Las Iglesias y su Misión

“Ha sido una hermosa semana”, le dijo entusiasmado David al herm ano Luis al comenzar a contarle sus experiencias en Valle Alto. “Algunos más han sido salvos, dos personas fueron sanadas maravillosamente y un conocido alcohólico aceptó al Señor. Todo el pueblo está maravillado por el cambio en su vida.”

“Y no sólo eso”, interrumpió Juan, “los recién convertidos se reúnen cada noche y cantan con tanto gozo que casi todo el pueblo los va a oír. Estamos maravillados por la forma en que está creciendo la iglesia”.

“Ese es el propósito de la iglesia en el mundo”, dijo el hermano Luis, “demostrarles a las personas el poder de Cristo para suplir sus mas grandes necesidades. Cuando ellas lo ven, ansiosamente desean escuchar el mensaje”.

En esta lección aprenderá la forma en que Dios usó a los apóstoles para establecer los principios por los cuales se realizaría la misión de la iglesia. El Nuevo Testamento da buenos ejemplos de estos principios y usted comprenderá cómo se pueden aplicar hoy.

LA MISION DEFINIDA

La iglesia del Nuevo Testamento estableció principios por los cuales se debía cumplir su misión. Por supuesto, los métodos han cambiado y seguirán cambiando, pero permanecerá la misión que fue establecida por el Espíritu Santo en el nacimiento de la iglesia.

¿A qué nos referimos con la misión de la iglesia? La misión generalmente puede definirse como la realización de los propósitos redentores de Dios para todas las personas. O dicho de otra manera: la misión consiste en hacer lo que Dios desea. La iglesia es el cuerpo de Cristo y, por tanto, el instrumento por el cual los deseos y propósitos de Dios deben realizarse (Ef esios 3:10–11). Jesús declaró los medios por los que se cumpliría el propósito cuando les dijo a sus discípulos: “Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Jesús definió después la misión de la iglesia en términos de dónde y cómo.

Jesús claramente declaró dónde se realizaría la misión de la iglesia cuando dio la Gran Comisión. En Mateo 28:19 dio instrucciones muy claras: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones.” Las órdenes eran claras. La misión de la iglesia consiste en ir a todas partes con el evangelio. Pero es mucho más que eso. La misión consiste en hacer discípulos en todas las naciones.

Jesús quiere que su iglesia busque a los perdidos en todas partes, mas no sólo buscarlos sino buscarlos hasta hallarlos. Las parábolas del Señor hacen hincapié en ese hallazgo. La mujer no sólo buscó por dondequiera su moneda perdida, sino que la buscó hasta que la halló (Lucas 15:9). El pastor buscó a su oveja perdida hasta que la encontró y lleno de gozo la devolvió al redil (Lucas 15:5). Cuando el siervo le dijo al señor de la fiesta que los invitados habían rechazado su invitación, el señor le dijo que continuara invitando hasta que encontrara quienes estuvieran dispuestos a asistir (Lucas 14:21-23).

Jesús con todo cuidado les dio instrucciones a sus discípulos diciéndoles que no se quedaran donde rechazaran el evangelio, sino que siguieran a los pueblos donde las personas sí lo recibieran (Mateo 10:14). Los apóstoles siguieron sus instrucciones (Hechos 13:51). Sin embargo, aun cuando los apósto les no se quedaron donde rechazaron el evangelio, predicaron con persuasión. San Pedro, en Corinto, “discutía en la sinagoga todo s los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos” (Hechos 18:4).

La misión de la iglesia es para todas las culturas, todos los niveles sociales y económicos. San Pablo les predicó en el día de Pentecostés a los judíos de Jerusalén. La iglesia se formó primero entre los judíos que creían, quienes a su vez se convirtieron en el puente de acceso para los gentiles. Partiendo de los judíos, la iglesia se extendió a todas partes y a todas las personas.

¿Cómo podrían instrumentos humanos cumplir el propósito de Dios en el mundo? La misión de la iglesia comenzó en el poder del Espíritu Santo. Los apóstoles y la iglesia primitiva debían poseer poder interno para que los impulsara a seguir adelante. Se convirtieron en colaboradores de Dios para lograr el cumplimiento de su propósito. Antes que Jesús mandara a sus discípulos a que fueran “hasta lo último de la tierra”, les dijo: “ Recibiréis poder” (Hechos l:8). El principio siempre permanecía: El poder interno del Espíritu debe capacitar a la iglesia para que pueda cumplir la misión externa.

