Todos necesitan la enseñanza

¿Ha observado alguna vez a un pajarillo empujar a sus polluelos fuera del nido cuando están listos para volar? Aquella avecilla ha comenzado el proceso de enseñanza que continuará hasta el día en que el polluelo puede volar y cuidarse a sí mismo. Hacemos lo mismo con nuestros hijos. Desde temprana edad les enseñamos lo necesario para que puedan vivir en este mundo.

Hemos observado cómo la enseñanza cristiana tiene tres propósitos: (1) Ayudar al hombre a darse cuenta de que necesita la salvación, (2) ayudarlo a crecer en su vida cristiana, y (3) dirigirlo para que sirva en la esfera cristiana. Ahora consideraremos cómo todos necesitan enseñanza. Dios, el
Creador de todos, quiere que todos lo conozcan y lo amen.

Mientras más aprendemos acerca de la enseñanza cristiana, mejores maestros llegaremos a ser. Nuestro deseo debe ser enseñar de manera que la enseñanza produzca cambios en la vida del niño, del joven y del adulto. Ore a fin de que Dios le ayude a comprender cuáles son las necesidades de cada persona que usted conoce. Este es el primer paso necesario para convertirse en maestro en la obra de Dios.

Nadie es excluido

El ejemplo de Jesús

En la Lección 1 estudiamos el mandamiento de Jesús de enseñar a todos. El Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19).¿Cómo podemos obedecerlo? Muchos de nosotros nunca iremos por todo el mundo. Ni siquiera los que van a muchos lugares podrán enseñar a todos.

Los cristianos debemos estar dispuestos a ser enseñados, y luego a enseñar a las demás personas. Algunas de las personas a las que el Señor quiere que usted enseñe podrán ser de la iglesia. Otras quizá residan en su vecindario o trabajen junto con usted en un taller u oficina. Sin embargo, las personas más importantes a las que usted querrá enseñarles las verdades de Dios viven en su propia casa. No pasaría mucho tiempo sin que todos oyesen el mensaje de Dios.

Jesús fue nuestro ejemplo. Su mensaje, las buenas nuevas o noticias del amor de Dios, era para todos. Pero él no salió nunca del país de Palestina, en donde vivían los israelitas. Les impartió enseñanzas a todos los que lo rodeaban. Leemos en Marcos: “Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: ‘Oídme todos y entended’” (Marcos 7:14).

Otras veces les enseñó a aquellos que acudían a él. Juan nos habla al respecto: “Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba” (Juan 8:2).

Jesús jamás rechazó a nadie. Ejerció su ministerio en favor de las necesidades del pueblo, y les enseñó a todos los que acudían a él.

A veces, quizá estemos inclinados a pensar que cierta persona no es lo suficientemente importante como para que le impartamos enseñanza. O tal vez pensemos que alguien no aceptará jamás el evangelio, de manera que no queremos perder el tiempo tratando de enseñarle. Asimismo, quizá tengamos miedo de enseñar a gente de gran importancia, como nuestros dirigentes. Pero no podemos dejar que nuestros sentimientos respecto de la gente nos digan a quién debemos enseñar y a quién no. El Señor Jesús enseñó toda vez que tuvo la oportunidad de hacerlo, y así debemos proceder nosotros.

Las necesidades de cada cual

El apóstol Pablo enseñó que el mensaje del amor de Dios era para todos. Cuando se hallaba en la ciudad de Atenas, enseñó a la gente acerca de Jesús y la resurrección. Les dijo cómo Dios había hecho al mundo y todo lo que hay en él y que ahora Dios “manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30).

Cuando el apóstol Pablo le escribió a la iglesia de Roma, explicó:

Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Romanos 10:11–13).

Sin embargo, no es suficiente decir con sencillez que todos necesitan ser enseñados. Es preciso contestar aún otra pregunta. ¿Por qué les hace falta a todos la enseñanza? Los que no son creyentes necesitan la enseñanza porque es necesario que sepan cómo ser creyentes. Debemos enseñarles que la única manera de conseguir paz en el corazón es creer en el Señor Jesucristo.

Pero, ¿qué diremos de aquellos que son creyentes? ¿Necesitan aún la enseñanza? Sí, indudablemente. Todos necesitamos ser enseñados. Ninguno de nosotros es perfecto, y no lo seremos hasta llegar al cielo. Pablo enseñó a los creyentes:

Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre. (Colosenses 1:28)

Lea 1 Timoteo 4:1–6 y responda a estas preguntas: ¿Cuáles son las dos enseñanzas erróneas? ¿Cuál, según Pablo, era la enseñanza correcta respecto de estas dos cosas? ¿Qué debía hacer Timoteo para sus hermanos creyentes? ¿Qué debía hacer por sí mismo?

