Paciencia: El Fruto de La Perseverancia

La paciencia . . . para sanidad, liberación, dirección, capacitación . . . es algo que en ocasiones se dificulta obtener. Queremos que todo ocurra AHORA mismo, no en algún futuro lejano. El tiempo nunca pasa en forma tan lenta como cuando esperamos la llegada de alguien o que algo ocurra. Pero las mejores cosas de la vida demandan mucha paciencia. El médico tiene que estudiar de siete a diez años antes de alcanzar la meta propuesta. Un padre debe enseñarle a su hijo la misma lección una y otra vez hasta que la aprenda bien. La mayoría trabajamos arduamente y ahorramos dinero por mucho tiempo a fin de comprar aquello que nos parece muy importante. Y el creyente lleno del Espíritu debe aprender el secreto de la paciencia a fin de que se desarrolle el carácter de semejanza a Cristo en él.

Con mucha frecuencia se hace referencia a “la paciencia de Job.” Job sufrió mucho y esperó pacientemente en el Señor para recibir sanidad y la restauración de su familia y sus posesiones. Moisés empleó 40 años en la escuela de la paciencia antes de alcanzar su potencial de utilidad para el Señor. Se nos exhorta a tener “paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” (Santiago 5:8). El desarrollo de la paciencia en nosotros constituye una parte importante del proceso para llegar a ser como Cristo (2 Pedro 1:5-8).

Esta lección le ayudará a comprender la importancia de la paciencia y le mostrará formas en las que puede cooperar con el Espíritu Santo mientras produce este fruto en usted. La paciencia es el fruto de la perseverancia — permanecer firme en su fe, sostenerse cuando ya no le queda más qué hacer— ¡esperar en el Señor!

LA PACIENCIA IDENTIFICADA

Definiciones bíblicas

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia . . . (Gálatas 5:22).

Las primeras tres cualidades del fruto espiritual — amor, gozo y paz — son ingredientes esenciales de nuestra vida espiritual interior, nuestra relación personal con Dios — aquello que ocurre en nuestro corazón cuando el Espíritu Santo mora en nosotros. Los siguientes tres aspectos del fruto del Espíritu, comenzando con la paciencia, son manifestaciones exteriores de amor, gozo y paz en nuestra relación con los demás.

La palabra griega original que se ha traducido como “paciencia,” es makrothumia (de makros, que significa “largo” o “grande” y thumia, que significa “temperamento, naturaleza, disposición”). La palabra original combina las ideas de longanimidad, de ecuanimidad, en dimensiones divinas. En otras palabras, la persona en quien el Espíritu Santo está produciendo el fruto de la paciencia está aprendiendo a esperar en el Señor sin perder la esperanza, admitir la derrota o dejarse controlar por la ira.

La paciencia como fruto del Espíritu capacita al creyente para ejercer dominio propio (restringirse uno mismo) ante la prueba. No se apresura a “vengarse” ni a castigar. A la vez, no se rinde ante circunstancias difíciles ni se desespera bajo pruebas sostenidas. La paciencia en este sentido se relaciona estrechamente con el sufrimiento, como lo veremos más adelante.

Es perseverancia o resistencia. Sin paciencia, fácilmente desmayamos. La paciencia del Espíritu se produce en nosotros en medio de dificultades. Todos estos aspectos de la paciencia forman parte del proceso de desarrollo que nos conforma a la imagen de Cristo. Este proceso es el tema de 2 Pedro 1:5-8:

Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia: a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Uso bíblico

Existe una relación muy fuerte entre la paciencia y otros aspectos de la vida cristiana. Consideraremos algunos de ellos a la luz de lo que dicen las Escrituras sobre los mismos.