LA MISION INICIADA

La iglesia creció

La iglesia de tiempos del Nuevo Testamento creció rápidamente. Muchas personas creían en el evangelio todos los días (Hechos 2:41-47) . La iglesia no creció simplemente porque las personas deseaban algo nuevo en que creer. De hecho, muchos de los que creyeron fueron encarcelados, golpeados, o incluso asesinados. Con todo, miles de personas creyeron y el evangelio se extendió a muchas regiones en unos cuantos arios. Los creyentes seguían a Cristo porque por su poder eran suplidas las necesidades de todos ellos. A muy poco tiempo de haberse iniciado, la iglesia había crecido hasta contar con varios miles de recién convertidos. Ciertos principios usados por los apóstoles en aquel entonces aún siguen prom oviendo el crecimiento de la iglesia de hoy.

La autoridad de las Escrituras

En el día de Pentecostés San Pedro predicó acerca de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Proclamó a los judíos que todos los acontecimientos eran el cumplimiento directo de las profecías del Antiguo Testamento (Hechos 2:21-31; 3:13). Esteban predicó por autoridad de la Palabra de Dios, detallando el plan de Dios para su pueblo de eventos conocidos del Antiguo Testamento (Hechos 7). En la casa de Cornelio, San Pedro declaró: “De éste dan testimonio todos los profetas , que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10:43).

A través del poder de la Palabra ungida por el Espíritu Santo, los que oyeron “se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37) . Aceptaron su mensaje y como tres mil creyentes fueron agregados a la iglesia ese día (Hechos 2:41). El ministerio de los apóstoles tenía el propósito de hacer que las personas creyeran en Cristo como su Salvador (Hechos 2:37). No predicaron para establecer una nueva religión. Predicaron con el poder del Espíritu Santo para probar que las profecías del Mesías señalaban hacia Jesucristo, quien fue crucificado, sepultado y resucitado.

Confianza en lo sobrenatural

El siguiente acontecimiento registrado en Hechos acerca de las actividades de los apóstoles después del día de Pentecostés se refiere a San Pedro y a San Juan en un incidente en el templo. Junto a la puerta llamada la Hermosa se encontraron con un mendigo cojo que era bien conocido por todos. San Pedro lo tomó de la mano y le dijo: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda . . . y al momento se le afirmaron los pies y los tobillos” (Hechos 3:6-10). Mientras que las personas maravilladas miraban como el que fuera cojo saltaba y alababa a Dios, San Pedro aprovechó la oportunidad para predicarles a los presentes. De nuevo proclamó a Cristo y que en su nombre podrían recibir perdón de pecados (Hechos 3:17-23).

Cuando las personas vieron los milagros de sanidad realizados por el poder de Dios, así como las vidas transformadas, creyeron que Cristo podía suplir también las necesidades de ellas. La iglesia siguió el ejemplo de los apóstoles. Otros creyentes comenzaron a ser usados también en dones del m inisterio. En cada caso sus ministerios eran semejantes a los de los apóstoles (Hechos 6:8; 8:4-8). Echaron fueran demonios y sanaron a cojos (Hechos 3:6-9). Cuando las personas vieron el poder con el que predicaban el mensaje del evangelio, obtuvieron fe para salvación (1 Corintios 2:4). El corazón de las personas estaba lleno de gozo. La iglesia creció y todos los días se agregaban nuevos creyentes.

La iglesia se extiende

Examinemos dos maneras por las cuales la iglesia puede crecer en todas partes.

