El Hombre Cambia su Rumbo: Arrepentimiento

Había una vez un niñito a quien le gustaban mucho los alimentos dulces. Particularmente le gustaban los dulces y las galletas. Cierto día su madre horneó unas galletas y le dijo: “Hijo, no comas ninguna galleta sino hasta después de la cena.”

El niño deseaba probar esas galletas tan deliciosas y tentadoras. Conforme iba pasando el día, aumentaban su hambre y su deseo de probar las galletas. Finalmente, entró en la cocina sin hacer ruido, abrió la galletera y tomó dos o tres galletas. Pero al tratar de ponerle apresuradamente la tapa a la galletera la tiró al piso y la quebró. Casi de inmediato entró su madre para ver qué había pasado, y él comprendió que sería castigado. Entonces suplicó: “Mamá lo siento mucho. Por favor, no me castigues. Lo siento mucho de veras.” Ella dijo: “Sí, lo sientes mucho, pero no porque desobedeciste y tomaste las galletas, sino porque te sorprendí tomándolas.”

En este caso, el niño no se había arrepentido; más bien, se lamentaba por las consecuencias de sus actos. En esta lección usted examinará la diferencia entre el verdadero arrepentimiento y la preocupación por las consecuencias del pecado. Se maravillará al ver cómo se inicia el proceso de reconciliar a un Dios santo y lleno de amor con personas pecaminosas, y apreciará más la dulce acción del Espíritu Santo que lleva al hombre al arrepentimiento.

Bosquejo de la Lección

  • La naturaleza del arrepentimiento
  • Los aspectos del arrepentimiento
  • La relación con la restitución
  • El énfasis del Nuevo Testamento
  • La experiencia de arrepentimiento

Objetivos de la Lección

Al completar esta lección usted podrá:

  • Explicar por qué el arrepentimiento constituye una parte necesaria del proceso de salvación.
  • Analizar los aspectos del arrepentimiento y explicar la importancia de cada uno de ellos.
  • Describir la experiencia del arrepentimiento y sus resultados.

NATURALEZA DEL ARREPENTIMIENTO

En la lección 1 aprendimos que Dios proveyó salvación para toda la gente. Y que a través de la muerte expiatoria de Cristo, preparó la forma en que la gente volviera a El. Además, estudiamos que la salvación ofrecida suple toda necesidad espiritual, que lleva a la vida abundante, a una gran paz, al gozo supremo, y, finalmente, a la vida eterna. Pero a fin de que se inicie el proceso hermoso de la salvación, el hombre debe responder a la oferta de Dios. La reacción del hombre comienza con el arrepentimiento.

El título de esta lección sugiere que el arrepentimiento produce cambio. Para algunas personas, el arrepentimiento sugiere una molestia porque están muy contentos viviendo de acuerdo con sus motivos egocéntricos. Para otros, que viven sin esperanza y propósito en la vida, la luz del evangelio ofrece un cambio refrescante: paz mental, libertad del temor y una esperanza interminable. Mas para que ellos conozcan la gracia de nuestro Señor Jesucristo, la cual puede cambiar al desesperanzado, conmover al indiferente y producir vidas transformadas, es necesario que se proclame el arrepentimiento. El arrepentimiento es una condición absoluta de la salvación (Lucas 13:2-5). El arrepentimiento, combinado con la fe, produce la conversión.

Defnición del arrepentimiento

Cierto niñito definió el arrepentimiento de la siguiente manera: “Es algo que uno lamenta o siente, tanto como para ya no volverlo a hacer”. El arrepentimiento, como una moneda, tiene dos caras.

1. Es el acto por el cual uno reconoce el pecado, lo abandona y lo confiesa a Dios.

2. Es más que el simple alejamiento de sus pecados. ¡Significa abandonarlo total y completamente!

El arrepentimiento también incluye la idea de sentir lástima, sufrir pesar (dolor) y consolarse uno mismo. Además, arrepentirse significa “dar la espalda, cambiar el curso de acción”. En este sentido, arrepentimiento indica un cambio de voluntad o propósito.