  1. Paciencia y sufrimiento. Todos experimentamos cierto sufrimiento en la vida. Este forma parte de nuestra “educación.” El salmista dijo: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmo 119:71). Para el creyente, las pruebas pueden compararse con la función de los perros ovejeros: mantienen a las ovejas cerca del pastor. Las pruebas constituyen la disciplina del amante Padre celestial que desea compartir con nosotros su santidad. Hebreos 12:7-11 lo explica:

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

La tierna planta que ha sido zarandeada por el viento desarrolla raíces fuertes y profundas. Los vientos opuestos de esta vida le ayudan al creyente a desarrollar raíces fuertes y profundas en Cristo y a obtener un espíritu de sumisión.

Muchos pasajes revelan que seguir a Cristo equivale a llevar una cruz. En 1 Pedro 2:21 escribió el apóstol: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.”

Debido a que vivimos en un mundo espiritualmente hostil siempre confrontamos enemigos a los que debemos derrotar. Jesús sufrió a manos del pagano Pilato y de una multitud furibunda del mundo exterior. Pero también sufrió como resultado del infiel Judas en su círculo interior. Ya sea que se nos demande aprender la paciencia por las pruebas del mundo o dentro de la comunidad cristiana, Jesús es nuestro ejemplo. Cuando fue tentado por Satanás, rechazó la idea de un trono sin una cruz (Mateo 4:1-11). De nuevo, al considerar el sufrimiento que le esperaba, rechazó la misma idea (Juan 16:17-33).

Santa Teresa de Avila, una creyente española, vivió en el siglo XVI. Su vida constituye un ejemplo sobresaliente de paciencia en el sufrimiento. Desde muy jovencita padeció una enfermedad casi mortal, la cual la dejó paralizada y enferma del corazón. Durante tres años estuvo totalmente paralizada; después lentamente comenzó a usar sus brazos y piernas, así como a arrastrarse para movilizarse. Ella dijo: “Me he resignado a la voluntad de Dios, incluso si me deja en esta condición para siempre.” En su última carta antes de morir escribió: “¡Cómo quisiera tener la capacidad de explicar claramente la paz y la quietud que ha encontrado mi alma! Todo en mí está encaminado a honrar a Dios . . . En ocasiones Dios me tiene sufriendo sin ningún consuelo interior, pero mi voluntad nunca se ha desviado de la voluntad de Dios.” No firmó su carta con el nombre con el cual se le conoce al presente en los libros de historia, sino como “Teresa de Jesús.”

  1. Paciencia y perseverancia. Muchos traductores bíblicos intercambian las palabras paciencia y perseverancia. La perseverancia habla de resistencia, de aferrarse a lo que uno cree sin importar lo que ocurra. En ocasiones se ha dicho que makrothumia es amor en espera paciente incluso en el sufrimiento. Colosenses 1:9-11 nos dice cómo hemos de resistir con paciencia:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad.

  1. Paciencia, gozo y esperanza. En Romanos 5:3-4 se agrupan el sufrimiento, el gozo, la paciencia y la esperanza: “También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.” Estos versículos muestran el proceso del desarrollo cristiano y la madurez a través del sufrimiento y la paciencia, los cuales conducen a la esperanza. No es difícil esperar y abrigar esperanza cuando todo marcha bien, pero cuando no parece ocurrir nada para aliviar el sufrimiento, la reacción natural consiste en sentirse desesperado, en perder toda esperanza. La paciencia como fruto del Espíritu no es una aceptación nebulosa y ciega de este tipo de situaciones – todo lo contrario, consiste en ser lleno de gozo y confianza en el Señor y en que está obrando en nuestra vida, por lo que podemos decir con el salmista: “Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (Salmo 31:14-15).
  2. Paciencia y sabiduría. Proverbios 14:29 dice: “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.” Una persona paciente probablemente trata de comprender todos los lados de un problema antes de llegar a conclusiones y emitir juicios. Esta característica ayuda a los padres a educar a sus hijos sabiamente; promueve la paz dentro del cuerpo de Cristo y nos ayuda en nuestras relaciones diarias con los demás.
  3. Paciencia y paz. La paciencia como fruto espiritual es un recurso poderoso para calmar una situación. Proverbios 15:18 describe lo que ocurre: “El hombre iracundo promueve contiendas; mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.” Estas palabras nos recuerdan la idea de ser pacificadores, la cual estudiamos en la lección anterior. Un hombre paciente no se dejará controlar por su ira, sino que demostrará la paz de Dios en sus acciones, palabras, interés y ayuda.
  4. Paciencia y fortaleza. En el mundo se relaciona la fortaleza con un hombre fuerte, o con alguien que está bien vigilado y protegido. Proverbios 16:32 dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.” En el sentido espiritual, la persona fuerte es la paciencia.
  5. Paciencia y perdón. Para soportarnos y perdonarnos unos a otros en amor necesitamos el fruto de la paciencia. En Colosenses 3:12-13 el apóstol San Pablo exhorta a la iglesia:

