Producción de Fruto: No Hay Ley Contra Ello

Al principio de este curso estudiamos la analogía que hizo Jesús del labrador, la vid y los pámpanos. En esta analogía, Dios el Padre es el labrador, Jesús es la vid y los que están en El son los pámpanos. Los pámpanos o ramas reciben su vida de la vid mientras estén unidos a ella. El pámpano debe nutrirse de esa fuente de vida para crecer y producir fruto. Cuando es necesario, el labrador poda los pámpanos o ramas para que produzcan mucho fruto. El pámpano que no permanece unido a la vid es cortado y quemado.

El plan de Dios para usted y para mí consiste en que seamos creyentes de fruto. En otras palabras, El desea que manifestemos las características de Cristo en nuestra vida diaria, así como una rama manifiesta las características de la vid a la que está unida. Lo hace posible dándonos su Espíritu Santo, el cual mora en nosotros y produce en nosotros las características que llamamos el fruto del Espíritu en Gálatas 5:22-23.

En esta lección final repasaremos las nueve características del fruto del Espíritu y echaremos un vistazo a la relación entre la ley del Antiguo Testamento, la libertad cristiana y el fruto del Espíritu. Existen leyes contra muchas cosas, pero no hay ley contra la producción de fruto, o semejanza a Cristo. Permita que el Espíritu Santo obre en su vida, para que sea como una rama o pámpano saludable, produciendo mucho fruto.

LA LEY Y LA LIBERTAD CRISTIANA

Libertad de la esclavitud

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22-23).

¿Se ha puesto a pensar alguna vez por qué existen las leyes? ¿Qué pasaría en su comunidad si no hubiera leyes? Si no hubiera leyes, todos harían lo que les viniera en gana. No tendría nada de malo, mientras las decisiones de una persona no estuvieran en conflicto con las de otra. Pero, ¿acaso cada ciudadano se comportaría de tal manera que siempre evitaría conflictos con otras personas? ¿Qué pasaría si una persona decidiera conducir su auto por el lado izquierdo de la calle y otra creyera que es mejor hacerlo por el derecho? Si se condujeran por la misma calle y ambos se encontraran, ¿acaso no se suscitaría un conflicto? Entonces tendrían que confrontar las consecuencias.

Tenemos leyes contra la mentira, el robo, el asesinato, las infracciones de tránsito, el abuso de los derechos de los demás y muchos otros agravios o males que abundan en la sociedad. ¡Pero no hay leyes contra el fruto del Espíritu! Es la clave para la verdadera libertad de la esclavitud.

El apóstol San Pablo escribió su carta a los Gálatas debido a que falsas enseñanzas se estaban introduciendo en la iglesia. Algunas personas estaban enseñando que después de ser salva una persona aún debía observar todas las leyes y reglamentos de la ley del Antiguo Testamento. San Pablo deseaba corregir tal enseñanza. Deseaba que los gálatas supieran que su salvación estaba basada en la fe en la obra expiatoria de Jesucristo y que era un don gratuito de la gracia de Dios. No podían recibir la salvación por las obras ni tenían que realizar ciertas obras para conservarla.

La ley del Antiguo Testamento no podía evitar que las personas hicieran lo malo, pero sí se los hacía saber. La decisión de obedecer o desobedecer la ley quedaba bajo la responsabilidad de cada persona que recibiera la ley. Si alguien decidía desobedecer la ley, podía esperar serias consecuencias.

Si ha leído la historia de la nación de Israel en el Antiguo Testamento, sabe que el pueblo escogido de Dios desobedeció la ley muchas veces y que sufrió por su desobediencia. Dios sabía que los hombres por esfuerzos propios no podrían obedecer cada parte de la ley. Por ello estableció que se hicieran sacrificios como expiación por el pecado. Pero cuando Jesús se ofreció a sí mismo como nuestra expiación de una vez para siempre, cumplió toda la ley. La ley del Antiguo Testamento era el antiguo pacto; el sacrificio de Cristo por nosotros nos preparó el camino para el nuevo pacto entre Dios y el hombre. El nuevo pacto provee perdón por la gracia de Dios mediante la fe en Jesucristo. Es un don gratuito. Ya los hombres no están bajo la esclavitud de la antigua ley. Mediante Jesucristo, somos hechos libres de la ley. (Jeremías 31:31-34).

¿Qué significa todo ello? ¿Acaso significa que por estar libres de la ley podemos vivir como nos plazca? ¡De ninguna manera! Significa más bien que el Espíritu de Cristo ya vive en nosotros y que la nueva naturaleza ha tomado el control. Esta nueva naturaleza no está interesada en satisfacer los deseos malos o egoístas, sino en agradar a Dios. La nueva naturaleza hace posible que el creyente obedezca a Dios y practique una vida que le agrada a El.

