Usted sí necesita un mensaje
Todos los años, la gente escoge ciertas semillas para sembrar en su huerta. La mayoría de los hortelanos no solamente siembra la semilla, sino que prepara primero la tierra con una pala o un arado. Luego, en la época de la cosecha el jardinero recogerá los frutos de su trabajo.
El preparar el terreno para la enseñanza es algo semejante. Se escoge el mensaje que corresponde, y luego se lo prepara como lección. Durante la hora de clase, el maestro planta en el corazón de los alumnos la semilla de la Palabra de Dios. Todo este trabajo se lleva a cabo para estar seguros que el
alumno llegue a tener la vida cabal en Jesucristo. También, es especialmente agradable para el maestro observar cómo los alumnos reproducen lo que aprendieron.
El mensaje de la palabra
Dios nos ha dado el mensaje más importante del mundo para que lo enseñemos: el mensaje del evangelio. Lo que sentimos y pensamos respecto de este mensaje puede ayudar a otros a que aprendan lo que les enseñamos acerca de Jesús. ¿Le gusta leer la Biblia? El salmista dijo: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97).
Necesitamos orar mientras estudiamos la manera de enseñar este mensaje. La oración abrirá nuestro corazón y nuestra mente a fin de recibir las enseñanzas que nos imparte el Espíritu Santo. Lea y estudie la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le enseñará el significado de lo que lee si usted se lo pide. David oró diciendo: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Pronunciemos esta oración a medida que estudiamos el mensaje que impartimos a otros.
Pablo se refirió a este mensaje cuando escribió a la iglesia de Corinto. Dijo: “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19).
Lea el mensaje anterior de Pablo a los corintios:
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado (1 Corintios 2:1–2).
La gente necesita conocer a Jesús. Necesita recibir su perdón. Jesús puede perdonar en virtud de su muerte en la cruz. Jesús es quien perdona nuestros pecados y es quien nos ayuda a crecer en nuestra vida cristiana.
Los versículos que leemos en 2 Timoteo 2:14–19 demuestran la importancia que tiene el esmerarnos en la enseñanza. Si queremos que Dios bendiga nuestra enseñanza, debemos proceder con cuidado a fin de enseñar la verdad. A veces es fácil permitir que nuestras propias ideas sobre estas
cosas se conviertan en algo muy importante. Dios quiere que pensemos por nosotros mismos. Pero también quiere que pongamos a prueba nuestro pensamiento mediante la verdad de su Palabra. No debemos enseñar nada que no esté allí, por importante que nos parezca. El conocer al Señor Jesucristo significa tener vida espiritual para siempre. Por esta razón, estamos convencidos de que nuestro mensaje es importante.
El mensaje derivado de su propia vida
La meta de la enseñanza consiste en ver un cambio en la vida de aquellos a quienes enseñamos. Ya sea que esté enseñando a miembros de su familia, a sus amigos o en la clase de la escuela dominical, es necesario que recuerde esta meta. Si desea enseñar a la gente a obedecer a Cristo, usted debe
obedecerlo primero.
No es suficiente aprender unas cuantas verdades y comunicárselas a otros. Si usted no ha experimentado cambios en virtud del poder de Dios, entonces no puede esperar que sean cambiados aquellos a quienes enseña. La gente necesita ver que esas verdades derivadas de la Palabra de Dios cambian también su vida. Cuando vean esto, querrán que les ocurra lo mismo en su vida. Filipenses 2:15–16, observa:
Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la Palabra de vida.
Lea las instrucciones que el apóstol Pablo le dio a Timoteo en 1 Timoteo 4:11–16. Al igual que Timoteo, necesitamos ser un ejemplo para aquellos que escuchan nuestra enseñanza. Cuando decimos que la Palabra de Dios es viva, queremos decir que su Palabra tiene poder para provocar cambios en
nuestra vida. Pero sabemos que esto ocurre solamente cuando obedecemos los mandamientos de la Palabra y creemos en sus promesas.
Como maestro usted debe tomar la iniciativa para producir cambios. A fin de lograrlo, necesitará estudiar y compartir la Palabra. Pablo enseña: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Este versículo me ayudó muchísimas veces cuando mi corazón se sentía agobiado por el miedo. Cierto día, me encontré con una mujer que sentía miedo de su futuro a raíz de su enfermedad. Le leí el versículo y oré que Dios la consolara como me había consolado a mí. Ella también halló la fortaleza para confiar en Dios.
