El Método de la Predicación
En la Lección 5 hemos tratado cuatro temas o mensajes principales y las razones de su importancia. Aprendimos que una variedad de material está disponible para ser desarrollado por la persona responsable que predica. Ahora estudiaremos el método de la predicación.
Usted aprenderá cómo preparar y predicar sermones. Aprenderá a establecer un propósito para cada sermón, a reunir y arreglar el material basado en las Escrituras, y a comunicar el mensaje con eficacia. Además de la mecánica para la preparación de sermones, aprenderá a evaluar sus sermones para saber si ha alcanzado su propósito, y a discernir si su ministerio de la predicación provee o no una dieta espiritual equilibrada que ayude a crecer y desarrollar en la fe a quienes ministra.
Recuerde que el poder de salvar no está en la persona que predica ni en el método que él emplea. El evangelio de Jesucristo es el poder para salvación. El apóstol Pablo nos puso esta verdad en perspectiva: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). ¡Nunca debe avergonzarse del evangelio! Es el mensaje de Dios, respaldado por su poder con la garantía de producir resultados. ¡Predíquelo con seguridad y verá lo que Dios puede hacer!
Pero nunca olvide que el poder yace en el mensaje, no en el mensajero.
Establezca el Propósito
Usted no puede planificar un viaje mientras no sepa a dónde se dirige. Una vez que sabe, entonces, hace planes de cómo llegar allí. De la misma manera, en la predicación debe establecer un propósito para cada mensaje; es entonces que trabaja con el objetivo de alcanzarlo. Deberá establecer un propósito definido si espera lograr algún resultado cuando predique. Y para determinar lo que es el propósito, usted necesitará considerar dos cosas.
Primero, debe conocer las necesidades de la gente. Jesucristo conoció las necesidades normales de todas las personas (Mateo 6:31–32) como también las de cada persona (Juan 1:43–50). La necesidad de ser amado, salvado, buscado, son ejemplos útiles de las necesidades comunes de cada individuo ¡También deben suplirse las necesidades personales! Así lo hizo Jesucristo. El ministró individualmente a muchas personas, cada una de las cuales tenía sus propias necesidades (Mateo 9:27–31; 12:9–14; Marcos 1:40–45; Juan 3:1–14; 4:1–26).
A menudo cuando preparo un sermón, imagino a varias personas sentadas alrededor de mi escritorio. Imagino un joven adolescente, un hombre de negocios ocupado, una madre joven, una viuda, un estudiante universitario, y una señora de más o menos 60 años. ¿Me pregunto, “Qué tiene que decir el texto del cual predicaré este domingo a cada uno de éstas personas?” Pido al Señor que me ayude a saber las necesidades de las personas. Un predicador bueno es un pastor que se involucra en las necesidades de su audiencia.
Segundo, las necesidades de las personas deben ser satisfechas. Jesús habló acerca de satisfacer las necesidades de la gente cuando dijo que los enfermos tenían necesidad de médicos (Marcos 2:17). Cuando usted predica para responder a cierta necesidad, no sólo esa necesidad podrá ser satisfecha sino también las de muchos otros con necesidades semejantes. Cuando el cazador desea cazar codornices, él no apunta a toda la nidada sino a un pájaro en particular. Así es la predicación. Ayudará a más personas si tiene un propósito para cada mensaje y lo alcanza.
Cuando haya determinado la necesidad, la siguiente pregunta será: ¿Qué predico para satisfacer la necesidad? Recuerde que el Espíritu Santo le guiará si usted busca satisfacer las necesidades de las personas. Mientras busca la respuesta, confíe y siga su dirección. Él le dará un mensaje que ministrará a las necesidades de ellas (1 Corintios 2:10–12).
Quienes ministran encuentran que, frecuentemente, un texto de la Biblia impresiona sus corazones debido a que el Espíritu Santo les habla mientras oran acerca de las necesidades de la gente. Este texto de la Biblia determina el campo de acción y el sermón. El sermón, como hemos de estudiar más tarde en esta lección, es la exposición fidedigna y la aplicación de la Escritura a las necesidades de los oyentes por el poder del Espíritu Santo. Otras veces, mientras leemos o estudiamos la Palabra de Dios, pareciera que un texto de la Biblia saltara de sus páginas casi demandando que lo prediquemos. No importa cómo el texto venga ante usted, éste determinará la naturaleza, el curso a seguir y el propósito de su sermón.
