Dios Tiene Dones para Usted

Esta es la primera de dos lecciones preparadas para darle a usted la base adecuada de todo lo que estudiará en este curso. En esta primera lección aprenderá cuán importante es usted en el cuerpo de Cristo.

Los dones espirituales se les dan sólo a los miembros de ese cuerpo. Por tanto, usted debe aprender todo lo que le sea posible acerca de ese cuerpo y la forma en que funciona. Cuando usted aceptó a Cristo como su Salvador personal pasó a formar parte de ese cuerpo. Todo creyente constituye un miembro importante del mismo. A cada miembro Dios le otorga dones. Estos varían de una persona a otra.

Cómo ser humano usted forma parte de una familia o grupo terrenal. Cuando creyó en Cristo pasó a formar parte de una familia o grupo aun más importante — el cuerpo de Cristo. Al ir progresando en el estudio de esta lección comenzará a comprender cuán importante es usted ante Dios, así como otros miembros de ese cuerpo. También observará que Dios tiene un don o ciertos dones especialmente preparados para usted, y que El los ha confiado a usted.

TODOS SOMOS MIEMBROS DE SU CUERPO

Cristo es la Cabeza

Necesitamos ayuda para comprender la relación entre Cristo y los que creen en El. El apóstol San Pablo ilustró esta verdad con el cuerpo humano. Dijo que Cristo es la cabeza del cuerpo. Todos sabemos cuán importante es la cabeza. Si no la tuviéramos, ocurrirían dos cosas. Primero, nos moriríamos. No podemos vivir sin cabeza. Segundo, no tendríamos capacidad de movimiento; seríamos inútiles. Nuestra cabeza dirige todos los movimientos de nuestro cuerpo. De la misma manera, Cristo, la Cabeza, desea dirigir su cuerpo para que éste haga la voluntad de El. Otro de los nombres que se le aplican al cuerpo de Cristo es la iglesia.

La Biblia se refiere muchas veces a Cristo como la Cabeza del cuerpo. Lea cuidadosamente estos pasajes tres veces: Efesios 1:22-23; 4:15-16; 5:23; Colosenses 2:19.

Los creyentes constituyen el cuerpo

La cabeza sin el cuerpo de nada sirve, y lo mismo se aplica al cuerpo sin la cabeza. La cabeza es importante, pero también lo es el cuerpo. El cuerpo de Cristo se compone de todos los que creen en su nombre. Como creyente usted forma parte de ese cuerpo. Esta es una gran verdad. San Pablo escribió: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo” (Romanos 12:5).

Todo creyente es miembro del cuerpo

El cuerpo de Cristo tiene dos partes: (1) una cabeza, y (2) muchos miembros. Nuestro cuerpo no lo constituye un solo miembro, sino muchos. Nuestros brazos, piernas, dedos, corazón, y muchos miembros más forman parte de nuestro cuerpo. Así es también el cuerpo de Cristo. Todo verdadero creyente se convierte en parte del cuerpo de El. Por tanto, significa que todo creyente de todo el mundo forma parte del cuerpo de El. “Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (1 Corintios 12:14). Personas de todas las razas, colores, tierras y naciones forman parte del mismo cuerpo.

CADA MIEMBRO ES IMPORTANTE

Cada miembro forma parte del cuerpo

¿Qué le pasaría al dedo gordo de uno de sus pies si lo cortaran? Se corrompería y se volvería polvo. Su dedo gordo es una parte muy importante de su cuerpo. Sin él, su cuerpo estaría incompleto. Un cuerpo al que le falta un miembro o más está limitado en su acción. Por ejemplo, la persona que sólo tiene una pierna no puede competir en una carrera. Un ciego no puede leer este curso. Un hombre sin brazos no puede subirse a un árbol.

Cada miembro del cuerpo de Cristo es de mucha importancia para El. “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). Quizá ampliemos este pensamiento al decir que cada miembro del cuerpo de Cristo es una parte integral del mismo. Es una pieza o porción, como el dedo gordo es una parte integral, una pieza o porción de su propio cuerpo.

Cada miembro desarrolla una función particular

Sus dedos gordos y sus oídos no tienen el mismo propósito en su cuerpo. Tampoco lo tienen sus ojos y pies. De igual manera, en el cuerpo de Cristo, no todos los miembros tienen el mismo propósito. Cada miembro desarrolla una función particular. “Función’ significa “ejercicio de un órgano o aparato de los seres vivos”, una labor o deber especial. La función del ojo es la vista. Piense de nuevo en su dedo gordo. Siempre está escondido dentro del zapato. Usted casi nunca piensa en él. Pero tiene su función, labor o deber particular. Además de que es necesario, junto con sus otros dedos, para la belleza estética de su pie, le ayuda a equilibrar todo su cuerpo. Si tuvieran que cortarle un dedo gordo, usted lo extrañaría mucho. Todos los otros miembros de su cuerpo se benefician de la función del dedo gordo. Sin él usted tropezaría con mayor facilidad. No podría correr bien, quizá hasta cojearía.

Los miembros del cuerpo de Cristo se asemejan a los de su propio cuerpo. Cada miembro desarrolla su función particular y por ello es importante, tanto para la cabeza como para los otros miembros del cuerpo.

