¿Estoy fuera del plan de Dios?

A veces es agradable hacer la voluntad de Dios, pero en otras, es difícil. Abraham se enfrentó a tiempos difíciles. Dios había prometido a Abraham que él sería el padre de una gran nación. Pero los años habían pasado y la promesa no se había cumplido. El plan que Abraham y Sara habían trazado para
consumar la promesa de Dios había terminado dolorosamente. Entonces Dios había vuelto a hablar a Abraham y le había recordado su promesa. Finalmente la promesa se había cumplido en el milagroso nacimiento de Isaac. Pero las pruebas no habían terminado para Abraham.

Pocos años después, Dios dijo a Abraham que le ofreciera en sacrificio a Isaac—el hijo amado—en el monte Moriah. Abraham fue desafiado a obedecer a Dios a pesar de sus sentimientos, circunstancias, o deseos personales. Abraham aceptó el desafío. Obedeció la voluntad de Dios y experimentó un gran milagro: Dios suplió un carnero como sustituto de Isaac (Génesis 22:1–19).

Quizá se esté enfrentando a un desafío similar. Dios bien puede estar usando ciertas circunstancias de su vida para probar también su fe. En esta lección estudiaremos la forma en que las circunstancias se relacionan con el plan de Dios para nosotros. Al estudiar, usted descubrirá algunas formas en las que Dios puede usar las circunstancias para ayudar a cumplir su plan en la vida de usted.

Las circunstancias suscitan preguntas

Hay ocasiones cuando parece que las circunstancias confirman la voluntad de Dios. En otras las circunstancias visibles dificultan el cumplimiento de lo que sabemos que Dios nos ha ordenado. ¿Son las dificultades un indicio de que hemos perdido a Dios? ¿Es posible conocer la voluntad de Dios al saber cuán fácil o difícil es? ¿Qué sucede si nos parece imposible, es decir, si todas las condiciones exteriores aparentemente se conjugan para impedirnos hacer lo que sabemos que Dios nos ha ordenado? Consideremos la relación de nuestras circunstancias con el plan o la voluntad de Dios
para nosotros.

Las circunstancias pueden probar nuestra fe

Reconocemos cuán digna de confianza es determinada cosa al probarla. Un marinero deseará probar su embarcación al usarla en un lago o en un puerto antes de intentar cruzar el océano en él. Un alpinista deseará probar la resistencia de la soga antes de confiar su vida a ella cuando escale un
escarpado precipicio.

En algunas ocasiones parece que Dios usa las circunstancias difíciles para probar nuestra fe. Él prueba nuestra fe porque ella es nuestro lazo directo con Él; Dios obra mediante ella. Sin fe, nada de lo que hagamos encaja en su plan para nosotros ni es satisfactorio para Él.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6)

La prueba revela nuestra fe

Algunas personas piensan que confían en Dios cuando en realidad nunca han tenido que confiar en Él. Los sucesos y las circunstancias siempre han sostenido su confianza en Dios y han hecho de la voluntad de Dios algo fácil de cumplir. En muchos casos están haciendo lo que quieren hacer y sucede que lo que quieren hacer es la voluntad de Dios. ¿Cuán digna de confianza es esta fe?

Dios quiere que veamos en realidad cuánto confiamos en Él. Para mostrárnoslo, Él permite que las ayudas y apoyos exteriores sean eliminados. Esta circunstancia parece dificultarnos la obediencia; quizás hasta nos haga dudar si realmente estamos en la voluntad de Dios.

Sin embargo, si no permitimos que Dios nos pruebe y nos muestre cuánto confiamos realmente en Él, lo débil de nuestra fe no saldrá a la luz sino hasta que ataque Satanás.

Pedro estaba seguro de su lealtad a Cristo. En su propia opinión, él tenía mayor devoción que nadie. Antes del arresto de Cristo, Pedro le dijo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mateo 26:33).

Observamos que las circunstancias difíciles que Pedro experimentó revelaron la fragilidad de su fe en ese momento. No pudo permanecer sin los apoyos exteriores.

Sin embargo, la prueba de la fe tiene valor. El apóstol Santiago comprendió este valor. Él lo explicó así:

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Santiago 1:2–3)

Considere las ideas en esos versículos; pruebas, paciencia. Ellas indican oposición y dificultad. Con todo, no hay indicio de que la dificultad signifique que estamos fuera del plan de Dios para nosotros. De hecho debemos considerarnos afortunados cuando nos asaltan las pruebas.

Las pruebas edifican nuestra fe

La prueba de nuestra fe en circunstancias negativas puede también demostrarnos cuánto podemos confiar en Dios. Nos ayuda a edificar nuestra fe.

