¿Cómo puedo saber algo con seguridad?

Un estudiante francés graduado en química estaba en la escuela de graduados universitarios. Se sentía fatigado por las presiones de sus estudios, así que decidió escaparse durante un fin de semana. Ocurrió que la ciudad que él visitó es aquella en la cual yo vivía. Por circunstancias más bien raras, nos conocimos y nos hicimos amigos. Intercambiamos ideas con respecto a Dios, la religión y los valores. El me expresó sus incertidumbres en una carta que me envió posteriormente:

Debo confesar que en años recientes me he vuelto escéptico, lo cual no quiere decir que he llegado a ser ateo. Como muchos de mis amigos, miramos a la iglesia como algo que fue, pero que no da soluciones para el futuro . . .

La idea fundamental de lo bueno y lo malo cambia tanto con el tiempo, la cultura, las filosofías y las religiones, que nadie puede predecir qué sería lo que un Dios amante tomaría como criterio.

Vivimos en una época de transición. La vida ha estado cambiando tan radicalmente en los últimos tiempos, que el hombre tiene dificultad para saber cuáles son los valores reales, y en qué posición debe permanecer. En este mundo cambiante, es importante tener una mente abierta . . .

Este estudiante universitario expresó algunas interrogantes honestas y significativas. Tengo la esperanza de que usted sea como él y como muchos otros que hoy están comenzando a expresar sus dudas. Este curso se basa en la suposición de que usted desea en serio comprender lo que el cristianismo dice acerca de estas interrogantes y de otras similares.

DESARROLLO DE LA LECCION

En el mundo de hoy encontramos la idea popular de que fundamentalmente no existe lo correcto o lo incorrecto. El hombre moderno piensa que las normas éticas y la verdad son relativas, y se basan en la conveniencia, la situación o el privilegio. Alguien diría que varían según la cultura, la época o la práctica. Por tanto, pudiera sentirse incómodo con la idea de “saber algo con seguridad”. Vacila en aceptar una norma absoluta en cualquier aspecto de la vida.

La consideración de lo correcto y lo incorrecto nos lleva al asunto de los valores, o axiología, como se denomina en términos filosóficos. El estudio de los valores en este contexto nos lleva directamente al problema del conocimiento en sí. Este problema antiguo del conocimiento es el tema principal de esta lección.

Los filósofos han luchado con esta cuestión desde el tiempo de los antiguos griegos. El término técnico que se le aplica en filosofía es epistemología, que viene de la palabra griega episteme, que significa “conocimiento”. De modo que la epistemología es el estudio o la teoría de la naturaleza y las bases del conocimiento.

Pero éste no es un asunto solamente filosófico, sino también una cuestión de significado práctico. La necesidad de seguridad o de una firme convicción con respecto a lo que es verdadero, es importante en nuestros tiempos cuando la duda y el pesimismo prevalecen. Esta cuestión bien esté uno consciente de ella o no, se encuentra en el corazón mismo de la existencia personal. Esta es la razón por la cual comenzamos el presente estudio con una discusión sobre el conocimiento y la verdad.

LA NATURALEZA DE LA VERDAD

¿Absoluta o relativa?

Protágoras de Abdera1 sostuvo que la verdad no es absoluta, sino relativa. Es sólo un asunto de opinión. Lo que es cierto para usted, es cierto para usted; lo que es cierto para mí, es cierto para mí. Hoy muchas personas creen esto. Recuerdo que una vez un profesor dijo en una clase de sicología: “Sólo hay un absoluto, y es el siguiente: no hay absolutos.”

La idea es que, puesto que cada persona ve las cosas de manera diferente, la verdad absoluta es imposible. Esta es la posición del empírico, es decir, el que dice que todo conocimiento depende de la percepción sensorial. Puesto que todas las cosas están moviéndose y cambiando, el hombre crea su propia realidad, y por tanto, su propia verdad.

El empírico tiene razón en algunos sentidos. Por ejemplo, todos experimentamos nuestro ambiente de una manera levemente diferente. La persona ciega tiene muchas experiencias desconocidas para la persona vidente. Ocurre que yo soy levemente daltoniano, y aun esto cambia mi percepción hasta cierto punto.

