Cómo Adorar en la Oración


En la lección 1 aprendimos que la adoración es confraternidad y comunión con el Señor. Dios nos creó para ello precisamente. Quería compartir su amor con personas que lo amaran. ¡Cuán hermosos debieron de ser esos atardeceres cuando Dios caminaba y hablaba con Adán y Eva en el huerto del Edén!

Cuando el hombre pecó cerró la puerta a esa relación estrecha, pero el gran corazón de Dios todavía buscaba a su creación. Deuteronomio 33:3 dice: “Aun amó a su pueblo.” Sus oídos están abiertos para oírles cuando ellos llaman. Y podemos disfrutar de comunión con El a través de la oración.

Orar no es difícil. ¿No es cierto que siempre queremos hablar con alguien que nos ama y a quien amamos? Tal como en las conversaciones terrenales, cuanto más hablamos, más fácil nos es hablar. Mientras más oramos, más fácil nos es orar, expresar nuestro amor en palabras y en adoración.

Adoramos con Nuestras Palabras

Cuando usted ora, ¿dice usted a veces: “Querido Dios, ayúdame con este problema?”. Esta oración le agrada al Señor porque El quiere ayudarnos en nuestra hora de necesidad y se llama la oración de petición. Usted sabe lo que significa agradecerle al Señor por los alimentos y muchas otras bendiciones que le ha dado. Esta también es una manera importante de orar, la cual se podría llamar la oración de agradecimiento.

Quizá usted haya orado por otros, por personas o naciones que sufren necesidad. Esta es la oración de intercesión y Dios ha pedido a sus hijos que dediquen tiempo especial a la intercesión. Pero hay una clase de oración que no depende de las circunstancias que nos rodean. Depende únicamente de Dios y de lo que es El. Esta es la oración de adoración.

Cuando adoramos en oración, dejamos de fijar nuestra vista en nosotros mismos, en nuestra necesidad y aun en las respuestas que ya hemos recibido. Nos concentramos únicamente en Dios, en sus cualidades eternas e inmutables: su poder, fidelidad, amor y todos los atributos que forman parte de su carácter. Nuestra actitud no se caracteriza tanto por recibir, sino por estar listos para dar. Nos ofrecemos a nosotros mismos.

Muchos de los Salmos escritos por David son oraciones de adoración. Cuando él adoraba, alababa a Dios por lo que es El. “Jehová reina . . . Jehová . . . es grande . . . El es Santo” (Salmo 99:1-3).

Es bueno empezar nuestros momentos de oración con adoración. Nuestro Señor Jesús lo hizo cuando les enseñó a orar a sus discípulos. Antes de llevarle peticiones a su Padre, Jesús primero lo honró en alabanza. El dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-10).
Tres cosas pasan cuando adoramos a Dios. Primero, tomamos nuestro lugar privilegiado como sus hijos. Segundo, ponemos a nuestro enemigo, el diablo, en su lugar. Estamos declarando que no tiene autoridad sobre nosotros porque pertenecemos al reino de Dios. El ha prometido protegernos y guardarnos. Entonces, por sobre todas las cosas, agradamos al Señor. Proverbios 15:8 dice que “la oración de los rectos es el gozo de Jehová.” El se deleita en nuestras oraciones.

Tome unos momentos ahora para pensar sobre el Señor. Si otros pensamientos quieren interponerse, pídale al Espíritu Santo que le ayude en adoración. El hará que las cosas de Dios sean realidad en su corazón y mente.

Adoramos con las Palabras del Espíritu

Antes que nuestro Señor ascendiera al cielo dio instrucciones específicas a sus discípulos:
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hechos 1:4-5).

Diez días después fueron bautizados con el Espíritu Santo. Como señal de su bautismo todos empezaron a adorar en idiomas que nunca habían aprendido. Las personas que se habían congregado vieron y oyeron lo que ocurría. Por supuesto, empezaron a hacer preguntas. Entonces contestó Pedro: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare» (Hechos 2:38-39).

Después muchas otras personas fueron llenas con el Espíritu Santo, ¡unas tres mil en ese día! Porque la promesa fue hecha “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”, los creyentes aún hoy día pueden ser llenos con el hermoso Espíritu Santo. Nadie tiene que sentirse excluido.

¿Ha pensado usted por qué se desea obtener esta experiencia? Si ya ha recibido el bautismo en el Espíritu Santo, entonces usted ya sabe algunas de las respuestas, pero en esta lección mencionaremos unos cuantos beneficios que recibimos cuando adoramos en un lenguaje desconocido, en las palabras del Espíritu

Un amigo que habla tres idiomas me dijo lo que le había pasado cuando “habló en otras lenguas” o en el idioma del Espíritu Santo.

