¿Cómo puede Dios hablarme?
“Salid…y no toquéis lo inmundo.” La voz era insistente, tenía autoridad, era convincente. Samuel iba de regreso a casa cuando la escuchó. El tenía una importante posición en una empresa que le pagaba muy bien, pero no honraba a Dios. La voz interrumpió sus pensamientos; era real. Samuel estaba
seguro de haberla escuchado, pero no estaba seguro si con sus oídos o con el corazón. En alguna parte había escuchado antes esas palabras.
Samuel había crecido en un hogar cristiano; recordaba haber ido a las clases bíblicas cuando era un muchacho. Su hermano y sus hermanas servían al Señor, pero desde muy temprano en su vida Samuel se sintió atraído por la “buena vida”: mucho dinero, casas grandes, abundancia de comodidades. Por ello su vida había tomado un rumbo distinto al del resto de la familia. No había permitido que su conciencia lo molestara. Era joven, tenía metas bien establecidas, y le iba muy bien en el “camino del éxito”. Entonces oyó esa voz. ¿De dónde provenía? ¿Quién estaba hablando? Se preguntaba a sí mismo.
Mientras Samuel escuchaba comprendió con seguridad una cosa: era la voz de Dios. Recordó esas palabras de una de las historias de la Biblia; pero estas eran algo más que un recuerdo. Se detuvo completamente a mitad del camino, meditó en Dios, y respondió con consagración de su vida a Él.
Dios habla. Se le puede escuchar. A veces lo hace en la forma en que Samuel lo “escuchó”; otras, de diferente forma. Esta lección le ayudará a descubrir la manera en que Dios habla a usted.
Las formas en que Dios nos habla
Algunas personas desperdician mucho tiempo en preocuparse y preguntarse si Dios puede comunicarse con ellos. ¿Puede hablarme Dios? ¿Cómo puede hablar?, se preguntan a ellos mismos. Es curioso observar que se piense que a Dios, quien nos creó y nos dio la capacidad para oír y para
comunicarnos con otras personas, ¡se le dificulte hablar! Sin embargo, Dios habla. Él ha seleccionado algunas formas para comunicarse con nosotros.
Dios habla a través de la Biblia
El medio principal en que Dios nos habla es su palabra escrita, la Biblia. Parece imposible que un libro escrito hace casi dos mil años pueda hablar hoy a un individuo respecto de la voluntad de Dios para él. Pero la Biblia es algo más que un libro. Es el mensaje de Dios mismo para nosotros.
Este hecho nos asegura que ella puede hablarnos y que la podamos entender.
El Espíritu Santo inspiró la Biblia. Él es la tercera persona de la Trinidad. Él es Dios así como el Padre y el Hijo son Dios. Cada atributo que los demás tienen, Él también los tiene, inclusive el de completo conocimiento. Él sabe y conoce todo.
Conoce el presente, el pasado, y el futuro. Él lo conocía antes de que usted naciera, antes de que existieran sus padres, o aun antes de que hubiera cualquier otra persona. Él es el autor de la Biblia. Él dirigió su escritura, se aseguró de su exactitud.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:19–21)
Ella es la revelación del plan de Dios para la humanidad. No solamente es capaz de guiarnos a la salvación, sino que también es suficiente para darnos dirección adicional. El Espíritu Santo incluyó en la Biblia todo lo que usted necesita para una vida cristiana victoriosa.
Lo milagroso de la Biblia no es sólo la forma en que fue escrita, sino también la manera en que se entiende. El Espíritu Santo está activo. Fue el agente de la autoridad de la Biblia. Es el agente de su comprensión.
Medite en algunos pasajes bíblicos que estudió en la lección 2, los cuales aseguran que el Espíritu Santo puede guiarnos.
Por ejemplo, recuerde la enseñanza de Cristo en Juan 14 y 16 respecto al Ayudador o Consolador que vendría, el Espíritu Santo (Juan 14:16; 16:12–15). Recuerde la garantía que se da en Romanos 8:26–27 de que el Espíritu conoce la mente de Dios y que dirigirá nuestra oración. Cristo dijo aun que el Espíritu Santo nos recordaría sus enseñanzas.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)
¿En qué forma lo hace el Espíritu Santo? Mediante la Palabra, de la cual Él es el autor.
