto el período de intranquilidad e incubación, “el evento de la conversión llega a su punto principal mediante una crisis de preocupación final” (Johnson, p. 117). El evento de la conversión es el momento en que se acepta personalmente la respuesta para las preguntas y el alivio de la intranquilidad. Es mirar hacia atrás y comprender que Dios estaba allí todo el
tiempo. Es enfrentarse al futuro y reconocer que Dios está allí también. Finalmente, es admitir que Dios está, en efecto, presente en lo presente. Dejamos de correr. Abandonamos nuestro juego intelectual de escondite y búsqueda. Dejamos de racionalizar nuestro camino desde un ángulo moral y espiritual. Estamos dispuestos a ser hallados, a ser amados, a ser cambiados por Dios a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Paul Tournier relata la historia de un amigo judío, con el cual tuvo conversaciones a lo largo de un período de varios meses. Este amigo estaba buscando la realidad espiritual. Las largas discusiones efectuadas entre ellos no llevaban a ningún lugar. Un día, el amigo acudió ante el doctor Tournier para decirle que había hallado a Cristo como la realidad que estaba buscando. El hombre se había hallado con un creyente en Cristo que le había dicho que él era un “glotón intelectual”. Esto hizo que el hombre se examinara muy profundamente. Comprendió que simplemente necesitaba entregarse a Cristo y que luego todo encajaría. Tournier resume la experiencia de su amigo con las siguientes palabras:

Examinando su conciencia, él comprendió de repente que sus inagotables discusiones religiosas, aunque fueran interesantes, no eran nada, sino cierta clase de intemperancia, y que estaban bloqueando el camino hacia su conversión (Crournier, p. 114).

El momento de la comprensión y de la aceptación es diferente para cada persona. En algunas personas, hay un fenómeno físico que la acompaña. Juan Wesley (1703 – 1791), el gran predicador inglés, describió su conversión como “entrar extrañamente en calor”. En otros, hay una manifestación
sicológica. Una persona la describió del siguiente modo: fue “como si una fuerte corriente de vida se hubiera derramado de repente en mí”. Para la mayoría, ocurre un cambio en sus sentimientos. Sienten paz; se sienten amados; se sienten plenos de gozo. Estas experiencias personales son buenas, pero sólo son válidas por cuanto corresponden con una realidad objetiva. Una transformación fundamental ha ocurrido en cada vida. Las Escrituras prometen este cambio, aunque no promete ningunas expresiones particulares como acompañantes del cambio. Lo que en realidad sucede es la regeneración: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). La Biblia le da diversos nombres a este suceso: nuevo nacimiento, adopción por parte de Dios, el don de una nueva vida, la liberación, etcétera.

Todos estos términos implican que el evento de la conversión es a la vez un fin y un comienzo. La incubación subconsciente y la intranquilidad dan lugar al nuevo nacimiento (el evento), que a su vez conduce a un crecimiento y a la maduración. Por tanto, la continuidad es la etapa final de la conversión, y dura toda la vida. Algunos nuevos seguidores de Cristo experimentan un resplandor optimista en su conversión: durante unos pocos días, todo les es maravilloso. Pero recordemos la advertencia de Tournier en el sentido de que una experiencia religiosa no hace que todos los problemas desaparezcan instantáneamente.

Entonces, ¿qué es lo bueno que hay en esta experiencia? En primer lugar, la vida del seguidor de Cristo, en vez de ser una colección fragmentada de alegrías y tristezas, se integra completamente y comienza a ser significativa. En segundo lugar, se pueden compartir con Dios las tristezas y los
problemas. El tiene el poder y la sabiduría para resolverlos o para ayudarnos a hacerles frente. En tercer lugar, a pesar de todos los problemas, se produce un sentido de paz interna, por cuanto Dios está allí y por cuanto hay razón para la vida. En cuarto lugar, se acaba la soledad, porque Jesús es un amigo que no se va y porque hay otros cristianos con los cuales uno puede relacionarse. En quinto lugar, la Palabra de Dios no provee respuestas pasajeras, sino normas para un estilo de vida consecuente y coherente.6 Finalmente, la perspectiva del seguidor de Cristo en lo que respecta a tiempo, incluye la eternidad, así que, sin escapismo, se produce un alivio de la tensión ante las inexplicables derrotas y las injusticias.

