Otros Dones Ministeriales 2: Dadivosidad, Administración, Misericordia, Ayuda
En la última lección estudiamos tres dones ministeriales mencionados en Romanos 12. Al ir avanzando en el estudio de la lección comenzamos a comprender la forma en que cada miembro del cuerpo de Cristo recibe beneficios de esos dones. Algunos reciben dones especiales y todos son bendecidos por dones para el cuerpo.
Ahora estamos listos para estudiar otros cuatro dones ministeriales. Cada uno de éstos también tiene una función y propósito muy importante. Al ir aumentando nuestro conocimiento de estos dones, también aumentan las bendiciones que recibimos de ellos.
Sería conveniente que estudiara esta lección con un espíritu de oración, con su corazón abierto al Espíritu Santo. Déle gloria a Dios al sentir la importancia de los dones ministeriales en su vida.
EL DON DE DADIVOSIDAD
Definición del don
“El que reparte, con liberalidad” (Romanos 12:8). La palabra reparte en esta versión significa dar, o ser dadivoso.
El dar no necesita definición. Todos comprendemos su significado. Sin embargo, es necesario definir el don de dadivosidad. Este es el don de Dios que capacita a un creyente para dar libre y generosamente de lo que tiene para suplir las necesidades de los demás y de la obra de Dios. El don de dadivosidad se relaciona con nuestro dinero, pero también con nuestro tiempo, fuerza y talentos.
Explicación e ilustración del don
El don de dadivosidad es el resultado de la unión de la habilidad humana con la divina. La humana en ocasiones es muy limitada. La divina no tiene límites. Cuán hermosa es la unión de lo poco del hombre con lo ilimitado de Dios. Esta ocurre en el desarrollo del don de dadivosidad.
Nos ayudará mucho en la comprensión del don de dadivosidad el estudio cuidadoso de la discusión de Pablo sobre el tema en 2 Corintios 8 y 9. He aquí algunas ideas que se encuentran en estos versículos.
1. El don de dadivosidad puede desarrollarse al seguir el ejemplo de otros. “Sino que a sí mismos se dieron [los macedonios] primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Corintios 8:5).
2. El don de dadivosidad es importante para la vida del creyente. Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en nuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia” (2 Corintios 8:7).
3. El don de dadivosidad no está gobernado por reglas. “No hablo como quien manda” (2 Corintios 8:8).
4. El don de dadivosidad fue ilustrado perfectamente por el Señor Jesucristo mismo. “Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
5. El don de dadivosidad se imparte a quienes dan voluntariamente. “Porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
6. Se nos asegura que nuestras necesidades serán suplidas. “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente” (2 Corintios 9:8).
7. El don de dadivosidad es una indicación del interés del Señor en toda buena causa. “Abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).
8. El don de dadivosidad hace posible una gran recompensa. Este último punto no se incluye en 2 Corintios, sino en Filipenses 4:17, que dice: “Busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (es decir, en el cielo).
En 1 Reyes 17:8-16 se narra una historia que nos puede enseñar mucho acerca del don de dadivosidad. El profeta Elías fue a visitar a una viuda en tiempos de una gran hambre. Cuando llegó a la casa de ella, la encontró recogiendo leña. El le pidió agua y pan. Ella le dijo que todo lo que tenía era ‘un puñado de harina. . . en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija.” Y agregó: “Y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mi y para mi hijo, para que la comamos, y nos dejemos morir.”
Con toda seguridad ella pensaba que no podía dar nada. Pero Elías le enseñó una gran lección. Le pidió a la viuda que usara lo que tuviera y le preparara una torta cocida a él. Si no supiéramos el resto de la historia de seguro diríamos: ¡Qué poca vergüenza! ¡Qué atrevimiento del profeta al pedirle tal cosa a la pobre viuda!” Pero Elías bien sabía lo que Dios iba a hacer. Por ello le pidió a ella que le diera todo lo que tenía. Esa fue la clave para un gran descubrimiento. Recordemos, nosotros ponemos el cimiento para el don de dadivosidad cuando damos. El don de dadivosidad no cae del cielo directamente a nuestros corazones. Para recibirlo tenemos que actuar. Tenemos que dar de lo que tenemos.
