Paz: El Fruto de la Confianza

Gran parte de la historia mundial aparentemente se relaciona con guerras. En nuestro siglo XX el mundo ha soportado dos guerras mundiales y muchas otras en menor escala. En el tiempo presente hay guerras frías y calientes, guerras de palabras, guerras armadas, rumores de guerras, concentración de sistemas de defensa masivos y molestas amenazas de guerras mundiales. Nuestro Señor nos advirtió que en los últimos días no habría paz, sino guerras y rumores de guerras (Mateo 24). Esta es una señal de que El viene pronto para llevarse a su iglesia, juzgar a las naciones y establecer su glorioso reino de paz y justicia.

La falta de paz en el mundo la confirman los informes de los médicos, quienes atribuyen como el 75 por ciento de todas las enfermedades a los disturbios internos, el odio, el temor, la ansiedad o la tensión. No vivimos en un mundo de paz; con todo, es posible para el creyente lleno del Espíritu experimentar paz porque su confianza no está en este mundo — está en Jesús. En Juan 14:27 Jesús dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”

En esta lección examinaremos la fuente de nuestra paz, la cual es producida en nosotros por el Espíritu Santo. Descubrirá que es posible experimentar la paz y la serenidad en medio de las más violentas tormentas de la vida. El amor de Dios da paz perfecta a quienes ponen su confianza en El. Usted puede experimentar esta paz, la cual es otra de las nueve dimensiones del fruto espiritual.

PAZ IDENTIFICADA

Definiciones bíblicas

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz . . .” (Gálatas 5:22).

Cuando hablamos de paz como fruto del Espíritu, no nos estamos refiriendo al alivio pasajero de momentos de quietud al pie de una montaña, junto a un lago o a la orilla del mar, o en cualquier otro lugar tranquilo. No estamos hablando de la distracción de las diversiones que le hacen olvidarse a uno de sus problemas por poco tiempo. No estamos hablando de la paz que se busca en el consultorio de un sicólogo ni de los tranquilizantes ni las drogas. Nos referimos a una paz que se desarrolla dentro de usted cuando el Espíritu Santo mora en su corazón. Esta paz puede experimentarse en la cocina de su casa, en el hospital, en una ocupada oficina o entre el estruendo de la maquinaria de una fábrica. La paz del Espíritu Santo se desarrolla dentro de usted, la cual no depende de lo que está sucediendo a su alrededor.

La paz del Espíritu se refiere a un estado o condición de tranquilidad (gran calma) o quietud; habla de unidad y armonía; también de seguridad o confianza. Dios es nuestro amparo, nuestro refugio; nos protege contra los ataques del mal y hallamos paz y descanso perfecto en El. Este es el mensaje del Salmo 91. Todas estas condiciones son posibles mediante el Espíritu Santo. ¡La paz como fruto del Espíritu es abundante! Fluye libremente de la fuente inagotable del Espíritu Santo cuando rinde usted su ser entero bajo su control.

Stanley Horton dice que la paz verdadera se deriva sólo del Espíritu Santo. Incluye un espíritu de quietud, pero es más que ello. Es la conciencia de que estamos en una relación correcta con Dios, un sentido de bienestar espiritual. Incluye la seguridad de que podemos confiar en que Dios suplirá todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19). Junto con el amor y el gozo se convierte en la ayuda del Espíritu para el desarrollo del resto del fruto.

El reino de Dios es de paz, pero no se establece con fuerza ni poder — es aceptado por la fe y el amor. En Getsemaní, cuando San Pedro usó una espada para defender a Jesús, el Señor lo reprendió diciendo: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52).

En cierta ocasión cuando alguien le preguntó a Jesús cuándo establecería su reino, contestó que “el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). Este pensamiento es desarrollado ampliamente por el apóstol San Pablo en Romanos 14:17: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.”

De acuerdo a Stanley Horton, San Pablo estaba diciendo aquí que las cosas que demuestran que estamos bajo el gobierno o el reino de Dios, que Dios es verdaderamente Rey de nuestra vida, no son las que comemos o bebemos. Son la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo.