Al estudiar el concepto del arrepentimiento, observará usted que en algunos versículos dice que Dios “se arrepintió” de alguna acción. Examinemos qué significa esa expresión.

Estos pasajes muestran que Dios se apesadumbró por las actitudes y acciones de su pueblo. Su pecado, desobediencia y rebelión contra Dios revelaron que necesitaban cambiar su norma de conducta.

Hemos aprendido que Dios, por anticipado, sabía cómo reaccionaria la gente a su gracia y su plan revelado. Pero su libre naturaleza, manchada por el pecado, bajo la inßuencia mortal de Satanás, no pudo producir el carácter justo y santo que Dios demanda y anhela de su pueblo. Cuando creó al hombre, escogió a Israel o seleccionó a Saúl, no determinó cómo reaccionaría a su gracia cada persona, aunque sabía cuáles serían los resultados finales. Cada cual tuvo la oportunidad de responder positivamente, pero no lo hicieron. (Consideraremos el tema del conocimiento previo de Dios con mayor profundidad en la lección 5.)

Debemos recordar que la naturaleza de Dios es inmutable, no cambia. Todo lo que hace es consistente con su naturaleza. Por tanto, cuando Dios le dijo a Nínive: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4), demostró su justicia y rectitud inmutables. Pero cuando se arrepintió Nínive, sus otras cualidades inmutables, misericordia y paciencia, se hicieron evidentes al “arrepentirse” y salvar a la ciudad. Dios, según este ejemplo, no cambió; los que cambiaron fueron los habitantes de Nínive. Todos los pasajes que se refieren al “arrepentimiento” de Dios pueden interpretarse de esta manera.

En el Nuevo Testamento observamos ejemplos de arrepentimiento que muestran claramente el significado de esta palabra. En Mateo 21:28-31, Jesús narra la parábola de los dos hijos. En esa parábola, el padre le pidió al hijo mayor que fuera a trabajar en la viña. El hijo respondió: “No quiero”, pero después, arrepentido, fue. La palabra griega traducida como arrepentimiento (cambio de parecer) también significa “lamentarse, experimentar un cambio de sentimientos, remordimiento”. Otras palabras que se traducen como arrepentimiento tienen el significado de haber adoptado un punto de vista de las cosas muy diferente del anterior. Esta persona ha experimentado un cambio de parecer y corazón. Ha reconocido sus errores y faltas, está sinceramente triste por ellos y está dispuesta a abandonarlos. La persona que se arrepiente, demuestra una actitud diferente hacia el pecado y Dios.

El arrepentimiento puede incluir un espíritu de pesar (Lucas 18:13) y quebranto (Salmo 51:17). Al confesar sus pecados, puede uno impresionarse por lo grave de ellos. Algunos, como el apóstol Pedro (Lucas 22:62), quizá lloren amargamente. Pero a pesar de la magnitud del pesar que uno sienta o exprese, lo importante estriba en confesar los pecados y tomar la decisión de abandonarlos. Ninguna cantidad de emociones puede sustituir su confesión y abandono.

El arrepentimiento incluye una tristeza piadosa por el pecado. El lamento de la persona verdaderamente arrepentida envuelve una profunda tristeza de corazón, no por temor a ser castigada, sino por el mal que le ha hecho a un Dios santo, lleno de amor y de gracia. Pablo se refiere a esta clase de tristeza al escribir a los creyentes corintios: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10).

Aunque es sumamente importante que usted reconozca el pecado y lo confiese, es también importante que le dé la espalda, lo abandone por completo. Recordará usted la ilustración de la tristeza del niño que desobedeció a su madre y rompió la galletera. Su tristeza no era de arrepentimiento verdadero. ¿Por qué? No tenía la intención de resistir futuras tentaciones de satisfacer sus deseos por lo dulce. El arrepentimiento consiste en volverse, darle la espalda al pecado.