¿Ha leído usted alguna vez la Biblia y repentinamente le pareció que sobresalía un pasaje? Se refirió a su necesidad; usted no estaba seguro por qué, pero le dio una respuesta y dirección. Puede haberle dado seguridad. No experimentamos ésta por buscar en las Escrituras apoyo a nuestras ideas, sino al procurar conocer la mente de Dios mediante la Biblia.
Cristo sabía perfectamente que el Espíritu Santo hablaba de esa manera, porque con frecuencia citaba pasajes del Antiguo Testamento y decía que se referían a Él. Sin la ayuda del Espíritu Santo, la verdad o dirección no se hubiera obtenido (véase Lucas 4:18, por ejemplo). Otros también
han experimentado esta clase de revelación (como Pedro en Hechos 2:14–21).
Samuel, de quien leyó usted al principio de esta lección, es un amigo mío muy cercano. Aquella voz que él oyó era la de Dios que hablaba a través de Isaías 52:11, aunque las palabras originalmente fueron dirigidas a otras personas. Este es un ejemplo de que el Espíritu Santo usa las palabras de la Biblia para hablar y hacer inteligible su mensaje.
El Espíritu Santo nos guiará para aplicar la Biblia según los principios que se enseñan claramente. Él no se contradecirá a sí mismo.
Si los principios de la Biblia nos han de ayudar a seguir el plan de Dios, entonces debemos entender cómo se dan en la Biblia. Esta no es simplemente una colección de ideas acerca de la vida. Es el registro de la voz de Dios dirigida a los hombres y la respuesta de estos a Él. Los principios se presentan y entendemos su significado al examinar los relatos de su efecto en la vida de los hombres. Estos relatos nos muestran cómo se aplicaron los principios y nos ayudan a guardar equilibrio sobre nuestro punto de vista respecto de ellos.
Por ejemplo, Cristo enseñó el principio de la victoria final de la mansedumbre o la humildad: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
Sin embargo, ¿qué es humildad? Entendemos cómo funciona en relación con otras cualidades al estudiar la vida de Moisés (véase por ejemplo, Éxodo 12).
Entendemos la diferencia entre arrepentimiento y tristeza al observar la vida de David y Saúl, dos reyes de Israel. No fue la gravedad del pecado de Saúl lo que causó la pérdida del reino. Fue el hecho de que respondió con tristeza, pero nunca se arrepintió verdaderamente ni cambió sus caminos. David, por el contrario, se arrepintió de todo corazón. (Compárese, por ejemplo, 1 Samuel 13:8–14; 15:17–25; 2 Samuel 12 y Salmo 51).
Podemos decir, entonces, que el Espíritu Santo aplica la Palabra para guiarnos dentro de los principios que son consecuentes y también comprensibles según vemos cómo han operado en la vida de los hombres.
Dios habla a través de otros
Dios también usa a otros para explicarnos su voluntad. Bien puede usar a cristianos o a inconversos para hacerlo.
Trabajamos o vivimos dentro de estructuras o relaciones que se basan en la autoridad, como: el gobierno, la familia, el negocio, y la iglesia. Cada una de estas tiene la responsabilidad de cierta esfera de dirección. Cada una se reconoce en la Biblia como un medio por el cual Dios habla. Por ejemplo, los padres dirigen a sus hijos pequeños y la Biblia dice que es la voluntad de Dios que los hijos obedezcan.
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. (Efesios 6:1)
Los gobernantes de una nación tienen el derecho de dirigir a sus ciudadanos y las Escrituras dicen que es la voluntad de Dios que aquellos sean obedecidos.
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (Romanos 13:1)
Además de estas clases de relaciones, hay también aquellas que tienen que ver con ciertas personas a quienes Dios ha escogido para que se relacionen con nuestra vida. Son sabios porque han caminado mucho tiempo con Dios; con frecuencia su consejo es valioso porque conocen los caminos de Dios.
El rey David, no obstante, cayó en pecado al censar al pueblo de Israel porque desdeñó el consejo de Joab (2 Samuel 24:3–4, 10). Jetro no tenía “autoridad” sobre Moisés ni Joab sobre David; de hecho, Moisés era el líder y David era rey. Pero el consejo tenía cierto valor.
