¿Demanda Dios demasiado?

Samuel tenía 17 años y por primera vez se hallaba lejos del hogar. Había cursado algunos años de estudio en su pueblito. Ahora se hallaba en la universidad en la capital de su país. Su primer día de clases fue casi aterrador; había tantos estudiantes en un solo grupo como los que había en toda la escuela del pueblo. Además, el maestro empezó a enumerar lo que esperaba que los alumnos hicieran durante el año: lecturas, monografías,
exámenes, informes orales, proyectos. ¡Parecía imposible! Samuel se sintió muy desanimado.

De lo que Samuel no se daba cuenta era de lo siguiente: no debía hacer todo en un solo día; además, el maestro lo ayudaría. Para eso estaba allí; para ayudar a Samuel a alcanzar aquellas metas de aprendizaje. Samuel podría progresar gradualmente. Cada nueva lección se edificaría sobre el conocimiento obtenido en la anterior. Con el tiempo, alcanzaría las metas.

En ocasiones cuando principiamos a considerar el gran plan de Dios nos sentimos como se sintió Samuel. Se ve demasiado grande; se ve hasta imposible. Es imposible realizarlo mediante nuestras fuerzas naturales. Pero con Dios, todas las cosas son posibles. En esta lección estudiaremos lo que Dios espera de nosotros; sin embargo, también veremos lo que Dios hará por nosotros y a través de nosotros conforme procuramos alcanzar las metas que Él ha establecido para nuestra vida.

Dios espera grandes cosas

Su futuro será emocionante si coopera usted con Dios en su plan. Su propósito para usted es bueno y eterno. Consideremos algunas de las metas que Dios ha establecido para nosotros y que forman parte de su plan. Veremos especialmente aquellas metas que Dios quiere que todos alcancemos. Conforme Dios nos ayuda a alcanzarlas con buen éxito, también puede ejecutar su plan para nuestra vida.

Transformación

Romanos 12:2 dice que debemos ser completamente transformados. Creo que la mayoría de las personas desean ser transformadas. Pero en vez de ello pueden cambiar algo solamente exterior cuando tratan de copiar o imitar a otras personas o seguir algún ideal. ¿Acaso en eso consiste todo
el plan de Dios para nosotros? ¿Desea Dios que seamos puras copias externas de alguien más que sea bueno? Eso no solamente sería difícil de hacer sino quizás imposible. Además, ¿qué valor tendría si lo alcanzáramos? Usted ha estado pensando en lo grandioso que es el plan de Dios; ¿acaso vamos a ser puras copias? Esa idea no concuerda con lo demás.

La transformación es algo más que una imitación o copia. La transformación es la clave para el resto del plan de Dios. Sin ella, mucho de lo que Dios se propone con nosotros está fuera de alcance.

Los fariseos solamente copiaron el comportamiento religioso; nunca fueron transformados. Observe la forma en que Cristo se refirió a ellos en Mateo 15:7–8. No es de sorprender que ellos no pudieran amar a sus enemigos. Nosotros tampoco amamos a nuestros enemigos naturalmente, ni bendecimos a los que nos maldicen. Al considerar el “Sermón del Monte” (Mateo 5–7) leemos tantos mandamientos de Cristo que son absolutamente imposibles de cumplir…a menos que seamos transformados. Quizá usted ya se haya enfrentado con algunas de las “imposibilidades” que Dios parece esperar de usted.

Obediencia

En la lección anterior consideramos el hecho de que Dios espera obediencia. Cuando nosotros deseamos ser obedientes, y Dios desea que seamos obedientes, ¿qué nos puede detener? Muchas cosas.

Algunos mandamientos en la Biblia son activos, es  decir, nos ordenan hacer algo. Otros son pasivos, o sea, nos mandan permitir que algo se nos haga o experimentar algo. Podemos observar que es imposible para nosotros obedecer los mandamientos pasivos por nosotros mismos. Pero también los
mandamientos activos son imposibles de obedecer, porque nos piden hacer lo que va contra nuestros deseos naturales.

Aun después que hemos sido transformados todavía hallamos que no siempre es fácil hacer lo recto. Al mismo tiempo que nos estamos esforzando por hacer lo correcto, para alcanzar el modelo establecido por Cristo, también experimentamos otras clases de poderes. Estos parecen arrastrarnos a las acciones o actitudes malas.

Crecimiento

Además de la transformación y la obediencia, es evidente que Dios espera crecimiento también. Él no quiere que permanezcamos como “recién nacidos” espirituales, sino que crezcamos hacia la “infancia” y finalmente lleguemos a ser “adultos”. Conforme crecemos empezamos a decidir lo que
es más importante de modo que podamos hacer las decisiones correctas. Esto nos da estabilidad. Conforme crecemos no solamente aprendemos más, sino que también pasamos de la etapa de sólo recibir y empezamos a dar. Pasamos de estar aprendiendo solamente a enseñar. Sin embargo, ahora nos referimos a tomar los primeros pasos para descubrir el plan de Dios; ¡enseñar a otros puede parecer una de aquellas metas inalcanzables!

Dios da ayuda poderosa

¿Espera Dios demasiado? ¿Será posible satisfacerlo? ¿Nos ayudará?