F. F. Bruce dijo que la libertad de la ley de ninguna manera elimina las obligaciones de la conducta moral. Las obligaciones de la conducta moral son impulsadas [promovidas] no tanto por los dictados de la ley, sino por la operación del Espíritu libre. La libertad del Espíritu fue el antídoto tanto para la esclavitud legal como para la licencia desenfrenada.

Resumamos lo que todo ello significa:

1. La persona salva por la fe en Jesucristo ya no está bajo la esclavitud de la ley del Antiguo Testamento.

2. En el momento de la salvación, el Espíritu Santo habita en el creyente y éste recibe una nueva naturaleza espiritual.

3. Mientras le ceda el control de su vida al Espíritu Santo, el creyente practica una vida cristiana victoriosa.

4. La conducta del creyente es determinada por el grado en el cual se rinde al control del Espíritu Santo. Ya no está bajo la esclavitud de la ley, ni bajo la de su antigua naturaleza con sus deseos.

La ley de la libertad

Gálatas 5 resume la enseñanza de San Pablo sobre el tema de la ley y la libertad. En el versículo 1 San Pablo advierte de nuevo a los gálatas contra regresar a la esclavitud de la ley. Compara la observación de rituales y ordenanzas de la ley con un yugo de servidumbre. Si vuelve uno a guardar la ley, queda bajo la obligación de guardar todo el contrario. Si quebranta una parte de la ley, es culpado de quebrantarla toda. Pero los creyentes, por la fe en Cristo, están bajo el nuevo pacto, por lo cual están libres de cualquier observancia de los ritos ceremoniales y los días especiales relacionados con el período de la ley. El nuevo pacto, hecho posible por la sangre de Cristo, es de libertad, justicia y vida. Al evangelio se le llama la “ley de Cristo” en Gálatas 6:2, pero es una ley de libertad para servir a Dios y no al pecado. Porque junto con nuestra libertad espiritual viene la responsabilidad de vivir rectamente — y podemos vivir rectamente sólo por el poder del Espíritu Santo dentro de nosotros.

Los creyentes gálatas estaban tratando de agradar a la ley y a Cristo al mismo tiempo. De ello habla San Pablo en esta epístola. En otra carta a la iglesia de Roma tocó el mismo tema:

Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra (Romanos 7:4-6).

Así, paso a paso, San Pablo instruyó a los gálatas respecto a la vida en el Espíritu. Primero mencionó la verdad básica de ser nacido del Espíritu (4:29), entonces tocó el tema de vivir por el Espíritu (5:16); y finalmente exhortó a los gálatas a andar en el Espíritu (5:25).

El punto culminante de esta epístola ocurre cuando San Pablo contrasta la vida en la carne (Gálatas 5:19-21) con la vida en el Espíritu. Busque las dos listas que hizo en la lección 1 y compárelas de nuevo. La enseñanza de San Pablo no radica en que hay una guerra interna en nosotros, la cual nos incapacita para vivir rectamente. Simplemente describe los resultados de vivir en el legalismo, de buscar la perfección mediante esfuerzos propios. Quienes pertenecen a Cristo, dice San Pablo, han crucificado la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y deseos. Su vida es dirigida por el Espíritu Santo: son nacidos del Espíritu, viven por el Espíritu y andan en el Espíritu. Esta es la ley de la libertad.

UN REPASO DEL FRUTO

Un desarrollo progresivo

Merrill C. Tenney, en su comentario sobre la epístola a los Gálatas, dice que el propósito obvio de esta epístola no consistió en preparar a los gálatas para pasar un examen, sino en prepararlos para la práctica de una vida. Bien podríamos decir lo mismo respecto a este curso sobre el fruto del Espíritu. El propósito más importante de este curso consiste en despertar en usted el deseo de que el fruto del Espíritu se produzca en su vida abundantemente. Recuerde que el fruto del Espíritu es el desarrollo progresivo de la vida y la naturaleza de Jesucristo en el creyente.

Nuestra meta consiste en ser como Jesús. C. S. Lewis dice que nuestro modelo es el Jesús, no sólo del Calvario, sino del taller, los caminos, las multitudes, las demandas clamorosas y las oposiciones hoscas. Porque esta es la vida divina actuando bajo condiciones humanas.

En ocasiones es más fácil doblar una rodilla en el altar y hacer un compromiso con Cristo de seguirle que poner el mismo en práctica. ¿Se puede ver el carácter de Jesús en usted cuando está en el taller? ¿O en el camino? ¿O entre las multitudes? ¿Se observa el carácter de Cristo en usted cuando se le hacen demandas no razonables, cuando las personas se le oponen y cuando las pruebas lo asaltan? ¿Manifiesta una vida de semejanza a Cristo en medio de confusión e interrupciones? No olvide nunca que contamos con un poderoso Ayudador para toda situación de la vida. Al caminar en el Espíritu El nos ayudará a vivir como lo hizo Jesús y la belleza de El se verá en nosotros.

Temas principales

En conclusión, repasemos los nueve elementos del fruto del Espíritu y consideremos de nuevo los temas principales de este estudio.

