¿Me hará saber Dios lo que debo hacer?

Sin duda usted ya ha aceptado a Cristo como su Salvador. Para esta fecha usted se habrá dado cuenta de que Él tiene un plan para su vida. Estoy seguro de que desea cumplir la voluntad de Dios para usted.

Sin embargo, quizás usted se pregunte acerca de su relación con el plan de Dios ahora. Quizás usted no esté seguro de que es parte de ese diseño ni de que Dios quiere hablarle acerca del mismo.

En esta lección usted descubrirá cuál es su posición actual en el plan de Dios. Conocerá algunos hechos que le mostrarán la razón de que puede confiar en que Dios desea hablarle. También aprenderá respecto a las promesas y a la provisión que Él ha hecho para guiarlo en el cumplimiento de su plan para usted.

Usted ya está dentro del plan de Dios

Como creyente, usted tiene confianza en que ha aceptado a Cristo y que es hijo de Dios. Debe tener esta misma confianza a fin de entender la voluntad y el plan de Dios para usted. Revisemos lo que experimentó al recibir a Cristo, para ayudar a fortalecer esa confianza. Aunque su experiencia fue única y personal, contenía algunos puntos básicos de los que participa todo aquel que recibe a Cristo.

Usted creyó en Cristo

Lo que experimentó al recibir a Cristo no sucedió por coincidencia o casualidad. No llegó a esta maravillosa relación por accidente; nadie ha sido salvo de esa manera. En alguna forma Dios le comunicó su plan. Además, le dio la oportunidad de escuchar las buenas nuevas de Jesús y su plan de salvación. Mas el mensaje de Dios en sí no fue su salvación; obtuvo éste cuando usted obedeció.

¿Qué fue lo que obedeció? Usted obedeció el mandato divino de creer o tener completa fe en Cristo y no algún esfuerzo humano que ganara su salvación. Un elemento común se destaca en las instrucciones que dan las Escrituras para la salvación: creer (fe). La obediencia que siempre se nos
demanda es esta: debemos creer.

Observe, por ejemplo, la respuesta de Pablo y Silas a la pregunta del carcelero de Filipos: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30). Su respuesta constituye la instrucción más sencilla posible para la salvación: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). El carcelero tuvo que obedecer la instrucción de creer en Cristo para ser salvo.

Igualmente, en respuesta a su obediencia, Cristo vino al corazón de usted.

Usted obedeció la Palabra

Al convertirse a Cristo usted obedeció la Palabra de Dios, la Biblia. En ella aprendemos acerca de la persona de Dios, de su santidad, y de su Hijo, Jesucristo. La Biblia dice que Cristo vino al mundo, que murió y resucitó, y que perdona los pecados. En otras palabras, cuando usted recibió a Cristo, fue obediente a la voluntad de Dios según se revela en la Biblia.

Aprendió lo suficiente de la voluntad de Dios como para obedecer y convertirse en hijo de Dios.

Usted obedeció al Espíritu

Al mismo tiempo que usted se enfrentó con los hechos que la Palabra de Dios enseña, sin duda que experimentó una convicción interna. Por ejemplo, usted no sólo aprendió sobre la resurrección de Cristo. En realidad fue convencido de que Cristo resucitó y vive. Esta convicción procedía de la obra del Espíritu Santo al dirigirlo a la verdad. Usted le obedeció al responder a esta convicción.

Usted obedeció a la Palabra y al Espíritu. Como resultado, ahora es hijo de Dios. El plan de Dios para usted no principia en el futuro. Principió cuando Él le convirtió en su hijo. Pudo comunicarle su plan aunque usted estaba separado de Él. Como su hijo, puede estar seguro de que continuará hablando a usted.

Dios quiere que usted siga el plan de Él

Como sus hijos, Dios quiere que le obedezcamos. En esta forma seguimos su plan. Muchas veces en toda la Biblia se hace esta demanda (véase, por ejemplo, Deuteronomio 27:10; 1 Samuel 12:14; y Mateo 19:17). La principal idea del Salmo 119 es la cercana relación entre el amor y la obediencia a la ley; es decir, a la Palabra de Dios (véase, por ejemplo, los versículos 47, 97 y 167). Además, Cristo considera la obediencia como la más importante expresión posible del amor (Juan 14:15).

La obediencia trae bendición

Una de las principales razones de que Dios quiere que le obedezcamos se debe a que el hacerlo trae bendición a nuestra vida.

El pueblo de Israel sufrió penurias cuando estuvo esclavizado en Egipto, pero Dios los libertó. Ellos estarían en el desierto durante toda una generación.