Sin duda que la experiencia de Abraham en el monte Moriah era una gran victoria de fe, la mayor que él había ganado. El había llegado al momento preciso de sacrificar a su hijo cuando Dios le mostró el carnero que debía ofrecer en su lugar. Había obedecido a pesar de la dificultad; su fe había sido probada y aprobada. Ahora él sabía que Dios podía suplir un sacrificio; ahora sabía que Dios podía conservar a su familia.

En 1 Samuel 17, leemos de la ocasión en que David se enfrentó a Goliat, un poderoso enemigo de Israel. ¡Parecía imposible que un joven como David venciera a un enorme guerrero como Goliat! Pero cuando David escuchó el reto de Goliat, estaba listo para luchar contra él.

¿Cuáles son algunas de las circunstancias que Dios nos permite encarar a fin de probar nuestra fe? Quizás haya peligros y desilusión. Quizás algunos de los que nos rodean no nos confíen. Puede ser que no nos sintamos bien del todo. Alcanzar nuestras metas puede demorarse más de lo que podemos aceptar. En todo ello Dios está probando nuestra fe en Él para mostrarnos lo que nos falta y ayudarnos a confiar más en Él.

Las circunstancias pueden disciplinarnos

Las circunstancias difíciles que surgen cuando tratamos de obedecer la voluntad de Dios pueden también disciplinarnos. Con esta disciplina Dios se propone dirigir nuestros esfuerzos hacia las metas que ha establecido para nosotros. Algunos piensan que la disciplina significa castigo, pero la verdad es que el castigo no es necesario para la disciplina. Sólo se hace necesario cuando no se responde a la verdadera disciplina.

La disciplina es entrenamiento; es la decisión de ciertas actividades a fin de cumplir con un objetivo.

En los deportes, la disciplina consiste en aprender a obedecer las reglas a fin de ganar un juego. La actividad fuera de las reglas no sólo hace que se malgaste indignamente la energía, sino que es hasta contraproducente. Recibe castigo.

La disciplina puede incluir un programa para mantenerse en forma. En deportes quiere decir que el atleta deliberadamente afronta oposición para poder ser más fuerte.

Es fácil ver la relación entre la idea de ser disciplinado y la de ser discípulo. Los doce discípulos de Cristo fueron hombres disciplinados para hacer la voluntad de Él. Cuando leemos los relatos de su vida vemos que Cristo constantemente les permitió, y hasta los dirigió, a enfrentarse a dificultades. Estas experiencias fueron parte de su entrenamiento.

Ellos se hallaban en un barco con Cristo en una peligrosa tormenta, pero parecía que Él no se preocupaba por ello. Él estaba durmiendo (Marcos 4:35–41). Nueve de ellos quedaron al pie de la montaña donde Cristo se transfiguró. Allí se enfrentaron a un muchacho poseído del demonio (Marcos 9:14–29).

En cada una de estas circunstancias negativas y difíciles, Cristo llevó a los discípulos al límite de su capacidad. Les estaba enseñando una total dependencia de Él. Estaba llamando su atención hacia Él para que la alejaran de sus propias limitaciones.

No debiéramos permitir que las dificultades causaran confusión en nuestra mente tocante a la voluntad de Dios. Más bien debiéramos darnos cuenta de que quizá Dios esté usando esos problemas para afirmarnos en Él. Por ello una de las claves para vencer las dificultades estriba en dirigir nuestra atención hacia Dios.

Las circunstancias pueden estimularnos

Es cierto que las circunstancias difíciles prueban nuestra fe y nos disciplinan. Sin embargo, esos mismos problemas pueden ser una fuente de estímulo, dependiente de la forma en que respondemos a ellos y de lo que conozcamos de la voluntad de Dios. Consideremos tres aspectos de dicho estímulo.

Prueban que pertenecemos a Dios

En primer lugar, las dificultades nos pueden probar que pertenecemos a Dios. La Biblia habla claramente acerca de las fuerzas del mal que están en el mundo. Satanás es el enemigo del seguidor de Cristo. En cada oportunidad se opone al progreso del reino de Dios. Satanás lo hace deliberada, voluntaria, y maliciosamente. Es poderoso aunque su poder es limitado. Es más engañoso que poderoso; es el padre de la mentira.

Satanás es el enemigo del cristiano y también lo es el sistema del mundo. Este sistema no es de justicia. Está edificado sobre la mentira, la opresión, y la injusticia. Es un sistema distorsionado en el que los hombres llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo. Es un sistema de promesa sin cumplimiento, de conocimiento sin verdad. Se opone a Dios y a los hijos de Dios. Rechazó y crucificó al Hijo de Dios porque Él era justo; su justicia despertó el odio del sistema.

