Dones de Sanidad, el Hacer Milagros, Profecía

Las últimas tres lecciones de nuestro curso se basan en la lista de los nueve dones del Espíritu de 1 Corintios 12:8-10. En la lección anterior estudiamos los primeros tres dones—la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, y fe. Estudiamos que todos estos dones son manifestaciones del poder de Dios. También aprendimos que todos estos dones son sobrenaturales. Ninguno de ellos se puede obtener sólo por medios humanos.

Aprendimos además que todos los dones del Espíritu tienen un propósito común. Son dados para edificar el cuerpo de Cristo.

En esta lección estudiaremos otros tres dones del Espíritu. Los estamos estudiando en el orden en que aparecen en la Biblia. Algunos eruditos bíblicos los colocan en un orden diferente. Sin embargo, puesto que todos provienen del Espíritu, el orden en que se estudien no tiene importancia. Notaremos que la operación de estos dones coincide o se repite en algunos casos. En ocasiones aparentemente algunos dones aparecen juntos.

Es probable que usted ya haya sentido que el Espíritu Santo le habla sobre la manifestación de estos dones. Debe usted obedecer su voz. La oración le ayudará. Cuando sienta que el Espíritu Santo influye sobre usted, ceda a ese impulso divino. Quizá se le dificulte al principio, pero si desea que Dios le use, puede usted ser una bendición al cuerpo de Cristo, la iglesia.

DONES DE SANIDAD

Definición de los dones de sanidad

“y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:9).

Sanidad significa “calidad de sano; hacer que uno esté bien, cabal, completo”. Don significa “dádiva, presente o regalo. . . Gracia especial o habilidad; favor, bondad.” Pero es importante que pensemos en la palabra “dones”, la cual es plural. Plural significa más de uno.” En este caso, dones significa “más de un don de sanidad.” Estudiaremos este punto después.

Los dones de sanidad, por tanto, son manifestaciones de la gracia de Dios; de su favor y su bondad.

Howard Carter dice que “los dones de sanidad son manifestaciones del poder de Dios en la esfera (área) de la enfermedad”.

Estos dones fluyen del Espíritu, a través del creyente, y de éste a las personas que necesitan sanidad. Los dones de sanidad son dados para los necesitados. Se manifiestan a través de los creyentes. Por ello no se debe decir que cierto creyente tiene un don de sanidad. Es mejor decir que por el Espíritu Santo y a través del creyente lleno del Espíritu se manifiestan en la iglesia los dones de sanidad.

Explicación e ilustración de los dones de sanidad

Las enfermedades, dolencias y debilidades le son comunes al hombre. Incluso los creyentes las padecen. Son el resultado de la caída del hombre en pecado.

Pero esa triste realidad no implica que alguien se enferma porque ha pecado. Los discípulos le preguntaron a Cristo: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” El Señor les contestó: “No es que pecó éste, ni sus padres” (Juan 9:3).

En ocasiones sí se enferman algunos por haber pecado. Jesucristo dijo: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Juan 5:14).

Cualquiera que sea la causa de la enfermedad, dolencia o debilidad, por lo general Dios desea que seamos sanados. Sin embargo, en ocasiones el Espíritu Santo no concede la sanidad a algunas personas que obviamente la necesitan. Se debe a varias razones.

1. Incredulidad. “E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24).

2. Una relación inadecuada con el cuerpo. . . . sin discernir el cuerpo del Señor . . . Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen [están muertos]” (1 Corintios 11:29-30). Sin discernir el cuerpo del Señor significa no reconocer que otros miembros del cuerpo del Señor también forman parte del mismo.

3. Razones especiales. Lea 2 Corintios 12:7-10.

¿A quién puede usar el Espíritu Santo para mostrar un don de sanidad?

¿Acaso la manifestación de los dones de sanidad se limita a ciertas personas? Claro que el Espíritu Santo usará a quien pueda llevar los dones de sanidad a los enfermos, pero estos dones fluirán con mayor libertad a través de quienes han sido bautizados en el Espíritu.

Sin embargo, es más factible que los dones de sanidad se manifiesten a través de los líderes de la iglesia. La razón consiste en que han dado su vida entera para ministrar a la gente. Además, están en mayor contacto con los enfermos y necesitados.