Cuando digo conversión, no estoy hablando acerca de una religión de experiencia en la cual la autoridad final es lo que ocurre en la persona o lo que ella siente. No, de ningún modo.

La religión de la experiencia sólo evita el cansancio de la teología, el desafío de la búsqueda intelectual, y se convierte simplemente en algo pasajero que está de moda y que la gente acepta si cuadra con sus intereses. Hay escollos ocultos en una fe que descansa demasiado en la experiencia sola; pero no rechacemos una fe simplemente por cuanto incluye la experiencia.

NOTABLES EJEMPLOS DE CONVERSION

Una evidencia que comprueba la validez de la conversión cristiana es que personas de todas las nacionalidades, culturas y tiempos han tenido la misma experiencia. ¡Otra evidencia es que dicha experiencia es efectiva! Pudieran presentarse miles de casos, y ofrecer la respectiva documentación, para ilustrar y probar el impacto de la conversión cristiana. Los ejemplos seleccionados aquí representan diferentes culturas, diferentes tradiciones, diferentes puntos de partida y diferentes clases de personalidad. La mecánica de su experiencia de conversión difiere también, pero los efectos son los mismos: un nuevo concepto del mundo y un nuevo estilo de vida, centrados en Jesucristo.

El profesor O. Hallesby, de Noruega

El doctor Hallesby, ya fallecido, escribió un libro intitulado Why I am a Chistian (Por qué soy cristiano). Este libro es una presentación simple y directa en que relata su saga espiritual, es decir la historia de su paso del escepticismo y la duda a una fe firme en Cristo. A causa de su educación, él había compartido las dudas de muchas personas cultas. Estaba convencido de que si una persona no conocía la vida cristiana por experiencia
propia, las dificultades intelectuales rápidamente lo convertirían en escéptico.

Para él, los escépticos eran de dos clases. Una clase era la de “aquellos que viven en duda por cuanto su escepticismo los protege de las acusaciones de la conciencia.” El creía que esta clase de duda no podía vencerse nunca por medio de argumentos lógicos, por cuanto se basa en la emoción y no en la razón. Sólo la experiencia personal podía condicionar a esa persona que dudaba a la fe. La segunda clase de persona escéptica, según él, era la de aquel individuo que está en aflicción dolorosa a causa de su duda y se siente realmente cansado por la incertidumbre. Hallesby sintió que ésta era su posición. El era intelectualmente honesto en cuanto a querer saber con certeza . Su simpatía para con el que duda honestamente es evidente cuando dice:

Yo también pasé por las diversas etapas de la duda. He sentido su angustia. Pero también conozco una salida de la duda hacia la fe, camino que está abierto para todos los que dudan, y este camino no hace violencia a ninguna de nuestras facultades humanas, ni siquiera a nuestra capacidad de razonamiento.

El doctor Hallesby halló la salida por cuanto fue completamente honesto con respecto a querer saber la verdad. Las Escrituras dicen: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17). Aquí, Jesús promete dar seguridad personal sobre la base de la experiencia. La única condición es querer hacer la voluntad de Dios.

Estas palabras de Jesús nos dicen algo muy importante acerca de la duda. Esta no se debe a una educación magnífica ni a los altos logros intelectuales. Tampoco se debe al otro extremo, es decir, a una modestia que sostiene que nos hace falta tanto conocimiento que la verdad no puede conocerse. “La causa de su duda es algo completamente diferente — dice el doctor Hallesby —. Usted necesita ciertas experiencias. Esa es la razón
por la cual se encuentra en duda e incertidumbre.”