1. Amor. La primera dimensión del fruto del Espíritu es el amor ágape, un amor sin egoísmo, profundo y constante que encuentra su máxima expresión en el amor de Dios y en el que Jesús manifestó en la cruz. Es el amor descrito en 1 Corintios 13 como sufrido, benigno, que no busca lo suyo. No tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no se irrita, no hace nada indebido. Se goza de la verdad. Este amor no guarda rencor ni se goza de la injusticia. ¿Puede usted ver cuántas definiciones de las que hemos dado para otras dimensiones del fruto espiritual también se aplican al amor? Es la característica de Cristo, de quien se derivan todas las otras.

2. Gozo. Esta característica es una gracia divina que resulta en una actitud de alegría, deleite tranquilo y gran regocijo basado en la vida del Espíritu. Es el resultado de la fe en Dios y no influyen en el mismo las circunstancias de la vida. Este gozo se deriva de la salvación, de la conciencia de que el poder de Dios actúa en favor nuestro y de las bendiciones de un diario andar con Dios en comunión con El mediante su Palabra y en oración. Para el creyente, existe un fuerte vínculo entre el sufrimiento y el gozo. El gozo del Señor nos da fortaleza en momentos de dificultades.

3. Paz. La paz que da el Espíritu Santo incluye tranquilidad, quietud, unidad, armonía, seguridad, confianza, abrigo y refugio. Es un sentido de bienestar espiritual, del conocimiento de que estamos bien con Dios y es la seguridad de que podemos confiar en que Dios suplirá todas nuestras necesidades. Experimentamos paz con Dios en el momento de la salvación. La paz de Dios es un sentimiento interior que sustituye a la ira, la culpa y la preocupación. La Biblia nos exhorta a tratar de vivir en paz con todos los hombres, a buscar la paz y a seguirla. La paz con los hombres también quizá demande que seamos pacificadores.

4. Paciencia. Esta dimensión del fruto del Espíritu habla de ser longánime, de poseer una disposición de ecuanimidad, de dominio propio. La paciencia es perseverancia, o resistencia, la cual no se rinde ante circunstancias difíciles ni se desploma ante pruebas prolongadas. Se manifiesta en los atributos de Dios como se describen en Exodo 34:6 — es misericordioso, piadoso, lento para la ira, fiel, sostiene su amor por nosotros y es perdonador. Estas son todas las descripciones de aquel que es paciente.

5. Benignidad. La persona que manifiesta benignidad tiene una disposición de amabilidad que abarca ternura, compasión y dulzura, las cuales fluyen de la pureza interna. Tiene la disposición de hacer lo bueno. La benignidad está estrechamente relacionada con la bondad, la cual es la acción de la cualidad interior de la benignidad.

6. Bondad. Esta característica es la práctica o expresión de benignidad — hacer lo bueno. Incluye servicio o ministerio a los demás y generosidad. La bondad puede ser benigna y fuerte, hasta puede incluir reprensión y disciplina con el propósito de conducir al arrepentimiento y el perdón.

7. Fe. Esta es la virtud de la fidelidad y está relacionada con la confiabilidad, la integridad, la lealtad, la honestidad y la sinceridad. La fe o fidelidad está basada en nuestra confianza en Jesús para salvarnos y nuestro rendimiento absoluto a El como nuestro Señor y Salvador. La persona fiel es confiable — puede uno depender de ella para hacer lo recto y cumplir su promesa. Es fiel en la mayordomía — se le puede confiar que realice la obra de Dios de acuerdo con su voluntad. Reconoce que su tiempo, talentos y posesiones le pertenecen al Señor y es de confiar en su administración de tales cosas.

8. Mansedumbre. Las tres ideas principales de la mansedumbre son (1) sumisión a la voluntad de Dios; (2) ser educable; (3) y ser considerado. La mansedumbre incluye el control de la ira — saber cuándo airarse y cuándo no. Las analogías de Cristo como el Cordero de Dios, del Espíritu Santo como paloma y de los creyentes como ovejas ilustran el significado de las características que indican mansedumbre en la vida cristiana.

9. Templanza. La dimensión final del fruto del Espíritu es el dominio propio, templanza o dominio de sí mismo. Se ilustra con el estricto entrenamiento y disciplina de los atletas que se esfuerzan por ganar el premio. La templanza incluye el dominio de las pasiones sensuales y la moderación en los hábitos diarios, en oposición a la sobreindulgencia. Se exhorta al creyente a practicar una vida equilibrada, no dada a los excesos. Las áreas específicas de dominio propio son el control de la lengua, del deseo sexual, del uso del tiempo, el control de la mente y la temperancia en cosas tales como comer y beber. La templanza o dominio propio es posible por la nueva naturaleza dentro de nosotros, la cual le cede el control de nuestra vida al Espíritu Santo. El dominio propio es esencial para una vida santa. Es, en efecto, control del Espíritu, o la entrega voluntaria de nosotros mismos al dominio o control del Espíritu Santo.