¿Existe un Dios?

El agnosticismo dice que Dios no hizo al hombre, sino que el hombre ha hecho a Dios. Hay un concepto sociológico de la religión que la considera como una proyección humana.

Sin embargo, hay otro punto de vista. Lo que aparece como una proyección humana en un marco de referencia, puede aparecer como un reflejo de las rea1idades divinas en otro. Peter Berger, el profesor de sociología nacido en Austria (ahora norteamericano), menciona lo que él llama “señales de trascendencia” dentro de la situación humana. Mediante esta expresión, él quiere dar a entender “fenómenos que deben hallarse dentro del dominio de nuestra realidad (natural), pero que parecen señalar más allá de esa realidad” (Berger, p. 70). Tales fenómenos corresponden a la conciencia ordinaria y cotidiana.

Una de tales señales de trascendencia que él menciona es el elemento de juego que se puede hallar en cualquier cultura humana. El gozo de jugar de algún modo toma una cualidad intemporal y provee una liberación y una paz que trascienden al momento. Por ejemplo, los niños que resueltamente juegan en el parque se olvidan del tiempo.

Tal señal se relaciona con la fe. Porque la fe no reposa en una revelación misteriosa abierta sólo al punto de vista místico, sino en lo que experimentamos en nuestra vida diaria. Toda nuestra experiencia humana está orientada hacia la esperanza. En un mundo en que la muerte nos rodea por todas partes, surge cierto “¡NO!” a la muerte, que trae consigo el sentimiento de que ¡hay algo más! ¿De dónde proceden tales sentimientos? ¿Es posible que esta señal de trascendencia o justificación superior proceda de Dios? ¿Existe un Dios? Si así es, ¿cómo es Dios? Estas preguntas importantes constituyen el tema de esta lección.

DESARROLLO DE LA LECCION

Los problemas personales y las experiencias emocionales tensas pueden destruir todos los aspectos de gozo y esperanza en una persona. A través de un proceso muy complejo de racionalización, un individuo que sufre de tales problemas puede llegar a una posición de ateísmo. El doctor Orlo Strunk, hijo, describe tal proceso como un “ateísmo neurótico” (Strunk, p. 107). El cita de los escritos de Ignace Lepp, quien fuera un ateo, y ahora es un sicoterapista católico romano, para ilustrar “la evasión de una joven hacia el ateísmo” (Lepp, pp. 157, 158).

Lisa abandonó su fe en Dios a causa de la influencia de la filosofía existencialista. Ella pensó que el cristianismo “era pura necedad” y que la vida era
“putrefacta y absurda.” Por tanto, ella no vio ninguna razón para restringirse de ningún placer ni capricho. Orgullosamente citaba ella los escritos de Albert Camus y Jean-Paul Sartre1 para justificar su actitud.

Sin embargo, no fue sólo esta llamada “evidencia intelectual” lo que la convirtió en una atea existencialista. Lisa pasó por algunos traumas difíciles, emocionales y mentales. Conoció a un hombre muy nombrado y distinguido y se convirtió en concubina de él. Luego de unos pocos meses, el hombre se cansó de ella y la abandonó, dejándola totalmente desilusionada. Ella se preguntaba cómo podría haber alguna cosa sagrada en el mundo, si un hombre de tal distinción como él, en realidad no era sino un bribón. Al leer a Camus y Sartre, ella trató de hallar confirmación filosófica para sus propias desilusiones personales en la vida. Finalmente llegó a su rebeldía personal contra la sociedad: manera de vestir rara, delincuencia menor y hasta llegó a participar en un asesinato.

La vida de Lisa fue una vida de desesperación, sin Dios, sin significado, sin satisfacción, sin futuro. El cuadro es triste, pero no ha sido exagerado. Más triste aún es que muchos jóvenes adultos pueden identificarse con Lisa. Tal vez usted también pueda. Si así es, no se rinda. Hay esperanza y respuestas genuinas para los problemas de su vida.

EL ATEISMO Y EL AGNOSTICISMO

Ateísmo

La definición literal y más simple de ateo es “uno que cree que no hay Dios”. Si usted está convencido de que no hay Dios de ninguna clase, si su mente está decidida, entonces hay muy poca razón para continuar con estas lecciones. Pero si usted defiende el ateísmo con voz suave, o si no está satisfecho con el ateísmo como una posición intelectual y espiritual, entonces continúe leyendo y considere las evidencias que prueban la realidad de Dios en el mundo de hoy.