La conversión de este hombre no fue espectacular en la forma como lo fue la del apóstol Pablo, pero fue igualmente definida y completa. Como el funcionario etíope, deseaba sinceramente conocer la verdad, y este conocimiento se le dio de un modo nada espectacular pero definido. Su vida demostró el cambio que se había producido en su interior. Como resultado de la conversión que experimentó, halló significado para la vida
así como respuestas para sus preguntas, y llegó a estar capacitado para ayudar a otros que honestamente están buscando la verdad.

Sadhu Sundar Singh, de la India

Sadhu Sundar Singh es un ejemplo reciente de una vida transformada mediante la visión de Jesús. El había sido un joven hindú que en otro tiempo persiguió a los creyentes en Cristo. Sundar Singh llegó a ser uno de los más prominentes ministros del Evangelio del siglo XX.

Sundar pertenecía a una familia notable y, por tanto, era profundamente religioso, pero la religión no pudo satisfacer su búsqueda de la realidad. Su vida terrenal estuvo hostigada por las desilusiones. La enfermedad y la muerte de su madre contribuyeron a su desesperación. Decidió permanecer tres días y tres noches en su habitación esperando una revelación de la verdad. Si no venía ninguna en cierta hora determinada, decidió que se lanzaría delante de un tren en movimiento.

Pasaron tres días y dos noches sin que recibiera ninguna revelación de la verdad. Sólo le quedaban unas pocas horas antes de su cita con la muerte. Con agonía de alma clamó: “Oh Dios, revélate antes que yo muera.

Esa noche se quedó dormido, y mientras dormía tuvo un sueño en que Jesucristo se le apareció y le habló en lengua indostana: “Tú estás pidiendo que se te permita conocer el camino recto; ¿por qué no lo aceptas? Yo soy el Camino.” Esa noche, Sundar llegó a ser un seguidor de Cristo. Más tarde dijo: “¡No puedo servir a ningún otro, sino a Jesús!”

Desde el momento de su encuentro con Jesús, él fue diferente. Desapareció su desesperación. Tenía ahora propósito en su vida. Nada podía apartarlo del deseo de servir a Cristo: ni los ruegos, ni las ofertas de riquezas, ni siquiera la persecución. Su familia lo rechazó y trató de envenenarlo, pero él se recuperó y huyó. Fue bautizado en la fe evangélica y pasó el resto de su vida sirviendo a Cristo y ayudando al pueblo. Por ser célibe y místico, otros
seguidores de Cristo lo consideraron excéntrico y extraño. Pero el hecho es que él fue un hombre transformado y, en medio de las peores persecuciones, dio testimonio del poder de Jesucristo. No se sabe cuándo murió. La última vez que alguien lo vio y oyó de él fue en 1929, cuando intentó entrar al Tibet con el fin de llevar las buenas nuevas de Jesús a esa tierra prohibida. El gobierno indio anunció en 1933 que se suponía que él había muerto. Su vida de duro discipulado permanece como un ejemplo de la diferencia que Cristo produce en la vida personal.

Ni To-Sheng, de China

Ni To-Sheng nació en China en 1903. Fue hijo de una mujer esclava que había sido forzada a casarse. Como resultado, su niñez fue muy difícil. A la edad de 18 años se encontró con la persona de Jesucristo. Ni To Sheng lo recibió como su Salvador personal de una manera directa y espectacular. Mediante este acto de la voluntad, se entregó a Cristo para seguirlo en total obediencia por toda la vida. La comprensión de su entrega se ve en su vida de dádiva y sacrificio de sí mismo.

A pesar de las agonías de la persecución y de las durezas de las cárceles por causa de su fe, él fue un siervo de Cristo ante su pueblo. Cuando ya no pudo predicar ni enseñar, se dedicó a escribir. La comunidad evangélica no asiática conoce hoy mejor a Ni To-Sheng como Watchman Nee, autor de muchos libros sobre la vida espiritual, la iglesia, las devociones personales y otros temas espirituales.