En su aspecto futuro y pleno, el reino de Dios se refiere al gobierno de El sobre la tierra después que sus enemigos hayan sido derrotados. Debido a que ya no habrá mala influencia en el mundo, será un reino de paz. (Daniel 2:44; 7:14; 1 Corintios 15:24-25; Zacarías 9:10).

San Pablo escribió el capitulo cinco de Gálatas porque los creyentes gálatas experimentaban conflictos entre ellos respecto a ciertas enseñanzas. En lugar de producir el fruto del Espíritu, estaban produciendo las obras de la carne: odios, discordias, celos, envidias, egoísmo, desacuerdos y cosas semejantes a estas. Sin duda les faltaban los frutos de amor y paz, los cuales producen unidad, armonía, tranquilidad y, por sobre todo, un espíritu de calma.

Uso bíblico

Las actividades principales del Espíritu Santo en el desarrollo del fruto espiritual están entrelazadas con la paz. Considere estas citas bíblicas:

Gracia y paz. “Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir” (Apocalipsis 1:4). La gracia es la buena voluntad de Dios hacia nosotros. Se nos ofrece como favor de Dios. También nos provee la capacitación para hacer la voluntad de Dios, al entregarnos por fe a la obediencia de esa voluntad. La paz es la evidencia y la seguridad de la gracia de Dios extendida a nosotros. Mediante la obra de la gracia en nuestra vida, se resuelven los problemas que nos separaban de Dios. En nuestra nueva relación con El, producida por un cambio de nuestra naturaleza, experimentamos su paz divina. La gracia nos conduce a la paz — sin gracia no hay paz.

Amor y paz. “Sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” (2 Corintios 13:11). El Dios de amor es, como resultado del amor, un Dios de paz. El es el autor de la paz y le agrada que vivamos de acuerdo y pacíficamente. Nos ordena que le amemos y nos reconciliemos con El, y también que nos amemos y vivamos en paz los unos con los otros. De acuerdo con Gálatas 5, era evidente que a los gálatas les faltaba amor los unos por los otros, ya que no había paz entre ellos. Dios estará con aquellos que viven en amor y paz — Dios estará con ellos en esta vida terrenal y ellos habitarán con El para siempre.

Santidad y paz. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23). Esta relación entre la santidad y la paz se menciona de nuevo en Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

Dios es el autor de la paz y le gusta todo lo pacífico. Por la paz y la unidad el creyente puede obtener mejor la santidad y ser preservado para la venida del Señor. Cierto comentarista bíblico agrega que nosotros, también, deberíamos orar para que Dios perfeccionara su obra en nosotros y nos preservara sin mancha, libres de pecado hasta que seamos presentados sin tacha ante su trono. Es sorprendente que la palabra hebrea shalom, que significa “paz,” también se refiere a la totalidad o a ser completo. Al vivir en paz, el Dios de paz obra en nosotros, llevándonos a la totalidad, a ser completos, lo cual se realizará plenamente en la gloria. La santidad es, por tanto, el resultado de nuestra relación continua con Dios.

Justicia y paz. “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18). Este versículo indica que el fruto de justicia (santidad) se siembra en paz. El terreno propicio en el que el Espíritu Santo obra para producir fruto es el de paz. En la parábola de Mateo 13:1-8 se mencionan cuatro tipos de terreno, pero sólo uno era ideal para producir fruto. La semilla era de la mejor clase. Tenía la garantía de la marca del cielo, pero el terreno era muy malo. Nuestro evangelio es el evangelio de la paz. Quienes lo profesan deberían tener paz en su corazón; sus palabras deberían pronunciar la paz; sus obras deberían promover la paz.

Justicia, gozo y paz. “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Paz con DiosEspíritu Santo” (Romanos 14:17). Ya mencionamos este versículo en la lección. La santidad, el gozo y la paz constituyen características del creyente lleno del Espíritu — de quienes forman parte del reino de Dios. Cierto autor sugiere que éstas constituyen la naturaleza del verdadero cristianismo: en relación con Dios, nuestra preocupación principal es la justicia — ante El ser justificado por la muerte de Cristo y santificado por el Espíritu. En relación con nuestros hermanos en la fe, es la paz — vivir en paz y amor con todos los hombres. En relación con nosotros mismos, es el gozo en el Espíritu Santo. Este es el gozo producido por el Espíritu en el corazón de los creyentes, para que nos deleitemos en el Señor. En todo ello servimos a Cristo. Cuando se establece el fundamento en justicia, esperamos que se produzcan la paz y el gozo como resultado.