Infortunadamente, el empírico ha ido demasiado lejos. Por el hecho de que algunas cosas son relativas, ha llegado a la conclusión de que todas las cosas son relativas, lo cual es una generalización injustificada. El empirismo, cuando se aplica en este sentido global, conduce al relativismo (que la verdad es relativa), y termina en el escepticismo (nada puede conocerse con certeza). Decir que las opiniones de todos los hombres son ciertas, es conceder que las opiniones de los oponentes de una persona son ciertas. El hacer que la verdad sea relativa según la cultura, las circunstancias o los tiempos, es conducir a la confusión, luego al escepticismo y finalmente a la desesperación.

La enseñanza cristiana rechaza la idea de que la verdad es relativa. Jesús anunció: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Posteriormente hizo una asombrosa proclamación: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

¡Piense usted en las colosales implicaciones de estas dos afirmaciones! Jesús está diciendo que estar relacionado con El es estar relacionado con la verdad misma: la Verdad Absoluta.

¿Cuán absoluta?

El negar el carácter absoluto de la verdad envuelve una autocontradicción. Es afirmar como una verdad absoluta la relatividad de la verdad. El hecho de que hagamos esto nos convierte en ilógicos y contradictorios.

Recordemos la declaración del profesor: “Sólo hay un absoluto, y es el siguiente: no hay absolutos.” La verdad absoluta es la norma por la cual se juzga aun la veracidad de las opiniones. De modo que no pudiera haber opiniones válidas sin una verdad absoluta por medio de la cual juzgarlas.

Puesto que hay verdad absoluta, se deduce que no todas las cosas o ideas son verdaderas. La verdad implica el error. Por tanto, es necesario establecer algunos criterios para separar la verdad del error. Pero antes de hacer esto, tenemos que establecer una definición adecuada de la verdad.

Definición de verdad

El profesor Carnell dice: “La verdad es una cualidad de un juicio o de una proposición, que, cuando se la sigue hasta el total testimonio de los hechos de nuestra experiencia, no frustra nuestras expectaciones” (Carnell, p. 45). Así que la verdad está en concordancia con el estado real de las cosas. Es aquello que se conforma con una realidad esencial. Por ejemplo, si a usted se le dice que un tal profesor Sutta dicta clases en la Universidad de Manila, y usted va allá y descubre que esto es en realidad un hecho, entonces esa declaración es cierta. “La verdad, entonces, en sus dimensiones más simples, es un juicio que corresponde con las cosas tal como realmente son” (Ibid. p. 46).

Para ser muy precisos, tenemos que ir un paso más adelante. La verdad, en último análisis, es la perfecta correspondencia o armonía con la mente de Dios, que es la Verdad. Por cuanto Dios es el autor de todos los hechos, no hay realidad aparte de su naturaleza eterna. “Porque esa mente — dice el doctor Carnell — fue el plano en conformidad con el cual fue formado el universo contingente” (Ibid.)

La mente de Dios conoce la realidad perfectamente; por tanto, “la verdad es una propiedad de aquel juicio que coincide con la mente de Dios” (Ibid., p. 47). Si no estamos de acuerdo con la interpretación que Dios tiene de la realidad, entonces estamos en error, porque Dios es Verdad absoluta y no puede errar ni mentir. La declaración de Dios sobre este asunto nos viene del Antiguo Testamento: ¿Cómo puedo saber algo con seguridad?

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:9).

La verdad no es algo que está por encima de Dios; es aquello que concuerda con Dios. Entonces, desde la perspectiva cristiana, la verdad se ve como una correspondencia con la mente de Dios.

CRITERIOS PARA PROBAR LA VERDAD

Si la verdad es aquello que corresponde con la mente de Dios, ¿cómo sabemos cuándo corresponde nuestro juicio con la mente de Dios? El doctor Carnell enumera varios criterios que se recomiendan a sí mismos a los hombres racionales, como guía para juzgar la veracidad de una declaración. 2

El instinto

El instinto puede ayudarnos en el nivel más bajo del juicio. Sigmundo Freud (1856-1939), fundador del sicoanálisis, defendió la validez de esta prueba. Incluso llegó a pensar que todo lo que fuera instintivo tenía que ser cierto.