El arrepentimiento no consiste sólo en sentirse triste por las acciones pecaminosas. Para que haya verdadero arrepentimiento, debe uno volverse del pecado. Por ejemplo, Mauricio fue sorprendido copiando en su examen. El maestro lo castigó dándole un cero de calificación. Mauricio se lamentó por haber sido sorprendido y no pasar el examen, pero no estaba triste ni lamentaba las veces que había copiado y no había sido sorprendido. Estaba triste, pero no arrepentido. De hecho, en la primera oportunidad volvería a copiar en otro examen. María también copia en los exámenes, pero su conciencia le molesta. Va a su maestro, confiesa su falta de honestidad y le ofrece aceptar el castigo. Ella se ha arrepentido verdaderamente porque ha decidido dejar de copiar. Alguien ha dicho que “el cielo está lleno de arrepentidos que antes eran pecadores; el infierno está lleno de personas que se lamentan”. El lamento o la tristeza por las acciones de uno no es suficiente; el arrepentimiento es necesario para ser perdonado y experimentar el gozo del perdón de los pecados.

En la pregunta 7, de seguro ya observó usted la diferencia entre Alonso y el padre de familia. El padre estaba profundamente triste por su error, pero continuaba haciendo las mismas cosas que lo habían llevado al trágico accidente. Alonso, sin embargo, no sólo estaba triste. Reconoció sus errores y tomó una decisión; experimentó un cambio de parecer y corazón y dejó su vida de crimen.

En Lucas 16:19-31, observamos que el hombre rico en el infierno clamaba que le tuvieran lástima. Estaba profundamente triste, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Quienes no se arrepienten ahora algún día llorarán y se lamentarán (Mateo 13:42, 50; Lucas 13:28), pero no en arrepentimiento verdadero. Llegará el día cuando clamarán a las rocas y las montañas que los cubran para esconderlos del juicio divino (Apocalipsis 6:16-17) porque no estuvieron dispuestos a volverse de sus pecados.

La tristeza sin un genuino cambio de parecer y corazón sólo conduce a la desesperación. Pero el arrepentimiento verdadero, o la tristeza piadosa que conduce a la salvación (2 Corintios 7:10), envuelve un cambio de parecer y corazón. La tristeza por nuestros fracasos, faltas y errores (sin el cambio de corazón y parecer), hace que fijemos nuestra atención en nuestras debilidades y errores. Esta clase de tristeza hasta nos hace odiarnos a nosotros mismos, aunque quizá odiemos el pecado. Pero el arrepentimiento abre de par en par las puertas de la misericordia y el perdón divinos. El verdadero arrepentimiento nos ayuda a ver más allá de nuestra condición infeliz y miserable, hasta la cruz de Cristo, donde hay libertad, luz y vida.

En la respuesta a) observamos la tendencia que ha conducido a mucha gente a mal entender por completo la naturaleza del arrepentimiento. Esta es la idea de que uno puede ganarse el favor divino haciendo buenas obras. Como hemos estudiado, el arrepentimiento, unido a la fe en Cristo, produce conversión, en tanto que las buenas obras forman parte de un plan no-bíblico para ganar méritos delante de Dios. No hay nada que agregarle a la obra de expiación de Cristo. Lo que es más, una persona bien puede hacer buenas obras sin dejar jamás sus pecados, creyendo erróneamente que mientras haga buenas obras puede continuar en sus pecados. Pero en arrepentimiento un pecador debe reconocer sus pecados, volverse de ellos, confesarlos a Dios y abandonarlos por completo. Sólo de esta manera serán perdonados sus pecados; sólo de esta manera disfrutará de los beneficios de la gran salvación de Dios.

