El Significado de la Enseñanza

Una vez que la red ha sido recogida, luego de la predicación de la Palabra, el pescador de hombres debe emplear la exhortación moral. Esto significa que él deberá considerar formas de vida en la que vivirán en el mundo aquellos cristianos que han respondido al mensaje de salvación. Porque han respondido al evangelio, se han arrepentido, han aceptado el perdón de Dios y han encontrado nueva vida en el Hijo, ellos deberán aprender a interpretar el paso que han dado a la luz de sus experiencias diarias. La enseñanza es el medio por el cual la iglesia trata de explicar qué significa ser cristiano en su vida personal y en la de su comunidad.

La enseñanza es entonces necesaria para conservar los resultados del evangelismo. Y por medio de la enseñanza, los nuevos creyentes reciben instrucción acerca de lo que se espera de ellos y qué provisiones hay para ellos en la vida cristiana. Ellos experimentan crecimiento y madurez espiritual, a medida que reciben la enseñanza y son cambiados por medio de ésta.

Cuando respondemos a la enseñanza de la Palabra de Dios, llegamos a ser hombres y mujeres robustos en la fe, capaces de soportar las pruebas de la infancia espiritual y más tarde los engaños astutos del enemigo (Efesios 4:14). Crecemos progresivamente a la estatura de Cristo a medida que contemplamos su gloria (2 Corintios 3:18). Que nuestra meta continua sea siempre correspondiente a su obra en nuestras vidas (Efesios 3:20).

DEFINICIÓN DE ENSEÑANZA

Puede recordar de la Lección 1 nuestra definición general de predicación y enseñanza. Allí dijimos que estos medios de comunicación eran dos expresiones de un ministerio. Aprendimos, también, que hay una línea muy fina de distinción entre estos medios de comunicación. Sin embargo, después de examinar cuidadosamente la evidencia bíblica, concluimos que el ministerio de la predicación, en la experiencia general del Nuevo Testamento, establece el fundamento para la vida espiritual, mientras que la enseñanza provee dirección por medio de la cual es edificada la superestructura. En otras palabras, el modelo del Nuevo Testamento muestra que el objetivo de la predicación es convertir, mientras que el objetivo de la enseñanza es la formación y madurez de los discípulos.

Sin embargo, tal como la predicación no sirve únicamente para evangelizar a los perdidos (véase Lección 4), el propósito de la enseñanza no es sólo hacer madurar a los creyentes. Hay momentos en el Nuevo Testamento donde la enseñanza era evangelizadora en naturaleza. Un notable ejemplo lo tenemos en el ministerio de Pablo. En ocasiones él enseñó en las sinagogas (Hechos 18:4; 19:8), y en las escuelas de filosofía (Hechos 19:9). El mensaje en el Areópago fue presentado como un discurso seguido de discusiones extensas en la sinagoga y en la plaza pública (Hechos 17:16–31).

En Tesalónica, Pablo entró en una sinagoga de los judíos y mantuvo discusiones y debate de las Escrituras durante tres semanas, explicando y demostrando que Jesús, a quien él proclamaba, era el Cristo. Y su ministerio de la enseñanza fue productivo, porque muchas personas fueron persuadidas y se unieron a él (Hechos 17:14). El evangelio era el objetivo mayor de estas sesiones de enseñanza.

Enseñar el mensaje del evangelio para alcanzar al no convertido es una práctica bíblica. Hoy es un medio de evangelismo ventajoso, practicado con éxito por muchas personas. Sin embargo, la costumbre general de la iglesia del Nuevo Testamento era utilizar la predicación para hacer convertidos y la enseñanza para hacer discípulos.

La palabra enseñanza tiene varios significados. Algunos son: “guiar en el estudio”, “provocar la obtención de conocimiento o habilidades”, “provocar el aprendizaje” y “provocar cambio.” Note especialmente que la enseñanza provoca cosas. Es una actividad dinámica que produce resultados. Consideremos algunos de los significados de enseñanza.

