Apóstoles y Profetas

En las dos lecciones anteriores hemos sentado las bases para la comprensión de los dones espirituales. Hemos estudiado la importancia del conocimiento y la fe en relación con los dones. También hemos observado que nuestro conocimiento y fe determinan y gobiernan nuestra experiencia. Ahora que hemos comprendido y nos hemos relacionado con la clasificación de los dones, podemos comenzar a estudiar la primera de ellas: los dones ministeriales.

En esta lección estudiaremos el alcance y la función de cada uno de los dones. Estudiaremos el gran papel que juega cada don en el desarrollo del cuerpo de creyentes.

Usted, como cristiano, pronto desarrollará la habilidad de reconocer los diversos dones ministeriales. Además, al incrementar su conocimiento, podrá usted sentir la mano de Dios sobre su vida.

EL MISMO CONSTITUYO A UNOS, APOSTOLES

Identificación del Dador

Cuando se otorga un don, entran en juego dos partes: (1) un dador, y (2) un receptor. La importancia de un don radica en quién lo dio y en qué consiste. Cuando la Reina de Inglaterra visitó Estados Unidos durante la administración del Presidente Dwight D. Eisenhower, éste le obsequió un hermoso jarrón de vidrio grabado a mano. Pagó una gran suma a una compañía vidriera de Nueva York por el jarrón. Estamos seguros de que la Reina lo guardó entre sus más preciados tesoros. Había dos razones: (1) era el regalo de un hombre importante, y (2) era un regalo hermoso, de mucho valor.

El don de apóstoles es importante por razones similares. Primera, por quien lo dio y, segunda, por lo que es. Consideraremos esta última razón después. Por ahora estudiaremos quién “constituyó a unos, apóstoles”

En Efesios 4:11 se identifica al Dador sencillamente como “él”. Necesitamos descubrir a quién se refiere. El versículo 8 del mismo capítulo nos dice que la cita se ha tomado del Salmo 68:18. Pero en el versículo anterior, el 7, claramente se explica:

“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. Concluimos, por tanto, que Cristo es el Dador de los dones ministeriales. Estudiaremos más acerca de El como Dador en este capítulo.

Revelación del receptor

Ya hemos estudiado en esta lección que en cada don entran en juego dos partes: (1) un dador y un (2) receptor. Ya hemos descubierto que Cristo es el Dador de los dones ministeriales. En esta sección descubriremos quién es el receptor.

La respuesta es doble. Si consideráramos aisladamente Efesios 4:8 llegaríamos a la conclusión de que los dones ministeriales son dados a los hombres. “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Sin embargo, debemos consultar otros versículos, no uno solo, para descubrir toda la verdad. Esta es una buena lección que se ha de recordar para la comprensión de las enseñanzas de la Biblia. Quizá un solo versículo presente sólo parte de la verdad, como en este caso. Al leer todo el pasaje (Efesios 4:1-16) descubrimos que San Pablo se refería a toda la iglesia, a todo el cuerpo. En el versículo 4 él dice:

“Un cuerpo”. En el versículo 12 se refiere a todo el cuerpo. Esta explicación nos ayuda a comprender que los dones ministeriales se dan a miembros del cuerpo y son para todo el cuerpo.

A los miembros se les ha dado el llamamiento y la habilidad especial de ser apóstoles. Al cuerpo se le han dado los apóstoles mismos, con el propósito de desarrollar su oficio. Lea Efesios 2:10 y 3:5.

Exposición de la función

 

El don ministerial conocido como el de apóstol es uno de los oficios más importantes en el cuerpo. Oficio significa un lugar de responsabilidad, o deber. Este don se menciona a la cabeza de la lista, quizá porque se relacione con el establecimiento y la supervisión de iglesias.

Hay dos clases de apóstoles. Al principio un selecto grupo de discipulos llevaba este título. Eran sólo doce. Cuando uno de ellos, Judas, traicionó a su Señor y perdió su lugar como apóstol, fue reemplazado. “Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matias; y fue contado con los once apóstoles” (Hechos 1:26).