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

Jesús narró una historia a sus discípulos acerca de un hombre grosero y malagradecido que no quiso perdonar a su siervo después que a él mismo le habían perdonado (Mateo 18:21-35). Jesús dijo que su amo lo entregó a los oficiales de la cárcel para que pagara todo lo que debía. Entonces agregó: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35).

Al hombre iracundo se le hace difícil perdonar. La paciencia como fruto del Espíritu es la base del perdón. Por ello la paciencia y la longanimidad también incluyen un espíritu perdonador. En 1 Corintios 13 leemos que el amor es paciente, no se irrita, no guarda rencor y todo lo sufre siempre. Aquí se incluyen todos los aspectos de la paciencia espiritual.

  1. Fe además de paciencia. La fe es vital para el creyente, porque el justo vive por la fe. Pero en ocasiones es necesario que la fe sea refinada y sólo con paciencia podemos soportar la prueba. La fe, la paciencia y las promesas de Dios están implicadas en el hermoso pasaje de Hebreos 6:11-12: “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.”

LA PACIENCIA DESCRITA

La paciencia de Dios

Quizá usted comprenda mejor la importancia de la paciencia como fruto del Espíritu si la consideramos desde el punto de vista de la paciencia de Dios. Como la vemos en Gálatas 5:22, describe la naturaleza y el carácter de Dios mismo. Así se describió El mismo a Moisés (Exodo 34:6-7):

¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado.

Cada descripción de este versículo habla de la paciencia divina en la relación de Dios con el hombre.

La paciencia de Dios es uno de los temas sobresalientes de toda la Escritura. Considere estos ejemplos:

  1. La gente de los días de Noé eran pecadores de la peor clase (Génesis 6:1-12). Pero el apóstol San Pedro informa que “una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca” (1 Pedro 3:20). La paciencia de Dios era tan grande que esperó siete días después que Noé y su familia entraron en el arca para enviar el diluvio (Génesis 7:9- 10). Con todo, ninguno de aquellos impíos aprovechó la oportunidad de escaparse de la destrucción.
  2. La paciencia de Dios se demostró vez tras vez en sus tratos con los israelitas. Moisés suplicó ante Dios cuando se rebelaron en el desierto y querían regresar a Egipto, por lo que le recordó al Señor lo que había declarado: “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión” (Números 14:18). Levítico 26 registra las palabras que el Señor dirigió a los israelitas, prometiéndoles recompensas por la obediencia y castigo por la desobediencia. Pero su paciencia se revela por sus palabras registradas en los versículos 40-42: “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí . . . Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob.”
  3. El rey David había cometido pecados horrendos. Después de reconocer que merecía la muerte, dijo: “Pequé contra Jehová” (2 Samuel 12:13). Pero clamó a Dios, invocó su misericordia y paciencia y fue perdonado. En muchos de sus salmos reconoció la paciencia del Señor y su perdón.

Oh Dios, ¿quién como tú? Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme . . . Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa (Salmo 71:19-22).

