La enseñanza cristiana es especial

En nuestra última lección observamos la importancia que tenía la enseñanza tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. La historia de la enseñanza en la Biblia es nuestra guía para el ministerio actual de enseñanza.

En esta lección estudiaremos: por qué enseñamos. Todos necesitan ser enseñados. Pero no todos necesitan que se les enseñe la misma cosa al mismo tiempo. Algunos necesitan aprender el plan de la salvación. Otros necesitan ser enseñados para que crezcan como creyentes. Incluso otros necesitan la enseñanza para que hallen el lugar en que deben servir en la iglesia.

Espero que haya comenzado a comprender la importancia de la enseñanza en la vida de cada uno. Todos necesitamos aprender de un maestro y a todos se nos ordena que enseñemos. El ministerio de enseñanza abarca tanto el impartir como el recibir verdades espirituales.

La enseñanza para la salvación

El hombre sin Dios

Quizá haya escuchado la historia de personas que se pierden mientras caminan por el bosque. No hubo nadie que le señalara el camino. Después de caminar en círculos por largo rato, comienzan a tropezar debido al hambre y a la debilidad. Algunas personas que se perdieron en circunstancias similares, fueron encontradas. Otras no lo fueron.

Hay algo peor que perderse en un bosque. Es el haber vivido sin conocer jamás a Dios. Muchas personas pasan toda una vida buscando a Dios. Prueban religiones diferentes. Oran a muchos otros dioses. Gastan dinero y trabajan con ahínco, pero nunca hallan la paz que buscan. Sin Dios, el hombre está perdido para siempre.

Todos los creyentes saben que vivirán con Dios durante toda la eternidad. La eternidad comienza allí donde termina nuestra vida física, y dura para siempre. El pecado separará al hombre de Dios por la eternidad. Las Sagradas Escrituras nos dicen que todos han pecado y están destituidos de la presencia salvadora de Dios (Romanos 3:23). El pecado entró en el mundo por un hombre, y su pecado trajo muerte consigo. Como resultado, la
muerte se ha esparcido o ha abarcado a toda la raza humana (Romanos 5:12). Pero hay esperanzas. Dios no quiere que la gente ande perdida para siempre. Quiere que sepan acerca de la salvación.

La salvación por medio de Jesús

Parte de la labor de enseñanza consiste en señalar a los perdidos cómo pueden hallar a Dios. Nosotros mismos hallamos a Dios cuando le pedimos a Jesús que fuera nuestro Salvador. Ahora debemos compartir este mensaje con los perdidos que viven a nuestro alrededor, ya sean hombres, mujeres o niños.

Se le debe enseñar a la gente que todo aquel que acude a Jesús puede ser salvo. Este es el mensaje de Dios dirigido a todos. Juan escribe:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Hay solamente dos cosas que el hombre debe hacer para ser salvo: Arrepentirse de sus pecados y creer en Jesús. Arrepentirse significa sentirse afligido por su pecado y apartarse de él. Creer en Jesús significa confiar de todo corazón en que él hará lo que ha dicho que haría.

He aquí tres versículos bíblicos que puede emplear para enseñarle a la gente cómo ser salvos:

• “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).

• “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

• “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; y el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11,12).

Si no lo ha hecho aún, quizá quiera estudiar el curso de Global University-ICI intitulado Evangelismo personal. Este curso lo preparará para enseñarles el camino de la salvación a aquellos que la necesitan.

La enseñanza para el crecimiento espiritua

Crecimiento en la Palabra

Dios no quiere que dejemos de crecer espiritualmente después de haber sido salvos. El aceptar a Jesús como nuestro Salvador es solamente el comienzo. Es una puerta que se abre a la vida con Dios. La meta de la enseñanza del creyente es ayudarlo a crecer hasta alcanzar esa vida con Dios. El aprender de la Palabra de Dios es la mejor forma de crecer que el creyente tiene. Es por esta razón que enseñamos la Biblia en la escuela dominical y en la iglesia. La Biblia es asimismo nuestro libro de texto en los estudios bíblicos, en las casas, o en la enseñanza individual a otra persona.

Debemos también enseñar a la gente a que lea la Biblia por sí misma. Todos deben dedicar cierto tiempo todos los días a leer la Biblia y a orar. Si usted mismo lo hace, luego puede compartir las verdades y aprender con aquellos a quienes les imparte enseñanza. Cuando alguien a quien usted le está enseñando tiene un problema en su vida, usted podrá enseñarle cómo orar a Dios y cómo buscar la respuesta en la Biblia.

