Usted y El Ministerio

“Todavía me siento avergonzado y fracasado. Hice lo mejor que pude, pero nadie ha tomado una decisión como resultado de mi predicación. Mientras los creyentes pasan a orar, me arrodillo en un lugar apartado y lloro desconsoladamente: El sermón . . . la predicación . . . ha sido un fracaso total . . . ¡Lo peor de todo es que nadie ha buscado la salvación! ¿Acaso Dios ha cometido un error? No, yo tengo la culpa. Eso es . . . Dios no me ha llamado. No he sido llamado a predicar . . . Nunca volveré a predicar . . .

“Mientras me sumergía en la miseria, una mano me tocó el hombro. ‘Hermano, ¿nos ayudará a orar con aquellos que han pasado al altar?’ ¡No podía creer lo que mis ojos veían! Once personas habían pasado al altar buscando la salvación.”

El autor de esas palabras llegó a ser un pastor de éxito y un predicador sobresaliente, pero las escribió cuando recién comenzaba su ministerio. Recuerde este principio bíblico clave: El poder de predicación está en el mensaje, no en el mensajero. No se canse de hacer el bien cuando Dios le ha llamado para predicar (véase Gálatas 6:9).

Usted es uno más en la gran compañía de creyentes que ha respondido al llamado del Señor. La predicación y la enseñanza son métodos que puede utilizar tanto para la salvación de los perdidos como para ayudar a los creyentes a ser mejores cristianos. Este curso le ayudará a adquirir las habilidades necesarias para preparar, y presentar con eficiencia y confianza, lecciones y sermones. Esta lección le ayudará a conocer la clase de persona que el Señor quiere que usted sea y la clase de labor que Él espera que usted haga.

EL CONCEPTO DEL MINISTERIO

El modelo bíblico

¿Qué es el ministerio? ¿Cómo puedo aprender a ministrar eficazmente? ¿Qué clase de persona debo ser? ¿Cómo predico y enseño? Estas y otras preguntas habrán surgido en la mente de Timoteo cuando sintió por primera vez que debía entrar en el ministerio. Tito, otro ministro del Nuevo Testamento, debe haber confrontado interrogantes similares.

Su interés en este curso sugiere que usted ha participado en algún aspecto del ministerio dentro de la iglesia (o que tiene la intención de hacerlo más adelante). Quizá tenga preguntas similares a las recién mencionadas. Si es así, hay un lugar donde buscar ayuda: Las Escrituras. Las Epístolas Pastorales (Primera y Segunda de Timoteo y Tito) fueron cartas escritas por el apóstol Pablo. Están dirigidas específicamente a quienes participan en la tarea ministerial. Usted debería leerlas completamente. Necesitará recurrir a ellas en el futuro mientras sirva al Señor y participe en los ministerios de la predicación y la enseñanza. Esas cartas, aunque no contienen todo lo que el Nuevo Testamento tiene para decir acerca del ministerio, son fundamentales.

Pablo consideraba el ministerio como un privilegio. El recordaba con pesar los días cuando había perseguido la iglesia, y se había opuesto al Señor Jesucristo (1 Timoteo 1:12–14).

Al mencionar las cosas de las cuales se gloría, él considera sus propios logros como “basura” que debe desecharse.

El consideraba “todas las cosas como pérdida” excepto el conocimiento de Cristo (Filipenses 3:8–11). Aun los sufrimientos y las persecuciones que soportó por causa del evangelio sirvieron para poner en perspectiva la gloria de compartir los sufrimientos de Cristo. El consideró su debilidad física como una oportunidad para que Cristo manifestara su poder. Sus palabras fueron:

“Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).

En sus cartas pastorales, Pablo escribió a dos jóvenes, hijos en la fe, acerca del liderazgo. En la siguiente sección estudiaremos lo que Pablo les dice a Timoteo y a Tito acerca de la clase de hombres que deben ser aquellos que son ministros del evangelio, y la tarea que son llamados.