Examine la siguiente lista. Fíjese en las personas que usó el Espíritu Santo en los dones de sanidad según el libro de los Hechos.

1. Pedro y Juan (apóstoles) Hechos 3:1-11.

2. Pedro (apóstol) Hechos 5:15.

3. Felipe (evangelista) Hechos 8:5-7.

4. Ananías (creyente desconocido) Hechos 9:17-18.

5. Pedro (apóstol) Hechos 9:32-34.

6. Pablo (apóstol) Hechos 14:8-10.

7. Pablo (apóstol) Hechos 28:7-9.

Según esta lista, la mayoría de los casos de sanidad se realizaron a través de apóstoles. Es comprensible porque Hechos contiene la historia de lo que realizaron los apóstoles.

El apóstol Santiago dio instrucciones especiales a otro grupo que podría poseer dones de sanidades. Se trataba de los ancianos. “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia” (Santiago 5:14). Lo anterior nos enseña que el Espíritu Santo da los dones de sanidad a través de los líderes de la iglesia. El Espíritu Santo también puede usar a cualquier creyente en un don de sanidad, como en el caso de Ananías.

¿Qué clase de enfermedades, dolencias y debilidades pueden ser sanadas?

“Recorría Jesús. . . sanando toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 9:35). Lo mismo ocurrió en la iglesia primitiva. “Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados” (Hechos 5:16).

Examinemos ahora la lista de enfermedades, dolencias y debilidades que fueron sanadas según Hechos.

1. Cojera (debilidad) Hechos 3:2.

2 Diversas enfermedades, Hechos 5:16.

3. Parálisis y cojera (debilidades) Hechos 8:7.

4. Ceguera (enfermedad o debilidad) Hechos 9:17-18.

5. Parálisis, Hechos 9:33.

6. Cojera (debilidad) Hechos 14:8-10.

7. Fiebre (enfermedad), disentería (dolencia) Hechos 28:8.

Con toda seguridad podemos afirmar que no hay enfermedad, dolencia o debilidad que no pueda ser sanada por los dones de sanidad.

Pero es necesario que digamos algo más sobre los dones de sanidad. El don se menciona tres veces en el capítulo doce de 1 Corintios (versículos 9, 28 y 30), y todas en el plural. Este es el único de los nueve dones al cual en verdad se le aplica ese número. Cada uno de los otros dones es un don. Aunque no sabemos la razón de tal distinción particular entre éste y los otros dones, sí sabemos que los dones de sanidad son suficientes para suplir cada necesidad.

Quizá también dones significa que ciertos creyentes son usados por el Espíritu Santo para sanar algunas enfermedades, dolencias o debilidades. Por ejemplo, de acuerdo con Hechos 8, Felipe fue usado por el Espíritu para sanar a paralíticos y cojos. En tiempos más recientes, otro hombre fue usado para manifestar dones de sanidad, Smith Wigglesworth. Fue usado en la sanidad de enfermedades y dolencias internas.

En este punto es bueno recordar que todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:11).

¿Cómo operan los dones de sanidad?

Debemos aprender que no hay un modelo fijo. Esta circunstancia se observa al examinar los casos principales de sanidad en el Nuevo Testamento. La sanidad se realizó por

1. un toque, una palabra expresada (Mateo 8:3).

2. una palabra expresada (Mateo 8:5-13). (Nota: La persona sanada no estaba presente y no oyó la palabra expresada.)

3. un toque (Mateo 8:15).

4. un toque, una palabra expresada (Mateo 9:29).

5. una orden (Mateo 12:13).

6. el ungimiento de lodo en los ojos y una palabra expresada (Juan 9:6).

7. una orden, el levantamiento con la mano (Hechos 3:6-9).

8. una palabra expresada, una orden (Hechos 9:34).

Resalta el hecho de que el método de sanidad más común era el de la palabra expresada. Es muy importante que lo recordemos. Un toque con la mano, el levantamiento con la mano, o algún otro acto bien puede ayudar la fe de otra persona. Sin embargo, parece que Dios obra mayormente a través de la palabra expresada. Los líderes de la iglesia primitiva realizaron milagros por la palabra expresada. Es lógico pensar que Dios aún canalice los dones de sanidad a su pueblo de la misma manera.

