Benignidad y Bondad: Los Frutos Gemelos

La benignidad y la bondad están relacionadas tan estrechamente que en ocasiones es difícil distinguir una de la otra. Una persona benigna también es bondadosa; una persona bondadosa es, por su misma naturaleza, benigna. Ambas características se derivan del amor. Alguien ha dicho que la paciencia, la cual estudiamos en la última lección, es amor sufrido; la benignidad es amor compasivo; y la bondad es amor ministrador.

Estas características producidas en nosotros por el Espíritu Santo tienen que ver con nuestras relaciones con los demás. Cuando alguien dice: “Ella es muy buena persona,” se incluye tanto la idea de benignidad como de generosidad hacia los demás.

Generalmente pensamos en la benignidad como expresión de amor de una persona hacia otra y en la bondad como la cualidad de ser puro. En esta lección verá que el uso bíblico de estas dos palabras es diferente en cierto modo del uso actual más generalizado y que la benignidad y la bondad incluyen muchos aspectos de la expresión del amor.

Es sorprendente que los padres siempre les dicen a sus hijos que “sean buenos,” pero nunca necesitan sugerirles lo contrario. Aparentemente ser “malo” es muy natural. Sin el Espíritu de Cristo en nosotros, nuestra naturaleza se inclina a lo maligno y malo. Pero el Espíritu Santo produce en nosotros benignidad y bondad, nos ayuda a ministrarle al mundo con el amor de Jesús. Lo que el mundo necesita es Jesús — es decir, más amor, benignidad, bondad, mansedumbre, generosidad.

LA BENIGNIDAD Y LA BONDAD IDENTIFICADAS

Definiciones bíblicas

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad . . . (Gálatas 5:22).

Benignidad

La benignidad, como se traduce en Gálatas 5:22, se deriva de la palabra griega chrestotes, la cual no sólo significa bondad como cualidad de pureza, sino también como disposición amable de carácter y actitudes. Abarca ternura, compasión y dulzura.

En Mateo 11:30, la palabra chrestotes es usada para describir el yugo de Jesús, quien dijo: “Porque mi yugo es fácil [chrestos], y ligera mi carga.” El yugo de Cristo habla del desarrollo de una vida disciplinada mediante obediencia, sumisión, compañía, servicio y cooperación. Es una relación amable, dulce y placentera (benigna) porque está basada en entrega y amor en lugar de fuerza y servidumbre. Tenemos un Amo a quien servimos porque le amamos y también nos servimos unos a otros porque le amamos a El. Servir sin amor no se puede soportar servir por amor constituye el privilegio más sublime. Estudiaremos este punto más adelante en la lección.

La palabra chrestos se usa de nuevo en Lucas 5:39 para describir el vino añejo, el cual es suave o dulce. No es amargo. Esta cita nos ayuda a comprender mejor lo que San Pablo está diciendo en Efesios 4:31-32 y 5:1-2:

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Cristo es nuestro ejemplo de cómo vivir en amor . . . como una ofrenda fragante. Las ofrendas por el pecado de tiempos del Antiguo Testamento no se describían como de olor suave. Pero sí se aplicó a Jesús, nuestra ofrenda por el pecado, quien se dio a si mismo en ternura, compasión y dulzura porque nos amó. Jesús demostró en su forma más sublime el significado de ser benigno y misericordioso el uno para con el otro. Por ello para San Pablo El era una ofrenda en olor fragante, dada en amor.

La palabra chrestotes (o chrestos) en ocasiones se traduce como “bueno” o “benignidad,” como en 1 Pedro 2:3: “ . . . habéis gustado lo bueno que es el Señor.” En el Salmo 34:8 se hace una referencia similar: “Gustad, y ved que es bueno Jehová,” lo cual habla de dulzura. Estos versículos se refieren a experimentar en forma personal la benignidad del Señor.