Es cierto que el instinto ofrece poder de motivación, pero provee muy poco en el sentido de guía. Por ejemplo, en una isla desértica, yo pudiera sentir la necesidad de beber de cualquier clase de agua que viera. El instinto me diría que mi sed es verdadera. Pero no me ayudaría mucho a determinar la
seguridad del agua para tomar. Así que, aunque el instinto puede impulsarlo a usted a buscar la verdad, no distingue entre la verdad y la falsedad. Además, los instintos pueden ser ambientalmente acondicionados. Entonces es imposible determinar qué es lo instintivo y qué es lo adquirido por el
acondicionamiento. Así que, aunque el instinto puede sugerir la verdad, no puede evaluarla.

La costumbre

Hay algo de valor en la costumbre, siempre que ella originalmente se haya basado en la verdad. Una costumbre es cualquier hábito o patrón que ha llegado a establecerse para un individuo o para determinado grupo de personas. En la mayoría de las sociedades, por ejemplo, ha sido costumbre que los jóvenes manifiesten respeto a los padres y mayores. Pero las costumbres pueden ser buenas o malas, correctas o incorrectas, estar en armonía con la mente de Dios o estar fuera de esa armonía.

Por ejemplo, la costumbre según la cual la esposa se lanzaba a las llamas en que ardía el féretro de su difunto marido, generalmente en el día de hoy no se considera como una buena costumbre. Toda cultura tiene costumbres buenas y algunas que no son tan buenas. Las costumbres de diversos lugares y de pueblos diferentes realmente pudieran estar en conflicto unas con otras. De modo que la sola costumbre no puede ser confiable como criterio para probar la verdad.

La tradición

Las tradiciones son simplemente costumbres que se han hecho rígidas dentro de una cultura. El argumento común en favor de la tradición usualmente es el siguiente: “No pudieran estar equivocadas tantísimas personas durante tanto tiempo.” Algunas formas de cristianismo que tienen sus raíces profundas en el pasado están llenas de tradiciones, y aun pudieran apelar a ellas como evidencia de verdad para el dogma o para la práctica.
Tal como sucede en el caso de las costumbres, las tradiciones son a menudo útiles. Si se basaron originalmente en la verdad, nos ofrecen raíces del pasado que pueden ejercer una influencia estabilizadora. Estas tradiciones pueden servir para recordarnos las cosas que son importantes.

Las tradiciones, sin embargo, también tienen sus debilidades. Dependen del valor que se conceda a sus fuentes. Pero aun si sus fuentes son buenas, existe el peligro de un cambio corrupto a través de largos períodos de tiempo. Una tradición que se base en la verdad y sea transmitida con pureza es útil. Si su fuente es falsa, o si se ha corrompido con el correr del tiempo, entonces puede ser mala y aun peligrosa.

Finalmente, también puede haber tradiciones conflictivas. La tradición tiene que ser establecida por la verdad, y no la verdad por la tradición.

El consenso general

En latín se dice consensus géntium. Este término significa “el consenso de las naciones”. Lo que todo el mundo cree, en todas partes, siempre suena como un criterio de prueba plena para establecer la verdad. Ahora bien, esto suena más convincente de lo que realmente es.

Por ejemplo, no hace muchos siglos, la gente creía que el sol salía al amanecer y se ponía al anochecer todos los días. Hablamos de este modo, por cuando las expresiones que tenemos a la mano cuadran con lo que parece ocurrir desde nuestra perspectiva. Pero todo niño que va a la escuela sabe
ahora que eso es sólo una ilusión causada por la rotación de la tierra.

Es bueno creer lo que creyeron nuestros antepasados, si lo que creyeron ellos es verdadero. Sin embargo, es necesario averiguar si lo que creyeron es verdadero. Un compañero ateo de un estudiante evangélico le dijo un día: “A nosotros siempre se nos ha enseñado que no hay Dios, pero supón que sí lo hay.”