Para llegar a la posición de apóstol, se tenían que llenar ciertos requisitos. Lucas, autor de Hechos de los Apóstoles, declara: “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección” (Hechos 1:21-22). Sin embargo, no estamos seguros de que el Señor haya demandado tal reemplazo. Quizá fue sólo una idea en la que los once estuvieron de acuerdo.

Hoy nos confrontamos con una pregunta de respuesta muy difícil. ¿Fue Pablo un apóstol como los doce? Algunas preguntas son muy difíciles de contestar. Como estudiantes de la Biblia debemos estar conscientes de que no conoceremos las respuestas de algunas preguntas sino hasta que lleguemos al cielo. Sin embargo, no por ello debemos dejar de buscar las respuestas. La investigación agudiza nuestras mentes. Nos convierte en mejores siervos de nuestro Señor.

Regresemos ahora al tema del apóstol Pablo. Por el testimonio que él mismo nos ha dejado deducimos que se consideraba a sí mismo como apóstol. He aquí algunas citas en las que Pablo claramente se ubica entre ellos.

  1. “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles” (1 Corintios 4:9). Al usar el pronombre personal nosotros San Pablo indicó que se consideraba como uno de ellos.
  2. “¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles…?” (1 Corintios 9:5). En este caso el uso de la palabra “otros” indica que él pertenecía a ese grupo.
  3. “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol” (1 Corintios 15:9). La frase clave en este caso es: “el más pequeño”, con la cual obviamente se ubica entre ellos. No podía ser “el más pequeño” si no hubiera formado parte del grupo.

Algunos estudiantes de la Biblia creen que el grupo que se reunió en el aposento alto cometió un error al seleccionar a Matías. Creen que Pablo fue más bien el seleccionado por el Señor para que tomara el lugar de Judas. Pero no podemos asegurarlo. Muchos se preguntan cuál nombre aparecerá en el doceavo cimiento del muro de la nueva Jerusalén. ¿Será el de Matías o el de Pablo? “Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos. y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Apocalipsis 21:14). Lo veremos cuando lleguemos a esa ciudad.

Los doce apóstoles desarrollaron una función que jamás desarrollará otro miembro del cuerpo de Cristo. Participaron en el establecimiento de la iglesia de Cristo en el mundo. También algunos de ellos escribieron libros que se han preservado y hoy los tenemos en el Nuevo Testamento.

Pero aunque los doce apóstoles desarrollaron una función muy especial como tales, también uno de los dones ministeriales se conoce como el de apóstol. No son lo mismo, aunque se parecen. El lugar que ocupaban los doce apóstoles en el cuerpo era muy especial. Nunca más se debía repetir. Pero el don ministerial llamado “apóstol” estaría en vigencia a través de todo el período de edificación de la iglesia, o cuerpo.

Los apóstoles son dados por Cristo a su cuerpo para una obra especial. El ser humano no decide que será apóstol. así como el barro tampoco decide convertirse en olla. Los verdaderos apóstoles ni saben que lo son. Quizá jamás piensen que son apóstoles. Sus obras lo identifican ante los demás como tales. Los que se nombran apóstoles a sí mismos, o que han sido comisionados por otros hombres como tales, quizá no lo sean en realidad. “Y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (Apocalipsis 2:2). (Véase también 2 Corintios 11:13.)

El significado de la palabra apóstol nos ayudará a comprender quiénes son los apóstoles y cuál es su función verdadera. La palabra apóstol significa “enviar lejos” o sencillamente “enviar”. Tanto Mateo como Marcos usan este término una sola vez (Mateo 10:2; Marcos 6:30). En cada caso la palabra se refiere a cierta clase de obra especial: la obra misionera. En este sentido se aplica por igual a los doce apóstoles y al don de apóstol.

Por tanto, apóstol es aquel que ha sido enviado por el Señor para llevar el evangelio a nuevos lugares. Su obra consiste en colocar los cimientos para una nueva parte del cuerpo. En tal ministerio también se incluye la obra de edificación y supervisión del cuerpo. “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).

