Dios lo hizo a usted lo que es
La Biblia nos cuenta de un hombre llamado Gedeón que pensaba que no era importante. Vivía oculto del enemigo que había invadido su país. Cuando Gedeón había perdido todas las esperanzas para su pueblo, Dios le envió un ángel para que lo animara. El ángel portaba este mensaje: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6:12).
Dios no evaluó a Gedeón por su miedo o inseguridad. En cambio, Dios vio el potencial de Gedeón para ayudar a su pueblo. Dios lo vio como un guerrero, no un cobarde (Lea Jueces 6–8.) el pueblo pronto supo que el Señor estaba con Gedeón, ya que él se comportó en forma diferente.
Piense en Gedeón y anímese. Quizá no se sienta importante, pero usted lo es, a la vista de Dios. Puesto que usted es alguien para él, Dios quiere que usted se conduzca de manera diferente.
Usted es alguien: Un hijo de Dios
¿Qué le ocurrió a usted cuando aceptó a Jesús como su Salvador? Usted se arrepintió de su pecado, y Dios lo perdonó. Fue salvo porque se arrepintió de su pecado y le pidió a Jesucristo que fuese su Salvador. Al mismo tiempo recibió a Jesús como Señor de su vida. Usted creyó en Él como el Hijo de Dios y lo recibió en su corazón, para gobernar sobre su vida.
Dios ha realizado una obra en usted
El evangelio según Juan nos cuenta el acontecimiento maravilloso que se produce cuando la gente recibe a Jesucristo como Señor y Salvador. Lea cuidadosamente estos versículos:
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:12–13)
¿Fue esta experiencia solamente para aquellos que vivieron en la época de Jesús? Naturalmente que no. El nacer de nuevo es el derecho y la experiencia de todos los que han creído y han recibido a Jesús. Somos hechos nuevos mediante la obra del Espíritu Santo.
De una manera especial, Dios le ha impartido vida. No es una nueva vida física puesto que nadie puede retroceder en el tiempo y ser de nuevo un bebé. Es una nueva vida espiritual que Dios mismo crea. Él es el Padre de todos aquellos que han nacido de nuevo. Somos sus hijos.
De manera que si usted es un creyente, es hijo de Dios. ¿Se da cuenta de la importancia que esto le da a usted? ¡Usted es alguien! Es hijo del Dios Todopoderoso. El Creador del universo es su Padre.
Propósito de Dios para usted como su hijo
Cuando usted lee que Dios es su Padre celestial, quizá lo haga pensar en su propio padre. ¿Cómo era su padre cuando usted era niño? Indudablemente, no era perfecto pues solo Dios es perfecto. Un buen padre ama a sus hijos. Quiere que tengan lo mejor que él puede darles. Quiere que tengan una vida feliz y realizada, a fin de llegar a ser lo mejor que pueden.
Dios, nuestro Padre celestial, quiere lo mismo para nosotros. Quiere lo mejor para sus hijos. Él tiene una meta o propósito para nuestra nueva vida como creyentes. Dios quiere que seamos felices mientras cumplimos el propósito que él tiene para nuestra vida.
En Efesios, capitulo 2, leemos respecto de las grandes cosas que Dios ha hecho por nosotros. Éramos como todos los demás: carecíamos de vida espiritual y seguíamos nuestros propios deseos. Pero Dios nos ha dado vida en Cristo Jesús. Esta nueva vida es el don de Dios recibido por la fe en el Señor Jesucristo. Leemos las siguientes palabras respecto de lo que significa ser un hijo de Dios:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
El propósito que Dios tiene para sus hijos es el de una vida llena de buenas obras. “Buenas obras”, significa hacer lo que es bueno y recto en todo. Debemos emplear nuestro tiempo y talento para llegar a ser lo mejor que podemos. Esto agradará a nuestro Padre celestial y nos proporcionará una vida feliz y completa.
Recuerde, sin embargo, que las buenas obras no pueden hacer a nadie cristiano. En Efesios 2:8–9 se nos dice que la salvación no puede ganarse. Pero una vez que el hombre se ha convertido en hijo de Dios, vive de acuerdo a las normas de Dios. Un hijo de Dios es distinto de las personas que no son creyentes, y se comporta también en forma distinta. Demuestra su fe haciendo cosas nuevas para Dios. Este es el mensaje que hallamos en Santiago 1:22–26: la fe tiene que probarse mediante las obras.
Hemos hablado respecto del propósito de Dios para los creyentes desde el punto de vista de las buenas obras. Sin embargo, es bueno que comprenda que lo que hace es una señal externa de lo que usted es. Usted es alguien: es un hijo de Dios. ¿Cómo será el hijo de Dios? Dios “nos escogió en él, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4).