En 1972, estando encarcelado, murió a los 69 años de edad. Muy poco se sabe acerca de los 20 años que pasó en la cárcel, excepto que padeció muchas penurias. Una de las expresiones favoritas de este hombre era la siguiente: “No quiero nada para mí mismo; lo quiero todo para el Señor.” Ciertamente, la vida de este mártir oriental es una inspiración para los seguidores de Cristo: demuestra lo que significa ser un seguidor de Cristo
totalmente consagrado a El. Recordemos que la conversión de Watchman Nee parece no haber tenido extrañas manifestaciones externas que la confimaran; sin embargo, la vida transformada y los altos ideales que puso en práctica, pese a los obstáculos, son evidencias de que él tuvo un encuentro genuino con Jesucristo.

C.S. Lewis, de Inglaterra

C. S. Lewis (1898 – 1963) es uno de los autores cristianos más cultos de este siglo. Nació y creció en la Gran Bretaña. Se graduó en la Universidad de Oxford y posteriormente llegó a sercatedrático de la Universidad Magdalena de Oxford, y profesor de Literatura medieval y renacentista en la Universidad de Cambridge.

El profesor Lewis llegó a ser seguidor de Cristo sólo después de haber sometido la fe cristiana a las pruebas intelectuales más difíciles. A la edad de 40 años fue cuando llegó a convencerse de la existencia de Dios. Su obra Surprised by Joy (Sorprendido por el gozo), que publicó en 1955, es su “autobiografía espiritual”. La escribió “parcialmente como respuesta a los que me pedían que dijera cómo pasé del ateísmo al cristianismo”. Lewis primero llegó a ser un teísta. Luego siguió un período de investigación en que investigó varias religiones: la prostitución en los templos, las monstruosidades, la crueldad. Llegó al punto en que pensó que ninguna religión tenía una base histórica como el cristianismo. Sin embargo, Lewis aun pensaba que Dios era impersonal. Tampoco había llegado a comprender la necesidad ni el propósito de Jesucristo. Comenzó a asistir a la iglesia,
aunque la idea no le era atractiva. Pronto comenzó a comprender que si existía Dios en alguna forma, ese Dios tenía que tener la capacidad de amar, de sentir y de llegar al hombre. Fue entonces cuando el pleno mensaje del cristianismo, incluso la encarnación de Cristo, tuvo sentido para él. Lo expresó de la siguiente manera: “Sólo aquí y ahora en todo el tiempo, el mito tuvo que haberse convertido en hecho; el Verbo, en carne; Dios, en
Hombre. Esto no es ‘una religión’, ni ‘una filosofía’. Es la suma y la realidad de todas ellas.”

El describe su encuentro con Cristo en términos muy personales. No fue una experiencia altamente emocional, ni fue algo en lo cual él pensó mucho antes de que ocurriera en efecto, él dice: “Lo que hallé fue algo que no quería.” Sin embargo, de algún modo “el paso final fue dado”, y C. S. Lewis se convirtió en seguidor de Cristo.

En su vida posterior, continuó superándose en el campo de la crítica literaria, y escribió muchos libros cristianos “clásicos”, además de Surprised by Joy (Sorprendido por el gozo). En la Lección 3 recomendamos su obra Cristianismo y nada más que es uno de sus muchos libros que tratan sobre aspectos del pensamiento cristiano. Su obra Screwtape Letters (Cartas de un demonio) y la trilogía espacial Out of the Silent Planet, Perelandra y That Hideous Strength (Fuera del planeta silente, Perelandra y Esa fuerza espantosa) son de fama mundial; aun su serie para niños, su moderna mitología de Narnia, es una fascinante lectura para adultos. Lewis, junto con sus amigos como J. R. R. Toliden y Dorothy L. Sayers, constituyen una demostración de que el artista erudito puede llegar a ser seguidor de Cristo, y de que este hecho refuerza, no destruye, su intelecto y talento creador.