Algunas personas le hubieran negado al profeta lo que pedía. Tales personas no reciben el don de dadivosidad. El Espíritu Santo quizá nos pida que demos, incluso de la manera en que le habló a la viuda por el profeta. Recibimos el don de dadivosidad sólo cuando obedecemos.
A la viuda le ocurrió algo maravilloso. Después que le obedeció al profeta descubrió que aún tenía tanto aceite y harina como cuando había comenzado a preparar la torta para el profeta. Descubrió también algo más. Notó que le quedaba tanta harina y aceite como para subsistir hasta que terminara el hambre en la región. No sólo tenía para suplir sus propias necesidades, sino también para ayudar a otros. “Y comió él, y ella, y su casa, muchos días.”
Aunque generalmente relacionamos el don de dadivosidad con el dinero, el don significa gozo en dar todo lo que poseemos. Puede incluir sustancia, tiempo, fuerza, y talentos.
Si obedecemos al Espíritu Santo al dar generosamente de lo que tenemos, se suplen nuestras necesidades. Mejor aún, tendremos más para dar a otros. Cuando el don de dadivosidad funciona como Dios desea, nuestra dadivosidad no está gobernada sólo por nuestra habilidad para dar. Está gobernada por la habilidad divina, como en el caso de la viuda.
Por tanto, la razón principal del don de dadivosidad consiste en que seremos capaces de dar más a otros.
Propósito del don
¿Cuál es el propósito de este don? Cada don es impartido con un propósito particular. Todos los dones son dados para suplir las necesidades del cuerpo de Cristo. También capacitan al cuerpo para cumplir su misión. El propósito particular del don de dadivosidad consiste en suplir las necesidades del cuerpo de Cristo, suplir las necesidades de sus miembros.
EL DON DE ADMINISTRACION
Definición del don
“El que preside, con solicitud” (Romanos 12:8). Presidir significa: “Ser cabeza de una junta, congregación o tribunal.” En 1 Corintios 12:28 al don se le llama administración, el cual es sinónimo de autoridad y gobierno.
Por tanto, el don de administración se imparte a ciertos miembros del cuerpo de Cristo con el propósito de presidir (dirigir) el cuerpo, ejercer autoridad sobre él, y gobernarlo.
Explicación e ilustración del don
Piense en lo que haría un ejército sin generales ni otros oficiales. Fácilmente puede uno imaginarse los problemas de un ejército y lo que diría su informe si “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6). Tal ejército sería derrotado fácilmente en una guerra. El cuerpo de Cristo también necesita hombres que lo presidan, que lo dirijan, que lo gobiernen.
Cristo, la Cabeza del cuerpo, puede compararse con un general de un gran ejército. Preside sobre todo el cuerpo y dirige sus asuntos. Pero se necesitan cristianos para que presidan y dirijan a los muchos grupos de creyentes que forman parte del cuerpo en todo el mundo. Cada grupo de creyentes necesita alguien con el talento de presidir y administrar. A todos los creyentes se les ha ordenado: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13:17). Por ello la Cabeza del cuerpo da el don de administración a ciertos cristianos.
No todos los creyentes tienen que ser administradores, pero se necesitan algunos con ese don. Quienes poseen este don tienen la habilidad particular de organizar, administrar y dirigir. Su función es muy importante para el cuerpo. “Si alguno anhela obispado [dirigente de la iglesia] buena obra desea” (1 Timoteo 3:1).
1. Líder de la iglesia (obispo). “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1 Timoteo 3:4-5).
El oficio del líder de la iglesia (obispo) era una de las más altas responsabilidades en la iglesia local. Era electo por la congregación para que fuera supervisor o superintendente. También se le llamaba anciano o presbítero, y tenía la responsabilidad de la administración de los asuntos de la iglesia. Después de los tiempos del Nuevo Testamento, el número creciente de congregaciones y el creciente tamaño de las mismas hizo necesaria mayor organización. Algunos líderes de congregaciones comenzaron a adjudicarse el título de obispo o superintendente, y se usó el término anciano o presbítero para una orden menor de líderes. La organización del Nuevo Testamento suplió la necesidad de aquellos días.