Impartir conocimiento

Un elemento muy importante de la enseñanza es “impartir conocimiento, informar”. La enseñanza del Nuevo Testamento estuvo basada en las Escrituras del Antiguo Testamento. Por ejemplo, el conocimiento de la creación, de la caída del hombre, la elección y los tratos de Dios con la nación de Israel, la santidad de Dios, la naturaleza del pecado y la necesidad de un Salvador, el conocimiento de estos temas y muchos otros provenían del Antiguo Testamento. En adición, la revelación del Nuevo Testamento incluyó la encarnación, el Verbo hecho carne (relato que es encontrado en los Evangelios) profecía, (que puso el programa de Dios en perspectiva) y doctrina, que trajo conocimiento acerca de la aplicación práctica de los mandamientos de Dios. Todos estos elementos de la revelación de Dios a los hombres en ambos Testamentos son importantes para nosotros. Es la única manera en que podemos conocer la naturaleza de Dios y su plan para nuestras vidas, de manera que podamos servirle aceptablemente y crecer espiritualmente. Por lo tanto, una parte importante de la enseñanza es impartir conocimiento. Y la Biblia, la revelación escrita de Dios, es el contenido de nuestra enseñanza.

En 2 Timoteo 3:16–17, Pablo reveló a Timoteo la función de las Escrituras en la enseñanza. Nótese que Pablo declaró que la Biblia…

  • Muestra lo que es correcto (doctrina)
  • Muestra lo que no es correcto (reprende)
  • Muestra cómo hacer lo correcto (corrección)
  • Muestra cómo permanecer en lo correcto (instrucción)

Que estas cuatro áreas estén presentes en su enseñanza.

Lucas, en la introducción de su Evangelio, dio a Teófilo las razones para escribirlo: “Para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:4). Lucas le proporcionó a Teófilo los fundamentos del evangelio, incluyendo el nacimiento, la vida, muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús. Antes que el entendimiento de la importancia de estos asuntos sean enseñados, debe impartirse sus aspectos básicos. Entonces, la enseñanza de los aspectos básicos de la Escritura es un paso básico en la educación cristiana. Provocar este conocimiento en una persona, entonces, es un bloque o ladrillo básico en la estructura del aprendizaje.

Hacer entender

Enseñar es explicar, interpretar, y exponer. Las enseñanzas de Jesús incluyeron la interpretación y la explicación de las Escrituras. Él le dio un nuevo significado a la antigua enseñanza de la Ley (Mateo 5:17–20) sobre una variedad de temas que incluyeron la ira (Mateo 5:21–25), el adulterio (Mateo 5:27–30), el divorcio (Mateo 5:31–32), los juramentos (Mateo 5:33–37), la venganza y el amor (Mateo 5:38–48). Él explicó principios para la vida en una manera nueva y fresca. Entre otras cosas Él enseñó la caridad, la oración, el ayuno y cómo una persona debe considerar sus posesiones (Mateo 6:1–34). Las multitudes estaban maravilladas de sus enseñanzas porque hizo práctico el conocimiento que la gente tenía de las Escrituras, las aplicó a sus situaciones diarias. Y Él enseñó con seguridad y autoridad, un hecho que impresionó a sus oyentes (Mateo 7:28–29).

¿Se ha dado cuenta que algunas veces la enseñanza implica deshacerse de nuestras ideas antiguas que están basadas en una comprensión equivocada de la Palabra de Dios? Por ejemplo, Jesucristo les recordó a sus oyentes que si bien era cierto que la Ley condenaba específicamente el adulterio, un hombre podía ser igualmente culpable de quebrantar la ley si miraba a una mujer para codiciarla, porque él había cometido adulterio en su corazón (Mateo 5:27–28). ¡Cómo esta revelación debe haber impresionado a las personas corruptas que servían a Dios con sus labios y que se abstenían de cometer un acto pecaminoso pero que, sin embargo, sus corazones estaban lejos de Él debido a que desobedecían el espíritu de la ley (Mateo 15:19)! Algunas veces las personas contraen el mal hábito de dejarse llevar por las emociones de la adoración pero sus corazones están en rebeldía contra Dios. Isaías enseñó estas verdades a la gente de su tiempo (véase Isaías 1). Las enseñanzas de esta clase interpretan los mandamientos en una forma práctica. Al hacer así, nos ayuda a saber cuáles son las metas que Dios tiene para la vida de una persona. Además puede guiarnos de manera que podamos vivir de acuerdo con los principios que Él ha establecido en su Palabra.