El ministerio general y el ministerio específico

Ministerio general

¿Qué es el ministerio? Indaguemos en las Escrituras la respuesta. En la estructura de la iglesia, muchos que no son llamados a enseñar y predicar son llamados a servir. Es lo que aprendemos de 1 Timoteo 3:8–13. Los ayudantes (a veces llamados diáconos) no desempeñaron un servicio como los descritos en los versículos 1–7. (Otras descripciones adicionales acerca de quienes ministran, las encontramos en 1 Corintios 12:28 y Romanos 12:4–8.) Cada persona que es miembro del cuerpo de Cristo tiene algún lugar de servicio. Todos estos lugares de servicio son importantes, aun cuando hay algunos que son más prominentes que otros. Cada ministerio contribuye de alguna manera a que el cuerpo de la iglesia madure en el servicio cristiano. Pablo lo explica que Jesús “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11–12)Algunos ejemplos los encontramos en el libro de los Hechos.

Cuando la iglesia primitiva enfrentó el problema de distribuir los fondos entre las viudas, el pueblo escogió siete hombres que los apóstoles pusieron a cargo del asunto. Esta acción liberó a los apóstoles de esa responsabilidad, lo que les permitió dedicarse de lleno al ministerio de la Palabra y la oración (Hechos 6:1–4). Hechos 6 muestra las matemáticas del ministerio. Primero, hubo división, cuando algunos se quejaron. Esta condujo a la adición, es decir diáconos fueron añadidos a la iglesia. Entonces hubo substracción, cuando los apóstoles restaron deberes de sus hombros como servir a las mesas. Todo esto condujo a la multiplicación ya que la iglesia creció.

Dorcas ayudó a los necesitados de Jope haciéndoles túnicas y vestidos (Hechos 9:36–41). El nombre de José fue cambiado al de Bernabé debido a que era de consolación para otros (Hechos 4:36). El se hizo amigo de Pablo y lo presentó a los apóstoles y a la iglesia de Jerusalén (Hechos 9:26–27). Más tarde, buscó a Pablo en Tarso y lo llevó a Antioquía, para que lo ayudara en el ministerio de esa iglesia (Hechos 11:25–26). Bernabé también sirvió como maestro y profeta (Hechos 13:1); y más tarde, fue enviado por la iglesia junto con Pablo para la obra misionera (Hechos 13:2). El ministerio es servicio, y los cristianos del Nuevo Testamento sirvieron al Señor de diversas maneras.

Ministerio específico

I

El Señor separa a algunas personas para desarrollar un servicio específico, dentro de los variados y diversos ministerios de la iglesia. Pablo utiliza el ejemplo del cuerpo humano para ilustrar esos ministerios.

Jesucristo es la cabeza de su cuerpo, la iglesia (Efesios 1:22–23). Cada creyente es un miembro de su cuerpo y sirve de alguna manera (1 Corintios 12:4–6). Aunque todos los creyentes son llamados a ministrar en el sentido general que acabamos de mencionar, algunos reciben un ministerio específico, un servicio especial dentro de la iglesia La predicación y la enseñanza son dos ministerios específicos dados a la iglesia para preparar a todo el pueblo de Dios en el servicio cristiano a fin de que toda la iglesia llegue a la unidad y la madurez (Efesios 4:12–13). Estos dos ministerios ocuparán nuestro interés especial durante este curso.

REQUISITOS PARA EL MINISTERIO

Requisitos bíblicos

Leamos en oración las Escrituras asignada mientras consideramos los asuntos que están ante nosotros. Pregúntese: ¿Qué es lo que me dicen las Escrituras? El Espíritu Santo le ayudará a comprender lo que significa y cómo se aplica a usted.

