Un Ministerio Equilibrado

Usted ha considerado los requisitos bíblicos y recursos para el ministerio, y las cualidades espirituales que capacitan a una persona para un liderazgo eficaz. Si utiliza estos principios consistentemente, usted podrá predicar sermones y enseñar lecciones con habilidad y confianza.

¿Ha observado alguna vez a alguien tratando de remar con un solo remo? Para esa persona le es difícil progresar. Quizá ha observado en suspenso un animal de carga con sus bultos inclinados hacia un lado mientras ascendía un sendero peligroso. Quizá haya visto zozobrar un bote debido a que había demasiada gente sobre uno de sus lados. Estas situaciones reales de la vida sugieren la importancia del equilibrio. Existe también la necesidad de equilibrio cuando ministramos a la gente. En esta lección estudiaremos acerca del equilibrio.

La predicación y la enseñanza son dos medios que Dios ha escogido para comunicar la verdad divina a las personas necesitadas. Usted nunca debe olvidar, a medida que aprende a utilizar ambos medios con gran habilidad y suficiencia, que el recurso de su eficacia es Dios. Mi oración es que usted llegue a depender de Él más cada día y a ser más semejante a él mientras camina en su presencia. Si actúa de esta manera tendrá éxito en el servicio del Señor.

La Necesidad de Equilibrio

Usted deberá poseer equilibrio en su ministerio de la predicación y la enseñanza si es que intenta servir eficazmente. La falta de equilibrio es un riesgo constante. Es posible que pierda el equilibrio en su mensaje o en su método, o en ambos.

Piense en la siguiente situación familiar. Una madre tiene un hijo de tres años y otro de trece. El más pequeño posee buen apetito pero principalmente prefiere los alimentos blandos. El hijo adolescente gusta de toda clase de comidas, toda la que pueda obtener; y le gusta la carne, la cual a veces es difícil de comer. Debido a que la madre ama a los dos hijos, ella trata de incluir esos ingredientes en el menú de todos los días, cuando es posible, de manera que les guste y los alimente. Los dos hijos necesitan crecer.

Como ministro del evangelio, experimentará esa misma situación en el sentido espiritual. Mientras que algunos maduran en la fe, otros comienzan su vida espiritual al nacer de nuevo. Usted deberá tratar de ministrar las verdades que son sabrosas para los nuevos bebés en Cristo (1 Pedro 2:2), y al mismo tiempo compartir las verdades y los principios espirituales que alimentarán a los creyentes maduros (Hebreos 5:11–14). Esto puede parecer una tarea difícil, pero a medida que busca la dirección del Señor, Él le dará todo lo que necesite para satisfacer las necesidades de su pueblo.

Las personas comienzan a dar señales de hambre espiritual cuando no reciben el alimento espiritual. Es en esta situación que ellas cambian de grupo o comienzan a faltar a las reuniones, llegando a ser víctimas espirituales innecesarias. Este pastor podía haber cambiado tanto su mensaje (evangelismo) como su método (predicación) si incluía buena enseñanza doctrinal y predicación expositiva que, indudablemente, hubiera podido llevar a cabo con todo éxito.

Trate, al ministrar, de lograr el equilibrio o balance entre la predicación y la enseñanza. Pablo encargó a Timoteo que usara ambas: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:13). Un método de comunicación que produce un buen equilibrio entre la predicación y la enseñanza es la predicación expositiva. El sermón expositivo está basado en una porción extensa de la Biblia la cual es interpretada en relación con un tema o la idea central. La mayoría del material para esta clase de sermón se obtiene directamente de la Escritura. La meta es desdoblar o descubrir el significado del pasaje bíblico y demostrar cómo la verdad bíblica está relacionada con situaciones actuales que experimentan los oyentes. Este método nos proporciona el beneficio de un elemento de enseñanza sistemático que puede ser usado para evangelizar y es un estilo de predicación cuyo objetivo es instruir y educar para promover el crecimiento espiritual. La predicación expositiva es utilizada con gran éxito por grandes predicadores.