El Salmo 1 nos habla del hombre cuya delicia está “en la ley de Jehová” (v. 2). Esta persona recibe muchas bendiciones. Su vida es como un árbol fructífero cuyas hojas no se secan y que disfruta de prosperidad.

Otros pasajes bíblicos también describen las bendiciones que obtenemos cuando obedecemos la voluntad de Dios. En el Sermón del Monte (Mateo 5-7), Cristo promete felicidad a aquellos cuyo carácter es como el de Él, puro de corazón, misericordioso, y pacificador. En Romanos 2:7 leemos que
quienes perseveran en hacer lo recto recibirán la vida eterna.

Su obediencia edifica el reino de Dios

El crecimiento del reino de Dios en ocasiones depende de nuestra obediencia. Reconocemos esta verdad inmediatamente cuando consideramos las palabras de la oración que Cristo enseñó a sus discípulos: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Nuestra obediencia es esencial en el reino de Dios. Su reino se edifica en la tierra cuando obedecemos su voluntad.

En la Biblia leemos que en las ocasiones cuando se siguió el plan de Dios su reino fue edificado. También leemos de otras ocasiones cuando la desobediencia de los hijos de Dios pareció frustrar su plan.

En el huerto del Edén, por ejemplo, Adán comió el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 3:6). ¿Bendijo o maldijo Dios a la Creación por la desobediencia de Adán? Antes de que él lo comiera, había paz en todas partes. No hay indicios siquiera de que los animales se mataran unos a otros. No había espinos. Adán tuvo la oportunidad de llenar con su descendencia una tierra llena de paz. Pero observe lo que sucedió cuando desobedeció.

La imagen de Dios se opacó con Adán. Éste comenzó a acusar a su esposa y a esconderse de Dios. Entonces la tierra, creación de Dios, fue maldita. En la maldición se incluyó a la tierra, a los animales, y al hombre. La desobediencia afectó el reino que Dios había creado (Génesis 3:8–19).

Así como la desobediencia de Adán afectó tan drásticamente al reino en forma negativa, la perfecta obediencia de Cristo afectó al reino en forma positiva. De hecho, todo el reino terrenal se afectó tanto por Adán como por Cristo. Sus actos produjeron los más importantes resultados. En Adán toda la Creación fue maldita; en Cristo toda la Creación fue redimida.

Otras personas también influyeron sobre el reino de Dios. En la Biblia leemos acerca de Abraham, Josué, David, y Elías. Ellos hicieron un gran impacto en el reino de Dios mediante su obediencia.

Su obediencia agrada a Dios

Dios desea que sus hijos obedezcan para su propia bendición y para el bienestar de su reino. También, en forma más íntima, Dios se agrada de la obediencia.

Cristo no buscó hacer su propia voluntad, sino la del Padre. Él dijo que hacía sólo las cosas que agradaban a su Padre (Juan 8:29). Su obediencia mostró la plenitud de la relación Padre-Hijo.

¡Cuánto agrado debió de haber experimentado el Padre cuando vio a su Hijo Unigénito tan perfectamente obediente! Observe en Mateo 3:17 y 17:5 cómo respondió Dios a la vida de obediencia de su Hijo. Dios habló desde el cielo y dijo que se sentía complacido. Usted también, como hijo de Dios, puede serle agradable a Él mediante su obediencia.

Dios desea revelar su plan

Si Dios puede revelarnos su voluntad antes de que seamos sus hijos, y si se agrada con la obediencia de sus hijos, ¿acaso no nos hará saber su voluntad para que podamos obedecerla?

Algunos se acercan a Dios como si debieran convencerlo de que les revelara su voluntad. Se esfuerzan en la oración y hasta se les hace imposible actuar mientras tratan de “hallar la voluntad de Dios”. ¿Es este el cuadro que la Biblia nos presenta?

Medite en las parábolas en las que Cristo enseñó acerca de la responsabilidad del hombre, como las que se registran en Mateo 25:14–30 y en Lucas 12:42–48. En ningún caso Cristo enseñó que al hombre se le dificultaría saber lo que Dios quisiera que hiciera. ¡Dios quiere revelar su plan! Sin
embargo, ¿cuáles hechos nos demuestran que Dios quiere que hagamos esto?

Dios ha prometido dirigirlo

Sabemos que Dios quiere revelar su plan porque Él ha prometido guiarnos. Él no nos dejará sin dirección.

Cuando Cristo estaba en la tierra, a los discípulos no se les dificultó saber su voluntad; sencillamente Él se la dijo. Los envió a testificar cuándo y dónde Él quiso que fueran. Cuando alimentó a los cinco mil con cinco panes y dos peces, les dijo cómo debían servir a la gente (Lucas 9:14).