DEBEMOS EVITAR LAS COMPARACIONES CON OTRAS PERSONAS

La comparación le desagrada a Dios

Dios nos creó diferentes los unos de los otros, así como a los miembros de nuestro cuerpo, que son diferentes el uno del otro. ¿Cree que a Dios le agradaría si usted se quejara de que el dedo gordo suyo no está en su cara, donde está la nariz? No. Sabemos bien que Dios formó cada parte de nuestro cuerpo y la colocó donde se encuentra para su propósito especifico.

Cuando nos comparamos con otros miembros del cuerpo de Cristo y nos quejamos porque no somos como ellos, no le agradamos al Señor. Todos tenemos que aprender que El nos creó tal como somos y nos ha puesto donde estamos para el bien del cuerpo total y para la gloria de El.

Al sentirnos infelices porque nuestro don o dones no son como los de otra persona nos constituimos en jueces de Dios. Es como si le dijéramos: “Señor, ¿por qué no me diste ese don a mí?” ¿Cómo se sentiría usted si les diera a tres amigos suyos dones que fueran de acuerdo con su trabajo en la vida y uno de ellos se quejara porque no recibió el mismo don que usted les dio a los otros? De seguro usted no se sentiría contento.

La comparación desalienta a la gente

Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos (2 Corintios 10:12).

Cuando comparamos nuestros dones con los de otros pueden suceder dos cosas. Primero, podemos desalentarnos porque nuestros dones no son como los de ellos. Nuestros dones pueden parecernos de menor importancia ante los de ellos. Segundo, podemos sentirnos orgullosos porque creemos que nuestros dones son mejores que los de otros. En este caso desalentamos al Señor.

Nos sería de mucha ayuda si todos comprendiéramos que Dios nos da los dones adecuados específicamente para ayudarnos. Yo no me sentiría muy cómodo sí tratara de ponerme los zapatos de mi esposa. No me quedarían. Tampoco ella puede usar mis zapatos. Los zapatos de ella fueron hechos para el pie de ella. De la misma manera, los dones que Dios le ha dado a usted fueron preparados especialmente para usted. Los que El ha preparado para otros miembros del cuerpo se ajustan particularmente a ellos. Entonces, ¿qué caso tiene comparar nuestros dones con los que les han sido dado a otros?

Una palabra más también muy importante. San Pablo escribió: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). No hay ninguna razón válida para la comparación de nuestros dones, puesto que pertenecemos al mismo cuerpo. Todos nos beneficiamos con los dones que otros han recibido. ¿Por qué comparar nuestros pies con nuestra boca? No se parecen en nada. No tienen la misma función. Pero ambos son necesarios y contribuyen para el mismo propósito. Nuestros pies nos conducen a donde está la comida. Nuestra boca la come. Pero todo el cuerpo se beneficia de esas funciones. Lo mismo se aplica a los miembros del cuerpo de Cristo.

DEBEMOS SER FIELES CON LOS DONES DE DIOS

Debemos reconocer los dones

Como miembro del cuerpo de Cristo se le ha encomendado a usted un ministerio que debe cumplir. Al capacitarlo para la obra, Dios le dio a usted un don, o varios. Cada miembro tiene un don por lo menos. Casi en cada pasaje bíblico en el que se mencionan los dones se declara que son para cada miembro.

Estos dones no nos los dieron nuestros padres ni nuestros maestros. Ningún ser humano tiene el poder para darlos. Tampoco se identifican como los talentos naturales.

Los talentos son las capacidades innatas, es decir, las obtenemos desde que principiamos a vivir, desde el nacimiento. Algunos las identifican con los dones, pero los dones espirituales son muy diferentes. Muchos inconversos tienen talentos. Por ejemplo, talento musical. O bien el de hablar en público. Pero éstos no son dones espirituales.

Los dones espirituales provienen de una sola fuente—Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).

Debemos usar los dones

La Biblia contiene una regla muy sencilla que se aplica a todos los dones de Dios. “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). La aplicación de esta regla a los dones espirituales significa que los dones recibidos por los miembros del cuerpo deben usarse sólo para el propósito con el cual fueron dados.

En ocasiones los creyentes no usan sus dones correctamente. Más bien los usan egoístamente, sin amor. En ninguno de estos casos se cumple su propósito.

Por tanto, el creyente tiene el deber de (1) usar cada don para el propósito con el que le fue dado, y (2) permitir que el amor gobierne su uso. “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10). La Biblia emplea la palabra mayordomía para referirse a la responsabilidad del hombre. Mayordomía significa cuidar las pertenencias de otra persona. Como creyentes se nos ha encargado la mayordomía de los dones espirituales. Es decir, debemos considerar los dones que se nos han dado y usarlos para el adelanto del reino de nuestro Señor. Y para los mayordomos la Biblia contiene una regla. “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). El uso fiel de los dones espirituales le da gloria al Dador y bendición al cuerpo.

El amor es la clave para la efectividad en el uso de los dones espirituales. Sin amor, los dones espirituales no cumplen su propósito. “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo. ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6).

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