Descubrirá también que el tratamiento del contenido del mensaje, ya sea en la predicación o en la enseñanza, será afectado por su congregación. Por ejemplo, si usted visita una escuela primaria, digamos segundo grado, encontrará que los alumnos tienen una concentración limitada. Si el maestro desea mantener despierta la atención de ellos, deberá utilizar un lenguaje vívido, abundantes recursos visuales y no tratar por mucho tiempo un mismo tema. Estos bebés, llamémosles así, son apenas niños aprendices. Por el contrario, cuando observa una clase en la universidad, usted notará que los alumnos prestan atención al maestro en su conferencia de una hora y media.

En su congregación encontrará estos dos tipos de respuestas a la comunicación. Por ejemplo, notará que los bebés en Cristo están inquietos, incómodos y no participan cuando usted presenta una sesión extensa de doctrina. Estas actitudes, probablemente, indican que el material es demasiado pesado para su estado actual de desarrollo. También puede indicar que necesita modificar su método. Quizá necesite emplear un método que emplee más sus sentidos. Otra vez, usted podrá notar que durante una serie de mensajes de evangelización que los creyentes espiritualmente adultos desean alimentarse de una comida más sólida. Usted debería responder a esa necesidad y esforzarse para que todo su ministerio sea equilibrado. Podrá ministrar a todas las necesidades de las personas en la medida que usted reconozca las diferentes necesidades y sea sensitivo a la dirección del Espíritu Santo.

Al ministrar las abundantes riquezas de la Palabra de Dios, debería lograr extraer de este tesoro cosas antiguas y nuevas que bendigan a su gente al experimentar crecimiento en estatura espiritual. Además, ellos sentirán satisfacción al saborear las ricas bendiciones de Dios.

La predicación y la enseñanza, como hemos visto, son dos medios para comunicar la verdad. Algunas personas hacen una distinción entre estos medios. Creen que la predicación apela a las emociones mientras que la enseñanza apela al intelecto. Sin embargo esta distinción es puramente subjetiva porque, en ciertos puntos, cada una posee algo de la otra.

Tanto la predicación como la enseñanza son importantes: la verdad debería ser completamente entendida y experimentada profundamente. Pablo relacionó ambos medios en la experiencia de los romanos: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados” (Romanos 6:17). La verdad afecta todas las partes de una persona. Primero llega al intelecto, estimula las emociones y, finalmente, persuade la voluntad. La verdad que afecta todo el ser de la persona, y no sólo uno de sus aspectos, tiene mayores posibilidades de permanecer y producir frutos.

Un balance en la predicación y la enseñanza causará el equilibrio en el evangelismo y en la capacitación cristiana. Algunos perciben únicamente la necesidad de evangelizar; otros sólo capacitan discípulos. Ambos son necesarios; ninguno de los dos debería ser descuidado. Es necesario que haya equilibrio. Algunas veces una persona insistirá en que tiene únicamente un ministerio de evangelización y por lo tanto no puede enseñar. En otras ocasiones, algunos dirán que debido a que el ministerio que tienen es el de la enseñanza, no pueden dedicarse a salvar a los perdidos. Es posible y necesario que hagamos ambos. El mandamiento del Señor a predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15) está equilibrado por su comisión de hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:19–20). Lo que hacemos debe estar determinado por lo que el Señor espera y no sólo por lo que nos conviene.

El equilibrio o balance en la predicación y en la enseñanza producirá equilibrio en la adoración. Jesucristo le habló a la mujer samaritana acerca de la clase de adoración que Dios desea: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). La Palabra predicada y enseñada sin la unción del Espíritu Santo degenera en formalismo. Y si damos mayor importancia a la experiencia subjetiva, dejando a un lado la Palabra, tenemos como consecuencia el fanatismo. La verdadera adoración consiste en el equilibrio perfecto de la Palabra y el Espíritu.

