Adoración por Medio de la Música


¿Dónde empezó la música? Ninguna raza ni grupo de personas puede decir que originó la música. Todos los pueblos la han usado en una u otra forma. Aun las culturas más primitivas expresan su alegría o su tristeza por el canto.

La Biblia contiene el registro más antiguo de la música. Job 38:7 nos dice que cuando fue formado el mundo “alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios”. La música empezó en el cielo antes de la creación del mundo.

La música es importante porque puede influir sobre nuestras emociones y aun cambiar nuestro modo de actuar. Si la música se usa de manera indebida, puede convertirse en fuerza de maldad. Si se usa para bien puede producir paz y armonía, llevarnos hacia Dios. El propósito supremo de la música consiste en adorar y glorificar al Señor. La Biblia da ejemplos de adoración por medio de música vocal e instrumental. Estos nos son dados para ayudarnos en nuestro ministerio de alabanza a Dios.

Ministerio de Canto

Cantan con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Colosenses 3:16-17). La Biblia nos exhorta a que cantemos. Las palabras de Efesios 5:19 concuerdan con las de Colosenses ya citadas. No exageraríamos al decir que los cánticos y el cantar se mencionan centenares de veces en la Sagrada Escritura. Dios quiere que le alabemos con cánticos porque El es digno de nuestra alabanza y también por lo que hace para nosotros espiritualmente.

Algunos de nuestros cantos cristianos se han tomado de los Salmos. Literalmente se le ha compuesto música a la Sagrada Escritura. La idea no es nueva o de esta generación, ya que el libro de los Salmos constituía el himnario de la nación judía hace muchos años. Ellos tenían salmos especiales para días de fiesta (como el Salmo 81), salmos para pedir perdón (como el Salmo 51), y muchas otras clases de salmos. Pero la mayoría eran cánticos de alabanza y agradecimiento.

El Nuevo Testamento nos exhorta a cantar salmos, así como otros himnos y cánticos sagrados. Los cantos evangélicos de hoy son tan variados como los antiguos: para ceremonias especiales, como matrimonios o servicios fúnebres; de oración y súplica; de alabanza y adoración. Toda clase de canto tiene un propósito. EI himno “Tal como soy” anima al pecador a acudir al Señor tal como está, y por ello se usa mucho para llamamientos a la salvación. El cántico “Espíritu del Trino Dios, ven sobre mí” ayuda al creyente a pedirle al Espíritu Santo que le escudriñe cuando quiere rendir toda su vida al Señor.

Muchos cantos de adoración empiezan con otro tema, como la consagración. Le decimos al Señor que le obedeceremos sin importarnos el costo. Y el canto nos recuerda por qué estamos dispuestos a obedecerle: porque El es digno. Después, quizá sin darnos cuenta, nuestra adoración continúa espontáneamente a medida que le cantamos al Señor y nos “sumerjimos” en El.

Muchos creyentes no han aprovechado este modo de adorar porque no tienen voces de
calidad. Pero los cantos de adoración no se deben entonar solamente en ocasiones especiales o en grabaciones con el fin de que los escuchen otras personas. Algunos cantos de alabanza los ha de entonar solamente para Dios y usted: como su canto de amor a El. Aunque otras personas quizá los oigan y se gocen con ellos, esa apreciación es secundaria. Cantamos ante todo al Señor y para El.

¿Cómo reconocemos un canto de adoración cuando lo oímos? El canto de adoración no habla de nosotros o nuestras necesidades, ni tampoco invita al pecador a rendirse a Cristo. Más bien magnífica a Cristo, habla de la grandeza y la bondad de Dios. Es la clase de canto que nos eleva por sobre nuestras circunstancias y nos lleva a lugares celestiales con Cristo. Quizá sea un cántico que cantamos de memoria, pero glorifica al Padre.

Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; en los cielos mismos afirmarás tu verdad (Salmo 89:1-2).

Ministerio con Instrumentos Musicales

La adoración al Señor con instrumentos musicales se menciona a menudo en el Antiguo Testamento. Se usaban muchas clases diferentes de instrumentos: de viento, como trompeta y flauta; de cuerda, como arpa y lira; o de percusión, como el tambor o el címbalo. Los adoradores del Antiguo Testamento usaban los instrumentos que tenían a la mano para alabar al Señor. Siguiendo su ejemplo, podemos alabar al Señor con lo que tengamos. No hay tal cosa como instrumentos “correctos” o “incorrectos” para honrar y glorificar a Dios. Una persona bien puede tocar un órgano eléctrico o conducir una orquesta. Otra puede usar un tronco hueco como tambor o sacudir una pandereta. Pero todos pueden tocar para la gloria de Dios.

¿Hay acaso ciertas pautas que hemos de seguir? Como estudiamos en la lección pasada, las actitudes son muy importantes. Si he de tocar un instrumento, quiero hacerlo lo mejor posible porque Dios merece lo mejor. Pero no tengo que esperar hasta ser un experto. Más bien debo hacer lo mejor que pueda con el talento que tengo ahora mismo.

Al mismo tiempo debo tener cuidado de no usar la música como motivo de orgullo ni para “demostrar” mis talentos. El orgullo es pecado. He de recordar que Dios me ha dado ese talento y cuando ministro tengo que hacerlo en amor. De otra manera mi música es sólo como “metal que resuena, o címbalo que retiñe (1 Corintios 13:1).

