Las Iglesias se Someten al Espíritu Santo


¡Es primavera al tiempo de escribir esta lección! Los árboles fl orecen con nueva vida en un verde luminoso y vivido. Los botones brotan y se abren en colores blancos, rosas o amarillos. Flores brillantes de color azul, rojo, amarillo y anaranjado aparecen repentinamente y decoran los jardines. El rey Salomón escribió sobre la hermosura de la temporada de primavera:

Porque he aquí ha pasado el invierno; se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las fl ores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor. —Cantar de los Cantares 2:11-13

La obra del Espíritu Santo en las iglesias es como ¡la belleza de la primavera!, él reaviva con vida nueva y resplandor a las congregaciones de personas que se someten a su obra. Los inconversos llegan a nacer espiritualmente “del Espíritu” (Juan 3:6).

El Espíritu Santo y El Creyente

Frederic Burke, misionero en Africa, nos dio su testimonio acerca de su bautismo con el Espíritu Santo:

“Era yo muy joven cuando estudiaba en la escuela bíblica. Dios estaba derramando su Espíritu sobre los estudiantes. Yo también comencé a buscar a Dios. Quería ser lleno con el Espíritu Santo. Cierta noche, mientras esperaba quietamente ante él, me pareció como que el Espíritu Santo me transportaba al jardín donde Jesús oró, luego al tribunal, y por fi n al Calvario. Lloré ante Dios mientras me parecía compartir los sufrimientos de mi Salvador. Entonces el Espíritu Santo vino sobre mí, soplando profundamente en mí hasta que todo mi ser pareció estar completamente lleno de su poder. Comencé a hablar; primero tartamudeando, luego en un lenguaje claro. Mi alma estaba llena de la gloria de Dios. Jesús, el gran Bautizador, había venido y me había bautizado con el Espíritu. Mi alma fue llena de su bondad.

“¡Qué diferencia hizo este bautismo en mi vida! Había sido tímido e incapaz de hablar en público; ahora, de pronto, poseía arrojo. Al estar frente a una congregación numerosa, las palabras fluyeron a raudales. Me escuché dando la Palabra de Dios con poder, pero no era yo, sino el Espíritu de Dios hablando a través de mí.

“Mientras que estaba aún en la escuela, Dios me llamó al Africa y más tarde preparó el camino para que fuera. La unción del Espíritu Santo ha estado conmigo a través de los sesenta años que él me ha permitido ministrar.”

Fue un testimonio como el de Frederic Burke lo que le hizo a María comenzar a pensar más sobre el Espíritu Santo. “Ahora que soy salva, ¿no está el Espíritu Santo en mí?”, pregunta una tarde antes de comenzar el servicio en la iglesia.

“Sí, querida, fue la obra del Espíritu Santo lo que te guió a Cristo y ahora él está en ti”, contesta Timoteo.

“Entonces, ¿por qué la gente habla acerca de recibir el Espíritu Santo si ya lo tenemos?”

“Porque. . . oh, aquí está Allen. Creo que él puede explicarte este asunto mejor que yo.”

Su amigo Allen escuchó sus preguntas y entonces dijo: “Sí, María, como creyente el Espíritu Santo vive en ti. En Gálatas 4:6 leemos: ‘Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo.’ En 1 Corintios 3:16 también dice que el Espíritu de Dios vive en nosotros. Porque somos hijos de Dios, el Espíritu Santo habita dentro de nosotros.”

Allen continúa la explicación. “Cuando escuchas que la gente habla acerca de recibir el Espíritu Santo después de la conversión, se refiere a recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Cuando te conviertes, el Espíritu Santo viene a vivir en tu corazón. Cuando los creyentes reciben el bautismo en el Espíritu Santo, él desciende sobre ellos, llenándolos hasta que rebosan de su presencia. Es como un derramamiento del Espíritu de Dios sobre nosotros.”

“Veamos algunos pasajes bíblicos”, continúa Allen. “Hechos 2:17 dice: ‘Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne’. Aquí Pedro explica que el derramamiento del Espíritu Santo fue el cumplimiento de una profecía dada en Joel 2:28. Pedro dijo después:

A este Jesús resucitó Dios. . . Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís (Hechos 2:32-33).