Lea Hechos 2:42–47. Notamos aquí que el evangelismo fue evidente en medio de la comunidad cristiana por la cantidad de personas que fueron alcanzadas por el testimonio de los creyentes en Cristo. En segundo lugar, observamos que los que recibieron el mensaje recibieron la enseñanza de los apóstoles, y es así como se generó el proceso de hacer discípulos. Un tercer elemento fue también importante en esta experiencia sin precedentes: la relación mutua de los creyentes. Comían juntos, oraban juntos, alababan a Dios juntos, y compartían sus posesiones. Todo esto creó un espíritu maravilloso de unidad. Si estos tres elementos están equilibrados en su grupo, sin duda usted será testigo de resultados positivos; en cambio, su grupo sufrirá si no logra un equilibrio entre los tres.

Algunas iglesias tienen la tendencia de hacer hincapié en sólo uno de estos elementos. Pero observe los resultados. Un grupo que hace hincapié en la enseñanza bíblica y descuida el evangelismo y la comunión llega a ser fría e intelectual. Un grupo que hace hincapié en la confraternidad y descuida el evangelismo y la enseñanza bíblica llega a ser superficial y emocional. Y el grupo que hace hincapié en el evangelismo pero descuida la confraternidad y la enseñanza bíblica tendrá muchos creyentes solitarios y espiritualmente desnutridos.

Otros grupos de creyentes concentran su atención en dos de estos elementos. Por ejemplo, el grupo que hace hincapié en la enseñanza bíblica y en la confraternidad pero ignora el evangelismo, experimenta la pérdida de vida y vitalidad. Se caracteriza por realizaciones propias, complacencia y falta de vida. El grupo que hace hincapié en la confraternidad y el evangelismo pero descarta la enseñanza bíblica es frecuentemente confrontado con las falsas doctrinas y pequeños grupos que causan división. Y el grupo que hace hincapié en la enseñanza bíblica y en el evangelismo pero fracasa en promover la confraternidad, desarrolla cristianos que conocen la Palabra y pueden compartirla pero nunca desarrollan relaciones significativas con otros creyentes.

Tenemos los elementos necesarios para producir madurez espiritual cuando poseemos evangelismo, capacitación o enseñanza para el discipulado, y confraternidad significativa. Si estos elementos están correctamente balanceados, podremos llegar a ver el desarrollo de congregaciones saludables y fuertes.

Usted necesita dar atención constante y cuidadosa a la manutención de un ministerio equilibrado. Evite los extremos en cualquier método o mensaje. Comprenderá cuando un asunto sobrelleva demasiado énfasis y otro demasiado poco. Usted mantendrá su propio equilibrio si se mantiene en guardia.

Lucas señala que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Verdaderamente éste es un ejemplo de crecimiento equilibrado. Porque en términos prácticos eso significó que Jesús creció intelectual, física, espiritual y socialmente. Por medio de un equilibrado ministerio de la predicación y la enseñanza y el desarrollo simultáneo de buenas relaciones, nuestra gente desarrollará estatura espiritual, un poderoso testimonio, comunión auténtica y significativa, y experimentaremos un sentimiento de satisfacción en nuestros ministerios.

La Biblia es nuestra ayuda mayor cuando buscamos lograr un ministerio equilibrado. Estúdiela sistemáticamente. Obedézcala diligentemente. Mida su mensaje y sus métodos de acuerdo con ella.

Mantenga un registro de los temas y pasajes bíblicos sobre los que predica y enseña. Revise este registro por lo menos una vez cada año. Asegúrese que estudia y ministra de toda la verdad bíblica. ¡Tenga cuidado del uso que hace de sus temas favoritos! De la misma manera en que a usted le agrada tener cierta variedad en su comida, así la gente a quienes ministra necesitan variedad en el mensaje que usted predica y enseña.

Pídale al Señor que le ayude a declarar todo el mensaje de la Palabra. Él le ayudará a mantener un ministerio bien equilibrado de predicación y enseñanza.