Algunos de los requisitos para los ancianos (una palabra que describe a los pastores) del Nuevo Testamento los encontramos en 1 Timoteo 3:1–7. Estos versículos describen la clase de persona que usted debe ser si ocupará un lugar de ministerio en la iglesia. Antes de continuar, lea cuidadosamente este pasaje. Note que Pablo comienza elogiando a quienes desean un lugar en el ministerio. Este deseo de ministrar es una evidencia del llamado de Dios sobre su vida. Pero el deseo, aun el llamado, no es suficiente. Dios tiene requisitos básicos que usted deberá cumplir. Primero, usted debe ser lo que Dios quiere que sea; entonces, podrá hacer lo que él quiere que usted haga. Usted nunca se elevará más alto que su carácter en la obra de Dios.

Aquí está la necesidad de escudriñar su propio corazón. Cada persona que desea ministrar en la obra de Dios, debe preguntarse por qué tiene interés en hacerlo. ¿Por qué quiere enseñar, predicar, o servir? Sólo usted podrá responder a su propia conciencia y a Dios.

El apóstol Pablo comienza la lista de requisitos para quienes ministran diciendo que ellos deben ser irreprensibles o sin falta. Eso no significa que deben ser perfectos, sino que deben tratar de tener una buena reputación al no ser acusados de inmoralidad o de enseñar doctrinas falsas. El que ministra debe destacarse por su honestidad, pureza y rectitud. Estas son parte importante de un buen carácter cristiano. Este requisito se repite dos veces en Tito 1:6–7. (Véase también Tito 2:7–8.)

La primera carta de Pablo a Timoteo incluye algunas demandas específicas de la vida familiar de quien sirve en la iglesia. A fin de cumplir con estos requisitos, el hombre debe ser marido de una sola mujer y también tener control de su familia. La persona que ministra debe siempre ser ejemplo de moralidad cristiana en su vida familiar. Debe gobernar su familia con tanta honradez y amor que el respeto de sus integrantes hacia él eleve su liderato. El apóstol muestra la semejanza entre la vida de la iglesia y la familia. Si un hombre no puede gobernar su propia familia, tampoco podrá cuidar de la iglesia. Jesucristo enseñó este principio con estas palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25:21).

Un ministro cristiano debe ser sobrio, dueño de sí mismo y ordenado. No debe haber nada grosero ni deshonesto en la conversación o conducta de un ministro. Tanto sus modales como su apariencia deben representar bien al evangelio que predica.

En relación con el ministerio en sí, Pablo menciona tres requisitos en su carta a Timoteo. Primero, el ministro debe hospedar al que va de paso. En los días de Timoteo este era un mandamiento importante para la propagación del evangelio, debido a que quienes ministraban necesitaban lugares de estadía en sus viajes. También, esta costumbre fortalecía la hospitalidad entre los pueblos orientales. Abrir a otros el hogar para refrescarse, comer o aun para descansar en la noche, eran señales de hospitalidad.

Segundo, Pablo dice que el ministro debe ser apto para enseñar. Debido a que la mayor responsabilidad de quienes ministran es enseñar las Escrituras a otros, un ministro debe ser un maestro capaz. Una persona que se siente incapaz de enseñar debe dedicarse al estudio para llegar a ser un buen maestro.

Finalmente, Pablo no alienta a entrar en el ministerio a quienes son nuevos en la fe. Un recién convertido es como una semilla recién plantada. Necesitará tiempo para crecer, desarrollarse y llevar fruto. Una persona necesita tiempo para dar evidencias que posee cualidades de líder. El ministerio requiere esas cualidades, y únicamente siendo primero un discípulo es que una persona puede llegar a ser ministro eficaz de la Palabra. Por supuesto, eso no significa que un nuevo convertido no pueda tener un lugar de ministerio general o servicio como el descrito al principio.

Quienes ministran la Palabra son advertidos contra el amor al dinero. Ninguno es tan despreciado como el que entra en el ministerio por ganancia personal. Dios tiene un plan para satisfacer sus necesidades personales, y deberá buscarle a Él para que le dé provisión. La condenación llegará pronto al ministro que esté motivado por las ganancias.