Martin Lutero (1483 – 1546), a quien a menudo se lo llama el Padre de la Reforma, dijo una vez que “Dios es aquello en lo cual ponemos nuestro corazón”. Sea el poder, o la ciencia, o la revolución, o el dinero, o el estado, o cualquiera otra entre mil cosas, todos dependemos de algo y damos nuestra lealtad final a ello. En este sentido, el ateísmo real es imposible, pues todos ponen su corazón por lo menos en una cosa. Esta cosa se convierte en nuestro Dios.

Agnosticismo

En una era tan tecnológica como la nuestra, el agnosticismo parece ser una posición atractiva y tentadora. El agnosticismo “es el punto de vista según el cual el conocimiento de Dios es limitado o imposible. No es posible afirmar ni negar la existencia de Dios” (Titus, p. 240). Tal posición sin límite fijo e incontestable deja la impresión de una genuina humildad, pero realmente es deprimente. Si usted está persuadido de esto, y sinceramente puede decir: “¡Simplemente, no sé!”, entonces lo animo a que considere las siguientes páginas, no sólo con su mente (intelecto), sino también con el corazón (voluntad).

Un joven perspicaz, reconociendo los problemas complejos del siglo XX escribió un poema titulado: “En busca de milagros”, y lo envió a un clérigo bien conocido. Agregó, además, una nota que decía: “Espero que se convierta en realidad.” No sé si se volvió verdadero para esta persona, o no. Pero puedo decir que ¡eso es posible! Aquí está el poema. Leálo con meditación.

Estoy buscando un milagro en mi vida.
Estoy buscando a aquel Alguien
Que no condene . . .
Que me reciba como soy . . .
Que termine toda lucha . . .
Que quiera que yo sea libre.
Estoy buscando a aquel Alguien
Que realmente se preocupa . . .
Que haga que yo quiera ser osado . . .
Que pueda darme realidad . . .
Que me haga trillar tierras no trilladas . . .
¡Estoy buscando a aquel Alguien que todos llaman Dios!

EL PROBLEMA DE PROBAR LA EXISTENCIA DE DIOS

Louis Cassels se ha enfrentado a la cuestión de probar la existencia de Dios. El dice:

¿Puede probarse la realidad de Dios? Para dar una respuesta directa e inequívoca de una vez, sí se puede . . . Pero usted sólo puede probarla para sí mismo. Nadie puede probársela a usted. Hay muchos argumentos lógicos que pueden conducirlo a uno a creer que Dios es una probabilidad razonable, pero la única prueba que puede resolver finalmente sus dudas, consiste en que usted experimente la realidad de Dios por sí mismo (Cassels, p. 6).

Yo estaría de acuerdo con Louis Cassels en el sentido de que probar la existencia de Dios, desde un punto de vista meramente intelectual, es imposible. Sin embargo, hay muchos “indicadores” poderosos y apremiantes que lo pueden conducir a uno a pensar en Dios directamente.

Al discutir las evidencias de la existencia de Dios, no apelaré mucho a la Biblia como fuente. Esto por dos razones. En primer lugar, en las Escrituras se supone la existencia de Dios. La Biblia comienza con la simple afirmación sobre la actividad de Dios:

“En el principio creó Dios . . .” (Génesis 1:1), toda ella continúa dando por reconocida la existencia de Dios. Un teólogo ha dicho esta verdad del siguiente modo: “No parece que se le haya ocurrido a ninguno de 1os escritores del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento, intentar probar la
existencia de Dios o arguir en favor de ella. En todas partes y en todos los tiempos, ése es un hecho que se da por aceptado” (Thiessen, p. 56).

En segundo lugar, los que están examinando los postulados del cristianismo y los que son asaltados por la duda con respecto a la existencia de Dios, quieren otras pruebas, además de lo que dice la Biblia. Ponen en tela de juicio la autoridad de ella. Por tanto, consideraremos las evidencias racionales y lógicas de la existencia de Dios.

LA EVIDENCIA A POSTERIORI

Argumento a posteriori es el razonamiento a partir de los hechos observados. Mira hacia el efecto, y de allí se mueve hacia la causa. Basa la causa en el efecto observado.

Tomás de Aquino (1225 – 1274), considerado como uno de los intelectuales más grandes de la historia humana, propuso sus famosos “Quinque Viae” (Cinco modos) en los cuales puede demostrarse la existencia de Dios. Este material ha permanecido durante largo tiempo como literatura clásica teísta. Es interesante notar que hoy hay un renovado interés en estos indicadores hacia Dios.