Otro modo excelente de satisfacer las necesidades de las personas es predicar una serie de sermones de un libro bíblico. La Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Cuando usted predica a través de un libro, el Espíritu de Dios tomará la Palabra de Dios y la aplicará a las necesidades del pueblo de Dios. La predicación de una serie de sermones también le permitirá predicar sobre muchos temas y no sólo aquellos que usted considere favoritos.
Algunas veces la necesidad se presenta a sí misma y usted busca la respuesta en las Escrituras. Otras veces encontrará en la Biblia una respuesta a necesidades existentes. Cualquiera sea el caso, usted debe determinar un propósito para cada mensaje, luego debe prepararse y satisfacer la necesidad representada por la meta. Si las necesidades serán determinadas y satisfechas, entonces debe haber un objetivo, una meta para el sermón. Las palabras de Alexander Pope acerca de la tarea de un escritor, pueden ser aplicadas en este sentido a la predicación: “En cada obra el fin del escritor es lo que cuenta, debido a que nadie puede lograr más de lo que intenta.”1
Su propósito al predicar cualquier sermón debiera estar tan claro en su mente que podría declararlo en siete o diez palabras.
Reuna el Material
¿Que dice la Biblia?
La siguiente pregunta, luego de determinar la necesidad y fijar el propósito, es: ¿Qué dice la Biblia? Evite, en su búsqueda por conocer lo que la Bibilia dice acerca de algún asunto, torcer o forzar un texto para que diga algo que no comunica. Por ejemplo, la promesa del apóstol Pablo de que “ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá” (Hechos 27:34) no intenta ser la solución para la calvicie. Sin embargo, el texto es una afirmación descriptiva y clara del alcance de la protección ilimitada de Dios. Usted recordará de la Lección 3, que el contexto determina cuál es el significado del texto. Y el significado directo y literal de un pasaje deberá ser usado a menos que no pueda ser usado literalmente. Por lo tanto, si estudia un texto de la Biblia y se apega a él, evitará torcer las Escrituras. Y basará cada uno de sus mensajes en una declaración sencilla y directa de las Escrituras, usted predicará con autoridad y su mensaje será recibido como la palabra del Señor. Además, evite predicar un sermón basado en sólo una traducción de un cierto texto. Procure consultar más de una traducción de la Biblia para confirmar el sentido del pasaje. Propóngase, al estudiar las Escrituras, encontrar lo que ella tiene que decirle. Entonces podrá proclamar el mensaje de Dios con confianza y esperar que Dios satisfaga las necesidades de las personas a quienes usted ministra.
¿Qué he experimentado y observado?
Los sermones no son ideados como maquinarias sino que crecen como fruto. No son edificados tanto como las casas sino que son recibidos como mensajes. Sin embargo, en cierto sentido, son construidos y edificados. Parte del proceso consiste en pensar, meditar y estudiar. Pregúntese: “¿Qué he observado o experimentado que pueda hacer este texto de la Biblia más significativo? ¿Qué verdades de este pasaje de la Escritura he experimentado u observado en la experiencia de otro?” Sin embargo, debe estar seguro que al predicar no utiliza experiencias suyas o de otras personas que podrían causar turbación o heridas. Considere cuidadosamente lo que dirá y cómo será recibido. Recuerde, no necesita hacer declaraciones públicas de su experiencia personal, aunque puede utilizar estas experiencias con provecho en determinadas ocasiones. Las historias e ilustraciones proporcionan poder y significado al texto, si las ha experimentado y aprovechado por la verdad que representan. Las ilustraciones son como ventanas; ellas dejan entrar la luz.
¿Qué es lo que sé?
Pregúntese: “¿Qué he leído, escuchado, visto o pensado en el pasado acerca de este tema?” Es aquí donde se necesita tiempo, oración y meditación. Explore su mente para encontrar cualquier cosa que sea significativa. Deje que el texto actúe como un magneto para que atraiga toda información acerca de la verdad que contiene. El tiempo y la experiencia le proporcionarán nueva información en su haber. Cuando utilice lo que tiene, usted comenzará a notar que espontáneamente surgirán nuevas ideas. Recuerde: Jesucristo utilizó muchas cosas pequeñas del mundo natural para ilustrar verdades espirituales. Por lo tanto, utilice lo que tiene; cuente con eso como un recurso para la predicación. A menudo yo estudio y hago un bosquejo general de mi sermón del domingo por el martes. Entonces pienso, oro, leo, y refino las ideas desde el miércoles hasta el viernes, finalizando el sermón el sábado por la mañana. Predicamos de lo que estamos saturados; por lo tanto, dé el tiempo de Espíritu Santo para llenarle.