A través de liderato múltiple

La iglesia de Jerusalén estaba bien establecida y seguía creciendo. Entonces se desató una fuerte persecución contra ella, como dice en Hechos 5:17-41. Después de la muerte de Esteban “hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria” (Hechos 8:1). La iglesia fue dispersa, pero no se perdió. Dondequiera que había creyentes se iniciaban nuevas iglesias. ¿Cómo podía ocurrir? Se debía al siguiente principio: La iglesia no depende de la personalidad o autoridad de una persona. Felipe fue a Samaria (Hechos 8:4-8) y Bernabé a Antioquía después que otros creyentes habían ido antes y habían formado un cuerpo de iglesia ( Hechos 11:19-23). Otros discípulos de se guro fueron a Jope, a Efeso y a otras ciudades sobre las que leemos después. Siempre había una variedad de ministerios y líderes de acuerdo con la provisión del Espíritu Santo (Romanos 12:5-8; 1 Corintios 12:7-11).

Por un enfoque flexible

Como Jesús lo había profetizado, la iglesia creció primero en Jerusalén (Hechos 1:8). Miles se convirtieron en muy poco tiempo. La mayoría eran judíos que antes seguían las leyes ceremoniales judías. El Espíritu Santo dirigió a los recién convertidos a la comprensión de que la ley fue un “maestro” que los condujo a la salvación por la fe . Cuando los gentiles se convertían al evangelio eran aceptados por los judíos cristianos sobre la base de su fe en Cristo. Ambos grupos aprendieron que el evangelio no demanda ritual o ceremonias preestablecidas, sino que se recibe por la fe en Jesucristo.

Cuando San Pablo les predicó a los atenienses, quienes no tenían conocimiento de Dios ni de la ley judía, encontró un terreno común que aprovechó para llamar su atención (Hechos 17:16-33). Vio su interés en discusiones filosóficas y en la búsqueda de nuevas ideas. Usó su interés en muchas religiones diferentes como medio para predicarles acerca del Dios verdadero. Leemos en Hechos 17:32-34 que algunos atenienses dijeron: “Ya te oiremos acerca de esto otra vez . . . Más algunos creyeron . . . entre los cuales estaba Dionisio el areopagita . . . y otros con ellos.”

No son las ceremonias ni las costumbres, sino sólo la verdad de la salvación lo que debe enseñarse cuando se predica el evangelio en todo el mundo a diferentes personas. Lo que la iglesia primitiva enseñó fue la verdad de la salvación por la fe en Jesucristo. Cómo las personas adoraron dependió de su propia cultura. El mensaje del evangelio no consiste de reglas, rituales o ceremonias de una religión particular. Es un mensaje en el cual se proclama que las personas pueden ser llevadas a una buena relación con Dios por medio de Cristo Jesús. Consiste en saber que los pecados le han sido perdonados a uno, en experimentar el gozo de la salvación — en el evangelio no hay barreras de raza, idioma, cultura o país. Este es el poder del evangelio.

LA MISION CONTINUA

Desarrollo de la organización

En el tiempo del nacimiento de la iglesia de Jerusalén no había estructura prearreglada de organización de la iglesia. Jesús ya había escogido a los apóstoles que proveyeron liderato para la nueva congregación. Examinemos algunos principios establecidos por los apóstoles al organizarse la iglesia para cumplir su misión.

La estructura organizacional se desarrolló para suplir necesidades. La estructura no fue establecida por el simple hecho de la organización; más bien fue provista según la demandaban las necesidades de la iglesia.

Cuando se inició la iglesia en el día del Pentecostés, tres mil personas aceptaron a Cristo. La mayoría eran judíos griegos (helenistas). Estas personas vivían en el mundo romano, fuera de Palestina. Aun cuando seguían siendo judíos, habían adoptado gran parte de la cultura griega y hablaban los idiomas locales de la región en donde vivían. En el día de Pentecostés había miles de judíos griegos en las calles de Jerusalén cuando San Pedro predicó.

Después del festival del Pentecostés, siguió aumentando el número de creyentes. Pronto el número de creyentes de Judea rebasó el número de creyentes de habla griega. Esta circunstancia causó el primer problema administrativo de la iglesia primitiva. Los creyentes de habla griega (Hechos 6:1) se quejaron de que se descuidaba a sus viudas en la distribución diaria. Los apóstoles comprendieron que el problema era más profundo que la simple distribución suficiente de alimentos. Era más bien problema de liderato que demandaba una nueva estructura organizacional.