El anciano-obispo debe ser apto para enseñar, pero puede solicitar la ayuda de otros con el ministerio de pastor-maestro para que le ayuden. La responsabilidad principal del ancianoobispo consistía en presidir y dirigir al cuerpo de creyentes.
2. Ayudante (diácono). Algunos creyentes, que no son líderes espirituales dedicados a ello por tiempo completo, como los mencionados anteriormente, también quizá tengan dones de administración. Generalmente trabajan bajo los líderes. 1 Timoteo 3:8 aparentemente lo aclara; se les llama “diáconos.” Es decir, ayudan a los líderes a dirigir los grupos de creyentes. “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:3).
Debido a que el gobierno dentro del cuerpo de Cristo es necesario, se comprende bien la necesidad del don de administración. Cuando no hay nadie que dirija, que presida, no hay gobierno. Donde no hay gobierno, pronto escasean los gobernados. Sin gobierno ni el don de administración, el cuerpo de Cristo se debilita y no puede cumplir su tarea. Por tanto, el don de administración es muy importante.
Propósito del don
La función del don de administrar consiste en gobernar. El propósito de este don consiste en dar unidad y fortaleza al cuerpo de Cristo, a fin de que pueda cumplir su propósito en el mundo. Imagínese lo que sería un ejército si cada soldado decidiera por sí mismo a dónde ir y qué hacer. De seguro que habría confusión. La función de los oficiales del ejército consiste en administrar, presidir y dirigir a los otros soldados, para que sus metas puedan lograrse. Lo mismo ocurre en el cuerpo de Cristo.
EL DON DE MISERICORDIA
Definición del don
“El que hace misericordia, con alegría” (Romanos 12:8).
Misericordia significa “compasión” o “virtud que inclina el ánimo a la compasión y al perdón.” También significa “simpatizar.”
Por tanto, el don de hacer misericordia consiste en mostrar a otros que usted se identifica con ellos en su dolor. Es el don de simpatizar con otros.
Explicación e ilustración del don
El mayor ejemplo o ilustración del don de hacer misericordia es el Señor Jesucristo mismo.
Examinemos el registro histórico:
1. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
2. “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mateo 14:14).
3. “Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y enseguida recibieron la vista” (Mateo 20:34).
4. “Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó” (Marcos 1:41).
5. “Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer” (Marcos 8:2).
6. “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: no llores” (Lucas 7:13).
Cristo se identificó profundamente con la gente. Además, hizo misericordia a mucha gente. En todos los casos donde dice que tuvo compasión, es claro que hizo lo que pudo por las personas envueltas. No basta sólo con identificarse o simpatizar con la gente. Debemos hacerles misericordia, ministrarles. Al desconsolado se le debe dar una palabra de consuelo. Al solitario se le debe ofrecer amistad. Al desalentado se le debe dar una palabra de aliento. Al pecador se le debe mostrar amor e interés.
Por ejemplo, es bueno identificarse con los huérfanos y las viudas. Pero no basta con esa actitud. Debemos ayudarles en forma práctica también. “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Santiago 1:27).
Es muy importante que en la iglesia muchos creyentes tengan el don de hacer misericordia. Este don apoya a todos los demás. Por ejemplo, quién posea el don de evangelización debe también poseer el don de hacer misericordia. El don de hacer misericordia le ayudará a simpatizar y a identificarse con los inconversos. Entonces el don de evangelización será efectivo.
Bernabé ofrece un buen ejemplo de una persona que posee el don de hacer misericordia. Fue un hombre de gran compasión, la cual le impulsó a ministrar a personas muy necesitadas. Lea los siguientes pasajes acerca de él: Hechos 9:27; 11:25-26; 15:37-39.