Además de sus experiencias, estudios y observaciones, usted utilizará materiales que ha recolectado y archivado en relacióncon el tema. Como estudiamos en la Lección 3, esta colección de información es algo que le ayudará a aumentar su depósito de material útil para sermones.
Ordene el Material
Planifique la predicación
La planificación es necesaria para la buena predicación. Una o dos veces al año, usted debería mirar al pasado para saber donde ha estado, y mirar hacia el futuro para saber hacia donde se dirige en su predicación. Evite predicar siempre textos, temas y mensajes que sean los mismos o parecidos. Como Pablo, predique todo el consejo de Dios (Hechos 20:26–27). Estudie cuidadosamente su procedimiento en la predicación para asegurarse que no está descuidando grandes verdades bíblicas ni textos de las Escrituras. Un paso provechoso puede ser abrir el índice de un buen libro de teología. Cuando revisa los temas, ¿no ha predicado usted algún tema bíblico principal últimamente? Si su respuesta es no, luego prepárese y predique sobre ese tema.
¿Por qué no hace planes de predicar una serie de mensajes sobre los Diez Mandamientos, el éxodo de Israel, las parábolas de Mateo, los milagros del Evangelio de Juan, o los grandes discursos “Yo Soy” del mismo evangelio? Se le ocurrirán otras series a medida que transite el ministerio de la predicación. Por sobre todo, evite el “tiro al azar” o “la improvisación” en la selección de textos y temas para la predicación. Usted y sus oyentes se beneficiarán de un programa de predicación bien planificado.
La planificación no sólo es importante para todo su ministerio de la predicación, también es importante para la preparación y entrega de cada mensaje que predique. Es imposible plantar, regar y cosechar un buen sermón en una semana, porque la construcción de un sermón es un proceso que toca cada aspecto de la vida del “predicador”. Como tal es un proceso continuo, de toda la vida.
Un sermón es un puente que le ayuda a llevar a las personas desde donde están y transportarlas hasta donde deberían estar. Un buen plan y abundante material le ayudarán a construir ese puente. Un plan de predicación ordenado y previsor, lo capacitará a ayudar a que las personas crezcan y se desarrollen espiritualmente. Además, a medida que predica sobre los grandes temas de la Biblia, usted los desafiará con cada mensaje que predique. Cada sermón puede y deberá tener la vitalidad y la novedad que recibimos cuando el Espíritu Santo nos lleva a profundidades mayores en nuestro conocimiento de Dios. Y el Espíritu nos ayudará a aplicar la verdad de la Palabra a nuestras vidas. Un plan ordenado, que apunta al futuro de la predicación, le ayudará también a predicar mensajes interesantes, fáciles de comprender, y fáciles de recordar. Sus oyentes podrán tratar con esas verdades mucho después que el eco de su voz se haya disipado.
Determine la verdad central
Cada mensaje que predique deberá tener una verdad central tomada del texto de las Escrituras sobre el cual el sermón está basado. La verdad central es el corazón del mensaje. Es importante que usted la escriba en una oración. Si el mensaje no es claro para usted tampoco será claro a sus oyentes. Si puede resumir el mensaje en una oración, lo podrá presentar mejor y sin la necesidad de preocuparse por otras cosas. Si puede condensar su mensaje en una sola oración, también un buen oyente podrá hacer lo mismo. Quizá le sea difícil hacerlo, pero le ayudará mientras predica.
Una vez que ha escogido la verdad central, todos sus esfuerzos, argumentos, ilustraciones y material de refuerzo deberán armonizar conjuntamente en el apoyo de esta verdad. No permita que ideas secundarias distraigan su atención. Desarrolle esta verdad central desde el principio hasta el fin. Ore y medite sobre ésta hasta que llegue a ser parte de usted mismo. Y cuando esté listo a hacer su bosquejo, usted sabrá exactamente hacia donde se dirige. Su propósito será claro como el cristal.
