¿Cómo me enfrento al futuro?

El negocio del señor Rodríguez había sufrido algunos reveses; por primera vez en muchos años había en verdad perdido dinero. El problema era que realmente él no sabía por qué. Se le hizo la oferta de comprarle el negocio. ¿Debería venderlo al contado de inmediato, o conservarlo con la
esperanza de obtener una ganancia futura? ¡Si solamente hubiera podido conocer el futuro!

El señor Rodríguez hizo lo que muchos otros han hecho. Acudió a un adivino. Si conocía el futuro, sabría cómo actuar. El adivino dijo que “velara” a un empleado deshonesto, una persona de confianza cercana a él que pronto trataría de ser el dueño del negocio. De hecho, dijo el adivino, esta persona era la responsable de la pérdida temporal en el negocio.

El señor Rodríguez actuó inmediatamente. Despidió al señor Casáres, su socio. Por años él había confiado en el señor Casáres, pero pensaba que el adivino no se había equivocado.

Aquella noche el señor Rodríguez fue a la iglesia. Allí sintió la convicción del Espíritu Santo. Se arrepintió de haber ido con el adivino y llamó al señor Casáres para pedirle perdón. Para su consternación, ¡el señor Casáres se había suicidado! Después se comprobó que el señor Casáres era completamente inocente de delito.

¿Qué hay en el hombre que siempre quiere saber el futuro? ¿Es malo eso? En esta lección usted descubrirá cómo quiere Dios que considere el futuro y lo que ha revelado de él.

El plan de Dios para el futuro

El hombre es la única criatura que da señales de pensar en el futuro. Los animales se guían por instinto a recoger alimento para el futuro, pero el hombre piensa en él y trata de controlarlo para sus propósitos. El hombre no desarrolló por sí mismo su capacidad de pensar en el futuro; Dios se la concedió. Forma parte de su carácter como criatura hecha a imagen de Dios.

El peligro no radica en el deseo del hombre de conocer el futuro. Se halla en el hecho de que en ocasiones el conocimiento humano del futuro puede llevarlo a la imprudencia en vez de a acciones sabias. Hay diferencia entre orar para conocer el futuro y orar para conocer la voluntad de
Dios. Normalmente queremos conocer el futuro de modo que nosotros podamos decidir qué hacer. Pero cuando deseamos conocer la voluntad de Dios es para que podamos hacer lo que Él quiere que hagamos.

Lo que Dios ha revelado

Dios ha decidido revelarnos algo del futuro. Los eventos futuros están revelados como un panorama o serie de cuadros en el Apocalipsis de Juan, el último libro de la Biblia.

Muchas veces Juan describió en detalle lo que él veía. Pero no obstante de lo que él escribió, a algunos comentaristas bíblicos se les hace difícil estar de acuerdo exactamente respecto de lo que va a suceder. Probablemente cuando Dios muestra el futuro es difícil aceptarlo por causa del presente.

¿Cómo podemos imaginar el retorno real y personal de Jesucristo a la tierra o un reinado milenario de justicia (Apocalipsis 1:7, 20:1–6)? No es raro que muchas de las descripciones de Juan parezcan tan irreales. Como no podemos ajustarnos a ver los sucesos en un panorama desconocido, se
nos hace difícil interpretar correctamente su mensaje.

Pero aunque se presentan ciertos problemas al interpretar el mensaje de Juan, algunas cosas del futuro son claras. Cuando el tiempo de Dios haya llegado, el mundo será transformado. La civilización, producto del hombre, será destruida; pero el hombre sobrevivirá. Cristo intervendrá y establecerá un reino.

El mal será juzgado y sus cicatrices removidas de la tierra. Satanás, el autor del mal, será lanzado fuera y castigado eternamente.

¡Seremos transformados! Nuestros cuerpos serán glorificados, nuestro conocimiento perfeccionado. La salvación será completa. Usted será perfecto. También estará usted en la perfecta voluntad de Dios. Como perito constructor, Cristo habrá terminado su obra en usted; su reino estará completo.

Es fácil comprender por qué Dios no nos dijo más. Es difícil para nosotros imaginar lo que ya nos dijo.