Bondad

La bondad como fruto del Espíritu se traduce de una palabra griega que se encuentra sólo cuatro veces en toda la Biblia: agathousune. En comparación con chrestotes la bondad es la práctica o expresión de la benignidad, o hacer lo bueno. Agathousune es usada sólo en los escritos de San Pablo en los siguientes pasajes:

1. Romanos 15:14 — “Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad [agathousune] . . . ”

2. Gálatas 5:22 — “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad [agathousune] . . . ”

3. Efesios 5:9 — “Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad [agathousune], justicia y verdad.”

4. 2 Tesalonicenses 1:11 — “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad [agathousune] y toda obra de fe con su poder.”

En el primer versículo, Romanos 15:14, San Pablo reconoce que los creyentes romanos están listos para ministrarse unos a otros. En el versículo 15 los exhorta a ministrar, recordándoles su propio llamamiento a ser ministro (literalmente siervo) de Jesucristo. En el versículo 16 San Pablo compara a los gentiles salvos con una ofrenda a Dios santificada por el Espíritu Santo. En todos los versículos se observa el uso de la palabra bondad.

La bondad, entonces, habla de servir o de ministrar el uno al otro, un espíritu de generosidad puesto en acción, de servir y dar. Es el resultado natural de la benignidad — esa cualidad interior de ternura, compasión y dulzura. Todo se resume en la palabra amor. El amor es benigno, lo cual es lo opuesto de lo maligno. El amor es bueno, siempre trata de ministrar para suplir las necesidades de los demás.

Comparaciones bíblicas

En Jesús tenemos un ejemplo perfecto de diferentes aspectos de benignidad y bondad. La base de su benignidad era un carácter moral perfecto. Por ello pudo desafiar a sus enemigos preguntándoles: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46).

La santidad moral de Dios como se revela en la Biblia es abrumadora e imponente. Por ejemplo, 70 hombres murieron en Bet-semes porque habían mirado dentro del arca de Jehová (1 Samuel 6:19), lo cual hizo que otros preguntaran: “¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo?” (v. 20). El salmista David da una respuesta parcial a esta pregunta en el Salmo 15:15. Son dos los requisitos:

1. Vivir en justicia — “El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua” (vv. 2-3).

2. Ser benigno — “ . . . ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho” (vv. 3-5).

Observamos entonces que la benignidad es la disposición o deseo de hacer lo recto o bueno. Es exactamente lo opuesto de la disposición a hacer lo malo, la cual se describe en Proverbios 4:16: “Porque no duermen ellos si no han hecho mal, y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.”

Una de las formas en que Jesús reveló su benignidad consistió en tocar a las personas. Impuso sus manos sobre los niños pequeños. Tocó a los enfermos y dolientes. También El fue tocado por aquellos que necesitaban experimentar su virtud sanadora y por otros que deseaban expresarle su amor y devoción. Todos los que le tocaron fueron bendecidos. ¡Cuán dulce y sanador es el toque del Señor a través de nosotros al necesitado!

La bondad da un paso más allá de la benignidad. William Barclay dice que la bondad es la virtud equipada para cada momento. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre la benignidad y la bondad? La agathousune (bondad) podría — y puede reprochar, corregir y disciplinar; la chrestotes (benignidad) sólo puede ayudar. Por ello, cuando Jesús fue al templo y trastornó las mesas de los cambistas, demostró bondad (Lucas 19:45-46). Cuando perdonó a la mujer sorprendida en el acto de adulterio, manifestó benignidad (Juan 8:10-11). Durante su juicio demostró bondad cuando desafió al oficial que le abofeteó (Juan 18:23). Poco antes, en el huerto, cuando uno de sus discípulos tomó su espada y le cortó una oreja al siervo del sumo sacerdote, Jesús demostró benignidad al tocar la oreja del siervo y sanarla (Lucas 22:51). Barclay dice que el cristiano necesita de una bondad que sea al mismo tiempo amable y enérgica. Se demuestra esta bondad en las acciones de Dios hacia nosotros — cuando reprende y disciplina (bondad) tiene el propósito de llevarnos al arrepentimiento de modo que pueda demostrar El su gran misericordia (benignidad). (Romanos 11:32 y Salmo 25:8).