Estas “pruebas teístas” las dirigió primero Tomás de Aquino
a los pensadores, para ofrecerles razones “por las cuales es más
inteligente creer que no creer en la existencia de Dios” (Reid, p.
162).

Movimiento

“Cualquier cosa que se mueva tiene que ser movida por alguna otra cosa. Tal movimiento no es un proceso infinito; así, uno finalmente se abre camino hacia la “primera fuente de movimiento que no es movida por ninguna otra cosa: y todos los hombres entienden que tal fuente es Dios”. Esto, según las propias palabras de Aquino, es la misma idea del concepto precristiano de Aristóteles2 sobre el Motor Inmovible. Luego de analizar la sustancia y el movimiento en la naturaleza, Aristóteles llegó a la conclusión de que tiene que existir un Primer Motor o Primer Principio. Un examen de su conclusión revela que, por medio de la naturaleza, él llegó a estar consciente de la existencia de Dios y convencido de que toda la naturaleza depende de Dios para su existencia. Sin esta primera Causa, no habría en absoluto existencia.

La ley de la causa

Es imposible que alguna cosa sea la causa de sí misma. Una regresión infinita de causas es imposible y contradictoria. En alguna parte tiene que haber una causa primera. “Por tanto, tenemos que proponer alguna causa primera: y todos los hombres la llaman Dios.”

Realmente, esto no agrega nada a la idea de movimiento que tenía Tomás de Aquino. Pero tomadas en conjunto, son variedades de lo que se ha dado en llamar argumento cosmológico. Desde que este argumento fue formulado por primera vez por Tomás de Aquino en el siglo XIII, ha permanecido más o menos sin desafío. Sólo lo han desafiado unos pocos escritores y científicos.

La posibilidad y la necesidad

El tercer argumento de Tomás de Aquino fue tomado de la posibilidad y la necesidad, y es como sigue: La experiencia nos lleva a la conclusión de que todas las cosas son interdependientes, y en verdad cada una depende de la otra para su propia existencia. Las cosas son susceptibles de existir o de
no existir. Es posible que sean y que no sean. Pero es imposible que todas las cosas existan siempre. Sin embargo, si todo es posible que no sea, entonces, en un tiempo pudo no haber nada existente. Pero esto es ilógico, porque de la nada, nada sale. Así que, tiene que haber algo de lo cual la existencia es necesaria. Aquello que, por necesidad, siempre ha existido es “lo que todos los hombres llaman Dios”. Todo depende de alguna otra cosa
para existir, menos Dios.

La gradación del ser

En el universo existen las gradaciones de la perfección. “Entre los seres hay algunos que son más buenos, verdaderos, nobles y de otras características similares, y otros que son menos.” De estos seres se dice que son buenos o menos buenos, “según sus diferentes grados de acercarse a lo que es lo más
grande de todo”. Dicho esto en otros términos equivalentes, en el universo hay un patrón de comparación que es perfecto, “y esto es lo que llamamos Dios.”

El gobierno del universo

Esto se conoce más comúnmente con el nombre de argumento teleológico, o argumento basado en el designio. Telos es la palabra griega que significa “fin”. El orden y el arreglo en el universo implican que la inteligencia y el propósito lo organizaron y lo sostienen organizado. Las “cosas” existen, pero no “conocen”. Sin embargo, cumplen un propósito, no por casualidad, sino por designio o intención. Puesto que esta intención no se halla en el
universo mismo, debe hallarse en algún Ser inteligente “por el cual todas las cosas naturales son dirigidas hacia determinados fines. Y a este Ser inteligente lo llamamos Dios”.

Los Cinco Modos de Tomás de Aquino pueden considerarse como cinco argumentos distintos que están interrelacionados, o como una prueba con cinco aspectos. Hay algunos filósofos seguidores de Cristo que sostienen que la totalidad de estos argumentos debe considerarse como uno solo, y que ésta fue la intención original de Aquino. Concedo que la manera de razonar de Tomás de Aquino tiene algunas debilidades, y que ha habido quienes la han atacado. Pero también es cierto que cuando estos argumentos se toman como un conjunto, tienen poder acumulativo. Estos argumentos ciertamente sirven como “indicadores” hacia un Ser o Primera Causa, que es inteligente, libre, eterno e incomprensiblemente grande. La debilidad básica de estas “pruebas” es que no explican a Dios en función de personalidad, amor y respuesta para el hombre y el mundo. Pero este aspecto lo estudiaremos más adelante.