Los apóstoles les dijeron a los creyentes de habla griega que seleccionaran de entre ellos a “siete varones para que se encargaran de la distribución. Todos ellos pertenecían al grupo griego, lo cual se deduce por sus nombres griegos en lugar de arameos. Estos líderes de habla griega no sustituyeron la autoridad de los apóstoles. Simplemente proveyeron liderato directo para su grupo. Esta nueva estructura organizacional fue aprobada por los apóstoles (Hechos 6:6) y proveyó una clara línea de autoridad y el buen funcionamiento de la iglesia.

Las iglesias locales fueron establecidas primero en centros de población estratégicos. Aun cuando las Escrituras no dan evidencia de que los apóstoles se hayan reunidos para trazar un plan organizacional de establecimiento de iglesias, sabemos que el Espíritu Santo los dirigió en cuanto a los lugares donde debían establecer iglesias. Algunas de las primeras congregaciones se establecieron en lugares como la isla de Chipre, situada en la ruta marítima principal hacia el oeste, así como en Antioquía ciudad muy importante hacia el norte. Al principio les predicaron sólo a los judíos, pero muy pronto los creyentes que viajaban desde Chipre y Cirene ganaron a griegos para Cristo ( Hechos 11:19-20). También se establecieron iglesias en Derbe, Iconio, y otros centros de Asia Menor. En el oeste, se establecieron en Corinto y Berea, así como en otras ciudades principales de las provincias de Macedonia y Acaya. Las ciudades y pueblos en los que San Pablo estableció iglesias eran centros de administración romana, de civilización griega, de influencia judía, o de importancia comercial. Muchos viajeros pasaban por estas ciudades. Probablemente las personas oían y aceptaban el evangelio en esas ciudades, de donde llevaban el mensaje a las áreas circunvecinas.

Muchos plantadores de iglesias con experiencia y de éxito siguen este mismo principio hoy. Por ejemplo, en Brasil la iglesia ha experimentado un crecimiento fenomenal en años recientes. Los líderes de la iglesia planifican cruzadas evangelísticas en ciudades grandes. Muchas personas llegan a estas ciudades en busca de empleos. Allí tienen la oportunidad de oír el evangelio y aceptar al Señor. Después regresan a sus pueblos a los cuales les llevan el mensaje del evangelio. Al establecerse una iglesia en un centro, comienza a extenderse y a establecer iglesias en áreas circunvecinas.

Las finanzas de la iglesia formaban parte de la adoración. El dar ofrendas era un acto espontáneo de adoración para los creyentes de la iglesia primitiva. Ninguna organización puede operar sin financiamiento planificado y responsable. No se presentaban peticiones ni demandas de ofrendas, sino que los creyentes daban motivados por un deseo interno de amor y adoración. “Todos los que habían sus propiedades y que habían creído estaban juntos . . . y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-45). San Pablo les escribió a los corintios que las iglesias de Macedonia, “en grande prueba (le tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad . . . han dado . . . aun mas allá de sus fuerzas” (2 Corintios 8:2-3).

Cuando los creyentes de Jerusalén sufrían necesidades, San Pablo dio instrucciones a las iglesias de Corinto y Galacia para que ofrendaran con un método sistemático y enviaran las ofrendas a Jerusalén. San Pablo aclaró que esos fondos debían manejarse de manera responsable para evitar toda sospecha (1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios 8:18-21).

San Pablo comentó sobre la generosidad de los creyentes y su generosidad hacia quienes se ocupan en el ministerio (2 Corintios 9:1-5). Quienes predican el evangelio deberían vivir del evangelio. Las Escrituras revelan que quienes reciben las bendiciones de oír la Palabra de Dios deberían ayudar a quienes ministran (1 Corintios 9:7-12; 1 Timoteo 5:17-18).

La iglesia amenazada

Cuando leemos acerca de la iglesia del Nuevo Testamento podemos maravillarnos por las manifestaciones del poder del Espíritu Santo por la gran dedicación de sus líderes. Podemos tener la tendencia de pensar que esa iglesia era ideal y olvidarnos de que la iglesia apostólica confrontaba serios problemas que amenazaban su existencia. El Espíritu Santo dirigió a los apóstoles para que dejaran registrados en las Escrituras los principios usados para resolver los problemas que amenazaban la misión de la iglesia.

