La Iglesia se parece a un cuerpo

En la última lección estudiamos que a los creyentes se les aplican muchos nombres: discípulos, santos, hermanos y cristianos. Cada nombre dice algo acerca de ellos. De la misma manera, a la iglesia se le aplican diversos nombres. Cada uno dice algo acerca de la iglesia. Estudiaremos uno de ellos.

La Biblia dice con frecuencia que la iglesia es como un cuerpo. En esta lección estudiaremos lo que significa esa declaración. En la iglesia usted entra en contacto con otros creyentes. Ellos revisten mucha importancia para usted. Gracias a Dios por ellos. Pregúntele a Dios lo que usted puede hacer para ayudarles. Ellos le pueden ayudar a usted también. De nada le servirá este estudio a menos que aplique toda la información a su vida. Ponga en práctica hoy mismo lo que ha aprendido.

Cristo y la iglesia

La Biblia compara la iglesia con muchas cosas. Dice que es como un edificio (Efesios 2:21), una esposa (Efesios 5:22–23), un rebaño (Juan 10:16) y una viña (Juan 15:4). Esta lista no está completa. Es mucho más larga. ¡Alguien ha contado más de 200 comparaciones de la iglesia en el Nuevo
Testamento! No podemos estudiar todos los nombres, por lo que hemos escogido uno. La Biblia dice que la iglesia se parece a un cuerpo.

Cristo, la fuente de vida

Un cuerpo viviente crece y está activo. Cada cuerpo tiene una cabeza. La relación entre la cabeza y el cuerpo es muy importante. Pablo escribió a la iglesia de Colosas: “y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Colosenses 1:18). La iglesia recibe su vida de Cristo. Los edificios, la organización y
las reuniones no le dan vida. Sólo Jesucristo puede hacerlo.

Cada creyente, y la iglesia entera, están “completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10). El cuerpo se identifica con la cabeza. La iglesia se identifica con Cristo.

Cristo el Señor

Cristo no es solamente la fuente de vida, sino también el Señor de la iglesia. Así como una esposa obedece a su esposo, la iglesia obedece a Cristo (Efesios 5:24). La mano no le dice a la cabeza lo que debe hacer. La cabeza se lo ordena a la mano. De igual modo, la iglesia debe ser obediente a Cristo. Según Efesios 1:22–23, Dios:

…sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Todo el mundo tiene un señor. Algunos obedecen a un amo humano. Otros, al pecado. Los cristianos primitivos proclaman el mensaje: “¡Jesucristo es el Señor!”.

Cristo el proveedor

Jesucristo es un Señor lleno de amor. En amor, Cristo nos cuida. Pablo dijo: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su sangre y de sus huesos” (Efesios 5:29–30). La iglesia vive, gracias a su contacto con Cristo. También crece, gracias a Él. Él es “la cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Colosenses 2:19).

Relaciones internas de la iglesia

El Nuevo Testamento se escribió más para la iglesia como un todo que para creyentes particulares. Los cristianos no pueden vivir alejados de otros creyentes. En la iglesia primitiva, a los nuevos convertidos se los incorporaba de inmediato en el compañerismo. San Lucas escribió: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma” (Hechos 4:32).

Sin tomar en cuenta su raza, nacionalidad o posición social, todos los creyentes están unidos en una iglesia, “un cuerpo, y un espíritu” (Efesios 4:4). La unidad no significa que todos los cristianos deben pertenecer a la misma organización eclesiástica. Tampoco que deben adorar de la misma manera.

Más bien significa que deberá caracterizar a los creyentes un espíritu de amor y unidad.

Las divisiones nunca han beneficiado a la iglesia. Son muy dolorosas. La iglesia sufre por esa causa. La iglesia de Corinto sufrió este mismo problema (1 Corintios 1:12–13). Pablo les estaba exhortando a la unidad, “para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (1 Corintios 12:25). Generalmente las divisiones en la iglesia las causan quienes se preocupan más por ellos mismos que por los demás.

Variedad en la iglesia

La unidad no significa que todos los cristianos son exactamente iguales. ¡No! Cada uno es diferente. La variedad ofrece fortaleza y equilibrio. Lo anterior queda demostrado en la descripción que Pablo hace de la iglesia:

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. (1 Corintios 12:12)

Una parte del cuerpo no le puede decir a otra: “¡No te necesito!” Cada parte necesita de la otra. Los cristianos se necesitan mutuamente (1 Corintios 12:12–26). Los creyentes pueden diferir en lo que hacen (12:17), en su fortaleza (12:22) y en honra (12:23), pero hay un solo cuerpo. Pablo explicó la
misma verdad a la iglesia de Roma:

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada. (Romanos 12:5–6)

Cuidado mutuo en la iglesia

Usted tiene algo que hacer en la iglesia de Dios. Ha de aceptar esa tarea con toda seriedad, como servicio a Cristo. Parte de esa responsabilidad consiste en preocuparse por el bienestar de otros creyentes. Como Pablo dice:

Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:16)

Ninguna parte del cuerpo puede funcionar sola normalmente. Cada una necesita a la otra.

Esta relación exige sinceridad. Pablo instruye: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25). Porque somos hermanos, hemos de ayudarnos mutuamente: “De manera que si un miembro padece, todos
los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:26). La preocupación por otros es la marca distintiva de la iglesia. Si nos amamos los unos a los otros, entonces todos los demás sabrán que somos discípulos de Cristo (Juan 13:35).

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