Lewis personifica la búsqueda honesta de la verdad. El estaba convencido de que en un universo dirigido por Dios, el que busca honestamente, halla la verdad.

Lo que me gusta acerca de la experiencia es que es algo muy honesto. Uno puede dar cualquier número de vueltas equivocadas; pero si mantiene los ojos abiertos, no se le permitirá ir muy lejos antes que aparezcan las señales de advertencia. Uno puede haberse engañado a sí mismo, pero la experiencia no está tratando de engañarlo. El universo suena verdadero dondequiera que uno lo prueba objetivamente.

Los ejemplos que acabamos de dar de experiencias cristianas demuestran que, para algunos, el encuentro con Jesucristo fue repentino y emocionalmente abrumador, mientras que para otros fue un reconocimiento gradual y moderado. A algunos les parece fácil creer cuando se les presentan las afirmaciones de Jesucristo. A unos pocos se les han dado evidencias sobrenaturales para ayudarlos en la decisión, mientras otros tienen que acercarse a la fe mediante el razonamiento intelectual. Lo importante es que estos hombres, que representan a muchísimos otros, todos encontraron a Jesucristo y descubrieron que El satisfacía sus expectaciones.

EL HOMBRE DE VOLUNTAD

C. S. Lewis estaba convencido, y yo también lo estoy, de que la búsqueda de la verdad o lo que Lewis llama “experiencia” conduce finalmente al encuentro con Jesucristo. El problema que muy a menudo se presenta a lo largo del camino es la deshonestidad intelectual. Pero yo creo que el hecho de que usted, estimado lector, haya llegado hasta este punto en estas lecciones indica que sinceramente está dispuesto a aceptar la verdad dondequiera que se halle. Además, creo que usted está sinceramente dispuesto a actuar basado en la verdad.

En la Introducción, mencioné tres clases de personas: el hombre de intelecto, el hombre de emociones y el hombre de voluntad. Cada uno de nosotros tiene estas características dentro de sí. La falla de los dos primeros tipos es que niegan o rechazan admitir la importancia de los otros. El hombre intelectual no acepta la validez de los sentimientos y rechaza aceptar la validez de la experiencia religiosa en la cual pueden estar envueltos elementos no racionales. El hombre emocional no está dispuesto a disciplinarse para pensar las cosas cabalmente, y, aunque es intolerante con el enfoque racional, se queda corto en su propia experiencia religiosa al no hallar una realidad objetiva con la cual corresponda.

¿Cuál, pues, es el hombre de voluntad, a quien identifiqué como el seguidor de Cristo informado y entregado? Es el hombre en quien se integran los aspectos intelectual y emocional, y se mueve más allá de ellos mediante una elección consciente. Si al principio comienza en un nivel emocional
(como Pablo), luego está dispuesto a someter su experiencia a los rigores de la investigación intelectual. Como lo dice Pinnock: “El corazón no puede deleitarse en lo que la mente rechaza como falso” (citado por McDowell, p. 3). Si comienza en el nivel intelectual (como el funcionario etíope), está
dispuesto a ir más allá del mero asentimiento verbal, que es el nivel más bajo de la fe como mera comprensión intelectual. El hombre de voluntad actúa basado en la verdad que comprende.

Los primeros discípulos de Jesús tenían “favor con todo el pueblo” (Hechos 2:47). Se habían movido hacia una acción coherente. Lo que sabían acerca de Jesús y lo que habían sentido en la experiencia conmovedora del Pentecostés (léase el relato completo en Hechos 2:142), se había integrado en sus
voluntades y había salido a lo externo para manifestarse en acciones que otros podían comprender y apreciar. Si la experiencia de conversión que definimos como encuentro es genuina, será seguida por un estilo de vida consecuente con la verdad y que fluye de ella. Y la Verdad es Aquel con quien se tiene el encuentro. El siguiente diagrama ilustra la conversión cristiana y la nueva vida de acción coherente que los seguidores de Cristo llamamos discipulado.