El propósito de Dios en la revelación

Con lo poco que sabemos del futuro tratamos de “ayudar” a Dios. Si desea usted leer un ejemplo de ello en la Biblia, puede encontrarlo en Génesis 16, en el caso de Abraham y Agar. Nuestros esfuerzos por hacer que se realice la promesa de Dios frecuentemente nos traen tristeza, no bendición. Dios
nos ha dado un vistazo del futuro de modo que podamos tener esperanza, no para que tratemos de inventar un método a fin de que sucedan los eventos futuros.

Cristo contempló el gozo máximo del plan del Padre para Él.

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2)

El plan de Satanás consistía en usar el conocimiento del futuro que Cristo tenía (de que los reinos del mundo serían de Cristo) para hacer que Él determinara una forma fácil de obtenerlos. Quería que Cristo sencillamente se arrodillara y lo adorara (Lucas 4:5–8). Pero Cristo rechazó la oferta de Satanás y siguió el camino de Dios para Él.

Dios nos ha mostrado el futuro para ayudarnos a enfrentarnos a las dificultades del presente. La misma imposibilidad (natural) de alcanzar la meta que nos ha establecido—llegar a ser perfectos—debe impulsarnos a buscarlo a Él para obtener ayuda diaria. Él quiere que contemos con el apoyo de su fuerza y de su gracia para hacer lo que nos ha dicho que hagamos.

Por qué limita Dios su revelación

¿Por qué Dios no nos muestra todo de antemano? ¿No puede confiar en nosotros? No se trata de la confianza de Él en nosotros sino de la confianza de nosotros en Él.

Si viéramos todos los pasos necesarios para alcanzar una meta futura, trataríamos de tomar algunos y evitar otros. La revelación misma puede hacer que no encajemos en el plan de Dios para nosotros. Vemos este patrón de apresuramiento y evasión en la vida de algunos hombres en la Biblia.

Josué había completado la conquista de Jericó. Hai era evidentemente la siguiente. Él estaba ansioso por terminar la obra, por lo que se apresuró hacia Hai sin la dirección de Dios. El resultado fue el desastre (Josué 7:2–5).

David quiso apresurarse a regresar el arca (la caja sagrada que contenía una copia del pacto de Dios con Israel) a Jerusalén. La meta se veía muy atractiva. Hizo lo apropiado y puso el arca en un carro en vez de cargarlo como se había estipulado (Éxodo 25:12–14; Josué 3:24). Una vez más el
resultado no aceleró el progreso del reino de Dios sino el desastre (2 Samuel 6:6–8).

Pedro pensaba que el sacrificio que Cristo haría en la cruz era un paso intermedio que él no podía aceptar (Mateo 16:22). Quería pelear con una espada en vez de pasar con Cristo aquella experiencia (Juan 18:10–l1).

En ocasiones lo que queremos decir con esta frase: Deseo conocer la voluntad de Dios para mí, es en realidad lo siguiente: Deseo conocer el plan de Dios a fin de que pueda decidir lo que se ha de hacer. Hemos de aceptar los límites de lo que Dios ha revelado y estar seguros de que nuestros motivos
para desear conocer su voluntad son correctos.

El plan de Dios para hoy

¿Cuál es la voluntad de Dios para su vida hoy? ¿Qué quiere que usted haga? Hay diferentes tipos de experiencias espirituales. Ciertas experiencias en Cristo son exclusivas, terminantes o únicas. El nuevo nacimiento es una de ellas, porque Dios ofrece salvación eterna.

Otras experiencias parecen ser de tipo ocasional. Así como hay ciertos ciclos en la Creación natural, igualmente estas experiencias vuelven a ocurrir en ciertos tiempos o períodos de nuestra vida espiritual. El avivamiento—un tiempo especial de renovación espiritual—es una de ellas. No vivimos en
un perpetuo estado de avivamiento. Buscamos la “lluvia”— renovación espiritual—en tiempo de lluvias. Dios revela la naturaleza de estas ocasiones a través de su Palabra y del Espíritu. Generalmente hay señales de la necesidad de un avivamiento y del deseo de Dios de enviarlo, así como en la naturaleza hay señales de las estaciones.

Sin embargo, junto con las experiencias únicas y las ocasionales, hay otras que ocurren sobre bases diarias. Dios nos ha puesto en un mundo en el cual Él ha impuesto un ciclo diario. Puesto que vivimos día tras día, hay ciertos principios espirituales los cuales desea que sigamos día tras día. El hacer su voluntad en la forma más básica es hacer cada día aquellas cosas que sabemos que son su voluntad para ese día.