Concluimos, pues, que los dones de sanidad se manifiestan a través de creyentes de acuerdo con la dirección del Espíritu.

¿Cómo sabe el creyente cuándo posee un don de sanidad que debe compartir?

Como en el caso de otros dones del Espíritu, creemos que la persona que ha de manifestar el don sentirá un fuerte impulso interno en su espíritu. La experiencia de Sansón registrada en el Antiguo Testamento lo ilustra muy bien. “Pero el Espíritu de Jehová vino sobre él, y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego” (Jueces 15:14). Sansón no fue usado por el Espíritu para sanar. Fue usado para realizar obras portentosas. De su experiencia podemos darnos idea de lo que experimentaremos, ya que es el mismo Espíritu el que se manifiesta a través de nosotros.

Ningún creyente tiene los dones de sanidad a su entera disposición. Los posee de acuerdo con el deseo del Espíritu.

Algunos quizá experimenten la operación de los dones con mayor frecuencia que otros. Pero ello se debe a que han aprendido a andar por la fe bajo la dirección del Espíritu. Este es su gran secreto.

Propósito de los dones de sanidad

El propósito principal de todos los dones del Espíritu, como ya lo estudiamos, consiste en edificar el cuerpo de Cristo. Algunos dones lo hacen de cierta manera, otros de otra. Los dones de sanidad lo hacen al capacitar a sus miembros para que estén saludables físicamente. Todo el cuerpo se beneficia si uno de sus miembros mejora físicamente.

Los dones de sanidad a menudo se manifiestan en el ministerio de un evangelista. Atraen a la gente para que escuche el evangelio. Los primeros cristianos le dijeron al Señor en oración: “Extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios” (Hechos 4:30). Y Dios contestó, “Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo . . . Y los que creían en el

Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (Hechos 5:12, 14).

Por tanto, los propósitos de los dones de sanidad consisten en suplir las necesidades físicas del cuerpo de Cristo, y ayudar a llevar almas a los pies de El.

EL HACER MILAGROS

Definición del don de hacer milagros

“A otro, el hacer milagros” (1 Corintios 12:10).

El término griego del cual se deriva la palabra “milagros” es dunameis. Ese término se empleó en la frase “hacer milagros” para dar a entender “un acto del poder divino, superior al orden natural y a las fuerzas humanas,” “un poder sobrenatural para realizar lo que sería imposible de otra manera.”

Howard Carter dice: “El hacer milagros… es una manifestación sobrenatural del poder de Dios que altera (es decir, cambia), suspende (es decir, hace a un lado), o de alguna otra manera controla las leyes de la naturaleza.”

Explicación e ilustración del don de hacer milagros

Al estudiar las narraciones de algunos milagros en la Biblia podemos aumentar nuestra comprensión de ellos.

Milagros en el Antiguo Testamento

En el Antiguo Testamento se describen muchos milagros. La lista incluye sólo unos cuantos. Lea cada historia cuidadosamente.

1. Moisés sacó agua de la peña (Exodo 17:1-6).

2. Israel cruzó en seco el río Jordán (Josué 3:15-17).

3. Josué hizo que se detuviera el sol (Josué 10:12-13).

4. Elías oró para que descendiera fuego del cielo (1 Reyes 18:37-38).

5. Eliseo hizo flotar un hacha de hierro (2 Reyes 6:1-7).

Milagros en la vida de Cristo

A continuación incluimos una lista de sólo unos cuantos milagros relacionados con el ministerio de Jesucristo.

1. Cambió el agua en vino (Juan 2:1-11).

2. Calmó la tempestad en el mar (Mateo 8:23-26).

3. El y Pedro caminaron sobre las aguas (Mateo 14:22-31).

4. Alimentó a una multitud con el almuerzo de un jovencito (Juan 6:5-14).

5. Resucitó a un hombre y éste salió de la tumba (Juan 11:1-44).

Milagros en la iglesia primitiva

Los milagros en el Antiguo Testamento podrían explicarse por el hecho de que grandes profetas realizaron la mayoría de ellos. Los milagros realizados por Cristo se explican por el simple hecho de que es el Hijo de Dios. Pero los milagros de la iglesia primitiva deben explicarse de otra manera. La mayoría fueron realizados por hombres del pueblo: pescadores, empleados del gobierno, y otros. ¿Cómo los realizaron?