LA EVIDENCIA A PRIORI

Argumento a priori significa que la forma de razonar que procede de la causa al efecto, o el conocimiento que es evidente por sí mismo, se reconoce como verdadero, aparte de la observación o la experiencia. En este sentido, el argumento a priori en favor de la existencia de Dios dice que en lo profundo de cada hombre hay algo que reconoce responsabilidad ante Alguien.

El argumento ontológico

El término “ontológico” viene del término griego ontos, que significa “ser”. Durante la Edad Media, un clérigo llamado Anselmo de Canterbury (1033 – 1109), pensador muy original, estructuró este argumento.

Anselmo comenzó con un versículo bíblico: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). Para Anselmo, el hombre nunca podría pensar en un ser mayor que Dios. El hombre es un “centro de conocimiento” que cree en la existencia de la Verdad Absoluta. Todos los hombres tienen la capacidad de conocer a Dios. Basado en esto, él buscó “probar” la existencia de Dios por medio de la misma idea de Dios: “el más grande Ser concebible”.

Aunque la declaración de Anselmo no prueba la existencia de Dios, sí indica que Dios tiene que existir, y que es infinito y perfecto. Dios es un Ser en el sentido más verdadero y elevado. La existencia de Dios no ha sido probada, pero nuestras facultades mentales no nos permitirán pensar de otro
modo.

La idea innata de Dios

El concepto de la idea innata de Dios es similar al argumento ontológico. En su forma más simple dice que toda persona nace con el concepto de Dios implantado en su mente. A medida que la persona avanza en edad, la idea de Dios se le hace más clara, o más fuerte. De esta impresión viene la idea de que tiene que haber un Dios. Ahora bien, el concepto que tiene una persona puede estar muy articulado o escasamente articulado en el borde
de la conciencia, pero durante los períodos de crisis, de repente puede revivir.

Otra manera de decir esto consiste en afirmar que el hombre tiene una naturaleza religiosa “inherente”, o una facultad “religiosa final como la voluntad o el pensamiento. Henry Thiessen, un teólogo protestante contemporáneo, sostiene que el conocimiento de la existencia de Dios es intuitivo. El dice:

Tanto la Escritura como la historia prueban que la fe en Dios es universal” (Thiessen, p. 55).

La historia y la antropología demuestran que el elemento religioso en la naturaleza del hombre es tan universal como el racional y el social. “Este Ser supremo ha de hallarse entre todos los pueblos de las primitivas culturas, en realidad no en la misma forma en todas partes, ni con el mismo vigor, pero aun así, dondequiera es tan prominente como para hacer que esta posición dominante sea indubitable” (Ibid).

La finitud del hombre

Continuamente estamos conscientes de nuestras limitaciones. Según Aristóteles, el hombre sabe que es un ser finito. “El hombre tiene un sentido de su finitud” (Ramm, p. 90).

En este siglo ha habido una gran conciencia de la fragilidad del hombre. Vivimos en una era de pesimismo. Los horrores de la guerra, la amenaza de aniquilación nuclear y otras formas de inhumanidad del hombre para con el hombre, han hecho que la gente ponga en tela de juicio la sabiduría y el buen sentido del hombre moderno. Alguna literatura corriente destaca la finitud del hombre. Un sentimiento de nihilismo5 parece haberse apoderado de muchos hoy, especialmente entre la generación joven.

Las veces cuando el hombre se siente pequeño y solo, ¿no hay un anhelo de fortaleza, consuelo y sustento de alguna fuente que esté fuera de sí mismo? Cuando la persona tiene un profundo sentido de finitud es cuando se confronta con la Infinidad, Dios. Algunos teólogos reconocen en todo hombre “un sentido de dependencia”. El siguiente paso, entonces, consiste en comprender que Dios — ese Infinito — es Aquel del cual el hombre puede y debe depender.

EVIDENCIA PROCEDENTE DE LA AXIOLOGIA

Axiología es un término filosófico que significa “el estudio de los valores”. Hay dos áreas significativas de evidencias procedentes de la axiología, que sirven como importantes indicadores de la existencia de Dios. Ambas nacen en la conciencia que el hombre tiene de los valores. La primera se
refiere a los valores morales, y la segunda, a los valores estéticos.

El argumento moral

Immanuel Kant (1724 – 1804), filósofo alemán, creyó que los Cinco Modos de Tomás de Aquino eran teóricos y no probaban ningún conocimiento de Dios como Ser moral. De modo que él arguye en favor de la realidad de Dios basado en la conciencia. Y también en favor de la libertad y de la
inmortalidad.