Hemos mencionado solamente algunas de las metas que Dios ha establecido para nosotros. En realidad, no son diferentes de las otras como lo parecen. Lo que hacen es mostrarnos desde varios puntos de vista la clase de obra que Dios quiere hacer en nosotros.

Hemos recalcado que en el plan de Dios estas metas son fundamentales y se demandan de todos. ¿Qué hace Dios para ayudarnos a alcanzarlas? Consideremos algunas de las que hemos estudiado y veamos lo que Dios hace para ayudarnos.

Dios nos cambia

Uno de los más grandes misterios de la naturaleza es la forma en que una oruga se convierte en mariposa. Una oruga parece estar más relacionada con un gusano que con cualquier otra cosa. Se arrastra y no podría volar aunque quisiera. ¿Cómo pensar que alguna vez pueda ser más hermosa? Sin embargo, en la estructura de su vida Dios ha designado el cambio. Aunque empieza por arrastrarse, la intención de Dios es que vuele. ¿Cómo sucede este cambio?

Como oruga “muere” cuando se mete en su capullo a fin de que salga como una mariposa. No aprende a volar. La oruga por naturaleza se arrastra; la mariposa vuela también por naturaleza. Esta transformación, llamada metamorfosis, no es el resultado del esfuerzo de la oruga de imitar a una mariposa. Es el resultado de un cambio interno.

La metamorfosis de la oruga puede verdaderamente ilustrar todo lo que Dios está haciendo en nosotros. Metamorfosis es la idea que se da en Romanos 12:1–2 respecto al cambio que Dios espera. Note que puede llevarse a cabo solamente cuando en nosotros hay un nuevo principio de vida. Como ya hemos dicho, la oruga no ha hecho un esfuerzo por transformarse. La vida que Dios puso en ella es la que la transforma en mariposa.
En forma similar somos cambiados cuando nos rendimos al Espíritu que Dios ha puesto en nosotros.

El poder de Dios obra en nosotros

Es fácil ver la parte de Dios en los mandamientos “pasivos” cuando nuestra tarea consiste en cooperar. Sin embargo, ¿cuáles son las cosas que Dios nos dice que debemos hacer? ¿Dependemos de nuestras fuerzas para llevarlas a cabo? En Efesios 4:17–6:20 se nos habla, por ejemplo, de muchas formas prácticas de demostrar nuestro cristianismo, nuestra “semejanza con Cristo”. Parecería que por lo menos se nos dejan estas cosas para que las hagamos. Sin embargo, aun eso sería esperar demasiado de nuestras propias fuerzas.

En Efesios 2:10 leemos que Dios nos hizo y que hemos sido creados en Jesucristo para buenas obras. Estas buenas obras son las que se mencionan en Efesios 4:17–6:20. Por tanto, en Efesios 3:20 se nos dice que Dios es “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”.

Medite en ello. Nuestra petición dista mucho de acercarse al límite de su poder y capacidad, y ese poder obra en nosotros.

Hemos mencionado la “ley” que operó en Pablo (y que ha operado en cada uno de nosotros), la cual estorbaba su perfecta obediencia. Si esta “ley” es tan fuerte, ¿pudiera limitar el plan de Dios para nosotros? Pablo, por lo menos en esa etapa de su vida, sentía que esta “ley” en realidad no le dejaba realizar lo que sabía que debía hacer. Sin embargo, se da la respuesta a este dilema en Romanos 8:14. Se cancela el efecto de la “ley” que causa desobediencia; no hay “condenación” (Romanos 8:1). En su lugar, el poder de Dios obra en nosotros.

Dios ayudó al enviar a su Hijo; Él ayuda mediante el poder del Espíritu Santo. El plan de Dios para usted no consiste en algo que Él quiere que sólo usted haga. En realidad, es lo que Él quiere hacer con usted y a través de usted.

La Biblia nos da una idea clave para ayudarnos a entender el equilibrio entre nuestro propio esfuerzo para realizar el plan de Dios en nuestra vida y la ayuda que Dios nos puede dar.

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12–13)

Dios no se detiene cuando fracasamos

Al comprender el plan de Dios y seguir su dirección hay un aspecto que no nos gusta encarar: a veces fracasamos. Quizá suceda por ignorancia o por debilidad. A veces nuestros motivos son confusos. A pesar del “poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20), de que “Dios es el que…produce así
el querer como el hacer” en nosotros (Filipenses 2:13), aun así fracasamos.

Dios tiene una respuesta para el pecado: el perdón y el nuevo nacimiento. Pero si fracasamos después del nuevo nacimiento, ¿entonces qué? ¿Acaso nuestros fracasos cambian el plan de Dios? ¿Probamos entonces lo “bueno mas no lo mejor” de Dios? ¿Tiene Dios varios planes para nuestra vida en
caso de que arruinemos uno de ellos? ¿Nuestros fracasos toman por sorpresa al Señor? ¿Nos deja entonces que resolvamos nuestros propios problemas? Consideremos algunos hechos que nos ayudarán a entender el fracaso: por qué fallamos y cómo responde Dios a ello. Estos nos ayudarán a responder a estas preguntas.

