El Espíritu Santo le ayuda a orar

Algunos alumnos bautizados con el Espíritu Santo han escrito:

“Había algo de novedad en orar, una novedad que para muchos de nosotros marcó el comienzo de una vida de fe más profunda.… Muchos se sintieron atraídos a orar por largos ratos, marcados por la predominancia de la alabanza a Dios.”

“La oración llegó a ser un gozo verdadero―la sensación de la presencia y del amor de Dios era tan fuerte que recuerdo permanecer sentado por media hora simplemente riendo de gozo por el amor de Dios.”

“Mis ratos en oración eran los momentos más felices. Me daba cuenta del gozo de orar. Alabar a Dios era algo que yo nunca había hecho antes. Yo siempre oraba cuando quería algo o para dar gracias, o porque sabía que era lo que todo buen cristiano debe hacer para acercarse más a Dios y para mejorar su vida como cristiano. Ahora era un gozo orar a Dios para alabarlo. Experimentaba extremo gozo e intimidad mientras oraba.” (Ranaghan, 40–41, 64, 80–81)

El Espíritu Santo le enseña a orar

¿Qué es la oración en su vida diaria―un deber o una conversación con Dios en la que usted se deleita? ¿Le parece que Dios está cerca cuando usted ora? ¿Recibe respuesta a sus oraciones? ¿Quiere cooperar con Dios en la oración y ver resultados maravillosos? El Espíritu Santo le enseña a la gente cómo orar.

Usted ya ha estudiado cómo el Espíritu Santo hace que Dios le sea real a usted. A medida que Él le muestra cuánto Dios lo ama, usted ama más a Dios y desea pasar más tiempo con Él en oración. Usted sabe que Dios se interesa en usted, de modo que tiene confianza de pedirle lo que necesita.

El Espíritu le da la fe para pedir y la seguridad de que Dios le contestará. Él usa la Palabra de Dios para enseñarle a usted a orar. La Biblia le dice por lo que debe orar, cómo orar y qué esperar. El Espíritu hace que las promesas de Dios sean verdaderas para usted y le ayuda a reclamarlas.

Orar es hablar con Dios. Usted puede orar con palabras expresadas o sólo en silencio con sus pensamientos en Dios. Debe ser una conversación de dos vías―usted debe escuchar a Dios y también hablarle. Y cuando usted le hable a Dios debe hacer tres cosas:

1. Alabar a Dios.
2. Confesarle sus faltas.
3. Pedirle lo que usted quiere.

Piense en sus oraciones como ruedas que le ayudan a moverse hacia adelante en su vida cristiana y en su servicio a Dios. Una rueda no puede ir muy lejos si le falta una pieza. El Espíritu Santo quiere ayudarle en cada parte de sus oraciones.

El Espíritu Santo le ayuda a adorar a Dios

¿Qué parte tiene la adoración en sus oraciones? En la alabanza usted expresa su amor a Dios. Si no hay amor la adoración no es verdadera, no es nada sino una forma vacía. El Espíritu Santo lo lleva a la presencia de Dios y le ayuda a responder a su amor. A veces las palabras de un himno expresan
mejor el amor que usted siente, así que usted puede cantárselo a Dios. A veces usted lo alaba con palabras y a veces le expresa en silencio su agradecimiento por su bondad.

Los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. (Efesios 2:18)

Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. (Filipenses 3:3)

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:24)

El gran predicador Charles Finney escribió:

Cuando entré y cerré la puerta, me pareció como que me había encontrado con el Señor Jesucristo cara a cara…Él no me dijo nada, pero me miró como que quería derribarme directamente a sus pies. Yo lloré como un niño, e hice las confesiones que pude en una voz sofocada…Al volverme para sentarme cerca de la chimenea, recibí el poderoso bautismo del Espíritu Santo…No tengo palabras para expresar el maravilloso amor que me fue
derramado en el corazón. Lloré de gozo y amor.