Dios quiere que sus hijos sean santos y sin mancha. Sin duda sabe que el creyente es una nueva criatura, es nacido de nuevo. Sabrá también por la lectura de su Biblia y por la experiencia que un creyente no es instantáneamente perfecto. Hasta los discípulos de Jesús tenían faltas. Pero Dios quiere que todos sus hijos lleguen a ser santos. Ese proceso lleva tiempo; como un niño que está creciendo. En realidad, nuestro crecimiento no será perfecto hasta que estemos en el cielo.
Un carpintero quizá aspire a que su hijo sea un hábil carpintero. Un artista de canto quizá desee que su hija se convierta en una famosa cantante. Pero ¿el nacer en cierta familia le proporciona automáticamente al niño la habilidad de su padre? No. Se necesita tiempo, enseñanza y práctica para desarrollar cualquier habilidad. El niño tiene que desear aprender de su padre. Tiene que practicar lo que su padre quiere enseñarle.
Dios puede ayudar a los creyentes a cambiar sus actitudes. Las actitudes son las maneras como nos sentimos respecto de la gente y las cosas. Nuestras actitudes demostrarán lo que somos. De este modo, cuando Dios nos salva, Él cambia nuestra vida interior. Entonces nuestra nueva vida produce actitudes y acciones piadosas. Esta es una buena definición de la ética bíblica: poner en práctica su nueva vida a través de su actitud y acciones.
Usted es alguien: Un miembro del cuerpo de Cristo
Quizá alguna vez haya oído decir a alguien: “¡Si usted hubiese sido el único pecador del mundo, Jesús hubiese muerto por usted!” Pero usted no era el único, ¿no es verdad? Parte del plan de salvación de Dios consistía en que muchos fuesen salvos. Naturalmente, usted fue incluido entre los muchos. El sufrimiento de Jesús tenía por objeto “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). Dios propuso que su Hijo, Jesús, fuese “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).
¿Piensa tal vez que las palabras “hijos” y “hermanos”, no la incluyen a usted porque es mujer? No, usted tiene el mismo derecho de ser llamada “hija de Dios”. Recuerde que todos aquellos que creen y recibir a Jesucristo tienen la potestad de ser hechos hijos de Dios.
Dios lo ha puesto en una familia
Dios tiene muchos hijos e hijas: los creyentes que constituyen la familia de Dios. Nuestro Padre celestial quiere que su familia sea un grupo unido. La Biblia lo expresa denominando la familia de Dios “el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).
Un cuerpo es una unidad constituida por muchas partes, las cuales funcionan para un fin común. ¡Qué diferentes son las partes! ¡Pero cuánto se necesitan mutuamente! El cuerpo de Cristo es así. Está formado por creyentes de diferentes países, razas y edades. Y sin embargo, está unido, formando un cuerpo y una familia. Pablo escribió a los creyentes en Éfeso: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19).
¡La unidad es algo maravilloso! Pero Dios no constituyó a los creyentes en un cuerpo sencillamente para tener una unidad. Un director de un equipo de fútbol no recluta jugadores para afirmar simplemente que tiene un equipo. ¡Los une para que jueguen! Dios tiene un propósito para el cuerpo de Cristo, y usted tiene una parte que desempeñar en él.
El propósito de Dios para usted en la familia
¿Por qué Dios pone a las personas en familias? Piense en un huérfano o en una viuda en su pueblo. Es fácil ver que el ser humano necesita a otro ser humano. La familia es el medio que Dios usa para hacer frente a las necesidades, tanto de carácter físico como emocional. Junta, una familia puede proporcionar la alimentación y el albergue que necesitan los miembros de dicha familia. Junta, la familia puede satisfacer la necesidad de cariño y respeto que siente cada uno de sus miembros.
Dios ha puesto a cada uno de sus hijos en su familia por la misma razón: porque nos necesitamos mutuamente. Quizá usted no sienta la necesidad de ayuda de otros creyentes en lo que concierne a sus necesidades físicas o emocionales. Quizá usted tenga una familia que lo quiere y lo cuida. Pero sus hermanos y hermanas en Cristo quizá necesitan su ayuda en todos estos aspectos. Sin duda alguna, usted tiene una parte importante en el ministerio en favor de esos otros miembros de la familia.
Todos necesitamos participar en la vida espiritual de la familia de Dios. El escritor de la Epístola a los Hebreos asocia
las necesidades físicas, emocionales y espirituales.
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:24–25)
Al reunirse con sus hermanos cristianos, podrá proporcionar ayuda y recibirla también. Aquí es donde figura la ética. Puede poner en práctica esta nueva vida prestándole ayuda a la familia
de Dios. El apóstol Pablo nos proporciona un ejemplo de su actitud y sus acciones cuando dice: “Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros” (Efesios 3:2). Dios quiere que vivamos para el bien de nuestro prójimo en el cuerpo de Cristo.