Arréglelo en forma ordenada
En esta etapa es donde usted necesitará estructurar todo el material en un orden razonable y útil. Y un bosquejo de sermón es un medio eficaz de arreglar y organizar este material. Un bosquejo de sermón es a la predicación lo que el esqueleto es para el cuerpo, o las columnas son para una casa o la estructura de metal es para un rascacielos. ¡Es vital e indispensable! Ahora consideraremos la organización del sermón y el desarrollo de un sistema que le ayudará en esta área.
La homilía es una manera sencilla e informal de predicar. Las homilías normalmente consisten en un comentario de versículo por versículo o palabra por palabra de un pasaje bíblico.
Existen tres formas de homilías: un comentario de un pasaje de la Escritura versículo por versículo; homilía de un tópico o tema; y una mezcla de ambos, versículo por versículo y homilía temática. Una forma más avanzada de homilía consiste de una introducción y una conclusión con un comentario entre ambas partes. Es esta forma avanzada de homilía (sermón) que hemos de considerar aquí. El sermón consiste de (además del texto de la Escritura y la verdad central) la introducción, el cuerpo y la conclusión.
1. La introducción. La introducción de un sermón se compara con la entrada para una casa. El propósito básico de una introducción es ganar la atención y crear interés. La introducción puede surgir del contexto, del trasfondo bíblico, de la ocasión, de eventos actuales, etc. Prepare cuidadosamente la introducción y escríbala completamente. Este procedimiento le ayudará a tener un buen comienzo. Trate de que la introducción sea breve; aproximadamente dos o tres minutos. Esta deberá tener relación con todo el material incluido en el cuerpo. Asegúrese de variar sus introducciones, y añadir una oración final que fácil y suavemente haga la transición desde la introducción al cuerpo del sermón.
2. El cuerpo. El cuerpo de una homilía consiste del
comentario versículo por versículo de un texto de las Escrituras. Estudie los versículos del texto cuidadosamente hasta que aparezca algún orden o grupo, especialmente si son pasajes largos. Limite el cuerpo a tres o cuatro divisiones principales. Le será más fácil manejarlo durante la predicación. Un procedimiento a seguir en la formación de las divisiones del cuerpo del sermón, a partir de un pasaje bíblico, es el siguiente:
1) Utilice uno o dos versículos y haga una declaración de su contenido: diga lo que éste expresa. 2) Presente una explicación de esta declaración. 3) Ilustre la verdad o aplicación (o ambas) con un evento de la naturaleza, la Biblia, la observación o su experiencia personal. 4) Aplique el principio: demuestre cómo se aplica a la vida, a los oyentes, etc. Luego, pase al siguiente versículo o versículos y repita el procedimiento. En términos sencillos declare el principio, explique el principio, ilustre el principio, y luego aplique el principio.
Recuerde, mientras se prepara para predicar el mensaje, que la verdad central es como el eje de una rueda. Las diferentes divisiones del sermón son sus rayos. Y de la misma manera en que los rayos parten del eje y regresan a éste, así la autoridad de la verdad de cada división emerge de la verdad central. Y la verdad de cada división requiere pruebas de la verdad central. Cada división del cuerpo del sermón debería ser una rama del pasaje de la Escritura en el cual está basado.
3. La conclusión. La conclusión es la mejor y la última oportunidad de llevar las verdades del mensaje a los corazones de los oyentes. La gran pregunta que todo sermón debería levantar es: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). Cada congregación tiene el derecho a que esta pregunta le sea respondida. La conclusión debería ser esa respuesta. Es la última apelación a la acción. La conclusión debería escribirse completamente sobre papel y no debería ser más larga que la introducción. ¡Las últimas palabras deben ser eficaces! Una ilustración adecuada, la repetición breve de la verdad principal, la estrofa de un himno, cualquiera de éstos, podrá utilizarlos para resumir el peso total del mensaje. Apunte la conclusión como si fuera una flecha al corazón de los oyentes. Haga que la gente salga resuelta a no ser tan sólo oidores sino hacedores de la verdad (Mateo 7:24–27).
Comunique el Mensaje
Comunicar es proveer información mediante la conversación, la escritura, etc. El proceso de comunicación se completa únicamente cuando el mensaje ha sido dado y recibido. Cuando sus oyentes le entienden, ellos saben el conocimiento que usted posee sobre el tema. Usted se habrá comunicado. Los siguientes cuatro componentes o guías le podrán servir de orientación para medir su desempeño en la comunicación.