ASPECTOS DEL ARREPENTIMIENTO

El arrepentimiento bíblico tiene tres aspectos o ideas: el intelectual, el emocional y el volitivo (al que nos referiremos como “un acto de la voluntad”). Para ilustrar estos aspectos de arrepentimiento, consideremos el ejemplo siguiente. Supongamos que usted viaja en un autobús y de pronto se da cuenta de que abordó el autobús equivocado y que viaja en rumbo opuesto a su destino. Este conocimiento corresponde al aspecto intelectual por el que una persona reconoce, por el ministerio de la Palabra de Dios, que no está bien con Dios. Usted se siente molesto cuando descubre que viaja en el rumbo opuesto a su destino. Se llena de ansiedad, incluso se siente temeroso. Estos sentimientos ilustran el aspecto emocional del arrepentimiento, el cual es un pesar y tristeza genuinos por haber ofendido a Dios (2 Corintios 7:9-10). Usted se baja del ómnibus en la primera oportunidad y aborda el de la ruta correcta. Esta decisión ilustra un acto de la voluntad: dar la vuelta por completo y comenzar a caminar rumbo a Dios. Esta sencilla ilustración muestra que el verdadero arrepentimiento inßuye sobre el intelecto, las emociones y la voluntad del pecador arrepentido.

El precio de volverse del pecado es muy alto: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). El arrepentimiento envuelve cada parte de nuestra vida. No significa el simple reconocimiento de pecados y tristeza por el pasado, sino también nuestras intenciones para el futuro. Consiste en el abandono de nuestra propia forma de ser para adoptar la de Dios en obediencia y compañerismo con El.

A menudo escuchamos sermones que enfatizan la invitación de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados” (Mateo 11:28), pero aquel que dice “venid” al pecador también le dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros” (v. 29). No podemos “sencillamente aceptar a Cristo y ser salvos”, sin ningún compromiso. Es imposible aceptar al Señor Jesucristo como nuestro Salvador sin involucrar nuestro intelecto, emociones y voluntad, que comprenden todos los aspectos de la vida: nuestros afectos, deseos e intenciones. Debe haber una rendición total al señorío de Cristo y la aceptación de su yugo de todo el corazón.

RELACION CON LA RESTITUCION

En Lucas 3:3-18 dice que Juan el Bautista predicaba las buenas nuevas al pueblo y los exhortaba a cambiar de vida. En el versículo 8 los exhortó a producir “frutos dignos de arrepentimiento”. Juan les estaba pidiendo que dieran evidencia de un arrepentimiento genuino. La restitución consiste en regresar lo que se ha tomado con propósitos malsanos o enmendar el mal que se ha hecho.

La restitución es un principio introducido en la ley del Antiguo Testamento (Exodo 22:1; Levítico 6:5; Números 5:6-7). Aunque la costumbre de hacer restitución por el mal cometido es bíblica y se ha practicado todo el tiempo, hemos de comprender que en sí misma no salva a nadie.

La restitución es una evidencia visible de nuestra decisión de volvernos del pecado a Cristo. Respalda nuestro testimonio de que estamos siguiendo a un nuevo amo. Aunque la restitución no es un medio de salvación, es una indicación saludable de que hemos experimentado la gracia salvadora de Dios.

EL ENFASIS DEL NUEVO TESTAMENTO

Un mensaje continuo

La Biblia declara que el arrepentimiento constituye el primer paso en el retorno del alma a Dios (Ezequiel 14:6; 18:30; Malaquías 3:7; Lucas 13:3, 5). Sin arrepentimiento, nadie puede ser salvo. Por tanto, el llamado al arrepentimiento es primordial en el llamamiento de Dios al pueblo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La súplica compulsiva y urgente de los profetas del Antiguo Testamento, terminando con Malaquías, fue revivida en el poderoso mensaje de arrepentimiento proclamado por Juan el Bautista (Mateo 3:2, 8, 11; Marcos 1:4; Lucas 3:3, 8).