Así que, “una proposición tiene que ser cierta para que sea digna de ser creída absolutamente, pero de allí no se deduce que lo que todos creen es verdadero” (Carnell, p. 49). Esta prueba de la verdad demuestra ser insuficiente por sí sola.

Los sentimientos

Todo el mundo sabe lo que es seguir los sentimientos, las “corazonadas”, las emociones, las inspiraciones y aun las convicciones. Usted pudiera decir que éstos son una manera universal, comunmente utilizada, para determinar los credos y las acciones. Probablemente ha habido mas decisiones
importantes de las que queremos admitir, que se han basado en corazonadas o en la inspiración del momento. Esto no es del todo malo. Las emociones son parte integral de la constitución humana. Para la mayoría de las personas es importante lo que “sienten” con respecto a cualquier cosa.

Pero, aunque los sentimientos sí nos ofrecen una indicación de lo que puede ser verdadero, realmente no constituyen una prueba confiable para determinar la verdad. Son vagos, mal definidos, a menudo inestables y falibles. Tienen la propensión a estar sujetos a la fatiga física, a la enfermedad o a algún otro desequilibrio de las funciones corporales. La verdad tiene que tener algo más objetivo que los sentimientos para determinar su validez.

El sentido de percepción

Las impresiones que recibimos por medio de los cinco sentidos — vista, tacto, oído, gusto y olfato — parecen servir como prueba confiable para la verdad. En realidad, esas impresiones constituyen una fuente de verdad. La mayor parte del tiempo podemos confiar en la experiencia personal. Pero ella es limitada, y nuestros sentidos pueden ser engañados. Por ejemplo, los rieles del tren parecen unirse a la distancia. Los remos de un bote sumergidos hasta la mitad en el agua parecen estar doblados. Y sin duda la mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de ver espejismos en un día polvoriento y caluroso.

También aceptamos como conocimiento válido muchas cosas que no hemos experimentado con nuestros sentidos, como el material histórico y los datos geográficos. Por ejemplo, nosotros no experimentamos las guerras napoleónicas, así que tenemos que confiar en los documentos escritos para obtener conocimientos verdaderos con respecto a ellas. Tenemos que confiar en que los mapas nos ofrecen un cuadro exacto de algún país donde no hemos estado personalmente. De modo que no podemos depender plena y únicamente de la percepción sensorial para conocer la verdad.

La correspondencia

La correspondencia declara que una idea es cierta si coincide con la realidad. Pongamos por caso la idea “árbol”: es verdadera cuando corresponde exitosamente con el arbol de la naturaleza, en la realidad.

En la correspondencia hay un gran valor, especialmente en el caso de la realidad concreta. Por ejemplo, los descubrimientos arqueológicos del siglo pasado han confirmado mucha información que se nos da en la Biblia. Localidades geográficas, identificación de pueblos, lugares, eventos, culturas y muchos otros hechos han sido validados positivamente a causa de la correspondencia entre los hallazgos arqueológicos y el registro bíblico.

Así que la correspondencia puede usarse como una buena definición de la verdad, pero es defectuosa como una prueba para establecer la verdad, pues tal correspondencia tiene que establecerse en alguna forma. Otro problema es el siguiente: ¿cómo pudiera usarse esta prueba para medir el valor y la verdad de lo intangible, como el amor, la felicidad, la belleza, el gozo?

El pragmatismo

El pragmatismo define la verdad como aquello que surte efecto. Esta parecería una manera muy simple y directa de hallar la verdad, y en efecto es una manera que utilizamos casi todos los días a nivel práctico. Si una cocinera sigue una receta de cocina exactamente, puede esperar que los resultados sean los predichos. Pero si usa sustitutos, o lee mal las instrucciones, no puede echar la culpa del fracaso a la receta original.

