Estudio devocional

El estudio devocional es muy personal. Tiene el propósito de acercarle a usted a Dios. Le pone en contacto con verdades espirituales profundas. Al aplicar usted la Palabra de Dios a su vida, el diablo peleará contra usted. Tratará de desalentarle. Le sembrará dudas respecto a Dios. Creará un conflicto interno en su corazón.

Cristo nos demostró cómo enfrentarnos al conflicto espiritual. Cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto (Mateo 4:1–11), Él lo resistió. Le hizo frente usando el arma más poderosa del mundo. Citó las Sagradas Escrituras. El diablo tuvo que huir porque la Palabra de Dios es verdad y vida. En Efesios 6:17 a la Palabra de Dios se le llama “la espada del Espíritu”. Con ella podremos “estar firmes contra las asechanzas del diablo…y habiendo acabado todo, estar firmes” (6:11, 13). La Palabra de Dios le da a usted limpieza y victoria cuando la esconde en lo profundo de su corazón.

El valor del estudio devociona

Usted puede aprender mucho de la Biblia poniendo en práctica las herramientas que ha estudiado en este libro hasta aquí. Pero a fin de comprender cabalmente la Palabra de Dios, debe estudiarla con devoción. El estudio devocional consiste en obtener conocimiento de la Palabra de Dios con fines netamente espirituales y personales.

La palabra “devoción” significa “un acto de oración por el que uno le pide humilde y encarecidamente a Dios”. El estudio devocional requiere toda la atención del estudiante. Nuestra meta como cristianos consiste en estar en Cristo, que more en nosotros. Él dijo:

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (Juan 15:7–11)

El estudio devocional produce unidad entre Cristo y el creyente. En el estudio devocional, leemos un pasaje corto de la Biblia. Lo leemos lentamente, quizá varias veces. Con espíritu de oración pensamos sobre lo que significa. Nos preguntamos a nosotros mismos:

¿Qué le dice este pasaje a mi corazón? ¿Se refiere a mi necesidad presente? ¿En qué forma me revela a Cristo?

A este proceso se le llama meditación. Leemos el mismo versículo o pasaje hasta que nuestras mentes sólo se ocupan de su significado y de la presencia del Señor. De esta manera la Palabra penetra en nuestro ser y nos alimenta.

La Palabra de Dios nos revela a Cristo. Él es la Palabra viviente. Mientras más conocemos la Palabra escrita, mejor conocemos a la Palabra viviente. Y a la vez, mientras mejor conocemos a Cristo, más le amamos y le obedecemos. El rey David meditaba mucho en la Palabra de Dios. Él escribió: “Mi boca hablará sabiduría, y el pensamiento de mi corazón inteligencia” (Salmo 49:3). Cuando estamos en Cristo y Él en nosotros, obtenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:15–16). Nuestra meditación renueva nuestras mentes.

Normas para el estudio devociona

El salmista oró: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Necesitamos apropiarnos de esta oración al estudiar sobre cómo hacer que el mensaje de la Palabra de Dios sea sencillo, personal y práctico.

Cada pasaje de la Biblia tiene una verdad principal. Con frecuencia usted encuentra otras verdades menos obvias. Su tarea consiste en descubrir lo que el Espíritu Santo trata de decirle. Siga estos cinco pasos que le ayudarán a hacer que el mensaje sea sencillo para usted.

Cinco pasos que se han de seguir

Lea. El estudio bíblico principia con la lectura. En 1 Timoteo 4:13, Pablo dice: “Ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.” Para ser saludables espiritualmente, hemos de alimentarnos a diario con la Palabra de Dios: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos…sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y noche” (Salmo 1:1–2). En tiempos bíblicos, un grupo de cristianos que vivían en Berea eran conocidos por su amor al estudio bíblico (Hechos 17:10–11). Eran más que simples oidores; escudriñaban las Escrituras diariamente. Necesitamos ser fieles en el estudio como ellos lo fueron.

Tome notas. El estudiante de la Biblia diligente escribe notas mientras lee y estudia. Su lápiz o pluma es una herramienta que ayuda a sus ojos y a su mente a “ver” las verdades espirituales al dirigir el Espíritu Santo su comprensión.

Escudriñe. La verdad bíblica es clara y sencilla, pero a la vez de profundo significado. Los significados profundos de la Palabra son como “plata” y “tesoros” que debemos buscar o escudriñar en nuestros estudios (Proverbios 2:4).

Relacione. Antes de interpretar el significado de un pasaje es necesario relacionarlo con su contexto. Debemos leer enseñanzas relacionadas. De esta manera descubrimos la relación de cada pasaje con la Palabra de Dios como un todo.