Quienes sirvan en el ministerio deberán ser pacientes, no dados al vino, ni pendencieros. En lugar de borracheras, violencia y pleitos deberán ser conocidos por su amabilidad, gracia y paz.

Es muy importante que el cristiano que sirve en el ministerio sea respetado por quienes no pertenecen a la congregación. Una persona debe ser lo que le enseña a otra. Si existe deshonestidad, infidelidad o inconsistencia en la vida del líder, éste perderá influencia sobre quienes trata de guiar a Dios. No importa cuan devota, correcta o sincera sea la predicación o la oración; nuestros esfuerzos serán vanos si nuestras vidas están corrompidas.

Este breve estudio de las Escrituras acerca de los requisitos de Dios para los ministros puede parecer severo, exigente y además duro. Pero la misma Biblia que eleva y honra a la persona llamada al santo ministerio debe establecer una elevada norma de conducta. Un ministro cristiano debe reconocer siempre que está guiando a otros por lo que él mismo es y no sólo por lo que dice. La responsabilidad es grande porque el privilegio es grande. Jesucristo dijo: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas 12:48).

Requisitos generales

Estudio

Cada persona que tiene la responsabilidad de ministrar debe ser un estudiante de la Biblia. Si usted predica o enseña, deberá familiarizarse muy bien con las Escrituras que utilizará. John Wesley diría a sus estudiantes que se preparaban para el ministerio: “¡Conviértase en un estudiante o deje el ministerio!” Si usted predica o enseña, usted debe conocer bien las Escrituras que usa. Toda persona llamada a ministrar la Palabra es también llamada a estudiarla, porque lo primero demandará lo segundo. Si enseña que la lean, deberá saber cómo leerla. ¿Qué pensaría usted de un maestro de música que no conoce la música? ¿No pensaría lo mismo de un maestro de la Biblia que no la conoce? El estudio es el precio que debe pagar por el conocimiento que obtiene, y debe pagarlo si será un predicador competente del evangelio o un maestro de la Palabra. Consideremos algunas sugerencias acerca del estudio.

Usted necesita desarrollar el hábito del estudio diario y apegarse a éste. Evite, en todo lo que sea posible, cualquier distracción o interrupción del estudio. Mantenga su biblia y cuaderno de apuntes a su alcance. Lo mismo con cualquier otro recurso de estudio, con el propósito de utilizarlo cuando lo necesite. Escriba sus pensamientos mientras estudia. ¡La tinta más débil es mejor que la memoria más fuerte!

De la misma manera que necesita un tiempo regular para estudiar, necesitará también un lugar dónde estudiar. No importa para qué propósito utilice el lugar en otro momento, haga de ese su lugar de estudio en el horario que ha separado para ese fin. Haciendo así, al acudir a ese lugar estará condicionado mentalmente para esta parte importante de su labor cristiana.

Recuerde que el estudio de las Escrituras es, en cierto sentido, diferente al estudio que haga de otros libros. El objetivo principal es saber lo que la Biblia dice y comprender su significado. El mayor recurso de ayuda que posee es el Espíritu Santo. Jesucristo dijo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13).

Las Escrituras son la revelación divina. Por lo tanto debemos depender del ministerio guiador del Espíritu Santo para que nos guíe a toda verdad. Existen dos razones por las cuales debemos ser enseñados por el Espíritu. Primero, sólo el Espíritu conoce todo acerca de Dios. Segundo, sólo el Espíritu puede revelar las cosas de Dios.

Existen ayudas para el estudio que pueden ser utilizadas cada vez que sea necesario. Al mismo tiempo recibimos la ayuda especial del Espíritu mismo. Busque en Mateo 16:13–17 y lea cómo Pedro comprendió que Jesús era el Cristo. Notará que esta revelación le fue dada por el Padre y no por sabiduría humana.

Amor

El amor de Cristo debe ser la fuerza motivadora en todo aquel que ministra. Pablo dijo:

Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:14–15).