De modo que hay mérito en este enfoque, pues no esperaríamos que la verdad final tenga pobres consecuencias o malos resultados. Pero algunas veces, las cosas que parecen estar surtiendo efecto, no lo hacen a favor de nuestros mejores intereses. Nuestra visión limitada de las consecuencias futuras reduce el valor del pragmatismo como prueba para la verdad. Es posible que las cosas surtan efecto temporalmente, y parezcan producir resultados favorables, aunque la base de ellas no sea verdadera. Un hombre, pongamos por caso, que esté en dificultades económicas, pudiera resolver sus problemas apropiándose ilícitamente del dinero de la empresa para la cual trabaja. Pudiera parecer que su solución surta
efecto por algún tiempo, pero al final, tales acciones demostrarán ser insatisfactorias y costosas.

La validez de la verdad no puede reposar únicamente en la “practicabilidad” del pragmatismo. El pragmatismo puede conducir al escepticismo y a la desesperación también, pues aquello que surte efecto — o que es verdadero — para una persona, puede no ser efectivo — no ser verdadero — para otra. Por el hecho de que el cristianismo es verdadero, surte en realidad efecto, pero no basamos su veracidad en la practicabilidad.

Consecuencia sistemática

La consecuencia sistemática es la prueba más confiable para la verdad. Envuelve dos partes: consecuencia y coherencia.

La consecuencia significa que toda idea verdadera será consecuente con cualquiera otra que se conozca. Las partes o aspectos del todo tienen que estar en concordancia entre sí. Hay algunos que equivocadamente enseñan que en el cristianismo hay paradojas finales o eternas (aparentes contradicciones) o antinomias. Pero tales aparentes contradicciones se pueden tolerar por cuanto habrá una resolución final para las ideas aparentemente conflictivas en la mente de Dios.

La consecuencia, sin embargo, no es suficiente, pues, aunque demuestra la ausencia del error, tenemos que saber cómo, cuándo y por qué la verdad permanece unida. La coherencia significa la manera como se mantiene unida la verdad. Es un concepto amplio de todos los hechos. La cohesión de las ideas, la relación adecuada de las unas con las otras, constituye un fundamento sólido para determinar la verdad.

La consecuencia sistemática es, entonces, aquello que lógicamente es autoconsecuente (no contradictorio) y que cuadra con el mundo de los hechos y de la experiencia. Estos dos elementos juntos corresponden con la verdad tal como está en la mente de Dios, puesto que Dios por naturaleza es autoconsecuente y es el autor de todos los hechos.

Este diagrama sirve para ilustrar la idea de que la verdad es aquello en que hay cohesión entre el hecho y la experiencia, así como también consecuencia entre la mente del hombre racional y la mente de Dios, o sea, la Verdad Absoluta.

Es bueno repasar en nuestra mente las nueve pruebas para la verdad discutidas aquí. ¿Puede ver usted que la consecuencia sistemática las abarca a todas? Ninguna de las primeras ocho es suficiente por sí sola para verificar la verdad. Pero algo que es verdadero, muy a menudo evoca una respuesta positiva en cada una de ellas, de tal modo que la impresión dominante es positiva.

OBSTACULOS PARA EL PENSAMIENTO OBJETIVO

Todos nosotros, cuando nos enfrentamos con ideas nuevas, tenemos que estar seguros de que estamos pensando objetivamente sobre el tema que tenemos entre manos. Si sólo es propaganda que nos viene encima, tenemos que estar enterados de ello. Si se nos pide que examinemos la verdad, y los prejuicios antiguos se nos atraviesan en el camino, necesitamos reconocerlos como son para que podamos vencerlos. Consideremos estos obstáculos comunes para el pensamiento objetivo, tal como los esboza el profesor Titus (Titus, pp. 26- 29). Mantenga usted su pensamiento con respecto al cristianismo tan honesto y racional como le sea posible.

Prejuicio

Un prejuicio es una propensión mental, una predilección que puede conducir a pasar por alto o a minimizar la evidencia sólida. Hay muchas clases de prejuicios en el mundo hoy, y pueden hacer difícil, si no imposible, llegar a conclusiones exactas. Los prejuicios, por lo general, están orientados por las emociones, y no por los hechos.