“Me sentí tan lleno del amor de Dios”, me dijo, “que lo adoré con todas las palabras cariñosas que conozco en español. Después usé todas las palabras que conozco en inglés, y entonces en alemán. Pero éstas no fueron suficientes. De repente empecé a hablar en un idioma extraño y sabía que todavía le decía a Dios cuánto lo amaba aun sin entender las palabras. Cuán maravilloso fue saber que al fin las palabras fueron adecuadas, porque eran las de un idioma celestial. Nunca antes había sentido un gozo como el que se experimenta al adorar a Dios en otras lenguas.”

No podemos enfatizar lo suficiente la belleza y la bendición de adorar al Señor en el Espíritu. Mientras escribía este curso, esta verdad se hizo muy real para mí. Me enfrentaba a una prueba muy difícil, pero cuando la tensión pareció aumentar, encontré fortaleza al adorar en mi idioma del Espíritu. Las largas horas de insomnio se llenaron con las palabras del Espíritu, tal como los momentos libres del día. En muchas ocasiones las palabras brotaban fácilmente, pero en otras adoraba porque me obligaba a ello, no porque lo sentía.

Un día clamé al Señor: “¿Por qué debo enfrentarme a esta prueba ahora? ¿Por qué yo, Señor?” Inmediatamente me pareció oír sus tiernas palabras: “Tú escribes sobre los beneficios de la adoración. Yo quiero que personalmente sepas y sientas que lo que escribes es verdad.”

Permítame asegurarle, basado en la Palabra de Dios y en mi experiencia personal, que se encuentra gran bendición al adorar con las palabras del Espíritu. A medida que continuaba en adoración dejé de experimentar esa tensión y lástima de mí misma, el dolor salió de mi corazón y mi sonrisa fue genuina

El Espíritu Santo nos lleva a la presencia de Dios el Padre (Efesios 2:18). El Espíritu Santo nos ayuda a orar de modo que se logren resultados (Romanos 8:26). Nos da libertad del temor, así como poder, amor y dominio propio (1 Timoteo 2:7). Nos recuerda la esperanza que tenemos de participar de la gloria de Dios. Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Romanos 5:5).

Adorar en el Espíritu nos lleva más allá de los problemas temporales de la vida. Encontramos libertad a medida que nos concentramos en el Dios eterno, quien tiene todas las cosas bajo su control. Cuán hermoso es glorificarlo a El como en verdad lo merece. Cuando adoramos en lenguas magnificamos a Dios y le alabamos por su bondad (Hechos 10:46).

Si usted no ha recibido la maravillosa experiencia del bautismo en el Espíritu Santo, puede pedírselo al Señor ahora mismo. El lo ha prometido a cada creyente.

Adoramos Sin Palabras

¿Sin palabras? ¿Cómo podemos adorar a Dios en oración sin decir nada? No sólo es posible, sino también necesario, orar a veces sin hablar en voz alta. Dos cosas pueden pasar cuando oramos en silencio. Una, que elevamos nuestros más profundos pensamientos al Señor. Nadie más necesita saberlos. Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová tú la sabes toda (Salmo 139:1, 2, 4).

La segunda cosa que ocurre cuando oramos en silencio tiene igual importancia. Durante estos momentos podemos “esperar en El.” “Esperar en El” significa estar quietos externa e internamente mientras esperamos que El nos hable. El Espíritu Santo puede sugerir pensamientos a nuestras mentes que nos ayudarán, o versículos a nuestra memoria para guiarnos. En este punto, la conformidad y la comunión de adoración cobran pleno significado.

La confraternidad nunca es una actividad unilateral. No hay conversación verdadera si sólo una persona habla. Las dos personas deben hablar si desean compartir. Dios quiere hablar con nosotros. El dijo: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”
(Jeremías 33:3).

Dios quiere darnos entendimiento sobre nosotros y nuestras circunstancias. Cuando le damos tiempo para que comparta sus secretos con nosotros, sabemos mejor cómo obrar y cómo orar.

Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos . . . da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz (Daniel 2:20-22).

Quizá en sus momentos de quietud usted ya haya “esperado en el Señor” y quiere aprender cómo hacerlo mejor. Busque un lugar donde pueda estar a solas, libre de interrupciones y pídale al Señor que llene su mente con pensamientos acerca de El. Pídale que le ayude a eliminar sus propios pensamientos y a rechazar cualquier cosa que Satanás quiera imponerle.

Entonces, simplemente adórele en silencio. Sea paciente y espere que El le hable. Cuando El hable lo hará siempre de acuerdo con su Palabra escrita, así que, escuche con la Biblia en la mano.Dios dice: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por
cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé” (Salmo 91:14-15).

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