Entonces, ¿qué espera el hijo de Dios cuando empieza a seguir la voluntad de Dios? Vive en un mundo distorsionado y procura caminar rectamente. En un mundo oscuro, desea seguir la luz. La Biblia nunca presenta la voluntad de Dios como de acuerdo con el sistema, ni siquiera en coexistencia pacífica con ello. Los dos se hallan en guerra, fricción, conflicto, enfrentamiento. Cristo dijo:

En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)

En lugar de que la dificultad nos haga preguntar si no hemos hecho la voluntad de Dios, bien pudiera ser una indicación hecha por Cristo de que estamos haciendo su voluntad. Esto es particularmente cierto si la dificultad se ha originado en el contraste entre el sistema maligno y nuestra vida de rectitud.

En Lucas 6:20–26 notamos el estímulo que se da a los discípulos en los versículos 20–23. Ellos deben ser alentados directamente por las dificultades. Al mismo tiempo, observe las advertencias que se dan en los versículos 24–26. Estas advertencias se relacionan directamente con el recibimiento de
la aprobación del sistema mundano.

Las dificultades pueden estimularnos. Pueden indicarnos que hemos hecho la voluntad de Dios, y no que la hemos pasado por alto.

Oportunidades para la victoria

En segundo lugar, las dificultades nos ofrecen una oportunidad para la victoria. Las tribulaciones se originan en el sistema del mundo y por estar en él. Pero Cristo ya venció al sistema del mundo.

Las dificultades y la oposición no hacen que sea imposible obedecer la voluntad de Dios; se pueden vencer los problemas. En realidad, hacen posible la victoria, pues debe haber conflicto para obtenerla. En Cristo somos vencedores y más que vencedores.

El carácter de un hombre se puede comprender al observar tanto a sus enemigos como a sus amigos. La Biblia dice que ser amigos del mundo nos constituye en enemigos de Dios. Es decir, si somos amigos de Dios, seremos enemigos del mundo.

¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4)

¿Acaso un conquistador busca la aprobación del enemigo vencido? Nosotros tampoco queremos perder la disciplina de mantener nuestra atención fija en Dios al buscar la aprobación o la colaboración del sistema mundano. Al contrario, la victoria sobre el mundo nos da nueva determinación para seguir a Dios.

Confianza en la oposición

En tercer lugar, las dificultades pueden darnos la confianza de que estamos tratando de agradar a Dios. Ya hemos mencionado tanto los problemas con Satanás y con el sistema mundano y cómo esos problemas pueden ser una fuente de estímulo. Pero hay una tercera área en la que nos enfrentamos a las dificultades. En la Biblia se le llama “naturaleza humana”, “cuerpo del pecado” o “la carne”. No se trata del cuerpo físico. Se trata de aquella parte de nosotros mismos que armoniza con el mundo y desea lo que éste ofrece.

Ya es suficientemente malo tener a Satanás como enemigo. Además, vivimos en un mundo malo y en el sistema que ha producido. Pero la mayor dificultad consiste en que estamos unidos a un enemigo de Dios: nuestra naturaleza humana. No podemos separarnos de ella; tenemos que conquistarla. Pero para conquistarla es necesario librar una batalla.

Gálatas 5 proporciona una lista de las obras de la carne o la naturaleza humana. No es una lista completa, pero menciona lo suficiente como para que podamos reconocer otras que no se mencionan.

¿Cómo podemos ser estimulados por la oposición de la carne o la naturaleza humana? Al saber que hay una incesante guerra entre la carne y el Espíritu de Dios obtenemos la confianza de que cuando nos negamos a seguir la carne, agradamos a Dios. Si estuviéramos viviendo de acuerdo con
nuestra carne, entonces no habría lucha. La carne no pelea contra la carne; la batalla se libra entre la carne y el Espíritu.

De muchas maneras Dios puede usar las circunstancias adversas para ayudarlo a seguir su plan. Pueden ayudar a que crezca su fe. Pueden ayudarlo a aprender a depender de Dios. Pueden ofrecerle oportunidades para la victoria. Medite en loque Cristo advirtió: una cruz, una lucha, una carrera, rechazo del mundo, tentación y tribulación. Pero piense también en lo que prometió: la victoria, una corona, un trono, una vestidura blanca, y la aceptación del Padre. “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Santiago 1:2).

Ahora que usted ha completado la primera unidad, usted está preparado para contestar las preguntas de la Evaluación de Unidad Uno. Repase las lecciones anteriores, luego siga las instrucciones que están en la hoja de respuesta. Envíe su hoja de respuesta a la dirección de su oficina de inscripción.

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