Antes de contestar esa pregunta, examinemos varios milagros descritos en Hechos. Observe que no es fácil distinguir cuál obra portentosa es un milagro y cuál un don de sanidad. Pero en realidad no tiene importancia, ya que fluyen del mismo Espíritu. “Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos” (Hechos 19:11-12). He aquí una lista.

1. Liberación de la cárcel (Hechos 5:17-20).

2. Un muerto resucitado(Hechos 9:36-41).

3. Liberación de la cárcel (Hechos 12:5-17).

4. Ceguera de un enemigo de Dios (Hechos 13:6-11).

5. Neutralización de la mordida de una serpiente (Hechos 28:l-6).

Detrás de todos estos milagros había un secreto. No se trataba de la instrumentalidad de grandes hombres. Tampoco de hombres con poderes propios y extraordinarios. Ni siquiera se trataba de la capacitación académica o escolar. Era simplemente el poder del Espíritu Santo que se manifestó para suplir una gran necesidad del cuerpo de Cristo. Con mucha frecuencia la necesidad consistía en eliminar algún obstáculo para que continuara el entendimiento del evangelio.

Examinemos cuidadosamente uno de los milagros registrados en Hechos. Se trata de la resucitación de Dorcas, según el capítulo 9.

Después que murió Dorcas, llamaron a Pedro para que ayudara. El sabía que no podría resucitar a la muerta, pero el poder de Dios podría hacerlo. También sabía que para realizar un milagro necesitaba orar. La oración le transformaría en un canal del poder de Dios para que ocurriera el milagro. Por tanto, hizo oración. Y ocurrió el milagro. El Espíritu Santo tocó el espíritu de Pedro. ¡Este le habló a Dorcas! Sus ojos, cerrados desde antes por la muerte, se abrieron de pronto y ella se incorporó, ¡había sido resucitada!

En otra lección estudiamos que omnisciente significa todo conocimiento. Dios todo lo sabe. Ahora agreguemos una nueva palabra: omnipotente. Esta significa “todopoderoso.” Dios es todopoderoso.

Por el don de hacer milagros, el Espíritu Santo manifiesta el poder de Dios a través del creyente. Ese poder hace que ocurra lo imposible.

Propósito del don de hacer milagros

¿Por qué son necesarios los milagros? Algunos dicen que les gusta ver milagros. Les gusta lo sobrenatural. Otros desean ver milagros por razones muy egoístas. En cierta ocasión no quisieron recibir a Jesucristo en un pueblo. Los discípulos se disgustaron y le dijeron: “Señor, quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Lucas 9:54). El Señor les contestó: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lucas 9:55-56). En otras palabras, Cristo dijo: “Ningún milagro se realiza con fines netamente egoístas.”

Los milagros, como todos los otros dones del Espíritu, tienen un propósito directriz: la edificación del cuerpo de Cristo. El don de hacer milagros elimina los obstáculos que impiden el progreso del evangelio. Cuando los creyentes necesitan los milagros por esta razón, serán testigos de la realización de más milagros.

En el caso descrito en Hechos 5, el obstáculo para la predicación del evangelio lo constituían las puertas de una prisión. Habían encarcelado a los apóstoles por predicar el evangelio. Gracias a un milagro, ese obstáculo fue eliminado. Las puertas de la cárcel fueron abiertas y ellos continuaron predicando el evangelio.

Otro caso más se describe en Hechos 13:6-11, donde dice que Pablo trataba de que se convirtiera cierto gobernador. Pero había surgido un obstáculo. Un mago llamado Barjesús trató de influir sobre el gobernador para alejarlo del evangelio. El Espíritu Santo usó a Pablo para hacer un milagro, el cual consistió en dejar temporalmente ciego al mago. Así se eliminó el obstáculo.

PROFECIA

Definición de la profecía

“A otro, profecía” (1 Corintios 12:10).

De acuerdo con un erudito bíblico, profecía significa “predicción,” la acción de profetizar. Otro erudito bíblico dice que significa “exposición pública,” la cual es predicación o proclamación. Comprenderemos mejor el significado de la profecía si podemos discernir que tiene ambas funciones a la vez.