Ningún motivo para el ministerio será demasiado bueno o demasiado fuerte sin el amor de Cristo que proporciona a éste significado y poder. Un abogado, médico o comerciante puede servir a los hombres por motivos más inferiores, pero un ministro debe ser motivado por el amor de Cristo. Un joven predicador dijo en una ocasión: “¡Me encanta predicar!” A lo que un predicador mayor respondió: “Muy bien, ¿pero usted ama a la gente?” “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Como Pablo, usted también puede ser motivado por amor.

Actitud

Busque en 1 Pedro 5:1–7 y lea las instrucciones que Pedro proporciona acerca de la actitud correcta que uno debe tener hacia el ministerio. Él compara la tarea del que ministra con la del pastor. Él había escuchado cómo Jesús había utilizado esa figura después de su resurrección (Juan 21:15–19). Pocos días antes, Pedro había negado que era un seguidor de Jesús. Al conducirle de regreso a la comunión que había perdido, Jesucristo le pidió en tres ocasiones una confesión de amor y en cada una de ellas le dijo a Pedro que apacentara sus ovejas. Toda la responsabilidad de apacentar un rebaño incluye la alimentación y el cuidado de todas las necesidades, tanto de los corderos como de las ovejas. Este es un hermoso cuadro del cuidado pastoral.

Capacidad espiritual

Un ministro eficaz debe poseer tanto poder como entendimiento espiritual. La vida espiritual que recibió cuando fue salvo deberá ser cuidada como si fuera una planta joven y delicada. Al ocupar un lugar en el ministerio, su servicio será principalmente ministrar las cosas y necesidades espirituales. Pablo nos dice que Dios ha dado el Espíritu para que podamos conocer todo lo que ha provisto para la iglesia (1 Corintios 2:9–12). Cuando las cosas específicas que Dios ha provisto sean entendidas, entonces podremos ministrar a otros en el poder del Espíritu. Los discípulos conocían los hechos físicos del nacimiento, muerte y resurrección de Jesucristo; sin embargo, Él les ordenó que esperaran en Jerusalén para ser llenos con el Espíritu antes de que comenzaran a testificar a otros. Él prometió poder a quienes esperaran la venida del Espíritu (Hechos 1:4–8). ¿Osaremos hacer menos que ellos para prepararnos y ministrar a otros?

Otros requisitos son necesarios para el ministerio. Algunos pueden ser bíblicos, otros tradicionales o culturales y otros civiles. Debe cumplirse con todos los requisitos bíblicos. Deben obedecerse las leyes civiles a menos que específicamente se opongan a algún principio o mandamiento de la Biblia. El grado en que usted deba someterse a los requisitos de la tradición y la cultura es un asunto que debe decidir en su propia mente. La oración, el estudio de la Biblia y la dirección del Espíritu Santo le ayudará a formar sus creencias personales en estos asuntos. Todo esto se desarrollará y crecerá en la medida que usted continúe en el lugar de ministerio que Dios le ha preparado.

DOS MINISTERIOS ESPECIFICOS

El ministerio de la predicación

Ministerio significa servicio y porque hay diversas maneras de servir, existen diversas formas de ministrar. Pero hay ministerios específicos al cuerpo de Cristo también, como el de evangelistas, pastores y maestros. Ahora consideraremos los ministerios de la predicación y la enseñanza como dos métodos bíblicos para comunicar la Palabra de Dios.

La predicación es “proclamar públicamente, urgir a aceptar o abandonar una idea o curso de acción, exponer un sermón” (lo cual es una expresión extendida de un pensamiento acerca de un tema). Esta definición ha evolucionado del concepto de predicación del Nuevo Testamento que explicaremos más adelante. De esta definición aprendemos que predicación es la exposición de un sermón público y formalmente presentado por un ministro a una congregación. Normalmente, no hay interrupciones durante un sermón. El mensaje de la predicación es Jesucristo como Señor. La apelación principal de la predicación al evangelizar al perdido es arrepentimiento, fe y consagración. La predicación es, también, el medio por el cual los cristianos reciben alimentación espiritual y son capacitados para madurar en la fe.