En el ejemplo anterior, Jesucristo hizo que sus oyentes comprendieran que el amor no debe ser expresado únicamente a quienes amamos o a quienes nos aman. Más bien, Jesucristo interpretó los mandamientos de amar a Dios y al prójimo de tal manera que sus oyentes pudieran ver a su prójimo en cada persona con quien tuvieran contacto. Esta parábola explicaba claramente, a quienes se negaban en reconocer a los samaritanos u otras naciones gentiles como sus prójimos, el conocimiento intelectual que ya poseían de manera que pudieran ponerlo en práctica efectivamente. Por lo tanto, la enseñanza de Jesús sobre los mandamientos (conocimiento intelectual), demostraba, al ser explicados, que una persona, si quería verdaderamente hacer el bien y realmente amaba a Dios, no tendría dificultad en amar a su prójimo ni en demostrar cuidado amoroso al que necesitara ayuda, no importando quién fuera esa persona.

Observe el uso que le dio Jesucristo a este aspecto de la enseñanza cuando Él caminó junto a los discípulos desanimados que iban a Emaús. Ellos habían perdido la esperanza, después de la crucifixión, de que Él fuera el Mesías. Ahora, mientras caminaban, Él les interpretó las Escrituras. Les explicó, comenzando desde los escritos de Moisés y a través de los profetas, cómo el Mesías debía sufrir y ser resucitado (Lucas 24:13–35). En este ,momento, interpretó los eventos que acababan de ocurrir a la luz de las Escrituras. Él puso los acontecimientos en la perspectiva correcta, y arrojó nueva luz sobre su significado. Note la respuesta de estos dos discípulos (v. 32) mientras Jesús hablaba: sus corazones ardían mientras Él les hablaba y les abría las Escrituras (les hacía entender).

La palabra discípulo implica, y los escritos del Nuevo Testamento lo confirman, que éste era un creyente en Cristo (Hechos 11:26), un alumno o aprendiz en las cosas de Cristo; alguien totalmente consagrado a una vida de sacrificio por su causa (Lucas 14:26–27, 33). Un discípulo respondía a la responsabilidad suprema del discipulado: hacer discípulos (Mateo 28:19). Pero para que un nuevo creyente pudiera desarrollar estas características, él tenía que comprender el significado y la importancia de su experiencia de salvación. Por lo tanto, él debía ser enseñado para saber qué hacer.

Considere a Felipe. Él le predicó al etíope acerca de Jesús y el etíope creyó (Hechos 8:35). Luego Felipe le explicó el bautismo con agua. Cuando encontraron agua, el etíope fue bautizado (Hechos 8:36–38). Este ejemplo es completamente consistente con el mandamiento de Jesús: hacer discípulos, bautizarlos en agua, y enseñarles a obedecer los mandamientos de Cristo (Mateo 28:19–20). Este modelo fue puesto en práctica por Felipe en Samaria (Hechos 8:5–17), por Ananías con Saulo (Hechos 9:5, 17–19), y por Pablo en Filipos (Hechos 16:30–34).

Bernabé fue enviado por la iglesia de Jerusalén para animar y fortalecer a quienes eran salvos y se habían agregado a la iglesia de Antioquía. Como resultado, muchos otros recibieron a Cristo como Señor. A fin de conservar los frutos de esta cosecha espiritual, Bernabé trajo a Saulo desde Tarso y, durante todo un año, enseñaron a gran número de personas (Hechos 11:19–26). Es indudablemente importante que fue en Antioquía, donde estuvieron combinados los ministerios de evangelismo y enseñanza en forma eficaz, donde los discípulos fueron primeramente llamados cristianos, seguidores de Cristo. Ellos no sólo recibieron la enseñanza de Cristo sino también comprendieron las implicaciones del discipulado. El modelo del Nuevo Testamento es claro: a medida que el evangelio era predicado y las personas eran salvas, fueron enseñadas a vivir la vida cristiana como discípulos del Señor Jesucristo.

Hacer un cambio

Enseñar es hacer cambio, tanto en actitud como en acciones. Esta es la meta de la enseñanza de la Biblia.

Las actitudes e ideas cambian ante las enseñanzas de los mandamientos de Jesús. En consecuencia, el curso de la vida es cambiado. Luego le siguen crecimiento y madurez. Los discípulos del Nuevo Testamento fueron alumnos y seguidores. Ellos aprendieron el mensaje del maestro y también siguieron su ejemplo. Este es el objetivo que Jesucristo puso ante sus discípulos cuando los comisionó a enseñar (Mateo 28:19–20).