Por ejemplo, Ken Gates fue como misionero a los Territorios del Noroeste del Norte de Canadá. Antes de que se marchara muchas personas trataron de convencerlo de que no fuera. Algunos de sus maestros le dijeron que jamás podría ser predicador. Jamás pensó de sí mismo que era un apóstol. Las personas a las cuales fue a ministrar no lo recibieron amigablemente. Trataron de echarlo de esos lugares. Pero Ken estaba convencido de que Dios lo había enviado, y se quedó allí. En la actualidad hay muchos creyentes en esos lugares, y muchas iglesias. Ken Gates estableció la iglesia. Ayudó a muchos creyentes a que crecieran y se desarrollaran. También supervisó la obra del Señor como un padre de familia. Jamás pensaría él en nombrarse a sí mismo apóstol. Pero los que lo conocen a él y su obra saben que verdaderamente es un apóstol del Señor.

Explicación del desarrollo

 

Los apóstoles no nacen ya siendo apóstoles. Primero se convierten en creyentes. Quizá sientan un fuerte llamamiento divino sobre sus vidas, pero generalmente no tienen idea de que van a llegar a ser el don especial de Cristo para la iglesia.

Cuando Dios escoge a una persona para que sea apóstol, generalmente le da tiempo para que crezca y se capacite para la tarea. Pablo no desarrolló el oficio de apóstol inmediatamente después de convertido. Sin embargo, Dios le dio en su corazón el sentir de que tenía una obra especial para él. “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído” (Hechos 22:14-15).

Es cierto que Pablo fue un apóstol especial, pero la forma en que se preparó para ello es muy parecida a la forma en que se prepara el creyente de hoy.

Estos son los pasos de preparación.

  1. Sufrimiento. Algunos creyentes no pueden llegar a ser apóstoles. No están dispuestos a sufrir, como quizá sea necesario en la preparación del apóstol. A Pablo se le advirtió lo mismo aun desde antes que llegara a ser apóstol. “Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9:16). El sufrimiento prepara a las personas de una manera especial para que sean líderes en el cuerpo de Cristo. Quienes no han pasado por el sufrimiento no pueden ministrar tan bien como aquellos que sí lo han experimentado. Quienes no están dispuestos a sufrir no están preparados para llevar el evangelio a nuevos lugares donde quizá tengan que sufrir mucho. El sufrimiento prepara a las personas para mayor sufrimiento.
  2. Crecimiento. Incluso el mismo Señor Jesucristo, cuando se estaba preparando para su ministerio, tuvo que experimentar crecimiento. “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Cuando hablamos de que creció en su ministerio, nos referimos a que agregó algo. Por ello creció en sabiduría y en estatura. Le agregó algo a la sabiduría y a la estatura. Si tal crecimiento fue necesario para El, ¿acaso no lo es más aún en el caso de la preparación de un apóstol? Pablo experimentó lo mismo. “Pero Saulo [otro nombre del apóstol] mucho más se esforzaba” (Hechos 9:22). El término esforzaba en este versículo significa una fuerza espiritual. El apóstol debe experimentar el poder de Dios de una manera muy real. Si el gran apóstol Pablo tuvo necesidad de este tipo de preparación, lo mismo necesitarán todos los otros apóstoles.
  3. Aprendizaje. Esto es muy importante para todo creyente. Es más importante para los apóstoles porque son líderes en el cuerpo de Cristo. De nuevo pensemos en Pablo. El nos ofrece un buen ejemplo. Antes de que se convirtiera en apóstol, tuvo que pasar un buen tiempo aprendiendo en el desierto. (Véase Gálatas 1:16-18). Al final de ese período, Pablo quedó preparado para comenzar a dar testimonio eficaz del Señor Jesucristo.