Confianza y paz. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Así como un bebé duerme tranquilamente en los brazos de su madre, con perfecta confianza, también nosotros podemos experimentar la paz que resulta al poner nuestra confianza en Dios. Esta paz de Dios se le da a quien mantiene su pensamiento fijo en Dios con confianza, y que se sujeta a la dirección de Dios. Este versículo indica que nos beneficiamos si centramos nuestro pensamiento en Dios en completa confianza, porque el resultado de tal acción es una paz constante que nos guardará seguros en El en todo tiempo.

Vida y paz. “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6). Lo único que le espera a la persona que se niega a someterse a la ley de Dios es la muerte. No es de sorprenderse que no tenga paz en su corazón.

Pero aquel que se somete al control del Espíritu puede descansar; puede experimentar paz interior porque el Príncipe de Paz controla su vida y espera la vida eterna con su Salvador.

PAZ DESCRITA

Paz con Dios

Obtenemos paz con Dios en nuestra conversión. El pecador impenitente está en enemistad con Dios, ya que el pecado es una violación de la voluntad de Dios como se expresa en su ley. Cuando un pecador rinde su vida a Jesucristo por la fe y le acepta como su Señor y único Salvador personal, termina la separación con Dios y se hace la paz. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Este acto es comentado más en 2 Corintios 5:18-20, donde San Pablo explica el ministerio de la reconciliación, o unir de nuevo a dos partes.

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros.

No sólo somos llamados a experimentar paz con Dios por medio de Jesucristo, sino también a ser pacificadores, a reconciliar a otros con Dios, para que también ellos puedan experimentar paz con Dios.

Jesús murió para darnos esta paz: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). El hizo la paz entre Dios y el hombre. Este es el mensaje de Efesios 2:13-17.

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un sólo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un sólo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca.

Paz de Dios

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un sólo cuerpo” (Colosenses 3:l5) Esta es la paz interior que Jesús nos ha dado por medio del Espíritu Santo (Juan 14:26-27). La paz interior sustituye la ira, la culpa y la preocupación. Sin paz con Dios no se puede experimentar la paz de Dios.

La paz de Dios puede ser una indicación del curso de acción que deberíamos tomar en una situación dada: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). En ocasiones nos sentimos confundidos respecto al rumbo que debemos tomar. Nuestros pensamientos son como el agua turbia de un lago, la cual no nos permite ver el fondo. Pero llega el momento en que la superficie y el fondo están en completa calma y todo está muy claro. Lo mismo ocurre cuando la paz del Espíritu Santo actúa en nosotros, dándonos la seguridad de que estamos haciendo las decisiones correctas. Esta paz es tan maravillosa que ni siquiera podemos comprender que constituye nuestra seguridad en cada paso que damos. Al enfocar nuestros pensamientos en El, el Dios de paz, experimentaremos la paz de Dios. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (Isaías 26:3).

Paz con los hombres

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). La paz que da el Espíritu Santo, por sobre todo, se dirige hacia arriba, hacía Dios; después hacia lo interior, hacia nosotros mismos; finalmente hacia lo exterior, hacia el prójimo. Necesitamos seguir la exhortación: “Busque la paz, y sígala” (1 Pedro 3:11). En este versículo se usan los verbos buscar y seguir, los cuales se refuerzan el uno al otro. Estos indican que hemos de hacer nuestra parte para mantener la paz. Es mejor excavar otro pozo de agua, como en el caso de Isaac (Génesis 26:1922), que enfrascarse en una guerra.

Si usted es hombre o mujer de paz, reconocerá que no esta libre para hacer lo que le plazca. La paz con los demás quizá requiera comprensión o disposición para cambiar de su parte cuando se trate de diferencias personales. En ocasiones la situación o las circunstancias quizá no conduzcan a relaciones pacíficas cuando alguien siempre insiste en hacer todo a su manera. Los creyentes maduros aprenden a respetar y aceptar las diferencias de otras personas, en particular de los otros miembros del cuerpo de Cristo. Efesios 4:3-4 recalca esta verdad: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu.”