Las falsas enseñanzas se pueden propagar. En este caso pensar que era malo casarse o comer ciertos alimentos era una falsa enseñanza. La falsa enseñanza impedirá que crezcamos espiritualmente. Así fue que Pablo le dijo a Timoteo que les enseñara a los hombres lo que es la verdad de Dios. Si no saben la verdad, el diablo les llenará la cabeza de mentiras.

Todos son diferentes

Todos somos diferentes, no sólo en lo que respecta al crecimiento espiritual, sino en nuestro nivel de comprensión.

Todos necesitan aprender las verdades de Dios, pero no podemos enseñar a un niño con el mismo método que usamos para enseñar a un adulto. Ahora veremos cuál es el mejor método de enseñar a grupos de distintas edades: niños, adolescentes y adultos.

Niños

Los niños tienen mucha importancia para Jesús. Cuando los discípulos discutían sobre quién de ellos sería el mayor en el cielo, el Señor, señalando a un niño, les dijo:

Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande. (Lucas 9:48)

¿A qué edad debemos comenzar a enseñarles a los niños? Los padres deben comenzar a enseñar a sus hijos en la casa, a una edad temprana, y al mismo tiempo llevarlos a la iglesia. Nuestros programas de la escuela dominical les impartirán también a los niños la enseñanza que necesitan.

Les leía a mis hijos antes de que pudiesen hablar, y les cantaba himnos acerca de Jesús desde el día en que nacieron. Así crecieron conociendo al Señor Jesucristo como una persona amiga de nuestra familia.

Los niños crecen en lo que respecta a su comprensión o entendimiento de la vida que los rodea. Un padre no le pide a su hijo de dos años de edad que construya una casa. El niño, por lo general aprende primero a jugar con bloques de madera. Más tarde aprende a usar el martillo y luego la sierra. Así es el crecimiento en la vida espiritual del niño. Un niñito de dos años de edad no entiende la historia de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Pero sí puede creer que Jesús es su amigo.

A continuación presentamos un gráfico que señala la diferencia en aprendizaje de verdades espirituales para los distintos grupos de edad de los niños:

Debe estudiar este gráfico, ya sea padre o maestro de niños. Le será de ayuda para saber qué debe enseñar a los niños con respecto a las verdades espirituales de la Biblia.

Los adolescentes

Cuando el niño se convierte en adolescente, los cambios son aún mayores. A esta altura de la vida, comienza a poner en tela de juicio lo que ha creído como niño. Debido a esto, los maestros necesitarán hacer varias cosas para ayudarlos a resolver esta tensión:

1. Responder a sus preguntas. No importa lo que el adolescente pregunte, es necesario responderle. A veces es difícil, pero con la ayuda de Dios, debemos buscar las respuestas a fin de demostrarle que el camino de Dios es el mejor.

2. Escucharlo cuando habla. Su mente es muy activa y está explorando la vida. Quiere compartir lo que ha visto y aprendido, ya sea la explicación de un examen de ciencias a que fue sometido en la escuela, o la descripción del automóvil de un amigo. Quiere expresarnos sus ideas, y necesita que alguien lo escuche.

3. Sentar un ejemplo. El adolescente necesita ver que el cristianismo funciona, resulta. Háblele de sus propias necesidades y de las respuestas que usted ha recibido a la oración. Al comprobar él que Jesús se manifiesta en la vida de usted y lo ayuda, se dará cuenta de que lo que usted le enseña es la verdad.

4. Aplique las enseñanzas de la Palabra de Dios a la vida de él. Ore y trabaje con él de manera que aprenda por sí mismo las verdades que encierran las promesas de Dios. Necesita ver que Dios se manifieste y obre en su propia vida. Esto aumentará y edificará su fe.

Los adultos

Los adultos pueden entender la Biblia en una forma que no pueden hacerlo ni los niños ni los adolescentes. Aun así, necesitan que se les enseñe a poner en práctica en su vida las verdades que aprenden. Si no lo hacen, dejarán de crecer en lo espiritual. Pero a medida que ponen en práctica lo que Dios les enseña por medio de su Palabra, pueden recibir verdades más profundas y continuar creciendo. La enseñanza de la Palabra de Dios debe producir un cambio en la vida de los adultos.

Es necesario enseñarles a los adultos que Jesucristo debe ser el Señor de su vida y cabeza de la iglesia. Aun cuando todos somos diferentes, el Señor Jesús puede mostrarnos a cada uno de nosotros de qué manera vivir para él. Cuando obedecemos, lo hacemos Señor de nuestra vida.

Como adultos y creyentes, podemos ser maestros de la Palabra y colaboradores de Dios. Los maestros necesitan conocer a sus alumnos. Cuanto más sepamos acerca de las necesidades de nuestros alumnos, tanto mejor estaremos capacitados para enseñarles lo que necesitan aprender. Dios quiere que todos aprendan de él. Pero puesto que aprendemos en formas distintas, necesitamos estudiar la Biblia y aprender la forma de alcanzar a los alumnos en todos los niveles de aprendizaje.

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