La Biblia es nuestro libro de texto cuando enseñamos respecto del crecimiento. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo qué importancia tiene la Biblia para el creyente.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16–17)

Mientras estudiamos la Palabra de Dios y aprendemos de ella, el Espíritu Santo nos impulsará a poner en práctica lo que hemos aprendido. Con suavidad, el Espíritu Santo nos impulsará a hacer lo recto. Podemos responderle a él negativamente, pero si dejamos que él nos enseñe, puede significar pedirle a Dios que nos perdone algún pecado de nuestra vida. Al obedecer su impulso, nos iremos convirtiendo en creyentes más semejantes a Jesús. Luego entonces, podremos enseñarles a los demás la importancia de la obediencia.

Guía del Espíritu Santo

La enseñanza destinada a alcanzar el crecimiento espiritual no estará completa si no se enseña que todos los creyentes pueden recibir la dirección del Espíritu Santo en su vida. Pedro habló de este tema en su sermón pronunciado el día de Pentecostés:

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos 2:38–39)

El Espíritu Santo, cuando ha sido recibido por el creyente, pone en su corazón el deseo de obedecer a Dios. Nos inspira a vivir y trabajar para Dios. De esta manera crecemos en nuestra vida cristiana.

El Espíritu Santo es también nuestro Maestro. Hemos hablado respecto de lo que dijo Jesús acerca del Espíritu Santo en Juan 14:26. Lea de nuevo el versículo y piense acerca de las respuestas que daría a las siguientes preguntas: ¿Qué nombre le dio el Señor Jesús al Espíritu Santo? ¿Cómo lo hace sentir a usted ese nombre respecto del Espíritu Santo? ¿Qué dos cosas hará el Espíritu Santo para usted? ¿De qué ayuda le será todo esto en su ministerio de enseñanza en favor de los demás?

El Espíritu Santo es en verdad nuestro Consolador y Ayudador. Podemos impartir enseñanza a los demás después de que le hayamos permitido enseñarnos a nosotros y ayudarnos a recordar las palabras de Jesús. El Espíritu Santo llama a hombres y mujeres al ministerio de enseñanza. También les imparte enseñanza a aquellos a quienes llama.

Para crecer en Dios, tenemos que conocerlo. Nunca podremos aprender todo lo que es posible saber acerca de Dios, pero el Espíritu Santo conoce a Dios y nos enseñará acerca de él. El apóstol Pablo dijo:

Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido. (1 Corintios 2:10–12)

A fin de tener un ministerio de enseñanza que cuente con la bendición de Dios, debemos recibir la enseñanza del Espíritu Santo en nuestra propia vida. Luego podremos enseñarles a los demás que el crecimiento espiritual se producirá al permitirle a Jesús que los llene con el Espíritu Santo.

La enseñanza para servir a dios

Nuestro crecimiento espiritual no debe interrumpirse nunca. Todos nosotros necesitamos crecer en nuestra vida cristiana hasta el día de la muerte. Uno de los propósitos que entraña el plan de Dios para los creyentes es que hagamos buenas obras. No somos salvos por estas buenas obras que hacemos. La salvación procede de Dios. Pero porque somos salvos, el Espíritu de Dios nos insta a trabajar para él.

Al realizar las obras que Dios quiere que hagamos, continuaremos creciendo en él. Quizá conozca a una madre que está enferma y no puede cuidar a su familia. Una buena obra sería llevarle algunos alimentos para la comida, o cuidar al bebé. Puesto que usted es creyente, puede demostrar que Dios
ama también a esa madre.

Experimentamos crecimiento en nuestra vida espiritual cuando empleamos como corresponde nuestras horas y nuestro dinero para ayudar a los demás. Lo hacemos en la iglesia, en el barrio donde vivimos, en nuestro trabajo. En la iglesia, debemos enseñarle a la gente a que traiga sus diezmos
y ofrendas para sostener la obra de la iglesia. El diezmo es la décima parte de los ingresos que Dios nos da. Si él nos ha bendecido económicamente, debemos regresarle el diez por ciento de esas ganancias. Dios bendice a la gente que da de buena voluntad, motivado por un espíritu feliz, alegre. A
medida que la gente aprende a hacer esto en la iglesia, crece su confianza en que Dios la bendecirá.

La iglesia es el sitio en donde debemos aprender a servir a Dios con nuestro talento. El talento es la habilidad especial que Dios nos ha otorgado a cada uno de nosotros. Por ejemplo, algunas personas pueden cantar himnos, otras no pueden. El cantar puede ser una habilidad aprendida. Pero a veces es un talento que Dios les ha dado. Es necesario impartir enseñanza a fin de que los creyentes sepan cómo usar su talento.

En la iglesia se debe impartir enseñanza, a fin de que todos aprendan a trabajar juntos. Tanto los maestros como los obreros de la escuela dominical necesitan capacitación. Pueden organizarse clases de preparación. Otros obreros necesitan que se les enseñe cómo servir la Santa Cena, dar la bienvenida a los visitantes y realizar otras tareas de importancia en el ministerio de la iglesia.

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