“De la misma manera que los creyentes en la iglesia primitiva, los creyentes de hoy pueden recibir este derramamiento del Espíritu Santo. Jesús, antes de ascender al cielo, dijo: ‘Yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros’” (Lucas 24:49).

“¿Qué sucede cuando una persona recibe este derramamiento del Espíritu Santo?” pregunta María.

“Ocurren cosas maravillosas”, responde Allen. “Cuando adoras al Señor y te entregas
completamente a él, el Espíritu Santo desciende sobre ti. Entonces él habla por medio de ti en palabras que nunca has aprendido. El Espíritu Santo utiliza tu voz para glorificar al Señor.

“El día de Pentecostés aproximadamente 120 creyentes, hombres y mujeres, fueron llenos con el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu les dio la habilidad. Ellos hablaron en muchas lenguas, lenguas que les fueron dadas por el Espíritu Santo. Todos fueron por los alrededores contando las grandes cosas que Dios había hecho” (Hechos 1:15, 2:5-12).

Después de escuchar esto, María pregunta: “¿Puedo recibirlo? ¡Me gustaría que el Espíritu Santo viniera sobre mí!”

Allen sonrió. “María, esta experiencia es para ti. Abre tu corazón al Señor y comienza
alabándole. Mientras le adoras, cede tu voluntad a El y acepta el don que tiene para ti. El mismo Señor Jesús te llenará completamente con su Espíritu Santo. Hoy Dios derrama su Espíritu Santo sobre millones de creyentes alrededor del mundo. Por tanto, no debes perder esta bendición.”

La Unción del Espíritu

Este es un aspecto importante del ministerio del Espíritu. Consideremos el significado de este término.

Ungir signifi ca untar aceite sobre alguien o algo como parte de una ceremonia. Esta se efectuaba en tiempos del Antiguo Testamento cuando las personas u objetos eran apartadas para el servicio a Dios.

El profeta Samuel derramó aceite de oliva sobre la cabeza de David cuando lo apartó para que fuera rey sobre Israel. La Escritura dice: “Desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). Cuando Moisés dedicó el tabernáculo en el desierto ungió éste y el altar con aceite sagrado (Exodo 40:9-11). Aarón, el primer sumo sacerdote, también fue ungido (Salmo 133:2).

El aceite es un símbolo del Espíritu Santo. La palabra unción se utiliza para describir el toque especial del poder del Espíritu que capacita a la persona para hacer algo en favor de Dios, algo más allá de las fuerzas de ella misma.

David compuso himnos, que conocemos como salmos, bajo la unción del Espíritu Santo (2 Samuel 23:1). Fue también profeta y predijo la resurrección de Jesús el Mesías de entre los muertos (Hechos 2:30-31). Esta misma unción, o poder del Espíritu, descendió sobre Pedro cuando predicó a la muchedumbre el día de Pentecostés (Hechos 2:14-36).

Cuando la iglesia primitiva escogió a siete ayudantes llamados diáconos para el trabajo de la administración y los negocios, escogieron a hombres que estuvieran “llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hechos 6:3). La unción del Espíritu Santo era considerada esencial para el trabajo diario de ellos. Esos eran los altos principios espirituales de la iglesia primitiva. ¡Cuán importante, entonces, es la unción del Espíritu Santo sobre cada actividad y ministerio de las iglesias en nuestro día! Nuestra
oración, predicación, enseñanza, evangelización, consejos, cantos, o ejecución de instrumentos, todo debería estar ungido por el Espíritu Santo para la gloria de Dios. Unicamente así Jesucristo podrá ser exaltado y la gente edificada en su fe.

Dones Espirituales para Edificar la Iglesia

El domingo por la tarde la congregación ha estado cantando, orando y alabando a Dios. Se guarda silencio. Entonces un feligrés de la congregación comienza a hablar en voz fuerte y clara. Su mensaje exalta a Jesús el Salvador y estimula a la gente a creer y obedecerle. Sus palabras resuenan con autoridad y llevan bienestar y esperanza. El pastor anima a la gente a responder al movimiento del Espíritu Santo. Una nueva ola de alabanza se eleva al Señor.

“¿Qué está ocurriendo?”, susurra María.

“Es un mensaje en profecía”, murmura Timoteo. “Nos lo dirán un poco más tarde.”