LA BENIGNIDAD Y LA BONDAD DESCRITAS

La benignidad y la bondad de Dios

Benignidad. Algunas personas tienen un malentendido o concepto erróneo de Dios, por el cual lo consideran como juez despiadado e iracundo, dispuesto a condenar al pecador y a enviarlo a las tinieblas. Pero la Biblia revela que Dios es un Padre compasivo y amante, dispuesto a bendecir a sus hijos de todas las formas posibles. El Salmo 103:13 dice: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.”

El profeta Isaías presenta a Dios como un pastor tierno, bueno con sus ovejas: “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11). Lucas 11:13 constituye otro ejemplo de la disposición de Dios para demostrarnos su benignidad: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

El salmista se refiere a la benignidad del Señor una y otra vez diciendo: “El es bueno” (Salmos 73:1; 86:5; 100:5; 106:1; 107:1; 136:1). A través de todos los salmos suena esta hermosa melodía, en la cual el salmista hace alusión a la benignidad como la base del perdón y su disposición para oír y contestar oraciones. Los juicios de Dios son benignos. En el Salmo 119:39 David habla de su vergüenza por sus faltas, concluyendo con la declaraci6n de que las leyes de Dios son buenas. David se refería al atributo de benignidad, el cual le da esperanza al pecador arrepentido.

La benignidad de Dios se extiende a todos los hombres: “El es benigno para con los ingratos y malos” (Lucas 6:35). Pero el propósito de la benignidad de Dios consiste en llevarnos al arrepentimiento (Romanos 2:4). Esta benignidad celestial no sólo obra para nuestra salvación, dirigiéndonos al perdón de pecados, sino que también hace provisión para que lleguemos a ser santos. Muchas personas se aprovechan de la gran benignidad de Dios, pecando vez tras vez. Ese es un error terrible y peligroso. El apóstol San Pablo advierte contra el mismo en Romanos 11:22:

Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.

Bondad. Todo ser viviente bajo el sol debería sentirse en deuda con Dios por sus bendiciones abundantes y continuas. El Salmo 145:9 dice: “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras.” “Vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). La persona rebelde en verdad no merece tales bendiciones, pero la bondad de Dios se extiende libremente a todos. En Juan 1:16 dice: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” Todos deberían darle gracias a Dios continuamente por bendiciones tales como la vida, la salud, la lluvia, las cosechas, la familia, las provisiones diarias, la protección u otras bendiciones recibidas de El. Como escribió el apóstol Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Principios de benignidad y de bondad

Servicio a los demás

La piedad y la bondad no se pueden separar. Aquí tenemos dos principios envueltos: (1) La salvación personal y (2) el servicio a los demás. El plan de Dios para el hombre desde el principio incluyó la bondad. La condición espiritual del hombre influye sobre sus interacciones sociales. Observamos tal ilustración en los dos grandes mandamientos (Marcos 12:29-31):

  1. Amarás al Señor tu Dios.
  2. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Este principio se puede ilustrar subsecuentemente por dos tipos de preguntas en la Biblia:

Génesis 3:9 “¿Dónde estás tú? »

Lucas 10:25 “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”

Génesis 4:9 “¿Dónde está tu hermano?”

Lucas 10:29: “¿Y quién es mi prójimo?”

En los ejemplos de Génesis, Dios hizo la primera pregunta a Adán y Eva inmediatamente después que pecaron y le desobedecieron. Su pregunta revelaba su interés por su condición espiritual. Le hizo la segunda pregunta a Caín inmediatamente después que asesinó a su hermano Abel. La pregunta de Dios revelaba su interés sobre el mal que le había hecho a su hermano.

En los ejemplos de Lucas, fueron las dos preguntas que le hizo a Jesús un intérprete de la ley. La primera se relaciona con su condición espiritual y la segunda con su condición social. Su relación personal con Dios era primera en orden: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente.” Entonces siguió su relación de servicio a los demás: “Y a tu prójimo como a ti mismo.”