Mentalidades tan eminentes como C. S. Lewis (1898 – 1963) y Carl Jung (1875 – 1961) creyeron que todo hombre tiene un sentido moral que ha estado presente en todos los pueblos, edades y culturas conocidos por la historia y la antropología. El gran siquiatra vienés, Viktor Frankl (1905 – ), fundador del concepto de la logoterapia, cree que una de las necesidades humanas más básicas es la “voluntad de tener significado”. El hombre, dice él, puede soportar casi cualquier sufrimiento, si en él puede ver algún propósito. Por otra parte, se sentirá miserable, aunque se encuentre en medio de la riqueza no puede relacionar su vida con algún contexto más amplio que la haga significativa. Augustus Strong, un teólogo sistemático, declara:

La conciencia reconoce la existencia de una ley moral que tiene autoridad suprema. A las violaciones conocidas de esta ley moral siguen sentimientos de mal merecimiento y temores de juicio. La ley moral, dado que no es autoimpuesta, y estas amenazas de juicio, puesto que no son autoejecutadas, arguyen respectivamente en favor de la existencia de una voluntad santa que ha impuesto la ley, y de un poder punitivo que ejecutará las amenazas de naturaleza moral (Strong, p. 82).

Dicho esto en otros términos equivalentes, “la conciencia reconoce la existencia de un gran Dador de la ley, Dios, y la certidumbre de un castigo para todas las violaciones de su ley” (Thiessen, p. 62).

El argumento estético

El argumento estético comienza asumiendo que universalmente existe un sentido de belleza entre los hombres.

El reconocimiento de lo sublime y de lo bello en el universo se considera como una evidencia directa de la existencia de un Dios personal. Por ejemplo, en la naturaleza no hay choque de colores en las flores, en los ocasos o en los árboles. Hay armonía y belleza en la forma humana, en la vida animal y en el mar. El hecho de que el hombre tiene una facultad estética por la cual puede reconocer y apreciar la belleza que lo rodea, es una fuerte
evidencia de este valor estético universal. El concepto de lo que se describe como “bello” puede variar de cultura en cultura. Pero éste no es el punto que discutimos. Lo que estamos afirmando es que en todo ser humano normal hay un sentido de belleza, la capacidad de emitir juicio sobre lo que es atractivo. Además, el hombre tiene la capacidad y la habilidad de crear belleza por sí mismo: obras de arte, una sinfonía, un canto, un poema, un edificio.

¿Por qué se corresponden tan favorablemente la belleza del mundo y la capacidad y apreciación estéticas del hombre? Tuvo que haber habido un designio. Pero el designio connota inteligencia, y la inteligencia implica personalidad, ¡lo cual nos vuelve a conducir hacia Dios! 10

DIOS COMO UN SER PERSONAL Y NO COMO UNA FUERZA IMPERSONAL

Los sistemas de fe tienden a ser aceptados por el individuo cuando éste está dispuesto a aceptarlos, y no mediante una argumentación convincente. Por ejemplo, volvamos a la situación de Lisa, que se presentó al comienzo de esta lección. Ella admitió ser atea. Si ella hubiera sido confrontada con las evidencias racionales sobre la existencia de Dios, sabemos cuál habría sido el efecto. No importa cuán claramente se hubieran presentado los argumentos, Lisa no hubiera estado en el marco mental apropiado para apreciarlos.

Lo mejor que puede hacer el pensamiento racional es ofrecer una serie de “indicadores” sobre la existencia de Dios. Si usted puede aceptar uno de ellos, o todos, en el mejor de los casos puede tener una comprensión de la Primera Causa, Ser Supremo o Gran Intelecto. Esto no es un acto de fe, sino simplemente de asentimiento mental a una hipótesis lógica, deducida de las evidencias claras presentadas de un modo significativo.

El Autor del tiempo y del espacio obviamente no está restringido por ellos como lo estamos nosotros. Dios sobrepasa todas las categorías humanas. Pero cuando se dice todo esto, se hace aún más natural hablar de Dios como de una Persona. Louis Cassels dice sobre este punto:

Usamos pronombres personales para referirnos a Dios por cuanto tenemos una personalidad — los atributos de un ser viviente, pensante, que tiene propósito — el fenómeno más elevado y complejo que existe en el universo creado que está abierto para nuestra observación racional. Dios, como “Base de todo Ser”11 es infinitamente más de lo que podemos concebir cuando tratamos de proyectar la personalidad hasta el último grado. Ciertamente, no es menos que un ser viviente. Por tanto, nos referimos a Dios como a una persona, no por el hecho de que tenemos algún concepto antropomórfico de El, sino porque este pronombre “El” es el menos inadecuado que poseemos (Cassels, p. 10).