El creyente en Cristo no es un entusiasta ingenuo que confía en las experiencias emocionales, ni un pigmeo intelectual que da asentimiento a un código que no tiene importancia. El seguidor de Cristo es una persona que se ha encontrado con Jesucristo y, habiendo comprendido y aceptado las afirmaciones de El, ha entrado en una vida que tiene una perspectiva nueva y diferente. No afirma que tiene todas las respuestas, ni que
instantáneamente ha llegado a ser perfecto. Continúa buscando respuestas para sus preguntas no contestadas, y con la ayuda de Dios se esfuerza por transformar aquellos rasgos de su personalidad que le son desagradables a El. El seguidor de Cristo se empeña en mezclar los ideales con la práctica, y se propone desarrollar un dechado consecuente de conducta. Para el seguidor de Cristo, la verdad con respecto a creer, ser y hacer se halla en la misma realidad objetiva: Jesucristo el Señor. ¡La vida coherente y consecuente se halla en ser como El!

UN DESAFIO

En la Lección 1, yo lo desafié a usted a que completara el estudio de este material. Ya usted lo ha hecho. En la Lección 2 y en la Lección 3, lo desafié a orar y pedirle a Dios la ayuda en su búsqueda de la verdad, y para que Cristo sea revelado a usted. El desafío de la Lección 4 fue a leer el Nuevo Testamento.

Ahora viene el último y más importante desafío. Envuelve más que cualquiera de los otros. Los otros estaban dirigidos a su tiempo, su orgullo personal y sus prejuicios pasados. Ahora, yo lo desafío a que acepte a Jesucristo, a que se identifique con El, a que se encuentre con su poder que cambia la vida, y a que decida tomar un nuevo rumbo y una nueva dirección para su vida.

Pero es esencial entender las implicaciones de tal decisión antes de dar ese paso. Frank Colquhoun, un ministro anglicano de Inglaterra, escribió un libro útil titulado Total Christianity (Cristianismo total), en el cual dice que el hecho de ser uno seguidor de Cristo comprende cuatro cosas: La primera es la experiencia de un encuentro personal con Jesucristo, o entrega, como la llama él. En esta lección hemos tratado este aspecto del
cristianismo en forma más bien extensa. La segunda es la comunidad o participación. Esto se considera como el esfuerzo para extenderse uno hacia otros creyentes en Cristo y hacia otras personas en general. Es entonces cuando la reunión local de todos los seguidores de Cristo juega un papel importante. La Iglesia, a pesar de sus imperfecciones, es el Cuerpo de Cristo. Por tanto, debemos estar integrados en ella. La tercera es el credo o sistema de fe. Tiene que haber bases sólidas, racionales y espirituales, para todas nuestras actitudes y acciones. El dogma, la teología y los credos específicos tienen que proveer un fundamento interno para nuestra experiencia y para nuestra entrega. La cuarta es la conducta o ética. Como
seguidores de Cristo servimos a un nuevo Señor. Tenemos una responsabilidad moral y espiritual para con El. El creyente en Cristo que es sincero tiene un estilo de vida particular, un dechado de moralidad, una manera de conducirse que no contradice su declaración de fe.

Así que el seguidor de Cristo “total” requiere entrega (experiencia religiosa personal), comunidad (integración en la iglesia), credo (un sistema de fe basado en las Escrituras y en el uso de nuestras mentes), y conducta (una ética para la vida). No se espera que tal fe sea fácil, pero en muchos sentidos es el mejor camino. Es personal y a la vez social. Es experimental, y sin embargo, racional. Toca todos los aspectos de nuestro ser.