La enseñanza de la Biblia es más que impartir datos e interpretar las Escrituras. Las enseñanzas deben ser aplicadas al diario vivir. La verdad debe ser practicada. Jesús lo dijo de esta manera: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). De esta manera, la verdad que es conocida y practicada trae libertad.

Sin embargo, el simple hecho de observar exteriormente las leyes aprendidas (o hacer lo que la Ley dice), no es suficiente. Jesucristo acusó en repetidas ocasiones a los fariseos por observar religiosamente el ritual y la tradición, y descuidar la pureza interna. Él condenó la ausencia de vida espiritual dentro de sus vidas. Enseñó que las personas debían hacer lo correcto para agradar a Dios y no para impresionar a los demás. Se preocupó primero por el ser (lo que somos) y luego por lo que hacemos (nuestra conducta que resulta del cambio espiritual interno).

Pablo animó a Timoteo a que enseñara la Palabra, viviera por ésta, y que permitiera que otros vieran su crecimiento espiritual. Él le advirtió de que viviera según lo que enseñaba a fin de salvarse y salvar a quienes le escucharan (1 Timoteo 4:11–16). Pablo creía firmemente que el resultado final de la enseñanza eran las vidas cambiadas. Note su referencia acerca del conocimiento que los judíos tenían de la Escritura en Romanos 2:18. Si ellos conocen de la Ley lo que Dios quiere de ellos, entonces serán condenados por no vivir de acuerdo con esa norma. No es suficiente conocer las Escrituras e interpretarlas correctamente. Debemos ser cambiados por la Palabra. Entonces podemos enseñar a otros a ser discípulos de Cristo por medio de nuestro ejemplo y testimonio.

Somos exhortados, mientras servimos al Señor, a hacer lo que Él ordena (Lucas 6:46). Cada maestro debería leer frecuentemente Romanos 2:21–23, y debería asegurarse que alcanza la estatura de conducta requerida de aquellos a quienes él se dirige (1 Timoteo 3:1–13; 6:11–12; Tito 1:5–9). Nuestras acciones hablan más alto que nuestras palabras. Si su conducta no es consistente con lo que predica, la gente nunca podrá escuchar el mensaje.

RAZONES PARA LA ENSEÑANZA

Cumplir el mandato bíblico

La comisión de Jesucristo de enseñar es fundamental para el ministerio de la enseñanza. Él ordenó a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos . . . enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19–20).

Pablo le encareció a Timoteo que exhortara “con toda paciencia” (2 Timoteo 4:2). También dijo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2). También, pidió a los colosenses que se enseñaran unos a otros (Colosenses 3:16), y también pidió que los creyentes de Galacia proveyeran para sus maestros (Gálatas 6:6).

El Nuevo Testamento menciona ya sea al maestro o a la enseñanza en cada una de sus tres listas de ministerios. Pablo escribe a los Romanos: “De manera que, teniendo diferentes dones . . . el que enseña, en la enseñanza” (Romanos 12:6–7). En su referencia a los maestros, en la carta a los Efesios, el apóstol Pablo dice: “Y él mismo constituyó . . . pastores y maestros” (Efesios 4:11). La enseñanza ocupa un importante lugar en otra lista: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros” (1 Corintios 12:28).

Guiar a los convertidos a la madurez

Los nuevos convertidos llegan como bebés a la familia de Dios. Ellos son apenas infantes en la experiencia cristiana. Y de la misma manera en que crece un niño, así debería ocurrir conel cristiano recién nacido. La madurez espiritual debería ser la meta de cada creyente (1 Pedro 2:2). Dios espera desarrollar una iglesia compuesta de creyentes maduros que sea capaz de ministrar a otros (Efesios 4:13–16). Usted sabe, como ministro, que los creyentes maduros no son fruto de la casualidad.

Ellos son el resultado de los ministerios de la enseñanza y la predicación y de la importante relación espiritual que ellos mantengan con el Señor Jesús. Las lecciones espirituales así aprendidas habrán sido aplicadas, experimentadas y probadas en las diferentes situaciones de la vida, y ellas producen estatura espiritual.

Este proceso de desarrollo espiritual es como construir un templo sagrado con una gran variedad de piedras que están hechas para unirse y ser un lugar donde Dios habite (Efesios 2:19–22; 1 Pedro 2:5). La enseñanza es un medio importante para ayudar a los creyentes, quienes son piedras vivas, hechos de tal manera que se ajustarán al plan de Dios a medida que crecen espiritualmente.