EL MISMO CONSTITUYO A UNOS, PROFETAS

Identificación del Dador

Ya hemos aprendido que Cristo es el Dador de todos los dones ministeriales. Por ello todos los dones son importantes. Lo o que es cierto en relación con el don de apóstoles también lo es en el caso de los profetas, u otros dones ministeriales. Cada don es dado por Cristo a su cuerpo. La habilidad y el llamamiento para ejercer tal don son dados por Cristo a ciertos miembros de su cuerpo. Podemos decir que El da ministros a su cuerpo.

No todos son llamados a ser apóstoles o profetas. La Biblia dice que El mismo constituyó a unos, apóstoles, y profetas. La palabra unos deja claramente asentado que no todos son apóstoles ni todos son profetas. Sólo llama a unos cuantos para cada oficio. Esta verdad nos recuerda la pregunta de Pablo: “Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” (1 Corintios 12:17).

Piense en el Dador. En 1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas”. En Efesios dice que Dios es el Dador. Pero más adelante en la misma epístola dice que el Dador es Cristo. ¿Cómo se explica? En forma sencilla. Cristo es Dios, ya que es una de las tres personas de la Trinidad. Trinidad significa tres en uno: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Segundo, todos los dones los da Dios a través de Cristo. Lea Santiago 1:17 y Efesios 4:1-11.

Relación del receptor

En cierto modo, el receptor de este don, el don del ministerio llamado profeta, es el cuerpo de Cristo. Pero también, en otro sentido, la persona a quien se le llama profeta es receptora. El profeta es llamado y también preparado para que llegue a ser el don de Cristo al cuerpo.

¿Cuál es la parte que le corresponde a una persona para que llegue a ser profeta? ¿Acaso Dios selecciona a las personas para este oficio tan alto o lugar de servicio sin razon alguna? Dios tiene derecho a hacerlo. “¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Romanos 9:20). Pero hay diferencia entre un creyente y un vaso de barro. El creyente tiene voluntad propia. Es decir, la capacidad de escogimiento. Lo que le ocurre a un creyente, en parte es el resultado de su propia decisión. Su actitud interna también se relaciona con el escogimiento divino. Un vaso de barro no puede asumir ninguna actitud. Sólo el ser humano. Actitud significa: “Disposición de ánimo expresada interiormente”, “formas de pensar, actuar o sentir”. Dios conoce nuestra voluntad. Asimismo nuestra forma de pensar, actuar o sentir. Toma en consideración todo ello cuando escoge profetas.

David fue un rey cuya historia se narra en el Antiguo Testamento. También fue profeta. Los profetas del Antiguo Testamento eran muy diferentes de los del Nuevo Testamento. Pero podemos aprender mucho al pensar en la razón por la cual Dios escogió a David como un don especial para su pueblo, Israel. Al leer la historia en el Antiguo Testamento, observamos que David no fue escogido por su edad, su lugar en su familia, su experiencia ni su apariencia externa. En aquellos días los hebreos bien hubieran podido escoger a Eliab, su hermano mayor. Se acostumbraba escoger a los hermanos mayores para que ocuparan puestos de dirección. Pero aunque David era más joven, Dios lo escogió para un alto puesto de dirección. ¿Por qué? Era de buen parecer, pero no fue escogido por esa razón. Tampoco porque era joven. La respuesta se encuentra en Hechos l3;22.: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”. Fue escogido por Dios para que fuera rey y también profeta debido a su voluntad y actitud.

Los profetas y otros dones ministeriales son preparados y dados al cuerpo de Cristo porque Dios ve la cualidades internas. Lea 1 Samuel 16:1-13 y Hechos 22:14.

Exposición del función

El don ministerial conocido como profeta tiene dos funciones principales: (1) profetizar, que significa “predecir las cosas distantes o futuras en virtud del don de profecía”, y (2) “anunciar” o “proclamar” algo. El profeta habla por inspiración. Es decir, habla como si el Espíritu Santo le hubiera exhalado lo que debía decir. Además, expone el mensaje de Dios al pueblo. Exponer significa “declarar, interpretar, explicar”. Alguien habla como profeta cuando explica el significado del mensaje divino según le fue dado por el Espíritu Santo.

