Las Iglesias Crecen
Un gran bosque de Europa central es famoso por su belleza durante las estaciones de la primavera y el otoño. Las veredas, los senderos para las bicicletas y las huellas de los caballos cruzan por entre los árboles majestuosos, cuyas hojas se entrelazan en lo alto de tal forma que es casi imposible que los rayos del sol atraviesen esa espesura.
Nosotros nos hemos sentido impresionados ante la belleza de esos árboles. Sin embargo, si hubiésemos estado hambrientos, esa hermosura no hubiese satisfecho nuestra necesidad. Más bien hubiéramos deseado estar en un huerto de árboles frutales donde nuestra hambre pudiera ser satisfecha.
Salmos 1:3 compara a quienes obedecen al Señor con árboles que crecen junto a arroyos de agua y que dan fruto a su tiempo. Cristo ha establecido la iglesia en el mundo para satisfacer una necesidad y no sólo para ser admirada por su magnifi cencia. Debe ser como un árbol cuyas raíces son firmes y crecen hacia las profundidades buscando el agua de vida, ¡y cuyas ramas florecen y llevan frutos!
Las Raíces se Establecen
Timoteo y María regresan de un corto viaje de bodas y asisten a una clase de afi liación con la iglesia. Durante la segunda clase María pregunta: —¿No comenzó mi afiliación con esta iglesia cuando me convertí?
—Cuando fuiste salva —le explicó el maestro—, llegaste a formar parte del cuerpo de Cristo. Pero también puedes hacerte miembro de una iglesia local. La membresía implica cumplir con ciertos requisitos, como ser bautizado en agua, así como entender las doctrinas básicas y prácticas de la iglesia.
—¿Podría explicar usted el verdadero propósito de la afiliación con la iglesia? —pregunta Timoteo.
—Sí —continúa el maestro—, los miembros de una iglesia local son como un cimiento o base; algo fi rme y sólido sobre lo cual es posible edifi car. Esta organización hace posible el llevar a cabo los diversos ministerios de la iglesia y establecerse firmemente en una comunidad.
Los Miembros Forman una Base
Quizá usted, como miembro del cuerpo de Cristo, se ha preguntado por qué también necesita ser miembro de una iglesia local.
La verdadera iglesia, o cuerpo de Cristo, está formada por todas las personas de todo lugar que han sido redimidas por medio de la muerte de Jesús en la cruz (Colosenses 1:20). Este “organismo espiritual”, llamado también la iglesia invisible, necesita una forma visible en la tierra que la gente pueda ver y con la cual pueda relacionarse.
La iglesia visible se compone de grupos de personas que forman iglesias locales. Cada iglesia debe reconocer que Cristo es la cabeza, que forman parte de todo un cuerpo. Cada una encuentra formas de funcionamiento que satisfacen sus necesidades. Esas formas o métodos de gobernar una iglesia pueden diferir, lo cual resulta en la formación de diferentes denominaciones. Tales diferencias, sin embargo, son con frecuencia sólo asunto de preferencia, lo mejor para el grupo a fin de funcionar como una unidad. Lo esencial es que sus enseñanzas sean bíblicamente aceptables y que sus miembros formen una base sólida sobre la cual la iglesia pueda trabajar.
La iglesia debe ser una asociación voluntaria. A nadie se le obliga a asistir a la iglesia, apoyarla o participar en sus actividades. Sus miembros aman al Señor y voluntariamente le sirven. Requisitos para la afiliación. Nosotros sugerimos los siguientes puntos como requisitos para pertenecer a una iglesia. Cada miembro debe:
. . . obtener una clara experiencia de salvación por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 10:9-10). . . . comprender las doctrinas básicas y las prácticas de su iglesia (Juan 14:23; Hechos 2:42).
. . . ser bautizado en agua (Mateo 28:19; Hechos 2:38).
. . . ser bautizado en el Espíritu Santo o desear sinceramente ser lleno con el Espíritu (Hechos 2:4; Efesios 5:18)
. . . . observar los principios morales enseñados en la Palabra de Dios (1 Corintios 6:9-10; 18-20; Hebreos 13:4).