Siga el plan o bosquejo
Algunos predicadores escriben completamente sus sermones y los leen a la congregación. Otros predican informalmente, partiendo de un bosquejo preparado como el que hemos sugerido. Cualquiera de los métodos que escoja, no ganará mucho si usted prepara un plan para la predicación y no lo sigue. Sin embargo, si ha preparado bien el material y sigue el plan que ha trazado, usted puede estar seguro que comunicará su mensaje. Sea usted mismo y esfuércese en llegar a ser el mejor predicador posible. Haga de la predicación del centro de su ministerio, ya que ésta es el elemento fundamental del llamado de Dios a su vida.
Sea conciso y concreto
Algunas personas tienen que decir algo; otras tiene algo que decir. ¡Cada predicador que ha preparado un mensaje del evangelio tiene algo para decir! Evite frases sin significado y la repetición de palabras que únicamente ocupan el tiempo. Vaya al punto. Diga lo suficiente para ser entendido, pero no sea gravoso. Es mucho mejor terminar cuando la gente desea que usted continúe que continuar cuando la gente quiere que termine.
Use un lenguaje específico y sencillo. Utilice palabras que describen acción. Diga más acerca de hacer que de ser. Predique de personas, lugares y cosas. Use lenguaje concreto y no abstracto. Sea específico, no general. Use palabras ilustrativas, cosas que puedan ser tocadas, escuchadas, olidas y vistas. Use ilustraciones que iluminen la verdad acerca de la cual predica. Las ilustraciones son como ventanas que dejan penetrar la luz. Sin embargo, ¡no toda la casa está hecha de ventanas! Y su sermón no debe consistir de una cadena interminable de ilustraciones que por cierto puede entretener y divertir pero dejar a los oyentes espiritualmente hambrientos y vacíos.
Predique para alcanzar el propósito
Todo lo que el bosquejo del sermón contiene está allí porque contribuye a alcanzar el propósito predeterminado del mensaje. Cuando usted predica, todo debe contribuir a alcanzar el mismo propósito. Mientras predica, esté consciente del propósito del mensaje. Procure alcanzar el corazón de las personas. Comuníquese con ellas. Encuéntrelas donde están cuando comienza a predicar, y llévelas donde quiere que estén cuando usted termine. Y aunque este es el propósito inmediato del mensaje, en un sentido más amplio, cada mensaje es parte de su ministerio a las personas a quienes sirve. El propósito de su mensaje es parte del objetivo de su ministerio: declarar todo el consejo de Dios (Hechos 20:27) de manera que el perdido encuentre a Cristo y los creyentes maduren en la fe.
Al hacer el bosquejo de sus sermón, para predicar según su propósito, dé variedad a su estilo y estructura. Por ejemplo, considere el siguiente bosquejo de un sermón basado en Marcos 10:46–52, la sanidad de Bartimeo.
1. La condición del hombre
2. El clamor por misericordia
3. La orden del Salvador
Tal vez sería más atractivo y memorable mostrar a las personas los elementos básicos que conducen a un milagro.
A = Asuma responsibilidad por su vida (v. 47)
B = Crea que Dios puede cambiarle (v. 48)
C = Clarifique lo que usted desea que Dios haga (v. 51)
D = Decídase a seguir a Jesús (v. 52)
Su divisiones principales, presentadas como principios antes que como frases factuales, serán fáciles de recordar y aplicar. Al exponer su bosquejo hable en tiempo presente y no en pasado. También, use “usted” y “nosotros” en lugar de “él” ó “ellos.” Cuando su bosquejo está en tiempo presente y conectado personalmente, tendrá mayor impacto en los oyentes.
Note que Pablo tenía una meta para su ministerio, tanto público como privado (Hechos 20:20), convertir a los pecadores y declarar el mensaje completo de la gracia de Dios. Él también tuvo metas personales. Él no quería estar tan involucrado en el ministerio que perdiera la carrera y llegar a ser un fracaso espiritual aun cuando tratara de ganar a otros para Cristo (1 Corintios 9:24–27; Filipenses 3:7–16). Haremos bien en tener en cuenta su amonestación y seguir su ejemplo.
Coseche los resultados
Dios le da resultados cuando usted predica la Palabra. ¡Él lo garantiza (Isaías 55:11; Salmo 126:6)! Los resultados que usted desea —ya sea salvar a los perdidos o edificar a los creyentespodrán ocurrir únicamente por el ministerio de la Palabra y el Espíritu.