La transformación que se opera en la vida es una prueba de que ha habido instrucción. Estos cambios quedan demostrados por la conducta o la actitud. Nuestro propósito de enseñar es ver cambios en la vida de aquellos a quienes enseñamos. He aquí cinco cosas que debemos hacer en nuestro ministerio de enseñanza:
1. Primero, debemos hacer saber a los alumnos qué queremos enseñarles: el mensaje de la salvación de parte de Dios.
2. Necesitamos repetir el mensaje muchas veces. Esta repetición no necesita hacerse siempre en la misma forma. El mismo mensaje puede ser transmitido por distintos métodos. En nuestra próxima lección hablaremos de cuatro métodos de enseñanza.
3. Debemos estar seguros de que nuestra enseñanza se entiende. Comenzar por algo que los alumnos saben ya a fin de explicar algo nuevo, contribuirá al entendimiento de lo explicado.
4. Debemos ayudar a los alumnos a que crean nuestro mensaje. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo a fin de enseñar de tal manera que aquellos a quienes enseñamos quieran hacer algo respecto del mensaje que oyen.
5. Debemos guiar a los alumnos a fin de que pongan en práctica en su propia vida lo aprendido. Enséñeles de qué manera poner en práctica diariamente estas verdades. Esto se llama aplicar las verdades a su conducta. Cuando hagan esto, la vida de los alumnos cambiará. En su epístola,
Santiago lo explica de la siguiente manera:
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. (Santiago 1:25)
Si le enseño a mi hijita cómo atarse los zapatos, sin dejar que ella misma trate de hacerlo, no aprenderá lo que yo procuro enseñarle. Pero si ella misma practica atándose los zapatos, estará aplicando lo que ha aprendido. De esta misma manera aprendemos y aplicamos las verdades espirituales. Ponemos en práctica las verdades que hemos aprendido de la Palabra de Dios.
El mensaje para el alumno
Preparación del mensaje
Como lo hemos manifestado con anterioridad en este curso, la Biblia es el libro de texto para la enseñanza cristiana. Puesto que es así, el maestro debe saber todo lo que pueda acerca de la Biblia. Esto no es fácil. Se requiere mucho estudio. Aun después de muchos años de estudio, no podemos saber todo lo que hay en la Biblia.
Los maestros de la escuela dominical tienen, por lo general, un manual de enseñanza que explica el mensaje a enseñarse. Esto es de ayuda. Si usted emplea este manual para preparar la lección, no deje de leer también en su Biblia, el pasaje bíblico que corresponde a la lección. Comente sobre cada personaje de la historia bíblica. Emplee verdades entresacadas de la historia que le ayudarán a usted y a sus alumnos a vivir una mejor vida cristiana.
Cuando usted prepara su lección, no deje de pensar en quienes va a enseñar. ¿Qué problemas, qué necesidades tienen en su vida que pueden recibir ayuda mediante esta lección? La respuesta a esta pregunta no sólo le ayudará a hacer más interesante el mensaje de la lección, sino que también ayudará a aquellos a quienes enseña, a crecer en su vida cristiana.
El aprender los mejores métodos de preparar el mensaje, no reduce en lo más mínimo la ayuda que puede prestarnos el Espíritu Santo en nuestro ministerio de enseñanza. Él nos ayudará a ser mejores maestros para su gloria. Pablo le dijo a Timoteo:
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. (2 Timoteo 2:15)
Hablar el lenguaje del alumno
Nuestro idioma, nuestras palabras, son el vehículo, podríamos decir, que empleamos para transmitir las verdades que queremos enseñar. Nosotros mismos entendemos lo que decimos, pero a veces la persona a quien enseñamos no nos comprende. Hay ciertas palabras empleadas en la enseñanza
cristiana que explican lo que creemos. Aquellos que no son creyentes no siempre entienden estas palabras como nosotros.
No hace mucho tiempo, enseñaba yo a un pequeño grupo y el tema era la necesidad de tener fe. Una de las damas preguntó: “¿Qué es la fe?” Explicamos que muchas cosas que hacemos en la vida natural necesitan fe. Fe es la creencia de que algo o alguien hará lo que suponemos que haga. Cada vez que nos sentamos en una silla, demostramos que tenemos fe en que la silla nos sostendrá. Y tener fe en Dios significa que creemos que Dios hará lo que ha dicho que haría.
Es importante conocer el lenguaje del alumno y utilizar dicho lenguaje de manera clara. Esta clase de enseñanza cuidadosa es necesaria especialmente en lo que respecta a los niños, o a aquellos que no están familiarizados con la Biblia. Si sabemos el nivel del lenguaje de nuestros alumnos, podemos emplear palabras que ellos entienden. Entonces podremos impartirles la verdad de Dios a su corazón y a su vida.
Es también importante saber que cada alumno entienda el significado de las palabras que figuran en los versículos bíblicos que lee. Esto requiere tiempo, pero si no entiende, quizá no aprenda el mensaje que usted trata de enseñarle.