Usted es alguien: Un embajador del reino
¿Qué le ocurriría a una familia que no creciera? Las familias deben crecer en número. Cuando Dios creó los primeros seres humanos, les dijo lo que debían de hacer (Génesis 1:28). Dios quería que Adán y Eva tuvieran hijos. Dios quiere lo mismo para su familia espiritual. Él desea que más y más personas nazcan de nuevo y se agreguen a su familia. Jesús dijo a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).
El cuerpo de creyentes tiene que crecer, y cada uno de los miembros tiene su parte que desempeñar en este proceso. Se nos ordena que prestemos ayuda haciendo todo lo que podemos para traer más creyentes a la familia de Dios.
Dios lo ha puesto en el mundo
Cuando usted se convirtió, no dejó repentinamente este mundo para ir al cielo. Sin embargo, el estar con el Señor en el cielo es una vida mucho mejor que la de la tierra (Filipenses 1:23). Dios podría haberlo llevado al cielo de inmediato, pero escogió no hacerlo.
Es probable que hubo algo más que no le aconteció cuando aceptó al Señor Jesús como su Salvador personal. No desaparecieron todos los problemas relacionados con el dinero y el trabajo. La conducta de sus vecinos y compañeros de trabajo no fue de repente más amistosa ni de más ayuda. ¿Por qué? Usted seguía viviendo en este mundo. Y aquí las cosas no siempre son fáciles. En medio del gozo, tenemos que sobrellevar problemas. Quizá tenga que adoptar decisiones más difíciles que cuando no era creyente. Quizá la vida le sea más difícil porque ha aceptado a Jesús como su Salvador. En primer lugar, tal vez ni su familia ni sus amigos lo entiendan. Y en segundo lugar, el diablo (un ángel del mal que se opone a las buenas obras de Dios) está ahora contra usted.
Pero consideremos la oración que el Señor Jesucristo elevó a Dios en favor de sus discípulos:
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo…Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. (Juan 17:15–16, 18)
Si Dios quiere que sus hijos vivan en el mundo, podemos estar seguros de que existe una buena razón para ello.
El propósito de Dios para usted en el mundo
Algunos creyentes quisieran separarse del resto de la gente. Abandonan sus hogares, sus familias y sus pueblos para vivir separados del mundo. Pero esto no es lo que Dios quiere. El plan que Dios tiene para usted y para todos sus hijos, consiste en que todos trabajen en favor del evangelio en el mundo. El Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). Dios lo envía al mundo de la misma forma que fueron enviados Pedro, Santiago, Juan, y todos los otros discípulos de Jesús. Usted debe representar al Señor Jesucristo ante aquellos que lo rodean.
Escuchemos lo que nos dice el apóstol Pablo con respecto a los creyentes que viven como representantes de Dios:
Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencilloshijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. (Filipenses 2:14–16)
Se dará cuenta así de que su labor involucra el ser, el sentir y el hacer. Deberá ser un hijo de Dios, inocente y puro. Deberá sentirse como hijo de Dios, feliz y obediente, y no quejoso. Deberá proceder como hijo de Dios, haciendo todo lo que puede a favor de los demás y dando testimonio acerca de Cristo.
Aquel que representa a su país en tierra extranjera es llamado embajador. Es una persona importante. Los demás lo reconocen por lo que es, y por el país que representa. En esa tierra extranjera, habla con autoridad cuando están involucrados los intereses de su propio país.
Usted, como creyente, es un embajador. Representa al reino de Dios en este mundo. El apóstol Pablo expresa esta misma idea: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20).
El propósito que tiene Dios para usted en este mundo consiste en que hable en favor de Cristo. Dios lo envía para contarles a los hombres y demostrarles que Dios los ama y que quiere impartirles nueva vida. ¿Podría haber acaso un privilegio mayor? ¿Qué responsabilidad podría ser más estimulante? ¿Qué actividad le impone una mayor demanda a usted en lo referente a poner en práctica su nueva vida?
El propósito de Dios para usted es muy elevado. Nadie, por sus propias fuerzas, podría cumplirlo. Pero usted ha nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, y Él ahora reside en usted para ayudarlo a cumplir lo que no podría haber hecho antes. El Espíritu Santo lo ayuda a poner en práctica su nueva naturaleza mediante actitudes y acciones dignas del hijo de Dios. Pero tiene que permitirle que lo ayude, haciendo lo que Él le pide. Usted mismo es responsable de poner en actividad lo que Él le ha confiado. Las palabras de ánimo del apóstol Pablo dirigidas a Timoteo nos recuerdan que debemos hacer un esfuerzo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).