En el Nuevo Testamento se encuentra un desarrollo definitivo del uso de la palabra arrepentimiento. Sólo en el Nuevo Testamento las palabras arrepentirse y arrepentimiento se usan 64 veces. Desde un desierto de Judea, Juan el Bautista proclamó la advertencia al pueblo judío de que debían arrepentirse ante la inminente venida del Mesías (Mateo 3:1-12). Su mensaje de arrepentimiento produjo grandes resultados entre el pueblo, y multitudes se arrepintieron y renovaron la consagración de sus vidas a Dios. Sin duda alguna, muchas de estas personas que respondieron sinceramente a la predicación de Juan se hallaban entre los miles que se afiliaron a la iglesia en el día de Pentecostés y los días siguientes inmediatos.

Jesús comenzó su ministerio público en Galilea, y como Juan, también El declaró: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17; compárese con Marcos 1:15). Según Mateo 4:17 (en la Versión Popular) la definición del arrepentimiento es:

“Vuélvanse a Dios, porque el reino de Dios está cerca.” El arrepentimiento siguió ocupando un lugar muy importante en la predicación de Jesús y sus discípulos (Mateo 11:21-22; 12:41; Lucas 5: 32; Marcos 6:12).

Uno de los últimos mandamientos que Jesús dio antes de ascender al cielo consistió en que se predicara el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones (Lucas 24:47; Hechos 1: 8). Pero el mensaje de arrepentimiento y fe plenamente desarrollado aparece en el libro de Hechos, donde se recalca desde el principio hasta el fin. Pedro predicó el arrepentimiento para perdón de los pecados en el día de Pentecostés y miles se arrepintieron (Hechos 2:38). Continuó predicando este mismo mensaje y poco después muchos se arrepintieron de sus pecados y se volvieron a Dios (Hechos 3:19). En su ministerio posterior, por medio de cartas, dijo respecto al Señor: “Es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

El apóstol Pablo predicó el arrepentimiento al concilio de la ciudad de Atenas (Hechos 17:30). Y al hacer un resumen de su ministerio dijo que lo había cumplido “testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Agregó el factor de la ignorancia del arrepentimiento: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).

El tema del arrepentimiento se repite con frecuencia en la Biblia. Porque mientras exista la necesidad de la salvación del pecado, existirá la necesidad del arrepentimiento. Esta verdad ha estado en vigencia desde la caída del hombre, y seguirá hasta que haya pasado el tiempo de la gracia y la oportunidad de arrepentirse.

Quiénes deben arrepentirse

El llamado al arrepentimiento es universal. “Dios pasó por alto en otros tiempos la ignorancia de la gente, pero ahora ordena a todos, en todas partes, que se vuelvan a él” (Hechos 17:30 Versión Popular). En este llamamiento se incluye a todo ser humano. A todos aquellos que nunca han creído en Cristo se les invita a dar el paso de arrepentimiento, a recibir el perdón divino y a pertenecer a la familia de Dios (Juan 3:15-17; Tito 2:11; Apocalipsis 22:17).

El llamado al arrepentimiento también incluye a quienes ya han creído en Cristo y le siguen. En ocasiones los creyentes pierden su celo por Cristo cuando se enfría su amor hacia El. Los creyentes de Efeso habían caído en ese estado (Apocalipsis 2:5). Por ello se les exhortó a que urgentemente renovaran su relación con Cristo. Otros más, como los de Laodicea, se volvieron tan indiferentes en lo espiritual que su misma vida espiritual estaba en peligro (Apocalipsis 3:1517). El verdadero arrepentimiento es el único remedio para los que están muertos espiritualmente, que son indiferentes e impenitentes. El arrepentimiento constituye la única manera de volverse a Dios cuando se ha experimentado fracaso y pecado. La promesa divina de perdón, si confesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9), se dirige principal-mente a los creyentes, aunque puede aplicarse a cualquiera que esté dispuesto a arrepentirse.

LA EXPERIENCIA DE ARREPENTIMIENTO

¿Por qué es necesario?