El Espíritu Santo le ayuda a confesar

¿Alguna vez ha sentido que ora como contra un muro y que sus oraciones no pueden traspasarlo para llegar a Dios? El Espíritu Santo quiere ayudarle a quitar cualquier cosa que estorbe sus oraciones. Piense en cómo se comporta un niño cuando está desobedeciendo a su padre. ¿Se alegra al ver a su
padre? ¿Sale corriendo a encontrarlo o se esconde de él? Si él necesita la ayuda de su padre, su culpabilidad es una barrera. Él necesita confesar lo que ha hecho, pedirle a su padre que lo perdone y dejar de desobedecer. Cuando él hace esto, se vuelve a sentir seguro del amor de su padre y tiene confianza para pedirle ayuda.

Lo mismo sucede entre Dios y nosotros. Sin embargo, con frecuencia nos cegamos y no vemos nuestras propias faltas. De modo que el Espíritu Santo nos ayuda mostrándonoslas. Él nos muestra cuán terrible es el pecado, y nos ayuda a confesarle a Dios nuestros pecados. Si hemos ofendido a otros, Él nos dice que también les pidamos perdón, y nos ayuda a hacer lo que podamos para remediar las cosas. Este es un precursor importante a los avivamientos bíblicos.

Jonathan Goforth da muchos ejemplos en When the Spirit’s Fire Swept Korea [Cuando el fuego del Espíritu se extendió por Corea]. Durante meses los misioneros presbiterianos y metodistas se habían reunido a diario para orar por un avivamiento. Llegó un gran avivamiento que continuó por varios años y produjo iglesias fuertes y espirituales. Comenzó en el pueblo de Ping Yang.

Mientras dirigía el culto de la manera en que siempre lo hacía, muchos comenzaron a llorar y a confesar sus pecados. El Señor Swallen dijo que nunca había visto algo tan extraño, y anunció un himno, esperando detener la ola de emoción que se extendía entre los concurrentes. Lo intentó varias veces pero fue en vano, y con temor reverencial se dio cuenta de que era Otro el que dirigía esa reunión. (1943, 8)

Después de esto, la iglesia madre de Ping Yang esperaba una bendición especial durante la semana de oración, pero parecía que sus oraciones no recibían respuesta. La última noche, todas las 1.500 personas que estaban presentes se sorprendieron cuando Elder Keel, el principal de la iglesia, se puso en pie y dijo que Dios no podía bendecirlos debido al pecado de él. A petición de un amigo moribundo, él había accedido a administrar sus
bienes. Pero al hacerlo se había apropiado de una gran suma de dinero. Después de confesar su pecado dijo: “Mañana por la mañana voy a devolverle el dinero a su viuda.”

Instantáneamente se dieron cuenta de que las barreras habían caído y que había llegado el Santo Dios. Una convicción de pecado sacudió a los concurrentes. El culto comenzó el domingo a las siete de la noche, y terminó a las dos de la mañana del lunes. Durante todo ese tiempo docenas de personas permanecieron en pie llorando, esperando su turno para confesar.

Valió la pena haber pasado varios meses en oración, pues cuando Dios el Espíritu Santo llegó, Él logró más en medio día que lo que todos nosotros los misioneros hubiéramos podido lograr en medio año. En menos de dos meses, se convirtieron más de dos mil…

A mediados de 1907 había 30.000 convertidos conectados con el centro de Ping Yang. Estaba claro que para 1910 el avivamiento todavía no había terminado, pues en octubre de ese año 4.000 fueron bautizados en una semana. (Goforth, 9, 12)

Lo que sucedió en Ping Yang ha sucedido una y otra vez alrededor del mundo en muchas iglesias diferentes durante el siglo veinte. Cuando los cristianos permiten que el Espíritu Santo les escudriñe el alma, Él les revela las barreras que detienen el avivamiento. Cuando los cristianos confiesan sus pecados y arreglan las cosas con Dios y con ellos mismos, Dios puede usarlos para su gloria. Llega el avivamiento. Las oraciones reciben respuesta. Las almas se salvan.

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. (2 Crónicas 7:14)

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:8–9)

¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos…Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío. (Salmo 19:12, 14)

Examíname, Oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno. (Salmo 139:23–24)

El Espíritu Santo le muestra qué ha de pedir

El Espíritu Santo lo anima a que le pida a su Padre celestial lo que necesita. Él le recuerda que ore por los demás y sus necesidades. Y Él le da fe para creer que Dios le dará lo que usted le pide.