Pablo consideró que la meta de los creyentes era la madurez cristiana y por lo tanto hizo grandes esfuerzos para ayudarles a crecer (Colosenses 1:28–29). Él animó a los convertidos a que permanecieran firmes, como creyentes maduros, en completa obediencia a la voluntad de Dios (Colosenses 4:12). Y Pedro desafió a los creyentes a crecer y madurar en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor (2 Pedro 3:18). Los cristianos hebreos fueron urgidos a dejar las enseñanzas puramente rudimentarias acerca de Cristo y continuar hacia adelante, hacia la madurez espiritual (Hebreos 6:1).

La enseñanza de la Biblia es importante en la madurez cristiana. Usted notará que el propósito de los dones del ministerio, que incluye el de la enseñanza, es preparar a todos los creyentes para la obra del ministerio de manera que puedan ser edificados en la fe y llegar a ser más semejantes a Cristo (Efesios 4:11–13; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29). ¡Tratar de alcanzar la estatura de Cristo es una ambición demasiado alta!

Pero está dentro del alcance de cada uno que escucha y obedece a la Palabra de Dios. Sin embargo, no es un proceso automático. El crecimiento y el desarrollo espiritual requerirá la dedicación y la consagración continua de cada uno de nosotros. Así aconteció con Pablo (Filipenses 3:10–17).

El crecimiento espiritual es muy parecido al crecimiento y desarrollo de los niños. El bebé, al nacer, carece completamente de ayuda. Su vida depende del cuidado de un adulto. Pero con el correr del tiempo, el niño comienza a hacer cosas por sí mismo. Más tarde, él comienza a cuidar completamente de sí mismo y aun ayuda a otros. Cuando alcanza toda su madurez, él asume la responsabilidad del cuidado de su propia familia. De manera similar ocurre en la iglesia con los bebés recién nacidos en Cristo. Ellos necesitan el cuidado amoroso y el ministerio de la Palabra. Al principio la dieta es sencilla (1 Pedro 2:2). Más tarde, al ejercitar sus vidas espirituales mediante la aplicación de la Palabra de Dios a sus experiencias diarias, llegan a ser creyentes fuertes y adultos (Hebreos 5:14). Ellos cuidan de sí mismos cuando llegan a ser adultos espirituales. Y como cristianos maduros, asumen la responsabilidad de cuidar a otros (Efesios 4:12). Observaremos, entonces, que su dieta habrá cambiado a comida sólida (compare 1 Corintios 3:2 con Hebreos 5:14), y el servicio a los demás es la evidencia de su madurez. La enseñanza es un medio importante que Dios ha provisto a la iglesia para ayudar a que los bebés en Cristo puedan entender las responsabilidades del discipulado y las demandas del crecimiento y la madurez espiritual.

El ministerio de la enseñanza tiene dos metas principales:

1) enseñar a los nuevos convertidos a llegar a ser creyentes maduros, y 2) enseñar a los creyentes maduros y equiparlos para el servicio cristiano eficaz. Una advertencia aquí es: el balance o equilibrio es necesario. Ser no es suficiente; hacer, tampoco, es suficiente en sí mismo. Una persona madura hará el bien porque es bueno. La Palabra de Dios ayuda a proporcionar el equilibrio necesario.

La Palabra de Dios equipa constantemente al maestro para enseñar, reprender, corregir e instruir. Este uso de la Palabra ayuda al maestro a preparar a los creyentes para todo servicio. Dios ha puesto maestros en la iglesia para desempeñar este servicio (2 Timoteo 3:16–17).

EJEMPLOS DE ENSEÑANZA

Ejemplos del Antiguo Testamento

Moisés fue el primer maestro sobresaliente del Antiguo Testamento. Dios le dio la Ley para enseñar al pueblo de Israel (Deuteronomio 4:14). Él instruyó a los padres a enseñar diariamente la Ley a sus hijos y en toda circunstancia (Deuteronomio 6:7). De hecho, la vida personal, religiosa y nacional de Israel estaba basada en la ley de Moisés. Esa Ley era la autoridad final en asuntos relacionados con los requisitos de la ley ceremonial, la moral, la justicia social, la administración civil y en asuntos externos. Con el correr del tiempo los sacerdotes y los levitas ayudaron en la enseñanza de esta Ley (Nehemías 8).