A la pregunta: “¿Por qué es necesario el arrepentimiento?” podemos contestar: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Aquí se incluye a todos, nadie queda excluido (excepto el Señor Jesucristo). Recordará usted que en la lección 1 estudiamos que el pecado consiste en la incapacidad de vivir de acuerdo con la ley de Dios, o en quebrantarla abiertamente. El guardavía que no tiene cuidado de bajar las barreras de seguridad, con lo cual hace que el tren atropelle a un automóvil lleno de gente inadvertida que mueren allí mismo, es tan culpable de esas muertes como un criminal que voluntariamente dispara y asesina a una persona. El guardavía es culpable del pecado de omisión porque sabía lo que se le demandaba, pero no lo hizo (Santiago 4:17). El criminal que voluntariamente dispara y mata a otra persona es culpable de pecado de comisión. Es culpable de quebrantar la ley (1 Juan 3:4). Ya sea que nuestros pecados sean de omisión (no hacer lo ordenado) o de comisión (hacer lo prohibido), estamos seguros de que todo acto malo es pecado (1 Juan 5:17).

Por haber pecado, somos culpables ante Dios. La ley demanda la imposición de una pena. Y puesto que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), en nuestro estado pecaminoso nos hallamos bajo condena, indefensos. Pero Dios ofrece perdón y vida eterna para todos los que aceptan su perdón.

¿Cómo se produce?

Pablo pregunta en Romanos 2:4: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” Dios, en su misericordia y amor, dirige a la gente al arrepentimiento (Juan 6:44), pero usa una gran variedad de formas para llevarlos a esta experiencia. Una de ellas se lleva a cabo a través del ministerio de la Palabra de Dios en general. Cuando Jonás predicó la palabra de Dios a los ninivitas, ellos creyeron y se apartaron de su mala conducta y actos pecaminosos (Jonás 3:4.8, 10).

Además, la predicación de la cruz produce arrepentimiento. El mensaje del amor de Dios demostrado en la cruz impulsa a la gente en gran manera. Apela a quienes se encuentran en su miseria, indefensos en sus pecados, necesitados de sanidad espiritual (Mateo 9:13). Tal amor, el cual hace posible que los seres humanos indignos sean perdonados, conduce al arrepentimiento.

Una visión fresca de Dios también produce arrepentimiento. Cuando Job vio la majestad de Dios revelada, se despreció a si mismo y se arrepintió (Job 42:1-6). Como podemos ver, la bondad de Dios nos conduce al arrepentimiento a través de la Palabra de Dios en general, a través de la predicación de la cruz y por medio de una visión fresca de Dios. También El usa otros medios.

¿Ha oído en alguna ocasión la frase de que “la gente sólo mira hacia arriba cuando se acuesta boca arriba”? Nuestro Padre celestial lleno de amor con frecuencia permite que experimentemos eventos más drásticos para que podamos reconocer nuestra necesidad (Apocalipsis 3:19). En ocasiones las dificultades o las tragedias nos ayudan a reconocer nuestra necesidad de Dios. Recuerde, el hijo pródigo no “volvió en sí”, ni se arrepintió, ni regresó al hogar, hasta después de reconocer la magnitud de su problema (Lucas 15:17-20).

En ocasiones Dios usa el ejemplo o testimonio de creyentes piadosos y dedicados para conducir a la gente al arrepentimiento. Hemos de estar seguros de que Dios usará los medios necesarios para hablar al corazón de la gente.

¿Cuáles son sus resultados?

Verdaderamente son grandiosos los resultados del arrepentimiento. Produce gozo en el corazón del pecador, y al mismo tiempo crea regocijo entre los ángeles de Dios en el cielo (Lucas 15:10). El arrepentimiento abre la puerta que conduce a la fe y al perdón de pecados. Juan dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Imagínese que la salvación es como una cadena y luego piense en el arrepentimiento, la fe y la conversión como eslabones. Como en una cadena se separan los eslabones, lo mismo hacemos en la “cadena de salvación”. Cada eslabón está separado, pero a la vez vinculado a los demás “eslabones”. Al iniciarse el proceso de arrepentimiento, comienza una “reacción en cadena” en la que la fe, la conversión, la regeneración, la justificación y la adopción se unen para producir la experiencia milagrosa de la salvación.

Siguiente lección