Este salmo indica que, una y otra vez, el Señor fue paciente para restaurar a David y rescatarlo de sus dificultades.

  1. Cuando Nehemías reconoció los horrendos pecados de su pueblo, hizo oración intercesora por ellos y expresó su confianza en Dios con las siguientes palabras:

Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia . . . por tus muchas misericordias no los abandonaste . . . enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca . . . Los sustentaste cuarenta años en el desierto (Nehemías 9:17, 19-21).

Basta sólo con leer la historia de los israelitas y su peregrinación en el desierto para observar cuán grande fue la paciencia del Señor para con ellos.

  1. El apóstol San Pedro habla de la paciencia del Señor en su segunda epístola: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación” (2 Pedro 3:15).

El creyente y la paciencia

La paciencia como fruto del Espíritu opera exteriormente, en relación con nuestros prójimos, así como interiormente, en relación con nosotros mismos, en particular cuando experimentamos pruebas. Hebreos 12:7-11 nos dice que hemos de confrontar nuestras pruebas con espíritu de resistencia, aceptarlas como disciplina, porque Dios las usa para enseñarnos a someternos a El. Por tanto, resistir las pruebas forma parte del proceso por el cual una naturaleza como la de Cristo se desarrolla en nosotros.

La paciencia es esencial en la relación familiar. El hogar es el campo de pruebas para el fruto de la paciencia en su vida familiar. Se requiere gran paciencia para educar a los hijos con amor y disciplina de corrección. Los cónyuges necesitan practicar la paciencia entre ellos para mantener una relación amorosa.

Todos los aspectos de la paciencia que hemos mencionado longanimidad y ecuanimidad, tardo para airarse, con dominio propio, resistencia, perseverancia y un espíritu perdonador — son producidos en nosotros por el Espíritu Santo al ponerlos en práctica diariamente en nuestras relaciones con los demás. Lo importante es que acudamos al Espíritu Santo en busca de ayuda cuando confrontamos una situación en la que se requiere paciencia.

En 1 Tesalonicenses 5:14 dice: “Que seáis pacientes para con todos.” Es decir, con cada miembro de nuestra familia, con la familia de nuestra iglesia y con cada persona con la que nos encontremos a diario en nuestra vida. Por nuestra propia naturaleza nos sería imposible. Pero cuando la naturaleza de Dios se perfecciona en nosotros por el Espíritu Santo, entonces podemos ser pacientes para con todos.

El ministerio y la paciencia

La paciencia como fruto del Espíritu es de valor incalculable en la vida y obra de un ministro del evangelio. La paciencia es necesaria para la preparación — la oración, el estudio bíblico, la capacitación y el desarrollo. Es necesario para el liderato y para ministrar a los demás. El apóstol San Pablo le dio instrucciones a Timoteo respecto a la necesidad de ministrar con paciencia:

Te carezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina . . . Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio (2 Timoteo 4:1-2, 5).

En otras palabras, la obra del ministro — predicar, enseñar, redargüir, reprender, exhortar y todos los otros deberes — ha de realizarse con gran paciencia.

LA PACIENCIA ILUSTRADA

Ejemplos negativos

En ocasiones es muy útil, para comprender la importancia de una actitud como la de Cristo, ver lo que ocurre cuando no se posee tal actitud. Estos ejemplos negativos de la Biblia muestran algunos problemas que puede causar la falta de paciencia.

Abraham. Dios le prometió a Abraham que sus descendientes llegarían a formar una gran nación (Génesis 15:5). Por falta de paciencia, Abraham no se esperó al cumplimiento de la promesa, sino que decidió tomar el control de la situación. Como resultado nació Ismael fuera de la voluntad de Dios. Ese hijo fue causa de problemas entre Abraham y Sara, así como también para Isaac y, de hecho, hasta hoy sigue habiendo conflicto entre los descendientes de Ismael y los de Isaac.