De ello aprendemos la importancia de la benignidad y la bondad como fruto del Espíritu. Cuando este fruto espiritual se desarrolla en nosotros, vemos a los demás como Dios los ve y les ministramos con el amor de Dios que se manifiesta en nosotros. Nuestro servicio está encaminado a llevar a los demás a conocerle como su Salvador personal y a ministrar a sus necesidades. Aquí se puede incluir el compañerismo, la hospitalidad, la ayuda para solucionar problemas, dar aliento y, sobre todo, demostrar amor.

No somos salvos porque seamos buenos y santos, sino porque Jesús murió en nuestro lugar como nuestro Redentor. Ahora como creyentes reflejamos el amor de Cristo al mundo a través del fruto del Espíritu que se desarrolla en nosotros. No lo hacemos para ganar la salvación, sino porque somos salvos. No somos salvos por lo que hacemos, sino por la gracia de Dios y la fe en lo que hizo Jesús por nosotros a través de su expiación.

Generosidad

Un buen hombre que ministra a los demás es rico, aun cuando no tenga posesiones materiales. Ese era el caso de los creyentes de la iglesia de Esmirna mencionada en Apocalipsis 2:9: “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico).” Las iglesias de Macedonia también caían en esa categoría, porque en 2 Corintios 8:2-3 San Pablo los elogió: “En grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas.”

Como se ha descrito en el pasaje anterior, la generosidad, o ser liberal, es un rasgo distintivo de la bondad cristiana o agathousune. Los diezmos y las ofrendas constituyen una forma de reconocimiento de que todo lo que tenemos proviene de Dios. Después que los israelitas llevaron sus donativos para la construcción del templo, David alabó a Dios por los donativos. Entonces dijo: “Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:14). David reconoció que sólo Dios era la fuente de su seguridad. Las personas con frecuencia tratan de buscar seguridad en las posesiones que pueden acumular. Pero según el principio bíblico la verdadera seguridad se encuentra en dar generosamente, o ser liberal, porque Dios bendice al que da con generosidad. Este principio se declara en Deuteronomio 15:10-11:

Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra.

Cuando una persona da comienzo a comprender la importancia de no aferrarse a las cosas que perecen. Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo . . . Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).

La obra del Señor sufre en muchas partes del mundo por culpa de creyentes tacaños. No dan nada, por lo que tampoco reciben nada. Cuando la bondad como fruto del Espíritu es evidente en la vida del creyente, será reconocida por su rica generosidad, así como lo hacia la iglesia de Macedonia.

Bondad, justicia y verdad

Existe una relación entre la bondad, la justicia y la verdad que nos revela principios importantes. Efesios 5:9 dice: “Porque el fruto del Espíritu es toda bondad, justicia y verdad.” La bondad se relaciona con la misericordia; la justicia con lo justo; y la verdad con el conocimiento.

“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). La ley tenía verdad, pero no gracia. En Jesucristo tenemos tanto la verdad como la gracia. ¡Gloria a Dios! Por medio de la gracia de Dios manifestada por el Señor Jesús no recibimos lo que merecemos en realidad, sino lo que su amor y gracia nos dan libremente.

La excelencia de la bondad se resume en lo que se conoce como la Regla de Oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). En otras palabras, tratamos a los demás en la forma en que Dios los trata — con misericordia y gracia.

Cuando San Pablo elogió a los creyentes de Corinto por su generosidad (2 Corintios 8:1-15) les recordó que la gracia de Dios los había impulsado a tal acción. Usó seis veces la palabra charis, que significa “gracia,” en los versículos 1, 4, 6, 7, 9 y 19. La palabra charis está muy relacionada con el Espíritu Santo, quien produjo en esos creyentes el fruto de bondad, o generosidad liberal.

LA BENIGNIDAD Y LA BONDAD ILUSTRADAS

Ejemplos bíblicos

La Biblia está llena de ejemplos de la benignidad y la bondad de hombres y mujeres de Dios para con sus semejantes. Examinaremos varios ejemplos como formas en las que este fruto espiritual puede demostrarse en nuestra vida.