La profecía no se debe confundir con la predicación ordinaria. Como los otros dones del Espíritu, también es sobrenatural.

Ralph M. Riggs, erudito bíblico estadounidense, dice que la profecía consiste en “hablar uno en su idioma en el poder del Espíritu Santo, o la habilidad divina para proclamar y para predecir.”

Explicación e ilustración del don de profecía

En la lección 3 de este curso estudiamos los dones del ministerio. Aprendimos que uno de esos dones era el de profeta. “Y él mismo constituyó a unos… profetas.” Cristo, la Cabeza de la iglesia, es presentado como el dador de estos dones. Ahora estamos estudiando los dones del Espíritu. En esta lección, el dador del don de profecía es el Espíritu Santo. (Véase 1 Corintios 12:8-10).

¿Cuál es la diferencia entre profetas y profecía? El don de profeta se concede para quienes están dedicados a la dirección de la iglesia. El don de profecía es el don de manifestación inspirada. El don de profetas se reparte sólo a un grupo reducido de miembros del cuerpo. El don de profecía lo pueden experimentar todos los miembros. “Porque podéis profetizar todos uno por uno” (1 Corintios 14:31).

La diferencia entre el oficio de profeta y el don de profecía es lo siguiente. Todos los que tienen el oficio de profeta, profetizan. Pero no todos los que profetizan tienen el oficio de profeta.

La profecía, debido a su naturaleza, es quizá el más grandioso de los dones mencionados en 1 Corintios 12:8-11. Pablo dice: “Procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Corintios 14:1).

Por tanto, la profecía es un don muy importante. Debemos tratar de comprenderlo bien. Su importancia reside en que es el más grandioso de los nueve dones para la edificación del cuerpo de Cristo. Es el don por el cual el cuerpo cobra vida de una manera especial. A través de él los creyentes son edificados y los pecadores son impulsados hacía Dios. “Pero si todos profetizan [predican o proclaman], y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado” (1 Corintios 14:24).

Propósito del don de profecía

1. Proclamación. El gran valor de la proclamación se reveló en el día de Pentecostés. El Espíritu Santo descendió, y casi inmediatamente se manifestó el don de profecía en el sermón de Pedro. Ese no fue un sermón ordinario. Un día antes Pedro no lo hubiera podido predicar. El sermón se caracterizó por el poder y la inspiración del Espíritu Santo. Pedro expresó ideas que no eran las propias. Provenían del Espíritu Santo.

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La profecía es un resultado natural del ser lleno del Espíritu. Pedro fue lleno del Espíritu, y profetizó. Cuando los discípulos de Efeso fueron llenos del Espíritu según Hechos 19, hablaron en lenguas y profetizaron (Hechos 19:6).

El profetizar se realiza bajo la habilidad y el poder divinos. Los creyentes podrán poseer la habilidad de hablar en público, o de predicar elocuentes sermones. Pero nadie profetiza verdaderamente si no tiene el Espíritu Santo (véase 1 Pedro 4:11).

El creyente que profetiza se dirige a los hombres. “Pero el que profetiza habla a los hombres” (1 Corintios 14:3). La pregunta es: ¿Qué les dice a los hombres? ¿Qué proclama? Proclama y habla la Palabra de Dios. ¿Pero acaso no lo hacen también los predicadores y los maestros? Sí. Pero en la profecía no se trata de lo que uno dice ni de quién lo diga, sino de cómo se diga. La predicación y la enseñanza ordinarias pueden ser como comida fría en una olla sin fuego. La profecía, entonces, es el fuego debajo de la olla.

A través del don de profecía el Espíritu Santo también puede llevar a la mente del orador lo que por sí mismo no hubiera pensado. Con seguridad ese fue el caso del gran sermón predicado por Pedro en Hechos 2.

2. Predicción. Predecir significa anunciar algo de antemano, antes de que acontezca. Ya hemos estudiado que Dios todo lo sabe. Sabe el pasado, el presente y el futuro. El hombre no conoce el futuro por su propio poder. Sólo puede conocerlo a través del Espíritu Santo. A través del don de profecía, el Espíritu Santo puede hacer que un creyente proclame o anuncie algún evento futuro.