Nuestros fracasos pasados nos afectan

Muchos de nuestros sentimientos y emociones se determinan por nuestra historia. Por ejemplo, si se celebra felizmente un día no laboral cada año, empezaremos a sentir de cierto modo conforme el día se acerca. Algunos de estos días especiales son de fiesta. Las familias y amigos intercambian
regalos. Decoran las casas. Hay cantos y alegría. Conforme estos días se acercan, vuelven todos los recuerdos de las celebraciones anteriores y esto afecta su forma de pensar.

A veces el fracaso moldea en forma similar nuestros sentimientos. Tenemos una historia de pecado antes de que Cristo venga a nuestra vida. Cuando advienen circunstancias parecidas a aquellas en las cuales fracasamos antes, vuelve el recuerdo de aquellos fracasos. Nuestros sentimientos nos hacen
pensar de cierta manera. Satanás puede utilizar estos recuerdos y sentimientos para tentarnos, y quizá nos comportemos como lo hacíamos antes.

En realidad, aunque no tenemos que pecar después de haber sido salvos, a veces lo hacemos. Nuestros hábitos no siempre son buenos; la verdad es que nuestro ambiente es de lo peor. Fracasamos porque todavía somos humanos, todavía somos tentados, todavía vivimos en un mundo malo, todavía estamos creciendo y todavía estamos siendo transformados.

Dios se da cuenta de nuestros fracasos

Dios conoce todos nuestros fracasos. Es importante que nos demos cuenta de que a Él nunca lo tomamos por sorpresa. Ninguna circunstancia de nuestra vida lo hace, ni nada que nos concierna. Si nuestro pecado no toma a Dios por sorpresa, si Él conoce nuestro fracaso aun antes de que lo experimentemos, entonces podemos estar seguros de que Él ha tomado en cuenta todo.

La gracia de Dios va más allá de nuestros fracasos

Ya hemos dicho que Dios conoce todos nuestros fracasos. Cuando consideramos el hecho del fracaso, ¿con cuáles provisiones contamos para darnos confianza de que la gracia de Dios seguirá obrando en nuestra vida?

Primero, el perdón está disponible; este es el método de Dios para separarnos de nuestro pecado. En 1 Juan 1:9 leemos que Dios ha prometido perdonarnos cuando le confesamos nuestro pecado. El plan de Dios para nuestra vida nunca se basa en nuestra habilidad para ser perfectos, sino en Su conocimiento y poder.

Segundo, el poder de Dios está disponible. Todo el poder de Dios que le condujo a la salvación continúa a su disposición después de esta. Dios no esperó hasta después que usted fuera salvo para determinar cuál sería el plan para su vida. Su experiencia de salvación marcó el día de decisión de usted, no el de Dios. Como su hijo, usted puede estar seguro de que su poder está a su disposición.

Este poder de Dios es eficaz. En 2 Corintios 12:7–10 el apóstol Pablo describe una de sus experiencias. No recibió la liberación por la que oraba. Sin embargo, mediante esta experiencia Pablo aprendió una lección que muestra la eficacia del poder de Dios.

Además, el poder de Dios obra más allá de nuestros fracasos. El asunto verdadero que frecuentemente encaramos cuando el fracaso se presenta es este: ¿Acaso el fracaso significa que sólo puedo obtener lo “bueno mas no lo mejor” de Dios? ¿He arruinado su perfecto plan para mí?

Dios enseñó una lección al profeta Jeremías que nos ayudará a tratar este asunto. Después de observar el fracaso de la nación de Israel, Jeremías fue enviado a la casa del alfarero (Jeremías 18:1–10). Observó cómo el alfarero tomaba barro y le daba forma. Pero a mitad de su trabajo, halló una “falla”
en el barro. En vez de desechar el barro o hacer una vasija defectuosa, el alfarero remodeló el barro convirtiéndolo en una vasija perfecta.

Jeremías empezó a entender la forma en que Dios consideraba el fracaso de Israel. Dios no quería desecharlos sino rehacerlos.

Dios conoce las imperfecciones de usted así como también sus perfecciones. Dios aún le convertirá en un vaso que lo agrade. El ingrediente que Dios busca en el barro de su vida es que esté “Cristo en vosotros” (Colosenses 1:27). El fracaso no cambia el hecho de que Cristo vive en usted.

El capítulo 11 de Hebreos menciona los nombres de muchas personas consideradas héroes de la fe, dignos de honor. En realidad su vida no puede considerarse como lo “bueno mas no lo mejor” de Dios para ellos. Sin embargo, considere la lista. Si usted lee la historia de las personas mencionadas, se dará cuenta de lo siguiente: ellos experimentaron el fracaso. Fueron “fracasados”, pero héroes.

Así como las personas que se mencionan en Hebreos 11, usted también puede experimentar la perfecta voluntad de Dios aunque en ocasiones fracase. Cristo le dice a usted como le dijo al apóstol Pablo:

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. (2 Corintios 12: 9)

El poder de Dios puede vencer sus fracasos y hacer viable que usted cumpla con el plan que Él tiene para usted.

Siguiente lección