El mandamiento de predicar fue dado por el Señor cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Pablo le pidió dos veces a Timoteo que predicara: “Te encarezco . . . que prediques la palabra,’ que instes . . .” (2 Timoteo 4:1–2). En otro lugar dice: “Haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5). La predicación es un método importante que Dios ha escogido para llevar el evangelio a toda la humanidad.

El ministerio de la enseñanza

El mandamiento de enseñar fue impartido por el Señor cuando dijo. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones . . . enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19–20). Pablo le dijo a Timoteo: “Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2). En la descripción que Pablo hace de un buen siervo de Jesucristo (1 Timoteo 4:4–16), él da este mandamiento: “Esto manda y enseña” (v. 11). La enseñanza es otro de los principales métodos que Dios ha escogido para llevar el evangelio a todas las naciones del mundo.

Enseñar es motivar el aprendizaje o ayudar a otro a obtener conocimiento o habilidad. Es la explicación en detalle de lo que ha sido proclamado y aceptado por fe. Un maestro es quien guía a los alumnos en la experiencia del aprendizaje. Y, aunque por una parte la enseñanza puede consistir en la expresión formal y extendida del pensamiento acerca de un tema, ésta puede consistir también en discusión de ideas entre los alumnos y el maestro. La enseñanza involucra el arreglo y el manejo de material de instrucción y la provisión de un buen medio para el aprendizaje. A veces, la experiencia del aprendizaje se lleva a cabo en aulas y otras fuera del aula.

El mandamiento de Jesús de enseñar incluye la idea de provocar en los hombres el deseo de seguirle y hacer de sus enseñanzas la norma en sus vidas (Mateo 28:19–20). Pablo agradece a Dios por los cristianos de Roma que habían obedecido la enseñanza que habían recibido (Romanos 6:17). Después del mensaje de Pedro, la multitud en Jerusalén quiso saber qué hacer y Pedro proporcionó mayor información a quienes preguntaron (Hechos 2:36–42). El contenido de la enseñanza cristiana es la Biblia. El objetivo de la enseñanza es comprender y practicar. La meta de la enseñanza es la madurez cristiana.

CONCLUSIÓN

La predicación y la enseñanza del Nuevo Testamento son en realidad dos expresiones de un ministerio. Sería incorrecto, entonces, limitar el significado de las palabras predicación y enseñanza diciendo que los ministros del Nuevo Testamento predicaron el evangelio al perdido o enseñaron la doctrina a la iglesia. La Escritura demuestra que hubo una medida de enseñanza en la predicación de Jesús y en la de los apóstoles y, también, cierto grado de predicación en sus enseñanzas. Note que hay una línea fina de distinción entre la enseñanza y la predicación en el ministerio de Jesús en las sinagogas (Mateo 4:23; Lucas 4:44; Marcos 1:21–22, 27, 38). De la misma manera, Pablo predicó y enseñó en la sinagoga de Corinto, persuadiendo tanto a los judíos como a los gentiles que Jesús era el Mesías (Hechos 18:4–5, 11). Y en Efeso él enseñó el mensaje de salvación y los perdidos fueron salvos (Hechos 19:8, 18–19). Después de la conversión del carcelero de Filipos, Pablo predicó el bautismo por agua y el servicio cristiano práctico (Hechos 16:30–34). En general, puede inferirse de los escritos del Nuevo Testamento, que la predicación está relacionada estrechamente con el fundamento de la experiencia cristiana y la enseñanza con la superestructura. Un edificio necesita de ambos para estar completo.

El mandamiento completo de la Gran Comisión es que la iglesia debe alcanzar a cada nación (Hechos 1:8), cada cultura (Mateo 28:19–20), y cada criatura (Marcos 16:15) por medio del testimonio, la enseñanza y la predicación.

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