Ellos no sólo aprendieron por lo que Cristo dijo, sino también mediante su ejemplo. Sin duda que fueron parte de su ministerio a dondequiera que Él iba. De ese modo conocieron su voluntad.

Pero Cristo sabía que no estaría siempre con ellos en la misma forma. ¿Cómo sabrían ellos qué hacer cuando Él regresara al cielo? ¿Se confundirían? ¿Cómo les haría saber su voluntad?

Juan 14–16 registra lo que Cristo dijo a sus discípulos a fin de prepararlos para cuando Él ya no estuviera presente. Les dijo lo que Él estaba haciendo (preparando un lugar para ellos). Y les dijo que no se entristecieran con su partida. De hecho, les dijo que su regreso al cielo sería una ventaja para ellos. Si Él se iba, solamente así el Espíritu Santo, la clave para entender la voluntad de Dios, vendría a ellos (Juan 16:7).

En sólo tres capítulos se registran muchas pruebas que Cristo dio a sus seguidores de que no quedarían solos. En el siguiente ejercicio usted considerará algunas de estas.

Dios ha provisto la forma de dirigirlo

¿Qué ha provisto para guiarlo? Las promesas que estudiamos, ¿son para el futuro o ya se han cumplido?

En Hechos 2, leemos que el Espíritu Santo fue dado como Cristo lo había prometido. Cristo sí regresó al cielo; sí pidió al Padre que enviara al Espíritu Santo; la iglesia sí recibió lo que Cristo había prometido.

Sin embargo, el libro de los Hechos no sólo registra el cumplimiento de la promesa de Cristo de dar el Espíritu a sus seguidores. También registra que esta provisión fue suficiente para su dirección. La verdad es que ellos pudieron hacer más para el Señor después que el Espíritu Santo vino, de lo que
pudieron hacer cuando Cristo estaba en la tierra. Su partida les proporcionó una ventaja, tal como Él lo había prometido.

Por tanto, la Biblia dice que el Espíritu Santo constituye la provisión de Cristo para guiarnos al conocimiento de la voluntad de Dios. Pero más aun, la Biblia da ejemplos específicos de cómo el Espíritu Santo actúa e instruye en la forma en que podemos cooperar con su obra.

El Espíritu ora

Sin duda que al preguntar: ¿Me hará saber Dios lo que debo hacer? usted se ha enfrentado a este problema: ¿Cómo y por qué debo orar? Dios tiene la solución a este problema: el Espíritu Santo puede orar a través de usted y lo hará en perfecta armonía con la voluntad del Padre. Su oración puede ser la perfecta expresión del deseo del Padre (Romanos 8:26–27).

El Espíritu concede dones

Sus dones constituyen otra forma por la que el Espíritu nos hace saber la voluntad de Dios. Estos se describen en 1 Corintios 12 y 14. Al ensalzar a Cristo a través de ellos se edifican la iglesia y el individuo. Mediante la palabra de sabiduría o conocimiento, recibimos una idea específica de la
persona y la mente de Dios. Esta percepción va más allá de lo que podemos aprender mediante nuestra inteligencia natural.

El Espíritu mora en la persona

En forma verdadera el Espíritu mora en usted, ahora que ya es hijo de Dios. Usted es un medio a través del cual Dios habla.

El Espíritu Santo condujo a Cristo al desierto (Mateo 4:1). El Espíritu Santo guió a Felipe para que testificara a un funcionario etíope (Hechos 8:29). Pablo quería ir a Asia, pero el Espíritu Santo lo dirigió a Europa (Hechos 16:6–l0). En la misma forma, el Espíritu Santo que mora en usted es la
provisión de Dios para conducirlo en su voluntad.

El Espíritu dio la Palabra

Hay una forma específica que Dios ha provisto para que el Espíritu Santo nos guíe: al darnos su Palabra, la Biblia. En otra lección aprenderemos la forma en que Dios usa la Biblia para hablarnos. Sin embargo, ahora le es de mayor importancia comprender que la Palabra de Dios es el producto del Espíritu Santo (2 Pedro 1:21). Es el medio por el cual el Espíritu habla hoy. Mediante ella, juzgamos todos los otros mensajes.

Usted es hijo de Dios. ¿Le dirá acaso lo que debe usted hacer? ¡Claro que sí! Usted puede estar seguro de que Dios puede hablarle, de que quiere que usted conozca su voluntad, y de que ya ha hecho provisión para ese propósito.

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