La propaganda

El término “propaganda”, tal como se usa comúnmente, significa el uso selectivo y parcializado de la información con el objeto de promover o impedir una causa. En este sentido es una forma de manipulación humana. Es un instrumento poderoso que usan algunos con el propósito de controlar el pensamiento. Los propagandistas juegan con las emociones, utilizando lenguaje altamente cargado, a fin de obtener una respuesta predeterminada. La propaganda no es el método del cristianismo bíblico y de ninguna manera es el objetivo de este material.

El autoritarismo

El autoritarismo es la creencia de que el conocimiento es garantizado o “validado” por una autoridad. Se supone que es aceptado con “fe ciega”, sin tener en cuenta la manera en que armoniza o no armoniza con los hechos y la experiencia.

Algunas veces se acusa al creyente en Cristo de autoritarismo por cuanto ha aceptado la Biblia como autoridad final. Los mismos creyentes no aceptan esta sugerencia por el hecho de que están convencidos de que la Biblia da evidencias de que armoniza los hechos con la experiencia. (Esto lo
discutiremos en la cuarta lección.)

Las falacias de la lógica

Las violaciones de los principios de la lógica pueden dividirse en tres grupos: terminología, premisas y generalizaciones.

Falacias semánticas (terminología) son las palabras usadas impropiamente, defectuosamente o con descuido. Inadvertidamente, uno puede cambiar el significado de una palabra en una discusión. El término ley, por ejemplo, puede aplicarse a la ley natural, a la ley legislativa o a la ley moral. Uno tiene que tener el cuidado de no utilizar la misma palabra — ley — cuando se cambia el significado de ella.

Las falacias formales (premisas) ocurren por el mal uso de aquellos pasos del razonamiento que nos haría sacar conclusiones no válidas de proposiciones básicas o premisas. Tomemos el siguiente argumento como ejemplo de una falacia formal. Los hombres usan pantalones. La persona A usa pantalones. Por tanto, la persona A es un hombre. En la primera premisa no declaramos que sólo los hombres usan pantalones, y por tanto la conclusión sacada se basa en un razonamiento defectuoso .

Las falacias empíricas (generalizaciones) surgen del hecho de hacer generalizaciones apresuradas. Por el hecho de que el evento B se produjo después del evento A, equivocadamente podemos suponer o generalizar que hay una relación directa causal: que A es la causa de B. Por ejemplo, tal vez yo no como nada por la tarde antes de acostarme a dormir. En la mañana siguiente me levanto con un terrible dolor de cabeza. Ahora bien, es impropio generalizar que el hecho de acostarse a dormir por la noche, sin comer, causa dolor de cabeza.

Así que, para evitar las falacias en la lógica, tenemos que evitar el mal uso de la terminología y de las premisas, y evitar hacer generalizaciones demasiado amplias.

CAUSAS DE LA DUDA

Los que dudan honestamente son los que tienen genuinas dificultades intelectuales y están dispuestos a que se las resuelvan. En lo que se refiere a las dudas con respecto al cristianismo, hay cuatro causas básicas por las cuales se cuestiona su validez. Tal vez usted pueda identificarse con una o más de estas causas. Si así es, permítame sugerirle que sea honesto consigo mismo, lo admita, y trate de vencer la causa o las causas.

Inconsecuencia entre los seguidores de Cristo

Es triste, pero cierto, que algunos que profesan ser creyentes en Cristo son malos ejemplos de lo que es en realidad el cristianismo. Es razonable que los no creyentes esperen de los creyentes normas éticas elevadas y una práctica consecuente de su fe. Tal vez la única “biblia” que usted ha leído es la vida de alguno de estos llamados creyentes. Permítame sugerirle que no juzgue al cristianismo basado en eso. Más bien, examine el cristianismo basado en sus principios. Dedique el esfuerzo de su corazón y de su mente a ir directamente al libro de texto del cristianismo — la Biblia — y aplíquese a él y a estas lecciones.