. . . ser ciudadano respetable, obedecer las leyes de su país y honrar a sus líderes (Romanos 13:1-7; 1 Pedro 2:13-14).
Responsabilidades de la feligresía. Las personas que van de una iglesia a otra no colaboran a la estabilidad de ningún grupo. Pero los miembros fi eles mantienen la iglesia en movimiento y crecimiento, formando la base sobre la cual los nuevos creyentes pueden ser establecidos. Sugerimos los siguientes puntos relacionados con las responsabilidades de los miembros de la iglesia. Los miembros de la iglesia deben:
. . . vivir consagrados a Dios, puros y limpios ante el mundo (Mateo 5:13-16; 1 Pedro 2:9, 12, 15; 2 Pedro 1:4-8).
. . . respetar al pastor y colaborar con él y los demás líderes de la iglesia (1 Tesalonicenses 5:12-13).
. . . apoyar la obra de Dios por medio de los diezmos y las ofrendas regulares (1 Corintios 9:12-14).
. . . asistir regularmente a los servicios regulares de la iglesia y a las clases bíblicas, y tomar parte en las actividades de la iglesia (Hechos 2:42; Hebreos 10:25).
. . . apartar un tiempo para la lectura de la Biblia y la oración en sus hogares. Las devociones familiares proporcionan gran bendición sobre el hogar (Deuteronomio 11:18-20).
. . . compartir el evangelio con los inconversos y testificar de lo que el Señor ha hecho por ellos (2 Corintios 5:18-19).
. . . participar en las reuniones de miembros de su iglesia y ofrecer su ayuda y consejo, según le guíe el Espíritu Santo.
Es importante que usted se afi lie a una iglesia de manera que pueda servir mejor al Señor. Usted puede ayudar al grupo local a que lleve a cabo su misión como una expresión del cuerpo de Cristo.
Lo Que Damos Mantiene Viva a la Iglesia
Los diferentes ministerios de la iglesia necesitan apoyo. La mayordomía fi el, el dar constante y justamente, le permiten a la iglesia suplir sus necesidades actuales y planificar su crecimiento futuro.
Las iglesias primitivas, cuando comenzaron, probablemente necesitaron ayuda. Pero en ningún lugar leemos que hayan dependido constantemente de otras iglesias. Al contrario, las iglesias de Macedonia, aunque eran muy pobres, enviaron regalos a los afl igidos creyentes de Judea. Lea 2 Corintios 8:1-4.
Ya hemos estudiado que podemos adorar ofrendando el diezmo (diez por ciento) de lo que ganamos, y dando nuestras ofrendas (adicionales al diezmo) al Señor. Nadie es demasiado pobre como para no dar. Aunque en algunas regiones el sueldo en efectivo puede ser muy bajo, una persona puede diezmar de otras maneras (Levítico 27:30, 32).
Una mujer de cierta tribu del suroeste de China se ganaba la vida criando gallinas. Ella aprendió a diezmar de los huevos; separaba uno de cada diez para el pastor y su familia, quienes vivían en la cabaña rústica de la iglesia.
Cierto día, mientras bajaba por un sendero montañoso hacia el mercado cargando una canasta con huevos sobre su cabeza, pensó: “Mi canasta contiene huevos muy grandes. Es una pena guardar cinco para la iglesia. Hoy los venderé y luego repondré el diezmo para la iglesia.”
Entonces tropezó con una raíz en su camino, se cayó y ¡todos los huevos se rompieron!
Aquel día la mujer aprendió una lección que compartió con otros creyentes. “Si retienen lo que es de Dios, ustedes serán los perdedores. Ese fue mi error y también el de Ananías y Safi ra” (Hechos 5:1-11).
En un país asiático los cristianos aprenden a llevar tres “cosas santas” a la casa de Dios: la Santa Biblia, el himnario santo, y el “arroz santo”. A cada ama de casa se le estimula, cuando cocina para su familia, a colocar primero una cucharada de arroz en una bolsa. El domingo lleva la bolsa a la iglesia y la vacía en un recipiente dentro del púlpito. Se le llama “arroz santo” porque se entrega al Señor para sus siervos. ¡Es sorprendente cuánto arroz se acumula cuando un grupo lo hace fielmente!