Jacob. Este joven no esperó pacientemente al cumplimiento de la palabra del Señor, sino que se convirtió en líder (Génesis 25:23). En Génesis 27 dice cómo engañó a su padre para recibir la bendición. Por su impaciencia en esperar a que el Señor le hiciera líder, sufrió el exilio y muchas otras dificultades. Todos sus problemas se resumieron en su declaración hecha ante Faraón: “Pocos y malos han sido los días de los años de mi vida” (Génesis 47:9).

Saúl. Cuando Saúl fue ungido como primer rey de Israel, era humilde y estaba ungido por el Espíritu Santo. Pero no obedeció el mandato del Señor de esperar siete días hasta que llegara Samuel y le diera instrucciones. Por su impaciencia, asumió el oficio sacerdotal, ofreció la ofrenda quemada él mismo y, como resultado, perdió su reino (1 Samuel 10:8-10; 12:11-14).

Jonás. Aunque sea difícil de creer, Jonás se impacientó y se enojó mucho con el Señor por su gran compasión y paciencia para con la ciudad de Nínive. Jonás le dijo al Señor: “Porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2). Obviamente, la actitud de Jonás hacia la ciudad no era de compasión ni perdón como la de Dios.

En los siguientes ejercicios, seleccione la respuesta que resume mejor el principio que podemos aplicar a nuestra vida de los varios ejemplos descritos.

Ejemplos positivos

David. El salmista aprendió cuán importante es esperar en el Señor. En el Salmo 37:7 escribió: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.” Después dio este testimonio: “Pacientemente espere a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1).

Profetas del Antiguo Testamento. Santiago 5:10 dice: “Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.” Piense en Elías, Eliseo, Jeremías el profeta llorón y en muchos otros de tiempos del Antiguo Testamento que pacientemente hablaron en nombre de Dios al pueblo rebelde. Aquellos santos de Dios tenían la paciencia del Espíritu.

Job. No podíamos dejar de mencionar a Job, hombre de tan grande paciencia que por ella se le elogia en Santiago 5:11. A pesar de que Job sufrió en toda forma posible — física y emocionalmente, por la pérdida de sus bienes y de su familia su paciencia le hizo posible soportar todas sus grandes dificultades y decir, en referencia a Dios: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15).

San Pablo. En 2 Corintios 6:4, 6, San Pablo reconoce que es hombre de paciencia. En el mismo capítulo, versículos 4 al 10, describe las nubes oscuras de grandes tormentas en su vida. No es fácil ser paciente en esas circunstancias, si el fruto del Espíritu no es una realidad en la vida. Después, en 2 Timoteo, la cual escribió en la cárcel, menciona de nuevo su paciencia, fe, amor y longanimidad (3:10). San Pablo fue un discípulo verdadero que aprendió la paciencia de su Maestro. Por ello pudo escribir estas palabras:

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mi el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna (1 Timoteo 1:15-16).

Y el escritor a los Hebreos nos desafía con estas palabras:

Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (Hebreos 12:1-2).

La segunda venida de Cristo. Cuando Jesús ascendió al cielo, nos dio la promesa de su regreso. Aun cuando han pasado muchos siglos, ¡la iglesia sigue esperando el cumplimiento de esta promesa con esperanza fresca y viva! Santiago nos recordó la necesidad de esperar con paciencia: “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor . . . Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca (Santiago 5:7-8). Como ya hemos visto, el Señor cumplirá su promesa y una de las razones de su tardanza consiste en que está extendiendo la oportunidad para que muchas personas se arrepientan de sus pecados y sean salvas (2 Pedro 3:9, 15).

Las palabras finales de Jesús a las siete iglesias, según Apocalipsis 2 y 3, son: “Al que venciere, le daré . . .” El que vence es aquel que tiene paciencia. Como el apóstol San Pablo lo implica, la recompensa eterna de la paciencia hace que todo valga la pena:

Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:17-18).

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