Problemas de administración

Un problema administrativo puede causar muchas dificultades en una iglesia de hoy; ese fue el primer tipo de problema que amenazó la unidad de la iglesia primitiva. Su problema era doble en realidad, pero fue vencido con una sola solución.

Los apóstoles estaban demasiado ocupados y no tenían tiempo de vigilar los detalles de la administración diaria. Necesitaban algunos ayudantes a quienes les pudieran delegar la responsabilidad de la administración diaria, a fin de que ellos se entregaran de lleno al ministerio de la Palabra. Este problema organizacional fue solucionado estableciendo líneas de autoridad y delegando responsabilidad. Como estudiamos en la sección anterior, los siete hombres seleccionados para ayudar a los apóstoles trabajaron bajo su autoridad.

El segundo aspecto del problema administrativo registrado en Hechos 6 se relaciona con las necesidades de un grupo minoritario cultural dentro de la iglesia. Había en Jerusalén un gran número de judíos de habla griega. Ellos organizaron sus propias sinagogas, generalmente de acuerdo con las regiones de procedencia antes de vivir en Jerusalén. En ese tiempo había 480 sinagogas de ese tipo de Jerusalén (de acuerdo con el Talmud). Los judíos consideraban a menudo a los judíos griegos como muy mundanos por su estilo de vida griego. Los consideraban como judíos inferiores, de segunda clase. Este prejuicio fue introducido parcialmente en la iglesia primitiva. Las viudas a quienes se les descuidaba en la distribución diaria eran sólo las de habla griega, no todas. Por tanto, el problema no era sólo organizacional, sino también cultural.

En la solución de este problema se pueden observar ciertos principios administrativos: 1) La responsabilidad del liderato debe delegarse parcialmente y establecer líneas de autoridad claras; 2) las minorías culturales deberían ser representadas también en el liderato de la iglesia; 3) los líderes deberían ser aceptados por aquellos a quienes dirigen.

Al extenderse la iglesia a otras áreas, surgió la necesidad de com unicación entre los apóstoles y los diversos grupos de creyentes. Cuando los falsos maestros y las disensiones comenzaron a amenazar a la iglesia, se hizo necesario establecer un cuerpo central para hacer decisiones y comunicar éstas a todos los miembros del cuerpo. En Hechos 15 se registran las importantes acciones de este concilio central administrativo que se reunió en Jerusalén. Este concilio nos dio un modelo de administración de la iglesia de efectividad por el cual los miembros de la iglesia pueden atacar sus problemas, así como disfrutar del compañerismo juntos.

Espíritus divisivos

Los seres humanos tenemos la tendencia de necesitar a un héroe o un líder dinámico para seguirlo. Por ello algunos líderes políticos, buenos o malos, pueden ganar a un gran número de adeptos. Los líderes han atraído a muchas personas por su personalidad llena de magnetismo.

Uno de los primeros problemas a que se enfrentó San Pablo cuando le escribió a la iglesia de Corinto fue el espíritu devisivo que dominaba a sus miembros. Los creyentes deseaban sentirse discípulos de diversos líderes cristianos sobresalientes. Uno de ellos dijo: “ Yo soy de Pablo”; otro dijo: “Yo de Apolos”; otro más dijo: “Yo de Cefas”; y alguien más dijo: “Yo de Cristo” (1 Corintios 1:12). San Pablo les preguntó: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?” (1:13). San Pablo corrigió las divisiones señalándoles que esta era una actitud muy inmadura (3:1–5). Pero aun mas importante, condujo a los creyentes a Cristo y les mostró que todos los discípulos son colaboradores de Cristo (3:5–15). El mensaje de San Pablo es claro: El verdadero líder cristiano dirige a las personas sólo hacia Cristo, nunca hacia él mismo.

Errores doctrinales y prácticas erróneas

Los apóstoles usaron su autoridad y dones de enseñanza para corregir muchos tipos de errores que se introdujeron en la nueva iglesia. En las cartas a las iglesias podemos observar que a los recién convertidos no se les dijo que no eran creyentes verdaderos; mas bien se les dijo que necesitaban enseñanza. Esta sigue siendo la clave para nuestros días: Los recién convertidos necesitan la enseñanza de la Palabra de Dios. Las debilidades de las iglesias de Corinto y Galacia representan los problemas a que nos enfrentamos hoy nosotros.