Usted también puede hallar formas de dar su tiempo y talentos al Señor. Dios no será deudor de nadie; él le bendecirá abundantemente y su iglesia prosperará.
Las Ramas Se Multiplican
Las ramas crecen del tronco de un árbol. Estas se multiplican para darle al árbol forma o estructura. Una iglesia, al igual que un árbol, necesita estructura y fuerza para cumplir con su propósito: estructura en su organización, gobierno y fortaleza en el poder del Espíritu Santo.
La Organización Proporciona Forma y Unidad
En la lección 7 estudió acerca de los diferentes grupos de la iglesia. Como las ramas de un árbol, éstos también necesitan permanecer juntos, formando una unidad. La organización adecuada no sólo proporciona estabilidad sino también ayuda a que los grupos trabajen juntos en armonía. La iglesia necesita líderes si pretende llegar a contar con sostenimiento y gobierno propios. La Biblia nos enseña algo acerca de la estructura de la iglesia primitiva.
Las iglesias tenían diáconos. En Hechos 6:1-6 dice que la iglesia de Jerusalén escogió siete diáconos o ayudantes. Esos hombres de buen carácter y llenos del Espíritu Santo ayudaron a los apóstoles asumiendo ciertas responsabilidades de la iglesia. Véase también 1 Timoteo 3:8-13.
Las iglesias tenían ancianos. Pablo y Bernabé nombraron ancianos en cada iglesia que fundaron, hombres capaces de enseñar y ministrar (Hechos 14:23). Ellos, como un pastor con sus ovejas, debían cuidar la congregación que el Espíritu Santo había puesto bajo su cuidado (Hechos 20:28; 1 Timoteo 3:1-7).
De ello aprendemos que la iglesia local no estaba bajo el control de un hombre sino, más bien, guiada por un grupo de hombres. Sin embargo, en cualquier grupo de líderes frecuentemente existe una cabeza. En nuestros días, el pastor es la cabeza de la iglesia local y junto con los ancianos y diáconos sirven y guían a la iglesia.
El Espíritu Santo proporciona Fortaleza a la Iglesia
La fortaleza de un árbol proviene de la savia que fl uye a través de todo su sistema, y así le da vida. La fortaleza espiritual de una iglesia proviene del Espíritu Santo cuando fluye en cada parte y a través de cada miembro.
La iglesia primitiva estaba llena del Espíritu Santo. En Hechos 4:31-33 se nos dice que cuando los creyentes de Jerusalén se reunieron para orar, “todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Y también que “con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.
La iglesia es como un árbol: mientras tiene vida, crece. Hoy las iglesias pueden crecer poderosamente en la medida que obtengan fortaleza y vida del Espíritu de Poder y Vida.
Los Renuevos se Transforman en Fruto
Los renuevos de un árbol frutal no tienen sólo el propósito de ser admirados. Deben producir fruto.
Cierto día el Señor Jesús se aproximó a una higuera para comer de su fruto, pero sólo halló hojas. Maldijo el árbol y éste se secó (Mateo 21:18-19). Este es el cuadro de una iglesia que puede contar con una estructura adecuada y líderes capaces, pero que no alcanzan a las personas para el Señor. Jesús dijo: “En esto es glorifi cado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8).
La iglesia debe producir fruto, primero, en las vidas de los creyentes. Este fruto espiritual se menciona en Gálatas 5:22-23, el mayor de los cuales es el amor. Esas cualidades son imposibles de alcanzar naturalmente, y por ello necesitamos el Espíritu Santo. El Señor, en segundo lugar, quiere que la iglesia sea fructífera en la ganancia de almas (Juan 10:21; Mateo 28:19-20). Estudiaremos más sobre este tema en nuestra última lección.
El Señor fundó su iglesia para este propósito: para que pertenezca a El, para que le sirva y para que le glorifi que llevando mucho fruto (Apocalipsis 5:9-13).