Con gran paciencia y habilidad, Moisés enseñó los mandamientos de Dios a Israel. Además de la enseñanza en esta fase del conocimiento, Moisés explicó la importancia de las leyes de Dios en la vida personal, social y nacional. Él hizo que la gente comprendiera el beneficio de la obediencia (Deuteronomio 7:12–26,28:1–14) y las consecuencias de la desobediencia (Deuteronomio 28:15–68), y también las condiciones para el restablecimiento espiritual (Deuteronomio 30). Sus años de enseñanza fueron ricamente premiados porque Israel sirvió a Dios fielmente aun después de muchos años de su muerte (Josué 24:31). Este ejemplo demuestra los resultados prácticos de su enseñanza: produjo profundos cambios en las actitudes y en la conducta del pueblo de Israel.

Más tarde en la historia de Israel, encontramos que los grandes avivamientos nacionales se centraron en el regreso a la enseñanza de la Ley. El rey Josafat, Esdras y Nehemías, por ejemplo, ayudaron al pueblo a regresar a Dios por medio de la enseñanza de la Ley (1 Samuel 12:1–25; 2 Crónicas 17:7; Esdras 7:10; Nehemías 8:1–8).

Ejemplos del Nuevo Testamento

Jesucristo fue el maestro por excelencia. A pesar de que fue ungido específicamente para el ministerio de la predicación, Jesucristo es recordado como un maestro. Las palabras de sus enseñanzas son preservadas detalladamente en los Evangelios. Observamos un excelente ejemplo de este ministerio en Mateo 5–7. Después de haber dejado un ejemplo de enseñanza, El mandó a sus discípulos que enseñaran “a todas las naciones” (Mateo 28:19–20).

La iglesia del Nuevo Testamento siguió el ejemplo de Jesús y obedeció el mandamiento de enseñar. Los líderes de la iglesia enseñaron a los nuevos convertidos, e hicieron discípulos de cada uno que fue añadido a la iglesia. Al igual que con la predicación, ellos fueron por doquier enseñando la Palabra. La mayor parte del Nuevo Testamento es la enseñanza de la iglesia primitiva en forma de correspondencia dirigida a las iglesias y a los individuos.

Antes de partir, el Señor preparó a los discípulos para recibir enseñanza adicional que Él les impartiría por medio del Espíritu Santo (Juan 16:12–15). Debido a que ellos no podían recibir todo lo que Él tenía que decirles, el Espíritu Santo sería impartido para enseñar, dirigir y guiarlos a toda verdad (Juan 14:26). Los apóstoles añadirían otras enseñanzas basándose en las palabras de Jesús. Las doctrinas (enseñanzas), como la justificación, que fueron enseñadas por el Señor (Lucas 18:14), fueron expandidas y explicadas por los apóstoles (Romanos 3:21–5:2). Pablo apeló repetidamente a la “palabra del Señor” en sus escritos, refiriéndose a las enseñanzas de Jesús las cuales recibió por revelación (1 Corintios 11:23; 1 Tesalonicenses 4:15; Gálatas 1:11–12). Doctrinas que habían estado ocultas durante muchos siglos fueron reveladas y preservadas por escrito (Colosenses 1:26; 1 Corintios 4:1; Efesios 3:3–5).

Las epístolas del Nuevo Testamento explican por qué murió Jesucristo, qué hizo posible con su muerte, y su importancia para todo el universo (2 Corintios 5:18; 2 Timoteo 1:10; Tito 1:2–3; Hebreos 2:14). Indudablemente, el contenido está relacionado estrechamente con el contenido de las enseñanzas expuestas verbalmente por los apóstoles en las iglesias.

El sistema completo de la doctrina cristiana está contenido en las epístolas del Nuevo Testamento. En total hay 21 epístolas dirigidas a iglesias e individuos, comenzando con la carta a los Romanos e incluyendo el la Epístola de Judas. El Apocalipsis, escrito por Juan a las iglesias de Asia, es de naturaleza profética. Estas cartas contienen toda la doctrina para los creyentes de la iglesia primitiva y los de nuestros días. Las Escrituras, divinamente inspiradas, son dadas para guiar a la iglesia (2 Pedro 1:20–21). Ellas también fueron dadas para enseñar a los creyentes cómo vivir la vida cristiana y llegar a ser santos maduros (2 Timoteo 3:16–17).

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