El profeta también predice. El término “predecir” significa “anunciar algo que ha de suceder”. Los profetas del Antiguo Testamento en repetidas ocasiones anunciaron acontecimientos antes de que sucedieran. Entonces explicaron el significado del mensaje de Dios al pueblo.

La función del profeta del Nuevo Testamento es muy parecida. También anuncia el mensaje de Dios al pueblo y explica su significado. Pero hay cierta diferencia. Las palabras del profeta del Antiguo Testamento generalmente no se hallaban en la Palabra de Dios ya escrita en aquel tiempo (aunque no la contradecían). Sólo ocasionalmente citaba algo ya escrito. Sin embargo, el profeta del Nuevo Testamento a menudo presenta un reto y aliento a la vez basado en verdades que ya ha recibido. El ministerio de Judas y Silas narrado en Hechos 15:32 ofrece un buen ejemplo. Por tanto, el profeta trae un mensaje especial de Dios por su Espíritu para suplir las necesidades del pueblo en una ocasión dada.

También en ocasiones el profeta del Nuevo Testamento recibe un mensaje de Dios que predice el futuro. En Hechos se menciona a un hombre llamado Agabo, quien era profeta. “Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo” (Hechos 21:10). Dos veces se dice que predijo eventos futuros. “Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio” (Hechos 11:28). Léase llechos 21:11 donde se narra la segunda ocasión.

El profeta que predice puede ser probado para comprobar si su mensaje es de Dios. Si su profecía no se cumple, sencillamente anuncia su propio mensaje. Pero el “profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió” (Jeremias 28:9).

Pedro constituye un buen ejemplo del profeta del Nuevo Testamento que predice. Fue uno de los doce apóstoles. Mas también fue profeta. En ocasiones Dios concede más de un don a ciertas personas. Después que el Espíritu Santo descendió, como se describe en Hechos 2:1-12, se reunió una gran multitud para ver lo que estaba ocurriendo. “¿Qué quiere decir esto?” preguntaron. Entonces San Pedro habló como profeta. Anunció el mensaje de Dios inspirado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo le recordó la profecía de Dios del Antiguo Testamento. San Pedro no tuvo tiempo de preparar su discurso. Sencillamente comenzó a predicar. El Espíritu Santo también le dio la habilidad de explicar el significado del mensaje.

La función más importante del profeta se describe en Efesios 4:12: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. La persona que anuncia el mensaje de Dios, según le fue inspirado por el Espiritu Santo, cumple ambos propósitos. En primer lugar, le ayuda al pueblo de Dios a prepararse para el servicio cristiano. Cuando la gente siente que el Espíritu de Dios descansa sobre un maestro aprenden mucho. Aprenden por lo que se dice. Aprenden por el Espíritu, por quien se da el mensaje.

Explicación del desarrollo

ersonas que se han preparado bien. Piense de nuevo en el mensaje de Pedro. Fue preparado al ser lleno del Espíritu Santo. Además, su conocimiento de la Palabra de Dios también fue de mucha importancia en el desarrollo.

En el desarrollo de un profeta se dan tres pasos importantes:

  1. Oración diaria. El profeta que no ora pronto dejará de serlo. Por la oración él es lleno del Espíritu Santo. Si no es lleno del Espíritu Santo, no puede ser profeta. La oración también le ayuda a reconocer cuándo es impulsado por el Espíritu Santo.
  2. Conocimiento de la Palabra de Dios. El profeta va siendo más útil conforme va adquiriendo más conocimiento de la Palabra de Dios. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

El profeta es también maestro cuando anuncia el mensaje de Dios.

  1. Uso del don. Así como los músculos de nuestras piernas y brazos se desarrollan con el uso, los dones que Cristo da tambien se desarrollan con el uso. Cuando el profeta comienza a predicar, quizá se sienta temeroso. Mas no por ello deja de hablar por el Espíritu. Más bien significa que necesita aprender a permitir que el Espíritu le use con mayor libertad. Mientras más se use un don, mejor se desarrolla plenamente.
Siguiente lección