Dios puede usar un examen o prueba escolar para mostrarle que le ha dado ciertos dones o habilidades. Dios puede hablar mediante los maestros que a menudo reconocen talentos especiales.
¿Qué sucede si no estamos de acuerdo con el consejo que recibimos (como generalmente ocurre)? Se deben desdeñar los consejos que se oponen a la dirección de la Biblia. A veces necesitamos considerar a la persona que nos da el consejo: ¿Cuáles son sus intenciones tocante a nosotros? Sin embargo, con estas precauciones contra la confusión, recuerde, tenemos confianza de que Dios puede hablar claramente y Él lo hará.
Dios habla a través de experiencias pasadas
Las experiencias pasadas al seguir la dirección de Dios lo ayudarán a aprender a oír su voz más claramente a través de cualquier medio que Él desee usar. Al reflexionar en su vida, usted reconocerá que Dios ha sido fiel; Él ha hablado. Cada vez que usted puede identificar su voz que le dirige en su vida, usted la puede reconocer mejor.
De la misma forma en que Dios obró en la vida de los personajes de la Biblia de acuerdo con ciertos principios, obrará en la vida de usted. Probablemente al principio usted considerará la obra de Dios en su vida como una serie de sucesos sin relación entre sí. Después, posiblemente usted
podrá ver el modelo. Finalmente, de su propia experiencia al seguir a Dios, descubrirá los principios por los cuales está obrando. La siguiente ilustración constituye un ejemplo de ello.
Cuando Jaime graduó del Instituto Bíblico, dos diferentes iglesias lo llamaron para que fuera su pastor. Él oró, leyó la Biblia, y buscó el consejo de sus líderes espirituales. Nada parecía estar claro. No se violaría ningún principio bíblico si optaba por una u otra iglesia. Sus maestros del instituto le
aconsejaron escoger una; un laico espiritual le aconsejó la otra. Finalmente, no pudo esperar más y tuvo que hacer una elección. Casi con temor hizo su decisión y lo hizo saber a las iglesias. Ahora se hallaba comprometido. Había hecho todo lo que él sabía que debía hacer.
Lo maravilloso fue que el temor que había experimentado por su elección fue reemplazado por una confianza en su compromiso. Estaba seguro de que se hallaba dentro de la voluntad de Dios.
¿Tuvo suerte Jaime e hizo la elección correcta? No. Su decisión no fue hecha al azar…fue el resultado de la dirección de Dios. Junto con su búsqueda de consejo, Jaime deseaba honestamente hacer la voluntad de Dios. Estaba andando en el Espíritu. Tenía una mente renovada o cambiada (Romanos
12:1–2). Su decisión realmente la hizo—sin conocimiento consciente de ello—en respuesta a la dirección del Espíritu Santo.
Algunos años después Jaime tuvo que hacer otra decisión importante. Una vez más buscó a Dios, oró, escuchó consejos, consideró las diferentes posibilidades. En esta ocasión tampoco escuchó una voz del cielo. De nuevo llegó el momento cuando no pudo esperar más y tuvo que decidirse. Lo hizo y otra vez su temor fue sustituido por confianza al seguir a Dios.
Jaime empezó a darse cuenta de que un principio permanecía constante en su búsqueda de la voluntad de Dios. Cuando había sido sincero al buscar a Dios, Él lo había dirigido cada vez que había sido necesario que él hiciera una decisión. Ese principio vino a ser la base de su confianza. Vio
que el principio expuesto en el Salmo 37:23, “por Jehová son ordenados los pasos del hombre”, estaba obrando en su propia vida. Podía confiar en Él. Nunca tuvo que identificar una voz; sin embargo, Dios estaba hablando. Dios estaba hablando de diferentes formas. Al combinarse éstas, la decisión de Jaime era realmente una respuesta a Dios.
Dios puede hablar directamente
Además de usar su Palabra, a otras personas o las experiencias pasadas para hablarnos, Dios también nos habla directamente en ocasiones. ¿Con cuánta frecuencia usa Dios esta forma? Si incluimos también nuestra conciencia como representación de la voz de Dios, pudiéramos decir
que muchísimas veces. Si nos referimos a palabras audibles, diríamos que Dios con más frecuencia decide usar la Biblia. No obstante, Dios habla. Y recuerde, el mensaje nunca estará en contraposición a lo que Él ya ha dicho en su Palabra.