Os Ruego…

Phillips Brooks, cuya definición de predicación citamos al principio de esta guía de estudio, fue un predicador sabio y capaz. Miles de personas aceptaron a Cristo como consecuencia de su ministerio. Algunas personas se preguntaban a qué se debía su éxito. Un amigo descubrió el secreto en un viaje en barco que hicieron los dos por el océano. El hombre perdió al predicador por varias horas. Después de buscarlo en diferentes lugares, él regresó a su camarote. Al abrir la puerta, encontró a Phillips Brooks de rodillas y con las manos en alto, orando repetidamente: “¡Oh, Dios, dame poder!” Él cerró la puerta de ese lugar sagrado conociendo cuál era su recurso de poder con Dios y los hombres.

Cuando ministre, ni su talento ni las capacidades adquiridas podrán reemplazar el poder espiritual en su vida. Sin este poder, su predicación será un sermón y su enseñanza una conferencia. Esa clase de predicación y enseñanza, sin el poder de vida que otorga el Espíritu, es inútil (2 Corintios 3:6). Por lo tanto, no se contente con predicar sermones y dar conferencias. Espere en oración ante Dios hasta que la Palabra sea como fuego aprisionado en sus huesos; espere hasta que sea capaz de hablar como un oráculo de Dios. Cuando ministra, siga el ejemplo de Pablo:

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1 Corintios 2:1–5)

Usted sigue el modelo del ministerio del Nuevo Testamento cuando declara la Palabra de Dios en el poder del Espíritu. Espere delante del Señor hasta que el poder del Espíritu Santo descienda sobre usted como ocurrió con los creyentes del Nuevo Testamento (Hechos 2:14). Dios es el único que puede ungir para el ministerio. No existe otro camino o atajo para obtener esta capacitación espiritual. Las personas jamás serán conmovidas si no es por el mensaje ungido por Dios. Dios busca mejores hombres y mujeres. Él busca para proclamar su mensaje a quienes dependan totalmente de Él; y aquellos que Él unge son amonestados a ser fervientes en espíritu mientras sirven al Señor (Romanos 12:11).

Junto con el poder del Espíritu, usted necesita poseer un corazón ferviente para predicar y enseñar el evangelio. El ministerio de Jesús a dos discípulos que iban camino a Emaús, inspiró el entusiasmo (Lucas 24:13–35). Jesús se unió a ellos, sin ser reconocido, y escuchó la historia que le contaron acerca de la crucifixión y la tumba vacía. Él les explicó lo que había sido dicho acerca de sí mismo en todas las Escrituras desde Moisés hasta los profetas. Más tarde, cuando bendijo y partió el pan, ellos lo reconocieron. Pero Él desapareció de delante de ellos. Entonces uno le dijo al otro (v. 32): “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Su corazón arderá dentro suyo cuando Él le hable y le revele su Palabra. ¡Busque esta experiencia! Cuando ore, espere que Él le hable. Sus palabras encenderán un fuego en su espíritu. Y cuando ministre, nadie dudará acerca del origen de su poder. Su congregación sentirá que usted ha estado con Jesús y responderá al mensaje que su Maestro le ha dado para compartir con ellos.

Hace algunos años un ministro del evangelio comenzó a depender menos en Dios y más en sus propios talentos, habilidades y educación. Su ministerio comenzó a perder calor y vigor a medida que fue dejando a un lado la oración. Algunos ancianos, sintiendo que debía haber un cambio de dirección, colocaron una nota sobre el púlpito y donde el ministro podía verla. Esta nota señalaba el problema claramente: “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Juan 12:21). Cuando el pastor leyó la nota se sintió contrito y humillado. Fue a un lugar privado y decidió orar hasta que volviera a conseguir el poder de Dios en su vida. Él fue un hombre más sabio cuando salió de su lugar privado de oración. Desde entonces se hizo el propósito de no volver al púlpito dependiendo en sus propias habilidades. Y, como podemos imaginar, él recobró el fuego, la pasión y la visión que una vez había tenido. Su gente, agradecida, colocó otra nota sobre el púlpito. Esta vez decía: “Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20).

Mi oración a su favor es que usted llegue a predicar y enseñar con pasión y poder. También oro para que siempre perciba su tarea ministerial como un regalo de Dios y que jamás pierda la frescura, el vigor y el desafío que sintió cuando respondió por primera vez al llamado del Salvador: “¡Heme aquí, envíame a mí!”.