Un científico británico, Robert L. F. Boyd, profesor de física en la Universidad de Londres, y profesor de Astronomía en la Institución Real, nos ayuda en este punto de que Dios es una Persona. El discute tres clases de conocimiento: el matemático, el científico y el personal (Boyd, pp. 10, 11).

En matemáticas puras el conocedor está aislado. Su conocimiento es el resultado de los axiomas que ha creado.

Mientras los axiomas no están relacionados con el mundo físico, las matemáticas son estériles. Simplemente existe la relación del “Yo y nada más”, en caso de que eso pueda llamarse una relación.

El conocimiento científico, por otra parte, encuentra sus datos afuera, en el mundo material. Esto lleva a nuevos conocimientos del mundo. El científico se sitúa e investiga los fenómenos, pero éstos no le contestan ni le responden. El está en la posición superior, en una relación de “Yo — ello”.

El medio primario para adquirir el conocimiento personal es el encuentro. También se lo puede llamar conocimiento experimental. Aun cuando a veces el conocimiento por experiencia tiene una definición más amplia, estoy utilizando esta expresión para hacer referencia a la relación “Yo — Tú”. La observación no es un sustituto del genuino encuentro ni de un intercambio entre mentes. El encuentro personal envuelve la revelación de uno mismo, quitarse el velo y la manifestación de una relación “Yo — Tú”.12

Es en esta tercera categoría de conocimiento que vemos a Dios como un Ser Personal más bien que una Fuerza Impersonal. Como lo dijera San Agustín hace más de mil años: “Tú nos hiciste para ti, oh Dios, y nuestro corazón está inquieto hasta que hallamos descanso en ti” (Confesiones, Libro 1, párrafo 1).

UN DESAFIO

El enfoque total de la Biblia difiere de lo que hemos venido discutiendo, en que la Biblia da como un hecho la existencia de un Dios personal y amante. Pero hay todavía otra diferencia. Las Escrituras registran el hecho de que Dios busca al hombre y no que el hombre busca a Dios. ¡No es suficiente que usted esté meramente convencido de que Dios existe, y luego se retire de El, creyendo que ha resuelto una cuestión filosófica más!

A pesar de todo lo que se ha dicho, el asunto no es “probar” que Dios existe mediante un razonamiento lógico. Más bien es que Dios ha actuado en favor de nosotros y ha permitido que lo conozcamos.

¡Dios sí existe, como Primera Causa, Motor Inmovible, Base de todo Ser, o cualquier otro término filosófico que usted quiera aplicarle! Pero mucho más importante es que El es una Persona que ha estado hablando y actuando en la situación humana a través de la historia. Primero habló a Abraham, luego, por medio de sus profetas, como lo registra el Antiguo Testamento. Finalmente, del modo más pleno posible, El habló a través de la
encarnación de Jesucristo, su Hijo.

Al terminar esta lección, me gustaría desafiarlo a que se enfrente a Dios. Pruebe su realidad. Oí acerca de un estudiante honesto que, mientras luchaba con las dudas acerca de Dios, oró: “Dios, si hay Dios, ayúdame a entenderte y conocerte. Si te preocupas, preocúpate por mi. Si me quieres, ven a mí. Amén.”

Probablemente usted haya hablado con muchos de sus amigos acerca de Dios. Confío en que usted se haya aplicado esta lección. Tal vez a menudo se haya hecho preguntas acerca de El y haya pensado en este importante asunto. Dé un paso más, y hable personalmente con Dios. Háblele como si El fuera un amigo íntimo, aunque no sienta que El está muy cercano en este momento. Esto lo colocará a usted fuera del nivel de las “pruebas frías”, en el reino del encuentro personal, en la relación “Yo — Tú”.

Si usted cree que necesita algún punto para comenzar, puede repetir la misma oración-poema que antes citamos en esta lección. Otra sugerencia sería que usted hablara con Dios por medio de las siguientes palabras:

Uno puede temer a una Realidad
y respetar a un Ser,
Pero uno ama a un Padre
que es todo amor en sí.
Dame tal absoluto amor
para ti, Padre.
Si otros aún prefieren
hacer sus propios dioses,
Que no sea por causa de mí (Gesch, p. 60).

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