Falta de información

Tal vez ahora mismo usted está pasando por los dolores de la duda intelectual, y quiera averiguar la verdad con respecto al cristianismo. A menudo las personas que no son seguidoras de Cristo, han confundido las ideas con respecto a lo que enseña realmente el cristianismo. La única manera de saber esto con seguridad, consiste en que usted estudie la Biblia por su propia cuenta y les pregunte a seguidores de Cristo que estén bien informados, qué es lo que ellos creen. Para que usted sea real e intelectualmente honesto, no debe rechazar el cristianismo hasta que haya hecho el esfuerzo de aprender tanto como le sea posible acerca de él, de fuentes fidedignas.

La resistencia moral

Tengo que decir esto en forma amable, pero sin embargo, tengo que decirlo. Muchas personas no aceptan el cristianismo porque conocen algo acerca de él: tiene normas éticas y morales elevadas, y ellos no quieren ajustar su vida en conformidad con éstas. En este punto, usted debe examinar sus motivos y sus dudas. Pudiera ocurrir que usted descubra que no quiere que Jesús sea el Hijo de Dios, ni que la Biblia sea el libro de Dios, porque eso podría oponerse a su actual estilo de vida. Esta es una de las razones comunes para no abrazar el cristianismo. Algunas personas llegan al punto de creer, y entonces, en vez de aceptar, lo rechazan, porque temen a las consecuencias, o porque piensan que carecen de fortaleza interna para vivir como debe vivir un creyente en Cristo.

La insensibilidad espiritual

Esta es la causa básica de la duda. El apóstol Pablo, el más grande de todos los teólogos y un genuino intelectual, dijo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).

Eso me hace recordar las limitaciones de estas lecciones. En el mejor de los casos, sólo puedo señalar hechos y dar la información pertinente como alternativas para la duda. Nadie puede “probarle” a usted la validez del modo de vivir cristiano, excepto el Espíritu de Dios. Si usted está dispuesto a recibir la verdad, su Espíritu le dará convicción íntima con respecto a las realidades y experiencias espirituales.

UN DESAFIO

Realmente, casi no vale la pena que usted continúe con este curso, a menos que tenga una actitud persistente y tenaz. Si no hay Dios, entonces cuanto más pronto lo sepamos, mejor. Si la fe en Dios no es verdadera, entonces es un mal que debe ser quitado de una vez por todas. Por otra parte, si hay Dios, entonces conocer y entender la mente de Dios y sus obras es lo más importante de nuestra existencia.

Si Jesús fue simplemente otro maestro ético, entonces ¿para qué tanto entusiasmo? Si la Biblia no es sino uno de muchos libros sagrados escritos por el hombre en su búsqueda ciega de lo divino, entonces, para qué molestarnos en leerla y en tratar de comprenderla? Si la oración es meramente “hablar con uno mismo”, entonces sería bueno abandonar tal necedad inmediatamente.

¿Qué es lo que estoy tratando de decir? Simplemente lo siguiente:

Aparte usted tiempo, energía y disciplina personal para considerar seriamente el mensaje y el significado del cristianismo. Permítame sugerirle lo siguiente:

1. Estudie completamente todas las cinco lecciones básicas de este curso. Utilice las Preguntas para reflexionar, el Repaso de autoevaluación y el Estudio personal en cada lección.

2. Consiga una Biblia y busque las referencias que se usan en las lecciones, especialmente en la sección titulada Estudio personal, que se halla al fin de cada lección. Allí se le pedirá que lea ciertos pasajes de la Biblia y los comente.

3. Adopte la actitud del método experimental. Cuando tenga tiempo y sienta deseos de hacerlo, lea los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Lea pasajes breves en forma consecutiva, subrayando, haciéndose preguntas y reflexionando.

4. Al fin de cada lección habrá una breve lista de libros para un estudio más amplio, cada uno de los cuales está relacionado con el tema de la lección. Acuda a una biblioteca o a una librería, y lea aún mas en algún aspecto que sea de especial interés o preocupación para usted.

Comprendo que esta petición es demasiado exigente. Pero también sé que pudiera cambiar su vida hacia lo mejor.

Permítame animarlo a que comience sin ninguna idea preconcebida. Los primeros seguidores de Jesucristo fueron atraídos hacia El, antes que se les contestaran todas las preguntas o se les aclararan todas las dudas. A usted puede ocurrirle lo mismo que les sucedió a ellos.

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