Propósito del don
La función del don de hacer misericordia consiste en capacitar a los creyentes para identificarse con otros, y simpatizar con ellos.
El propósito del don de hacer misericordia consiste en mostrar al necesitado la misericordia al estar a su lado y ayudarle en tiempos de necesidad. ¡Cuán hermoso don!
EL DON DE AYUDA
Definición del don
“Y a unos puso Dios en la iglesia. . . los que ayudan” (1 Corintios 12:28). Ayudar significa “auxiliar, socorrer, prestar cooperación.”
Por el don de ayuda al creyente se le capacita por el Espíritu Santo para auxiliar a socorrer a otro con actos de ayuda.
Explicación e ilustración del don
Ningún miembro del cuerpo de Cristo debe creer que no hay algún don espiritual para él. No todos pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas, o pastores y maestros, pero todos pueden tener el don de ayuda. Aparentemente algunos creyentes están dotados en especial por el Espíritu Santo para ser ayudantes. Se les ha dado la habilidad especial de dar auxilio a otros. Examinemos algunos pasajes bíblicos que mostrarán la forma en que el don de ayuda operó en la iglesia primitiva.
1. “Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen” (Hechos 18:27). El verbo animar es sinónimo de ayudar, lo cual hicieron con Apolos.
2. “Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús” (Romanos 16:9). No se nos dice lo que este hombre hizo para ayudarle a Pablo. Quizá predicó o enseñó. Quizá ayudó dirigiendo al pueblo en los cantos congregacionales. Quizá ayudó como tesorero del grupo misionero de Pablo. Mas también pudo haber ayudado visitando a los recién convertidos. Sólo podemos imaginarnos lo que hizo. Pero si estamos seguros de que los creyentes que tienen el don de ayuda son muy valiosos para el cuerpo de Cristo.
3. “Que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio” (Filipenses 4:3). Algunos eruditos bíblicos interpretan la palabra “combatieron” como “trabajaron arduamente conmigo.” Aquí se nos muestra que las mujeres también tienen el don de ayuda. De nuevo, no sabemos en qué forma ayudaron. ¿Acaso ayudaron reuniéndose con las recién convertidas? ¿Acaso prepararon alimentos para Pablo y sus compañeros de labores misioneras? ¿Acaso ayudaron con sus oraciones de intercesión? ¿Acaso confeccionaron ropa para Pablo y sus compañeros, o se la lavaron? Bien pudo ser, ya que el don de ayuda incluye estas responsabilidades domésticas también.
En la iglesia primitiva se le daba un nombre a la mujer que tenía el don de ayuda. Se le llamaba diaconisa. “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea” (Romanos 16:1).
Los hombres que poseían el don de ayuda recibían el nombre de diáconos. “Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso” (1 Timoteo 3:13).
Una iglesia pequeña de Sudamérica experimentó un gran avivamiento. Muchas personas fueron salvas y llenas del Espíritu Santo. El pastor-maestro era un hermano muy fiel. El predicó la Palabra de Dios y visitó a muchas personas. Entre los creyentes había una mujer de carácter muy tranquilo, Ella pasaba desapercibida. Casi nunca decía nada en público, aunque siempre parecía que estaba orando. Le ayudó mucho a su pastor. Por el Espíritu Santo, había obtenido el don de ayuda.
Propósito del don
La función del don de ayuda consiste en dar a los creyentes en el cuerpo de Cristo la habilidad para ayudar a los líderes y a la iglesia en general en su trabajo.
El propósito del don consiste en ayudar para que se realice el trabajo de la extensión del reino de Dios. La función se refiere a la habilidad de ayudar. El propósito se refiere a la ayuda en sí misma.
Por ejemplo, quizá un hermano tenga la habilidad especial de orar. Esa es una función del don de ayuda. Sin embargo, su habilidad de ayuda no le hará ningún bien a la iglesia sino hasta que lo ponga en práctica al hacer oración. Cuando él ora, se cumple el propósito de su don.