Job, no sólo era paciente, sino también un ejemplo vivo de benignidad y bondad. He aquí cómo se describió a sí mismo:

Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacia soltar la presa . . . El forastero no pasaba fuera la noche; mis puertas abría al caminante (Job 29: 15-17; 31:32).

David. Es conmovedora la benignidad que David extendió a la casa de su enemigo, Saúl. David le llamó a esta benignidad imparcial “misericordia de Dios” (2 Samuel 9:1-3). Este es el grado más alto de benignidad. San Pablo también, en sus instrucciones a Timoteo, incluyó la benignidad imparcial: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos” (2 Timoteo 2:24). Como dimensión del fruto del Espíritu, la benignidad imparcial debería demostrarse en la vida del creyente.

La decisión de David en 2 Samuel 24 consistió en abandonarse a las manos de Dios, “porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres” (v. 14). David había experimentado la benignidad de Dios muchas veces antes, por lo cual decidió situarse en las manos de El y no en las de los hombres.

San Pablo, antes de su conversión, se distinguía por su falta de benignidad hacia los creyentes, como él mismo testificó. Pero como nueva creación en Cristo dio este testimonio: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos” (1 Tesalonicenses 2:7).

Jesús demostró benignidad en sus últimos actos antes de su muerte. Ya en la cruz le proveyó a su madre quién la cuidara (Juan l9:26-27). También suplicó perdón para quienes lo crucificaron (Lucas 23:34).

Esteban es otro ejemplo sobresaliente de seguir al Maestro en la demostración de benignidad. En lugar de desear la muerte de sus perseguidores, oró por ellos mientras que era apedreado hasta morir (Hechos 7:59-60).

Aplicación personal — servir en amor

Las dimensiones espirituales de benignidad y bondad envuelven el servicio cristiano. El apóstol San Pablo recalcó la importancia de servirse unos a otros:

Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servios por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros (Gálatas 5:13-15).

La palabra servir en este texto se refiere al servicio rendido por un esclavo. Esta nos lleva a los tiempos del Antiguo Testamento. Después que Dios dio los Diez Mandamientos habló acerca de la idolatría y los altares paganos. Luego dio reglas para los siervos hebreos (Exodo 21:1-6). Entre los hebreos no había esclavos, a menos que un judío se convirtiera en ladrón o que fuera demasiado pobre como para pagar sus deudas. Bajo tales condiciones podía ser vendido, pero sólo por un tiempo máximo de seis años. Durante ese tiempo sería tratado como siervo contratado y pagaría con sus servicios toda su deuda hasta el séptimo año. Entonces era liberado automáticamente. Si un esclavo amaba a su amo y deseaba permanecer con él, era llevado ante los jueces y le agujeraban la oreja. Desde ese día en adelante pertenecería a su amo por toda la vida, por decisión propia. A tales personas en ocasiones se les llamaba “esclavos por amor.”

En el Salmo 40:6-8, al hablar sobre la venida del Mesías, el salmista se vio a sí mismo como un “esclavo por amor:”

Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo . . . El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado.

Jesucristo mismo vino como siervo por “amor.” De hecho, en Isaías 42:1 y 52:13 al Señor se le llama siervo. El lo confirmó en Mateo 20:28: “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

El apóstol San Pablo exhortó a los gálatas a servirse unos a otros en amor. Después, los exhortó a llevar los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2). En este caso, la palabra carga se deriva de baros, que significa “peso.” En Gálatas 6:5, donde dice que cada quien llevará su propia carga, San Pablo se refiere a una porción asignada. Por tanto, deberíamos participar mutuamente en llevar la porción asignada del peso de las cargas.

El servir en amor es una expresión de bondad y debe iniciarse dentro de nuestra familia. El hogar es el mejor lugar para ejercitar el fruto del Espíritu. A algunos creyentes se les facilita demostrar benignidad a los extraños, pero en su casa no pueden ser benignos ni buenos. Servir con amor constituye una demostración de frutos espirituales dentro de la familia.

Los siguientes pasajes resumen la importancia de servir con amor:

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:9-10).

Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:8-10).

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