¿Cómo puede hacer usted para aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador? ¿Cómo puede tener un encuentro con El? ¿Cómo puede tener una experiencia de conversión y comenzar una vida coherente y consecuente? No le voy a dar una receta, pero sí una lista de sugerencias que usted podría considerar como pasos hacia Dios. La Biblia afirma que El está más que dispuesto para encontrarse con usted, si usted se mueve en dirección hacia El. “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehova” (Jeremías 29:13, 14).

IMPLICACIONES DEL ENCUENTRO

Si usted sigue estos pasos de manera lenta, sincera y consciente, el Espíritu Santo de Dios hará que ellos sean reales e importantes en su experiencia personal.

Si usted ha tomado la decisión de aceptar a Jesucristo en su vida, le aconsejo que continúe en su nueva fe. Hace algún tiempo yo estaba dirigiendo un estudio bíblico para estudiantes universitarios. En medio de la exposición, una chica levantó la mano y me hizo una pregunta personal. Sólo unas pocas semanas antes, ella había decidido entregarse verdaderamente a Cristo, es decir, llegar a ser verdadera seguidora de Cristo. Ahora se estaba enfrentando a ciertas preguntas y a ciertos problemas como resultado de su nueva entrega. Su pregunta fue la siguiente: “¿Ha tenido usted alguna vez dudas o preguntas con respecto a la Biblia, a Jesús o al cristianismo?”

Sin vacilación respondí: “Sí, por supuesto. Pero como seguidor de Cristo, enfoco la cuestión desde el punto de vista de uno que está adentro, y no de uno que está afuera. Y yo tengo una gran confianza en que el Espíritu Santo cumple la promesa de Jesús, cuando dijo que el Espíritu Santo nos guiaría a toda la verdad. Yo no espero hasta que toda pregunta se haya contestado para tener fe. Para el seguidor de Cristo, la fe es primero y la comprensión siempre la sigue.”

Una vez tuve un profesor en el seminario que dijo: “Una
pregunta que se haga en forma apropiada es un problema medio
resuelto.” Esto es cierto en un sentido muy real. Tenemos que
hacer las preguntas correctas. Este curso ha intentado presentar
las preguntas, al menos algunas de ellas, e indicarle a usted la
correcta dirección.

Por mi propia experiencia personal, le puedo asegurar que hay gozo por el hecho de ser un seguidor de Cristo. No es una jornada de un fin de semana; es un peregrinaje de toda la vida. No es como leer ficción; es experimentar la realidad. No es sólo la existencia en un mundo monótono; es la alegría de escalar las montañas. No es el retiro del mundo hacia la fantasía; es mirar a la vida directamente en la cara. No es sentarse uno en el estadio; es meterse en la arena y estar directamente comprometido en la competencia. Y esta vida es para usted, si acepta la invitación al encuentro.

RECORDATORIO: No olvide, por favor, las Interacciones de los Estudiantes, según las instrucciones que se dan en la Información sobre el curso. Recuerde que la Interacción A es una guía de repaso para el material que se incluye en el curso. Usted debe prepararse para ese repaso como lo haría para un examen, poniendo atención particular al material que se halla en las secciones que llevan por título Repaso de Autoevaluación. Cuando usted haya completado la Interacción A, favor de enviarla por correo, según las instrucciones que se dan.

Puesto que usted ha terminado el curso, sus comentarios en la Interacción B serán particularmente valiosos. Por favor, sea franco y amplio en su manera de llenar los espacios en esta sección. Eso nos ayudará a estar enterados de lo que se necesita, y posteriormente podremos enviarle material complementario. Recordará usted que la Interacción C es una invitación para que usted escriba su posición con respecto a un encuentro con
Jesucristo, o a solicitar contacto personal. No deseamos presionarlo, pero permítanos decirle que su respuesta en la Interacción C será muy bien recibida.