Luego de haber predicado, haga lo siguiente para cosechar los resultados:
1. Dé al Espíritu Santo la oportunidad de obrar en los corazones de las personas. Él las convencerá de sus necesidades y de la provisión de Dios para esa necesidad (Juan 16:8).
2. Dé instrucciones breves y sencillas. Pedro le dijo a la multitud exactamente cómo debían responder a su mensaje (Hechos 2:38-39).
3. Dé a la congregación una oportunidad de responder. Si la conclusión de su mensaje es una apelación, usted puede esperar una respuesta.
Se cuenta la historia de un predicador que se acercó al distinguido evangelista C. H. Spurgeon y le preguntó: “¿Cómo es que ambos predicamos el mismo evangelio y usted obtiene resultados mientras que yo no?” Spurgeon respondió: “Usted no espera resultado todas las veces que predica, ¿verdad?” “No,” contestó el predicador. “Bueno, ¡esa es una de las razones por la que no obtiene resultados!” exclamó Spurgeon. Cuando usted predique, espere que Dios haga que ocurra algo. El evangelista Billy Graham a menudo comienza su predicación diciendo a la gente sobre la invitación que vendrá al final de sermón. Esto prepara a las personas y les deja saber que usted confía en Dios para verdaderos cambios de vida.
El Apóstol Pedro, un Ejemplo
Simón Pedro es el ejemplo de un hombre común que se convirtió en un predicador eficaz. Después que negó al Señor ante una esclava (Mateo 26:72), él predicó en Jerusalén ante miles de personas (Hechos 2). El poder del Espíritu Santo que sobre él descendió el día de Pentecostés hizo la diferencia entre el miedo antiguo y su nueva valentía (Hechos 1:8).
El método de predicación de Pedro, como es descrito en Hechos, no está precisamente estructurado como una homilía. No obstante, él comenzó con la necesidad de la gente y avanzó hasta satisfacer las necesidades de esta gente. Él comenzó con lo que era familiar (la historia del Antiguo Testamento), y explicó que el plan de Dios para la salvación de las personas había alcanzado su cumplimiento en Cristo. Además, él mostró cómo el nacimiento, la vida, la muerte, la resurrección y ascensión de Jesucristo fueron cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Finalmente, él apeló en su conclusión al arrepentimiento de pecados y a creer en Jesús, de manera que los oyentes pudieran gozar de todas las provisiones de Dios: perdón de pecados, paz, tiempo de refrigerio y seguridad en el juicio venidero.
Notará que Pedro no aprendió todo acerca de la predicación y la gente de la noche a la mañana. Hay una progresión aparente en entendimiento y crecimiento en conocimiento espiritual durante su ministerio de Hechos 2, 3, 4, 5, y 8 al 10, donde él ministra a la casa de Cornelio. El desarrollo que notamos no ocurre en el método de Pedro, en la mecánica de su predicación ni en su propio estudio. Más bien, es su obediencia a la dirección del Espíritu Santo que resulta en la evangelización de los gentiles. Antes de su ministerio en la casa de Cornelio, Dios por medio de su poder soberano, preparó a Pedro mediante una serie de visiones (Hechos 10:9-17), le habló por el Espíritu Santo, diciéndole que fuera a Cesarea (Hechos 10:19-20), y le reveló cuán completamente él había preparado el camino para el evangelismo universal. Después de estas maravillosas experiencias espirituales, la tarea de Pedro se volvió más sencilla, porque comprendió que él era únicamente un canal por el cual fluía a otros el ministerio de la Palabra de Dios.
El mensaje de Pedro tuvo un propósito central: la proclamación del evangelio. Su experiencia demuestra que el poder no está en la persona o en el método sino en el evangelio (Romanos 1:16). Dios utiliza personas capacitadas y educadas, pero aun los ministros más capaces reconocen que el evangelio no es predicado en la sabiduría de los hombres sino en el poder del Espíritu (1 Corintios 2:3–5).
Le animo a estudiar para obtener toda la habilidad que pueda, y a trabajar diligentemente para hacer lo mejor que esté a su alcance para predicar el mensaje del evangelio. Pero esté siempre consciente de que el poder de salvación no está en lo que haya aprendido ni en la habilidad que posea, sino en el mensaje que predica: el evangelio del Señor Jesucristo.