La Practica de la Adoración

El guía turístico había completado su charla explicándoles a las visitas lo que estaban haciendo los obreros de la fábrica.

“¿Puede usted hacer lo que ellos hacen?”, preguntó una de las visitas.

El guía se sonrió y meneó la cabeza. “Tengo que serles honesto”, dijo él. “Yo sé cómo se hace, pero nunca lo he hecho personalmente.”

Saber cómo se hace algo y hacerlo no es siempre lo mismo. La habilidad de hacer algo se logra con la práctica. Nadie puede aprender a tocar la guitarra sin ensayar. Y nadie puede aprender a adorar sin hacerlo.

El propósito de esta lección no consiste en decirle cómo tiene usted que adorar, sino en compartir lo que otros creyentes han aprendido sobre la adoración. Algunos de estos creyentes vivieron en la era bíblica; otros viven hoy en día. A medida que usted practica lo que va aprendiendo, ayudará a otros también.

Adoración Individual

¿Cuándo buscaban a Dios los adoradores mencionados en la Biblia? Daniel oraba tres veces al día. David buscaba al Señor por la mañana y por la noche. 1 Crónicas 16:11 dice que debemos buscar su rostro continuamente. Nuestra adoración es continua cuando estamos totalmente dedicados a El. Aun así debemos dedicar todos los días un momento a la comunión personal y estrecha con el Señor.

Muchas personas atraviesan por circunstancias difíciles en las que casi no pueden dedicar tiempo o encontrar un lugar para estar a solas con el Señor. Aun así encuentran solución. Cierta ama de casa se levanta una hora antes que su familia para dedicarla a sus devociones personales; un obrero se va a un parque durante su tiempo libre al medio día para estar a solas con el Señor. Sea cual fuere su circunstancia, el Señor puede ayudarle a encontrar el tiempo que pueda apartar para la comunión con El.

Durante este tiempo de comunión con El usted querrá adorar. Cuando adora al Señor empieza a conocerlo en un sentido más personal. Una amiga mía una vez me preparó un horario para mi tiempo devocional. Lo seguí al pie de la letra por un tiempo y después lo cambié un poco para adaptarlo más a mis necesidades personales. Quiero compartir este mismo horario con usted y espero que le sirva de guía práctica para organizar su tiempo de comunión con el Señor. Al final de esta sección se incluye una copia de la hoja que mi amiga me elaboró.

A usted le gustará dedicar tiempo para sus momentos devocionales en un lugar donde pueda adorar en voz alta. Quizá usted querrá entonar cantos al Señor. Puede ser que usted cante himnos conocidos o cante en el Espíritu también. Puede ser que usted llore ante el Señor durante sus momentos devocionales, o quizá se ría de gozo y alegría. Puede dar palmadas o levantar sus brazos en alabanza y adoración. Puede hincarse, pararse, caminar o acostarse. No podemos fijar una regla porque el Espíritu Santo es como el viento y no se mueve en una sola dirección. El nos conoce a cada uno, conoce nuestro pasado, presente y futuro. Sabe exactamente lo que necesitamos.

Quizá le sea de ayuda tener un diario devocional donde pueda anotar los pensamientos que llegan a su mente, las cosas que usted cree que debe recordar. Si anota nombres de personas y situaciones que el Señor pone en su mente, le será emocionante después revisar éstos y ver cómo el Señor ha contestado sus oraciones. Su cuaderno puede ser su propio “diario espiritual” privado.

Adoración Unida

Hace dos mil años el apóstol San Pablo fue encarcelado por predicar el evangelio. Quizá esta experiencia influyó más que otras para recalcar la importancia de que los creyentes se reunieran para la adoración. “Asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo”, dijo San Pablo (Colosenses 3:15). No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:25).

El reunirse es tan importante para los creyentes de hoy en día como lo era para los de la iglesia primitiva. Una razón que le da validez a la adoración unida estriba en que la presencia del Señor se manifiesta con aquellos que se reúnen en su nombre. Cristo dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

Hay fuerza en la unidad. Eclesiastés 4:12 dice: “Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.” La fuerza de la unidad es aplicable a las cosas espirituales también. En el día de Pentecostés los creyentes estaban reunidos en un lugar cuando descendió el Espíritu Santo (Hechos 2:1). Dios premió su unidad de corazón y propósito.