La gente esta ahora en actitud de calma, y receptiva para escuchar la Palabra de Dios a medida que es predicada, especialmente porque se relaciona con la palabra de profecía dada un momento antes, a través del miembro de la iglesia por el Espíritu Santo.

Después del sermón el pastor invita a las personas con necesidades especiales a que pasen al frente para adorar. Algunos líderes de la iglesia imponen sus manos sobre los que tienen necesidad y oran con ellos. La gente es animada a orar y a creer juntos para que Dios responda a estas peticiones. El sonido de la oración se asemeja al de aguas impetuosas y todos son bendecidos.

Lo que ocurrió durante la primera parte de la reunión fue la manifestación de uno de los dones del Espíritu Santo, una palabra de profecía. Timoteo y María estudiaron más tarde sobre éste en 1 Corintios 14. El versículo tres nos dice que quien proclama el mensaje de Dios (el que profetiza) habla a la gente y proporciona ayuda, valor y consolación.

Cuando el Espíritu Santo se mueve entre un grupo de creyentes llenos del Espíritu, surgen desde su interior amor y poder. Es como un río que fluye llevando sanidad y vida a las personas necesitadas. El fluir de este poder viene a través de los creyentes por medio de los dones del Espíritu Santo. Tienen lugar eventos milagrosos. Las personas son sanadas y libradas de hábitos pecaminosos. La iglesia comienza a crecer.

Los dones del Espíritu deben ser manifestados de acuerdo con las instrucciones sugeridas en 1 Corintios 14. Cristo debe recibir la gloria y los creyentes deben ser edificados espiritualmente. Dios desea que nos unamos para dar vida; nuestras reuniones no deben ser desordenadas sino caracterizarse por armonía y paz (1 Corintios 14:33).

Nueve dones preciosos del Espíritu Santo se mencionan en 1 Corintios 12:8-10. Cada uno es especial y sobrenatural, lo cual significa que cada uno está sobre o más allá de nuestro talento o habilidad. Sin embargo, no necesitamos entender todas las obras del Espíritu. Necesitamos estar dispuestos a recibir lo que el Señor tenga para nosotros.

Estos dones sobrenaturales, brevemente, son definidos de la siguiente manera. La palabra de sabiduría es sabiduría especial para una necesidad especial, un poco de la sabiduría de Dios hablada en el tiempo propicio. Por medio de la palabra de ciencia, el Espíritu santo hace que el creyente diga cosas que él no podría conocer por medio de su propia habilidad. El donde fe es una habilidad sobrenatural para creer, especialmente sobre cierta necesidad.

Los dones de sanidades fluyen del Espíritu por medio del creyente y, de éste, hacia la gente que tiene necesidad de sanidad. Por medio del don de hacer milagros la persona a través de quien el Espíritu se manifiesta tiene poder sobrenatural que de otra manera le sería imposible obtener. Profecía consiste en hablar en el lenguaje de uno bajo el poder del Espíritu Santo, ya sea proclamando públicamente (como en la predicación) o prediciendo.

Por medio del discernimiento de espíritus el Espíritu Santo capacita a una persona para ver más allá de lo que es visto y cuál espíritu (el Espíritu de Dios, el espíritu del hombre, o un espíritu maligno) se está manifestando. El don de lenguas es la habilidad dada al creyente para hablar idiomas que nunca ha aprendido. Estos pueden ser idiomas terrenales o angelicales. La interpretación de lenguas consiste en dar el significado de lo que es dicho en otro idioma. Debemos recordar nuevamente que la habilidad viene únicamente por medio del poder del Espíritu Santo.

Si todavía no lo ha hecho, estudie el libro El Amigo que le ayuda en esta serie del Programa de Vida Cristiana. Le proporcionará mayor enseñanza sobre el Espíritu Santo.

Las iglesias deberían propiciar el desarrollo de estos dones espirituales que enseña la Palabra de Dios. Estos dones las capacitarán para extender el ministerio de gracia de Cristo y la iglesia primitiva al mundo necesitado de hoy. Jesús prometió que haríamos mayores señales de las que El hizo (Juan 14:2). Esta promesa se hará posible cuando nos sometamos al Espíritu Santo, a quien Jesucristo envió en su lugar, para que fluya hacia adentro, sobre y hacia afuera por medio de su iglesia con fuerza renovadora.

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