Un vínculo es un nudo, un amarre, una cadena, una unión. No podemos hacer lo que deseamos, sin tomar en cuenta a los otros miembros del cuerpo de Cristo. “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4). “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:24). El creyente que dice lo que quiere, va a donde quiere, se comporta como quiere, sin tomar en cuenta su alto llamamiento ni a los miembros del cuerpo de Cristo, nunca encontrará la paz, porque está interrumpiendo la unidad del cuerpo de Cristo. “Además, el cuerpo no es un sólo miembro, sino muchos” (1 Corintios 12:14). En ocasiones la paz le requiere que se niegue a algo en relación consigo mismo por el bien de los demás.

La paz con los hombres también requiere que en ocasiones sea usted un pacificador. Jesús dijo en su Sermón del monte: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Es común oír que a alguien le llaman problemático, pero ¿con cuánta frecuencia oye que un miembro del cuerpo de Cristo es pacificador? El ser creyente no significa que siempre estaremos en total armonía con los demás. Cuando surgen los conflictos en el cuerpo de Cristo, el pacificador debe buscar una solución razonable y reconciliar a las personas para restaurar la paz y el compañerismo.

PAZ ILUSTRADA

Ejemplos del Antiguo Testamento

Abraham. Era un hombre amante de la paz. En Génesis se relata la disputa ocurrida entre los pastores de Abraham y los de Lot, por la falta de tierra para sus ganados y carpas. Para evitar las disputas, Abraham hizo a un lado sus derechos de padre adoptivo y tío y le dijo a Lot que seleccionara la propiedad que deseara. Como resultado final, Abraham salió beneficiado por la decisión de Lot, mientras que éste sufrió mucho por esa decisión. Quienes están dispuestos a ceder sus derechos con el fin de ser pacificadores están siguiendo el principio ilustrado por Abraham, el cual resulta en bendición.

Isaac constituye otro ejemplo de alguien que busca la paz. Génesis 26 nos dice que después de la muerte de Abraham, su padre, Isaac volvió a abrir los pozos de agua que su padre había excavado, los cuales sus enemigos habían cegado con tierra. Sus siervos excavaron un pozo nuevo y sus enemigos reclamaron el agua como suya. Los siervos excavaron un segundo pozo con la misma reacción de sus enemigos. Por tanto, Isaac sencillamente siguió adelante y excavó otro pozo nuevo. Entonces los enemigos lo dejaron en paz. Poco después, Dios se le apareció a Isaac y le renovó sus promesas. Isaac aprendió que la paz es más importante que lograr uno todo a su manera.

El profeta Daniel fue lanzado al pozo de los leones, mas pudo dormir tranquilamente toda la noche, sin temor, porque confió en Dios. Daniel había aprendido que si confiaba en Dios en toda circunstancia obtendría paz. El Salmo 91:15 nos da esta seguridad cuando experimentamos dificultades: “Con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré.” Si nos apropiamos de esta promesa, podemos experimentar la misma paz que Daniel tuvo incluso en momentos de intenso sufrimiento o dificultad.

Las tribus de Israel fueron bendecidas con paz (Números 6: 2426). Con todo, mientras aún estaban conquistando la tierra prometida se suscitaban entre ellos pleitos y disensiones. Cuantas veces Israel disfrutaba de paz interna, progresaba. Sin embargo, cuando experimentaban disensión, se destruían a ellos mismos. El principio enseñado aquí consiste en que cuando hay disensión entre las personas, con toda seguridad se detiene el progreso.

Ejemplos del Nuevo Testamento

A nuestro Señor Jesucristo se le llama Príncipe de paz en las profecías (Isaías 9:6). También se le llama Cordero de Dios (Juan 1:29). Un cordero representaba la paz. De hecho, Jesús es el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo (Apocalipsis 13:8). El primer mensaje después del nacimiento de Jesús fue de paz (Lucas 2:14). Cuando Jesús envió a los primeros predicadores, les dio instrucciones de que predicaran la paz (Lucas 10:5). Jesús es nuestra paz, la cual predicó El mismo (Efesios 2:14, 17). En la cruz, Jesús actuó como mediador entre Dios y los hombres, haciendo la paz (1 Timoteo 2:5). La paz fue la herencia real de Jesús para los suyos (Juan 14:27). No poseía cuna, barca, asno o sepulcro en la tierra, pero tenía paz para repartir. Sus discípulos recibieron al Espíritu Santo en el día de Pentecostés porque estaban unidos en paz, unidad y sumisión al control soberano del Espíritu (Hechos 1:14).