Vivimos en un mundo lleno de pecado y nos necesitamos mutuamente. Si yo llego a la iglesia desanimado y oigo que otros alaban a Dios, me ayuda a olvidar mis problemas y a alabar a Dios también. Quizá alguien cuente lo que el Señor ha hecho por él y ese testimonio sea exactamente lo que yo necesite. Quizá otro día me toque a mí ministrar a otra persona. Con razón la Palabra de Dios nos anima a unirnos en comunión.

Cada vez que nos reunimos debemos dedicar un período exclusivo a la adoración. Nuestros cánticos y lecturas bíblicas deben concentrarse en la adoración para así quitar nuestra atención de nosotros mismos. Nuestras congojas terrenales parecen más pequeñas cuando nos damos cuenta de cuán grande es el amor de Dios hacía nosotros. Su amor está listo para suplir todas nuestras necesidades.

No se puede diseñar un tiempo específico de adoración porque el Espíritu Santo guía de diferentes maneras en diferentes ocasiones. Pero sí daremos unas sugerencias. Estas reuniones no deben ser sólo suyas. Deben presentar la oportunidad para que otros compartan sus experiencias en el Señor, y dar citas bíblicas que han cobrado significado especial para ellos. A veces, en grupos pequeños, cada persona puede escoger un versículo de adoración y leerlo en voz alta. Durante el tiempo de adoración todos deben sentir la libertad de participar. Al mismo tiempo, nadie se debe sentir forzado a participar.

En un grupo que yo conozco, los creyentes, uno a la vez, le ofrecen al Señor una corta frase de adoración. Quizá alguien diga: “Señor, te alabo por tu fidelidad.” Otro quizá diga: “Te doy gracias por tu amor.” Así todos tienen la oportunidad de adorar en oración. A los nuevos convertidos y a los creyentes tímidos se les anima en especial a participar. Después de la adoración puede seguir un tiempo de oración individual para presentar las necesidades al Señor.

Al terminar el tiempo de oración el grupo puede seguir su adoración de otro modo. El líder del grupo debe estar pidiendo la dirección del Espíritu Santo para saber cuándo cambiar el orden del culto y para cada paso que debe tomar.

La oración unida es otra clase de adoración muy hermosa. A veces se puede oír un murmullo en todo el salón cuando se elevan las voces unidas. Es como un tranquilo río de amor que fluye hacia Dios. Otras veces las voces son fuertes y el sonido es como una gran fuente de alabanza que sube al cielo. ¡Cuán hermoso es este sonido para el Señor!

El apóstol San Juan dijo que nuestras oraciones son como incienso guardado en copas de oro ante el trono de Dios (Apocalipsis 5:8). Durante el tiempo de la oración el Espíritu Santo puede moverse sobre la congregación para que adore en otras lenguas. O quizá los guíe a cantar en el Espíritu. Las voces unidas nos recuerdan a coros celestiales que ofrecen alabanza al Señor de noche y de día.

En contraste, en algunas ocasiones puede haber una quietud santa que todos experimentan. No le tengamos temor a los momentos de silencio. Durante éstos el Señor puede hablarnos por medio de los pensamientos que El nos da. En ocasiones se romperá el silencio cuando el Espíritu Santo hable a través de uno de los creyentes con profecía o un mensaje en lenguas e interpretación (1 Corintios 12:10). Así que, si se experimenta un silencio durante la adoración, no se preocupe. Recuerde que los momentos de silencio son importantes también.

Nuestra adoración como cuerpo de creyentes debe ser ordenada. Si no, los inconversos podrán confundirse e irse. Pero tampoco debe ser fría, como un mero rito, porque entonces el inconverso no será atraído a un Padre tierno y amoroso. Si nuestra adoración es guiada siempre por el Espíritu Santo, las personas se sentirán tiernamente conducidas hacia el Padre. Así los inconversos se salvarán y los creyentes serán llenos del Espíritu Santo. En todo ello Dios es glorificado.

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