Lo que la Iglesia hace para el mundo

En la última lección estudiamos que los creyentes tienen ciertas responsabilidades para con otros cristianos. Todos los creyentes pertenecen a la familia de Dios. Los cristianos disfrutan de un contacto especial con sus hermanos y hermanas en Cristo.

Pero la iglesia también tiene ciertas responsabilidades hacia los incrédulos. El cristiano ha de cuidarse de no interesarse tanto por sus hermanos de tal manera que se olvide de su prójimo que no es miembro de la iglesia. En esta lección estudiaremos el deber del creyente hacia los inconversos.

Como en otras lecciones de este estudio, debe usted aplicar lo que ha aprendido. A Dios no le agrada que sólo sepamos lo que debemos hacer. Santiago dijo: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Apliquemos esta lección poniendo en práctica lo que hemos aprendido.

Los creyentes se oponen al mal

Los piadosos han de ser conocidos por sus obras de piedad. Cristo dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra” (Mateo 5:13). Pero si la sal no hace lo que debe hacer, no sirve para nada. Cristo también dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Pero la luz no se debe esconder, sino
brillar en público. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

Cuando una persona se convierte a Cristo, comienza una nueva vida. Ya no hace lo malo que antes hacía. Desea sólo hacer lo que a Dios le agrada. Así como la sal cambia el sabor de los alimentos y la luz disipa las tinieblas, la vida piadosa del cristiano ejerce su influencia sobre todos los que le rodean. Esa influencia es para el bien. De esta manera, se convierte en una fuerza contra el mal.

En cierta ocasión leí la historia de un joven llamado Nicky. Odiaba a todo mundo. Había aprendido a pelear y a matar. Sus amigos organizaron una banda o pandilla para robar y destruir. Nicky comenzó a usar drogas. Pero cierto día alguien le contó acerca del amor de Dios, que podría iniciar una nueva vida en Cristo Jesús. Nicky aceptó a Cristo. Entonces dejó la banda y ya no peleó ni mató a nadie. Pero también comenzó a ayudar a otros jóvenes que experimentaban problemas como los de él. Les contó acerca de Cristo. Les ayudó a librarse de la drogadicción y a no odiar más.

Por la gracia de Dios, el mal fue derrotado en la vida de Nicky. Pero, mejor aún, usó su influencia para detener al mal. Su vida comenzó a brillar como una luz en las tinieblas de una comunidad pecaminosa.

Además, los cristianos pueden detener el mal con sus oraciones. Lot, el sobrino de Abraham, no amaba a Dios como éste. Por supuesto, el tío estaba muy preocupado por su sobrino. Trató de animar a Lot a servir a Dios, pero éste quiso vivir en una ciudad conocida por su pecado. Abraham oró por
su sobrino y, gracias a sus oraciones, Dios salvó a Lot de ser destruido junto con la ciudad impía. La oración de Abraham se encuentra en Génesis 18:22–33.

Los creyentes anuncian el evangelio

Pablo escribió a la iglesia de Filipos respecto a los deberes del cristiano:

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, asidos de la palabra de vida. (Filipenses 2:14–16)

Pablo dice que no basta con vivir piadosamente. Debemos también ofrecer el mensaje de vida a todo el mundo. El evangelio se ha de comunicar en palabras, ¡pero también por obras!

Cristo dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). A este pasaje se le llama La Gran Comisión. El evangelista Marcos registra un pasaje parecido: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). La palabra predicad no se refiere a un discurso formal ante un grupo, sino simplemente a contar alguna historia o anunciar algo. Aunque no todos los creyentes pueden predicar, todos pueden contar el evangelio. También se usa la palabra evangelizar. Esta significa “anunciar las buenas noticias”. Todo creyente debe obedecer las palabras de Cristo para anunciar el evangelio y hacer discípulos.

Como estudiamos en la lección pasada, Dios desea que su cuerpo, la iglesia, siga creciendo. La iglesia cristiana primitiva siempre crecía. En un solo día más de tres mil personas se convirtieron (Hechos 2:41). El crecimiento es normal para el cuerpo de Cristo. La iglesia que no crece no está sana.

Los creyentes envían y apoyan a los obreros

La iglesia debe contar las buenas nuevas. En Mateo 28:19 y Marcos 16:15 se emplea el verbo ir. En ocasiones usted no necesita ir lejos para hablar del evangelio. Pero en otras, los cristianos tienen que ir a regiones lejanas. El evangelio debe predicarse en regiones donde no hay creyentes. Cristo dijo: “Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:47). (La palabra naciones significa tribus o grupos de personas.) La iglesia tiene una gran tarea, pero Dios nos ha prometido su Espíritu Santo. Jesús prometió a sus discípulos: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos (Hechos 1:8).

La iglesia primitiva obedeció enviando obreros:

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros…Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. (Hechos 13:1–3)

Este pasaje nos presenta un modelo. A continuación presento una lista de los principios que se desprenden de este pasaje:

1. Los que fueron enviados eran fieles en su ministerio en la iglesia local.

2. La decisión se tomó después de mucha oración.

3. Los hombres sintieron el llamamiento divino y la iglesia los envió.

Los obreros fueron enviados por Dios y por la iglesia. Cuando regresaron, le informaron a la iglesia: “y habiendo llegado y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos” (Hechos 14:27).

Los obreros enviados por la iglesia deben ser sostenidos por ésta. Sería muy triste enviar obreros y olvidarlos en su campo misionero. La iglesia debe orar por sus obreros. Pablo escribió a la iglesia de Roma: “Pero os ruego, hermanos. . . que me ayudéis orando por mí a Dios” (Romanos 15:30). A la iglesia de Colosas le escribió: “Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra la puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso” (Colosenses 4:3). Los obreros enviados siguen siendo miembros de la asamblea. Hemos de orar por ellos.

San Pablo también agradeció a las iglesias los envíos de dinero (Romanos 15:24; Filipenses 2:25 y 4:15). Los obreros enviados necesitan dinero para realizar la obra a que Dios los ha llamado.

 

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