La iglesia primitiva ilustra que el crecimiento con frecuencia es uno de los resultados benditos de la paz. Es verdad que en ocasiones la iglesia se multiplica en períodos de aflicción, pero los tiempos de paz dan la oportunidad de fortalecerse y alcanzar a los demás. La iglesia primitiva usó muy bien su tiempo de calma, de paz: “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hechos 9:31). La paz une y refuerza — crea un vínculo poderoso entre los creyentes que es inquebrantable mientras que gobierne la paz. Eclesiastés 4:12 dice: “Cordón de tres dobleces no se rompe pronto.” Pero los dobleces deben estar bien unidos como un sólo cordón. Lo mismo hace la paz del Espíritu, la cual provee fortaleza espiritual. Isaías 30:15 dice: “En quietud y en confianza será vuestra fortaleza.”

Las siete iglesias de Asia recibieron un mensaje de Jesús que comenzó con bendición de gracia y paz para todos los fieles de esas iglesias (Apocalipsis 1:4). La gracia y la paz son básicas para la iglesia, como ya lo mencionamos antes: la gracia es la buena voluntad del Padre hacia nosotros y su buena obra en nosotros; la paz es la evidencia o la seguridad de que esta gracia nos ha sido concedida. No hay paz verdadera sin la gracia de Dios y, donde hay gracia, sigue la paz naturalmente.

Paz como un río

En el libro de Isaías se registra dos veces la frase paz como un río:

¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río (Isaías 48:18).

He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río (Isaías 66:12).

En estos dos pasajes el Señor compara su paz con un río que puede bendecir a su pueblo y a su tierra. De esta comparación se desprenden varías lecciones:

1. Un río habla de la extensión, de ampliarse. El propósito de Dios es que su paz se encuentre en todas partes.

2. Un río habla de poder. Se usan grandes plantas termoeléctricas para aprovechar la enorme energía de los ríos con muchos propósitos. En la paz de Dios, de igual manera, se encuentra mucho poder.

3. Un río habla de plenitud. Un río tiene un abundante caudal de agua. Cuando Dios compara su paz con un río, ciertamente implica abundancia, plenitud.

4. Un río habla de vida. Las ciudades florecen junto a los ríos, porque éstos significan alimento, agua, agricultura, irrigación y navegación. También se encuentra vida dentro de un río.

5. Un río habla de progreso. Sus aguas se mueven siempre hacia adelante, rebasan todos los obstáculos en su curso.

Jesús dijo que el Espíritu Santo dentro del creyente sería como ríos de agua viva que correrían “de su interior” (Juan 7:3839). ¡El Espíritu desarrolla en nosotros el fruto de paz, dándonos plenitud, vida, poder, fortaleza y victoria!

¿Tiene usted este fruto del Espíritu, la paz, en su vida? Estos versículos bíblicos le dicen cómo puede obtenerlo:

1. Acepte a Cristo en su vida. “Porque él es nuestra paz” (Efesios 2:14).

2. Conozca a Dios y quede bajo su control. “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz” (Job 22:21).

3. Confíe en Dios con todo su corazón. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).

4. Ame la Palabra de Dios. “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Salmo 119:165).

5. Viva en justicia. “Y el efecto de la justicia será paz” (Isaías 32:17).

En esta unidad de estudio hemos considerado el fruto del Espíritu: amor, gozo y paz. Estos aspectos del fruto del Espíritu apuntan hacia arriba, se relacionan con Dios. En la siguiente unidad de estudio veremos los frutos de paciencia, benignidad y bondad, los cuales apuntan al exterior, hacia nuestros prójimos. Que el Señor le bendiga y aumente su comprensión al continuar su estudio.

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