La enseñanza de San Pablo corrigió prácticas erróneas y estableció una alta norm a de vida cristiana. Dio instrucciones sobre el asunto de entablar un juicio contra un hermano en la fe, sobre (a santidad del cuerpo como templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6) y sobre cómo tratar problemas relacionados con el matrimonio (7:1-15). En 1 Corintios 12 al 14 da instrucciones sobre el uso (y el abuso) de los dones espirituales, en particular del de hablar en lenguas y el de profecía.

En dondequiera que San Pablo enseñó para corregir errores doctrinales, hizo hincapié en la persona y obra de Cristo. Lo hizo para atacar el problema de divisiones en la iglesia y en particular para refutar errores acerca de la resurrección (1 Corintios 15:12–28).

El fundamento mismo de la iglesia lo constituían el verdadero conocimiento y la comprensión de la doctrina de Cristo.

Inmoralidad

En muchas sociedades contemporáneas, la inmoralidad sexual constituye un serio problema que puede amenazar la efectividad y pureza de la iglesia. Es imposible que la iglesia cumpla su misión de presentarle a Cristo al mundo si al mismo tiempo pasa por alto su propio pecado.

San Pablo tuvo que tratar con severidad un caso de grave inmoralidad en la iglesia de Corinto. Dictó severa disciplina para el beneficio del transgresor y le enseñó a la iglesia que tiene la responsabilidad de juzgar a sus propios miembros (1 Corintios 5:2, 4-5). Quizá parezca muy severo que San Pablo haya recomendado a la iglesia: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (5:13). Usó la ilustración de la forma en que un poco de levadura leuda toda la masa. En el versículo 7 exhortó a los creyentes a limpiarse “de la vieja levadura”. Les mostró a los corintos que sólo tratando severamente al pecado se puede llevar al pecador al arrepentimiento (v. 5).

Después también les dijo: “Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle . . . os ruego que confirméis el amor para con él” (2 Corintios 2:7-8).

Esta es la otra cara de la disciplina de la iglesia. La iglesia debe odiar el pecado, pero amar al pecador. Es necesario atacar el pecado, pero quienes lo atacan deben hacer un esfuerzo especial para alentar y restaurar al hermano que se arrepiente . “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

Falsos maestros

Uno de los problemas más difíciles y divisivos que confrontó la iglesia primitiva fue la oposición de los falsos maestros. La mayoría eran judíos, los cuales enseñaban que los convertidos gentiles debían guardar la ley de Moisés y ser circuncidados para ser creyentes. Probablemente algunas de estas personas creían que estaban honrando la Palabra de Dios al guardar la ley de Moisés. Los falsos maestros más peligrosos de nuestros días son los de ese mismo tipo. Enseñan un poco de verdad junto con su enseñanza falsa con lo cual engañan a muchos.

El problema era tan severo que fue necesario llevarlo al concilio de Jerusalén, el cual llegó a la decisión registrada en Hechos 15. En lugar de que los falsos maestros se arrepintieran y corrigieran su enseñanza, siguieron sus propias ideas y continuaron oponiéndose a la iglesia. San Pablo les llamó “lobos rapaces” que no perdonarían al rebaño (Hechos 20:29). La iglesia de Galacia fue afectada en particular, por lo que San Pablo les escribió para re stablecer su fe en la gracia de Dios (Gálatas 3:1-4; 19-20). De nuevo San Pablo amonestó a la iglesia diciéndole que la respuesta a los problemas consistía en la enseñanza en la iglesia y en una fe firme en Cristo (Gálatas 5:1). Entonces les reafirmó que lo único válido es “la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6).

La iglesia del Nuevo Testamento era singular en muchas formas. Sin embargo, sabemos que muchos principios de establecimiento de iglesias se desarrollaron en ese tiempo los cuales debería observar la iglesia de todas las épocas. Si pudiéramos resumir brevemente dos factores que dirigieron a la iglesia en ese tiempo y que la deberían dirigir ahora, serían los siguientes: 1) La importancia de la enseñanza de la Palabra de Dios , y 2) un constante enfoque sobre la persona y obra de Jesucristo.

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