La música es muy variada. Algunas piezas son fuertes y alegres, mientras que otras suaves y dulces. Cada una tiene su lugar en la adoración cristiana. Pero he de tener cuidado y respetar el gusto de otros. No tocaría música muy fuerte en donde sé que ofendería a otros. El principio bíblico de mostrar respeto el uno por el otro (Romanos 12:10) es aplicable a la música tanto como a otras áreas de nuestras vidas.

Si Dios le ha bendecido con habilidad musical, pídale que le ayude a usarla para la proclamación del evangelio y para animar a otros a la alabanza de todo corazón. Al orar El puede dirigirlo hacia los cantos y cánticos que debe tocar. Debe pensar bien en éstos y ensayarlos cuidadosamente antes de presentarlos. El Señor ungirá su música, le dará inspiración y un sentido de dirección divino para los cantos que ha escogido.

Usted también puede usar su instrumento musical en sus momentos de devoción privada. Usted se gozará al ofrecerle música a Dios, inventando la música y las palabras o repitiendo piezas favoritas que traen a su memoria la hermosura y majestuosidad de Dios. La música es uno de los dones más grandes de Dios para el hombre. También podemos ofrecerlo como uno de nuestros mejores regalos a Dios.

Bendición a Través de la Música

2 Crónicas 20 nos cuenta una historia extraordinaria de una batalla que se ganó por medio de la adoración a Dios con música y canto. Este incidente ocurrió después de que tres naciones paganas habían formado una alianza para que sus fuerzas armadas marcharan contra el pequeño reino de Judá. Con su número de soldados tan elevado parecía que no podrían perder la batalla.

Cuando el pueblo de Dios oyó que se acercaban, clamaron a Dios por ayuda. Pero en vez de guiarlos en alguna estrategia militar, Dios les dijo que mandaran músicos, quienes marcharían frente a las fuerzas armadas cantando: “Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre.” Cuando empezaron a cantar, Dios hizo que se confundieran los enemigos. Se volvieron unos contra otros, peleándose y matándose. El pueblo de Dios entró después sólo para recoger el botín. Después regresaron a la ciudad tocando arpas y trompetas, dándole gloria a Dios porque les había dado la victoria.

Quizá no estemos librando una batalla actualmente, pero Efesios 6 nos recuerda que nuestros enemigos de hoy no son de carne ni sangre, sino el diablo y sus poderes. Pero así como el enemigo físico fue conquistado a través del canto hace tantos siglos, el enemigo espiritual se puede conquistar hoy.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?… ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? . . . Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:31, 35, 37).

Pablo y Silas, encarcelados por causa del evangelio (Hechos 16), se regocijaron en el Señor. Aunque habían sido flagelados severamente, puestos sus pies en cepos, oraron y cantaron alabanzas a Dios. De repente, se produjo un terremoto violento y sus cadenas se cayeron. ¡Dios los había liberado!
Entonces pasó algo más. El carcelero, lleno de miedo, se iba a suicidar, pero Pablo lo impidió asegurándole que nadie se había escapado. “Señores”, gritó el carcelero, “¿qué debo hacer para ser salvo?” Esta era la oportunidad que buscaban Pablo y Silas. Ellos le dijeron al hombre que serían salvos él y su casa con sólo creer en Jesucristo. El y su familia creyeron y fueron bautizados inmediatamente. Pablo y Silas pudieron regocijarse en una victoria doble.

Aun hoy en día muchas personas son conducidas a Cristo por medio de la música. Un guerrillero de Sudamérica encontró a Cristo después de entrar en una pequeña iglesia donde se oía cantar. Otros han sido atraídos a servicios evangélicos por medio de la música. En algunos casos la música no era tan sobresaliente, pero el Espíritu Santo la usó para atraer a hombres y mujeres a El.

Es fácil que usted se identifique con las experiencias de ellos aunque las de usted no sean idénticas. Por medio de un canto el Señor le ha ayudado a olvidar un problema y ayudar a otros. Por medio de un canto recibe la seguridad de que el Señor está cerca, listo para ayudarlo con el próximo paso. Por medio de un canto usted recibe nueva esperanza, ánimo, y comprende cuán grande y fuerte es Dios verdaderamente. 2 Crónicas 5:14 nos cuenta de una ocasión cuando los sacerdotes judíos cantaron y alabaron con instrumentos musicales y la presencia del Señor fue tan poderosa que no pudieron continuar la reunión. Tuvieron que esperar en silencio ante su majestad.

Cuando usted se siente triste o solo, cante un cántico de adoración. Cuando siente temor, ¡cántele al Señor! Usted se sorprenderá de cuán rápidamente El llenará de gozo su corazón. Quizá usted pueda pedirle a alguien que cante con usted: un amigo o quizá toda una congregación. El cantar nos une en gozo y amor; y todos sabemos que la unión hace la fuerza.

Pero aun más importante que los beneficios que recibimos es el privilegio de ministrarle al Señor mismo. Le alabamos no solamente por lo que la alabanza significa para nosotros, sino porque El es digno de nuestra alabanza. Podemos entrar por sus puertas con acción de gracias y por sus atrios con alabanza, porque Dios es bueno y su amor es eterno (Salmo 100).

Dios es digno de alabanza ahora y por toda la eternidad. ¡Bendigamos al Señor con gozo! A medida que bendecimos al Señor, El nos bendice a nosotros. Me puedo imaginar el gozo que Dios siente cuando su creación le bendice a través del canto. En verdad El entona un cántico también: “Jehová… se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17). ¡Aleluya!

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