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego con acción de gracias. (Filipenses 4:6).

Pero a veces usted ni siquiera sabe lo que necesita. De modo que el Espíritu Santo, su amigo ayudador, está ahí mismo para ponerle en la mente qué ha de pedir en oración, tanto para usted como para los demás.

Dios ha optado obrar a través de sus oraciones. Cuando hay una necesidad, Él les dice a sus hijos que oren. Luego Él hace lo necesario en respuesta a las oraciones de ellos. Así es como Él salva a las almas, envía avivamientos, sana a los enfermos y provee para las necesidades.

Dios le da a usted la responsabilidad de orar por su familia, sus amigos, su iglesia, su país y su mundo. La forma en que usted ora afecta la obra de Dios alrededor del mundo.

El Espíritu Santo podría impulsarlo a orar por un hombre en particular sin decirle cuál es su necesidad. Quizás la persona esté mortalmente enferma, o en gran peligro, o enfrentándose a una terrible tentación, o en urgente necesidad de poder sobrenatural para hacer la obra de Dios. Las oraciones de usted ayudarán a ese hombre atribulado.

Un cristiano en la costa oeste de los Estados Unidos dijo a su pastor: “Hoy tuve una experiencia maravillosa. Dios me habló y me dijo que orara por alguien llamado Alva Walker, en África. Yo oré hasta que sentí la seguridad de que Dios había contestado.” A medio mundo de distancia un misionero llamado Alva Walker había estado a punto de morir víctima de fiebre de agua negra. Mientras su desconocido hermano en Cristo oraba, Alva se durmió y se despertó en camino a la recuperación. Su vida se salvó porque alguien obedeció al Espíritu Santo. Pablo nos insta:

Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:18)

El Espíritu Santo Ora a Través de Usted

El Espíritu Santo orará a través de usted en su propio idioma con una intensidad que va más allá de su manera natural de orar. Podría ser por una necesidad que usted ya haya sentido. O podría ser por una necesidad que el Espíritu Santo le dé a conocer dirigiendo su mente y sus sentimientos. La oración brota de lo profundo de su alma con gran urgencia. El Espíritu Santo ruega a Dios por las necesidades suyas o las de otros.

Al orar usted podría sentir una carga como si la desesperante necesidad fuera suya. El Espíritu Santo podría orar a través de usted cuando llora por alguna necesidad que usted siente pero que no entiende.

Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de temor reverente. (Hebreos 5:7)

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8:26–27)

A veces el Espíritu Santo podría querer orar a través de usted en un idioma que Él y el Padre saben pero que usted no sabe. Pablo llama esto orar en lenguas, o glossolalia. En algunos pasajes se traduce como “hablar en sonidos extraños”, porque cualquier idioma que nosotros no entendemos nos suena extraño.

El Espíritu Santo ora a través de usted con los detalles de problemas que usted no necesita saber. Él asume la autoridad sobre los poderes satánicos que podrían estorbar sus oraciones. Él reclama la victoria y alaba a Dios por la respuesta. Y Él expresa en el idioma celestial el amor que usted no sabe cómo expresar, la necesidad que le atribula el alma, o la alabanza que le llena el corazón.

Pablo enseñó a la iglesia de Corinto que era importante dejar que el Espíritu Santo orara en lenguas a través de ellos, pero que eso no les quitaba la responsabilidad de orar también con el entendimiento. Las dos clases de oración son necesarias.

Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. (1 Corintios 14:2)

Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento. (1 Corintios 14:14–15)

Orad unos por otros. (Santiago 5:16)

Dios le ofrece la emocionante aventura de trabajar con Él. Permita que el Espíritu Santo lo dirija, que le enseñe a orar y que ore a través de usted. Cuando usted acepte este ministerio, verá muchas respuestas maravillosas a la oración.

Ahora que usted ha completado la primera unidad, usted está preparado para contestar las preguntas de la Evaluación de Unidad uno. Repase las lecciones anteriores, luego siga las instrucciones que están en la hoja de respuestas. Envíe su hoja de respuestas a la dirección de su oficina de inscripción.

Siguiente lección