¿Cómo sabe usted si la voz que escucha es la de Dios? La Biblia nos ofrece dos verificaciones que se equilibran mutuamente. La primera es subjetiva. Así como la oveja conoce la voz del pastor (Juan 10:4), usted conocerá la voz de su Pastor (Juan 10:14–15). Cuando usted ha buscado a Dios, ha llenado su mente con su Palabra y ha seguido al Espíritu Santo, puede saber que Dios está hablando.
La segunda verificación fortalece a la primera: la dirección de Dios siempre estará de acuerdo con su Palabra escrita. Isaías 8:20 observa: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”
Por qué algunos no oyen la voz de Dios
Generalmente, hay dos razones principales de que la gente no capte la voz o la dirección de Dios: Una, no aceptan los métodos que Dios usa para hablar. Otra, no han obedecido lo que Dios ya ha dicho.
Rechazo del método de Dios
En primer lugar, algunas personas ya han determinado la forma en que Dios debe hablar. Cuando Él escoge otra forma, no están preparados para ello. A veces dejan de oír totalmente la voz de Dios; otras, rechazan el mensaje debido al medio usado (según parece).
Hebreos 1:1–3 nos dice que Dios cambió la forma en que hablaba a los hombres. Antes de la venida de Cristo Dios habló por los padres o ancestros y los profetas. Pero después decidió sustituir esa forma de hablar, haciéndolo a través de su Hijo. Cristo dio el perfecto mensaje sobre quién era Dios. Pero como algunas personas no aceptaron el medio (Cristo), no pudieron oír el mensaje (quién era Dios).
Naamán era un gran general que tenía buen éxito en todo. (Véase 2 Reyes 5.) Pero había una sombra en su vida: padecía lepra, una terrible enfermedad de la piel. Dios utilizó diferentes métodos para hablarle y finalmente lo llevó al profeta Eliseo. Naamán esperaba que el mismo Eliseo le hablara, pero en su lugar el siervo de Eliseo le llevó el mensaje (vv. 9–12). Sin duda que a Naamán se le dificultó aceptar el mensaje, en parte
porque no le gustó el mensajero. Sin embargo, cuando obedeció el mensaje, fue sanado (vv. 13–14).
A veces Dios puede decidir hablarnos en una forma en la que no estamos acostumbrados. Ese es el derecho y la facultad de Dios. No se quede sin el mensaje de Dios por causa de los medios que Él usa.
Desobediencia
En segundo lugar, otras personas se pierden del mensaje y la dirección de Dios por causa de la desobediencia. Ya hemos señalado cuán necesaria es la obediencia para escuchar la voz de Dios (véase lección 2). Pero repito este principio ahora porque es muy importante. Gran parte de lo que Dios dice es progresivo, es decir, que se nos da a conocer poco a poco. No se nos muestra el plan completo al principio.
Gedeón estaba preparando un ejército para libertar a Israel. Estaba recibiendo órdenes de Dios acerca de la forma en que lo haría. Si en alguna ocasión hubiese desobedecido, no podrá esperar que Dios continuara revelándole su plan de acción. Pero conforme Gedeón seguía cada paso, el siguiente se le comunicaba claramente. Finalmente reunió a un ejército de trescientos hombres escogidos que vencieron a millares de madianitas. (Véase Jueces 7:1–25.)
La experiencia de Gedeón sugiere este consejo: si a usted se le dificulta oír la voz de Dios para dirigirle, principie a buscar en la Palabra de Dios hasta encontrar dónde ha fallado usted en hacer lo que Él ya le había revelado que era su voluntad.
La seguridad de que Dios hablará
Ninguno que desee hacer la voluntad de Dios debe temer que no pueda escuchar la voz divina. El poder de comunicarse no depende de nosotros sino de Dios.
Dios habla; le hablará a usted. En ello usted puede tener confianza. Él puede hacerse oír. La Biblia registra innumerables ejemplos de que Dios hablaba y se le escuchaba aun cuando los hombres no prestaban atención a su voz. (Véase Jonás 1:3 y Hechos 9:1–6.) Ciertamente Dios hablará a quien lo escucha.