Consideremos lo que Dios quiere que hagamos cada día y luego veamos lo que Él promete.

Cuando el tabernáculo o la tienda de la presencia de Dios era el centro de adoración durante los tiempos del Antiguo Testamento, algunos deberes se asignaban a ciertos hombres llamados sacerdotes y levitas. Estos debían cumplirse diariamente. Sin la práctica de aquella obediencia diaria, la celebración de los grandes festivales anuales hubiese sido un absurdo.

Mientras que Zacarías ejecutaba sus deberes sacerdotales diarios el ángel Gabriel le dijo que engendraría un hijo que prepararía el camino a la venida del Señor (Lucas 1:8–17). Mientras Ana, la anciana profetisa, hacía sus oraciones diarias en el templo, se le concedió un gran privilegio. ¡Fue testigo
de la dedicación de Cristo, la salvación del mundo! (Lucas 2: 36–38).

¿Qué hemos de hacer diariamente? Después del día de Pentecostés, la iglesia experimentó gran éxito (Hechos 2:40– 41). La conducta de los creyentes se distinguía por la acción diaria que resultaba en que la bendición de Dios permaneciera sobre ellos. Era como si ellos continuaran, mediante su
adoración espiritual, el diario ceremonial de adoración que practicaban los sacerdotes de los tiempos del Antiguo Testamento. ¿Cuál era su modelo? Examinémoslo según se describe en Hechos 2:44–47:

Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos

En primer lugar, mantenían correctas sus relaciones con sus hermanos diariamente. Vivían en muy cercano compañerismo (vv. 44, 46).

Nada le presentará mayor problema para que usted oiga la voz de Dios que una mala relación con alguien del pueblo de Dios. La amargura, el resentimiento, los celos, o cualquier otro mal sentimiento con seguridad disminuirán su habilidad de responder a Dios. Es mejor examinar diariamente sus relaciones. La Biblia dice que si una relación se obstruye o se rompe en el transcurso del día, es mejor que el final del día marque también el fin de la disensión.

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo. (Efesios 4:26)

Como resultado de la unidad que se describe en Hechos 2:46, sin duda que fluyó el estímulo y la exhortación. Hebreos 3:13 nos ordena ayudarnos y estimularnos mutuamente.

En principio, entonces, Dios nos dice que nos aseguremos cada día de que nuestras relaciones estén bien. Luego, como resultado de estas relaciones hemos de ministrar, servir y ayudarnos unos a otros. Con la mente renovada que usted puede tener según Romanos 12:1–2, hallará oportunidades de hacerlo.

En segundo lugar, alababan a Dios diariamente (vv. 46–47). La alabanza ha de ser la expresión diaria del hijo de Dios. Puede principiar como un sacrificio de obediencia, pero terminará como una expresión de alegría por la bondad de Dios.

En tercer lugar, renovaban diariamente su consagración. El ejemplo que se presenta en Hechos 2 nos muestra cómo los creyentes demostraban su consagración en acción. Cristo dijo que si alguno quería seguirlo debía “tomar su cruz cada día” (Lucas 9:23). Con estas palabras Él estaba diciendo que cada día necesitamos recordarnos que pertenecemos a Dios. Con esa actitud o firmeza de propósito todo debe hacerse para la gloria de Dios.

David aprendió que la consagración incluye el ofrendar a Dios cada día aquellas cosas que se han prometido hacer (Salmo 61:8).

En cuarto lugar, sin duda que buscaron a Dios para suplir sus necesidades diarias. Este debe ser también nuestro modelo: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11).

Entonces, la voluntad de Dios no es difícil. Nos confundimos cuando la mezclamos con otros asuntos. En nuestra diaria obediencia Él guiará nuestras cruciales decisiones de la vida.

¿Qué ha prometido Él? Ha dicho que diariamente renovará sus beneficios de gracia y de ayuda para nosotros (Salmo 68:19). No agotamos sus provisiones de mañana por gozar de su provisión de hoy.

Este es el ciclo diario—Dios lo ha establecido. Allí estaba ­con Adán, el primer hombre. Estuvo en las ceremonias de adoración de la nación de Israel. Estuvo en la iglesia del Nuevo Testamento. Y en ese ciclo diario, Dios nos guía.