Los profetas del Antiguo Testamento a menudo predecían el futuro. Gran parte de su ministerio se dedicaba a tal predicción. Generalmente lo hacían con el propósito de crear conciencia en la gente de su necesidad de Dios. Jonás fue uno de los profetas que predijo el futuro. El dijo: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4).

Los hombres impíos también predicen el futuro en ocasiones. A éstos se les llama adivinos o agoreros. Pablo se encontró en una ocasión con uno de ellos. “Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación” (Hechos 16:16). Dios se opone a esta forma de predicción del futuro. Es satánica. Como creyentes, debemos evitarla. “No sea hallado en ti . . . quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego. . . ni adivino. . . ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová” (Deuteronomio 18:10-12).

Satanás siempre ha sido destructor. Ha tratado de destruir la fe. También trata de destruir a los creyentes. Asimismo al cuerpo de Cristo. Cada vez que inspira la predicción del futuro lo hace para destrucción. El ladrón [Satanás] no viene sino para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10).

La obra de Dios siempre tiene el propósito de salvar. En ocasiones, por el don de profecía el Espíritu Santo le evita sufrimiento al cuerpo de Cristo (lea Hechos 11:27-30). En otras ocasiones, por el don de profecía, su cuerpo es preparado para el sufrimiento futuro (lea Hechos 20:23; 21:10-13).

Los creyentes pueden ser tentados a usar el don de profecía para tratar de saber qué hacer en ciertas circunstancias. Este proceder no es correcto ni seguro. Aprenderemos más acerca de ello cuando estudiemos el don de lenguas.

Instrucciones para el uso del don de profecía

1 Corintios 14:29-40

1. Debemos profetizar de acuerdo con la fe que tenemos (véase Romanos 12:6.) El Espíritu Santo puede obrar a través del creyente sólo de acuerdo con la fe que haya en el corazón de éste. El profetizar sin fe equivale a proclamar lo que abriga uno en su corazón. Por ello es muy importante que el creyente ore mucho, que conozca la Palabra de Dios, y que sea lleno del Espíritu.

2. La profecía debe limitarse y someterse a prueba (véase 1 Corintios 14:29). Dios desea orden en los cultos públicos. Aparentemente Pablo está diciendo: “No solamente se la pasen profetizando. Concédanles tiempo a los oyentes para que juzguen”. Juzgar en este caso significa “juzgar correctamente.”

Otros creyentes deben juzgar cuidadosamente lo que se dice en una profecía. ¿Por qué? Porque quienes profetizan son humanos. Pueden profetizar por el Espíritu Santo. Pero también pueden profetizar sólo de ellos mismos, o incluso inspirados por un espíritu maligno. La congregación debe escuchar y decidir, con la ayuda de la Palabra de Dios, si lo que se ha dicho está de acuerdo con la Palabra. En caso negativo no deben prestar atención a lo dicho en la profecía. Por ejemplo, si la profecía le dice a la gente que maldigan el nombre de Cristo, debe ignorarse.

3. Todos pueden profetizar (véase 1 Corintios 14:31 y 14:5, 24.) Aquí se nos dice que todo creyente puede ser usado por el Espíritu Santo para profetizar. El don no se limita sólo a los líderes de la iglesia, sino que es para todos los creyentes llenos del Espíritu.

4. Quienes reciben una profecía para darla a los demás no tienen que proclamarla. La persona que profetiza decide cuándo hacerlo y cuándo dejar de hacerlo. No está bajo un trance que lo incapacita para dejar de usar su libre albedrío o voluntad (véase 1 Corintios 14:32-33).

5. Quienes son usados por el Espíritu Santo en el don de profecía deben estar dispuestos a recibir instrucción y a ser corregidos (véase 1 Corintios 14:37).

Propósito del don de profecía

Los dones del Espíritu son dados para la edificación del cuerpo. Cada uno lo lleva acabo de manera diferente. Pablo dice cómo lo hace la profecía: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Corintios 14:3). El creyente que profetiza lo hace para alentar y consolar a otros. Estos a su vez son edificados espiritualmente. Y al ser edificados espiritualmente, también lo es todo el cuerpo.

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