Medite. Hemos de meditar en la Palabra de Dios. Proverbios 2:1–3, 5, dice: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz…Entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios”. El Espíritu Santo siempre comunicará un mensaje a nuestro corazón al tomar tiempo nosotros para pensar sobre lo que hemos leído. El salmista exclama: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97). Si observamos el mandamiento de Proverbios 4:20–21 en nuestra meditación, ganaremos mucho. Si estamos atentos a sus palabras ganaremos conocimiento de Dios y su Palabra al relacionarnos mejor con Él. Cuando de veras inclinamos nuestro oído a sus razones le permitimos controlar nuestras vidas. Aprendemos a obedecer. La meditación abre nuestros corazones a Dios y despierta en nosotros el deseo de obedecer y expresar nuestro amor. La verdadera meditación influye sobre la forma en que vivimos.

Aplicación del estudio devociona

Que el mensaje sea personal

El estudio devocional de la Palabra de Dios hace que el mensaje bíblico sea sencillo y personal. La memorización de versículos constituye una parte muy valiosa del estudio devocional. Dios ordenó en Deuteronomio 6:6–9:

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

El estudio devocional de la Biblia nos ayuda a vencer al diablo (Apocalipsis 12:11; Lucas 4:4); y a vivir en santidad (Salmo 119:9; Juan 15:3). Nos ayuda a obtener el éxito (Josué 1:8), a desarrollar una fe fuerte (Romanos 10:17) y a crecer espiritualmente (1 Pedro 2:2). Nos ayuda a testificar a otros (2 Timoteo 3:16).

La memorización de versículos constituye sólo un paso para hacer que la Palabra sea personal. Hemos de aplicárnosla. Hemos de hacerla una lámpara que nos guíe y una luz en nuestro camino (Salmo 119:105). La misma Biblia nos aconseja sobre cuál actitud asumir respecto a ella:

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1:22–25)

La Palabra de Dios se puede poner en práctica de diversas maneras. Hemos de obedecer sus mandamientos y prohibiciones. Por ejemplo, hemos de amar a nuestro prójimo (Lucas 10:27) y no juzgar a nuestro hermano en Cristo (Romanos 14:13). Hemos de reclamar como nuestras las promesas que Dios ha hecho. No es suficiente con saber que se nos ha dado vida plena en Cristo (Colosenses 2:10); hemos de reclamar y poner en práctica nuestra libertad en Cristo (Colosenses 2:11, 20). Hemos de aprender de los ejemplos de otros, buenos o malos, como lo estudiamos en la lección 7. Por
sobre todo, hemos de creer en las declaraciones divinas sobre la verdad y vivir de acuerdo con ellas. Como ilustración, citemos la enseñanza bíblica de nuestra unidad en Cristo (Efesios 2:14– 18) y de que el amor nos hace semejantes a Cristo (Efesios 3:17–19; 1 Corintios 13). Nuestra respuesta a estas verdades demostrará si las hemos aplicado o no a nuestras vidas.

Que el mensaje sea práctico

Dios quiere que compartamos el evangelio con otros. De ahí que un propósito importante del estudio bíblico consista en ayudarnos a compartir la verdad divina con otros. Nos da conocimiento y el deseo de enseñarles a los demás.

La enseñanza comienza en casa. Debemos enseñarles la Palabra de Dios a nuestros hijos (Deuteronomio 6:7). Es un gozo obtener conocimiento y poder transmitirlo a los niños y a los jóvenes, en particular a los miembros de nuestra propia familia.

Entonces, como declara Colosenses 3:16, debemos vivir “enseñandoos y exhortandoos unos a otros en toda sabiduría”. Pablo le dijo a Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2). Cristo le ha asignado una tarea a cada creyente: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Parte de esta tarea consiste en enseñarles (Mateo 28:20). Cristo desea que llevemos fruto. Él dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…” (Juan 15:16).

Hemos de hacer nuestras las palabras de Cristo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Dios no nos salvó sólo para que nos la pasáramos sentados todo el tiempo disfrutando de nuestra salvación; Él espera que les contemos a otros acerca de Él.
Dios quiere que estudiemos la Biblia como nuestra fuente de devoción, fortaleza y regocijo; pero también le agrada que la compartamos con otros. El amor que le tenemos a la Palabra de Dios nos despierta el deseo de compartirla. Que Dios le bendiga al convertirse el estudio bíblico en vida para usted.

Mientras más estudiamos la Biblia, más hermosa es para nosotros. Mientras más la escudriñamos, más cautiva nuestros corazones. Nuestra fe en ella nos produce bendiciones ilimitadas. Si la vivimos o la practicamos, obtendremos gozo y paz. Si la compartimos con otros, demostramos de nuevo su
poder eterno.