Dios Realiza una Nueva Creación: Regeneración

Rani Chowdhury sentía una gran hambre y necesidad en su corazón. Quizá no tenga la religión verdadera, pensaba ella. Por tanto, se cambió del hinduismo a otro sistema de religión. Pero su nueva religión tampoco le satisÞzo, por lo que siguió buscando como si se tratara de una ganga en el mercado. Nada le traía la paz. Entonces oyó acerca de la religión cristiana. “Me arrepentiré de mis pecados”, dijo, “me someteré al bautismo del cual me han hablado, y así me lavaré de mis pecados.” Pero aunque fue bautizada y se esforzó por vivir bien, sabía que le faltaba algo más. Entonces comprendió que sólo había cambiado un sistema religioso por otro. Era como una persona en un traje sucio que va de un cuarto a otro. Aun continuaba en su ropa sucia. El cambiar de cuarto no le había dado limpieza. Su problema consistía en que no había experimentado el nuevo nacimiento. Había aceptado el cristianismo, pero no al Cristo del cristianismo.

Debido a que ella buscaba sinceramente la verdad, el Espíritu Santo abrió su entendimiento. Se consideró no sólo como una persona necesitada de una religión, sino como una pecadora necesitada de un Salvador. Reaccionó favorablemente al llamamiento del Espíritu Santo, puso su conÞanza en Jesús, le entregó su vida totalmente a El, y lo aceptó como su Salvador y Señor. En ese momento conoció a Cristo personalmente. Nació de nuevo; no sólo se convirtió, sino que también fue regenerada. Recibió una nueva naturaleza, y su vida fue transformada verdaderamente.

En esta lección consideraremos este aspecto de la salvación, la regeneración: el acto divino que imparte vida espiritual al pecador arrepentido al unirse a Cristo.

Bosquejo de la Lección

  • La deÞnición de la regeneración
  • La necesidad de la regeneración
  • La experiencia de la regeneración

Objetivos de la Lección

Al completar esta lección usted podrá:

  • Explicar la regeneración como se presenta en la Biblia.
  • Citar pasajes en apoyo de la verdad de que la necesidad de la regeneración es universal.
  • Exponer la experiencia de la regeneración.

DEFINICION DE LA REGENERACION

En la unidad 1 estudiamos la reacción de la gente al llamamiento evangélico de arrepentimiento, fe y conversión. Estos son los elementos de la reacción activa de cada pecador. Ahora consideraremos la actividad de Dios en la salvación, y veremos que en este punto la gente es pasiva por lo general. Porque sólo Dios puede encender la chispa de vida espiritual en los corazones de los que están muertos espiritualmente debido a su desobediencia (Efesios 2:5).

El destino supremo del hombre consiste en vivir con Dios por la eternidad; pero la naturaleza humana, en su condición presente, no tiene la capacidad para vivir en un reino celestial. Por ello la vida celestial debe venir de arriba para transformar la naturaleza humana a Þn de poder pertenecer a ese reino.

Características de la regeneración

La regeneración es el acto de Dios que imparte vida espiritual al pecador arrepentido al recibir al Señor Jesucristo (Tito 3:5). Es un acto sobrenatural que ocurre al instante en que el pecador recibe a Cristo. El que se arrepiente no sólo recibe vida divina, sino también una nueva naturaleza (2 Pedro 1:4). Así viene a ser una nueva creación (2 Corintios 5:17).

Observe que en la regeneración el Espíritu Santo se encarga de revivir a los muertos espiritualmente (Juan 6:63; Romanos 8:1-10; Efesios 2:1). Juan Wesley dijo que la regeneración es “el cambio grandioso que Dios opera en el alma cuando la despierta a la vida; cuando la levanta de la muerte del pecado a la vida de justicia”. En este acto, entonces, Dios revive espiritualmente por el Espíritu Santo a los muertos en lo espiritual y les imparte vida espiritual. Estas personas experimentan renovación, restauración y regeneración espiritual. Son regenerados por el Espíritu Santo.

Términos bíblicos de la regeneración

En la lección 1 estudiamos la caída de Adán y el pecado que fue transmitido a la raza humana. Aprendimos que toda la gente lleva las cicatrices de la caída, entre las cuales se encuentra una naturaleza corrupta. Debido a la caída, la gente perdió su comunión con Dios. Pero por la obra de Cristo en el Calvario, han sido modiÞcados los resultados de la caída. Cuando la gente se arrepiente, cree en el Señor Jesucristo, lo recibe como su Salvador y se convierte; le es restaurada su vida espiritual o comunión con Dios. Por tanto, la regeneración es la restauración de vida espiritual. Es el cambio sobrenatural instantáneo que produce el Espíritu Santo en el que se arrepiente y cree.

El término más común usado para deÞnir la regeneración es “nacer de nuevo” o “nacido de Dios”. Y aunque la palabra regeneración sólo se usa dos veces en la Versión Reina-Valera Revisión 1960 en Mateo 19:28 y Tito 3:5, la experiencia a que se reÞere, renacer o nacer de Dios, es común en la Biblia. Sin nacimiento no puede haber vida. La vida natural comienza cuando uno llega al mundo por el nacimiento, y, de igual manera, entra en el plano espiritual por el nacimiento.

Jesús le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:6-7). Nuestros padres nos dieron el nacimiento natural; pero Dios nos da el espiritual. Este nacimiento espiritual convierte a Dios en nuestro Padre (Juan 1:13; 1 Juan 3:9). Pablo se reÞere a la experiencia de la regeneración en términos de una nueva creación: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

La antigua naturaleza no regenerada es como una semilla en la superÞcie de la tierra. Mientras siga siendo semilla, nunca germinará, ni crecerá, ni dará fruto. Tiene el potencial de la vida, pero necesita algo más para que pueda vivir y producir. Necesita ser revivida. Como ya lo hemos estudiado, la regeneración es el acto de Dios por el cual los muertos espiritualmente son revividos por el Espíritu Santo, para que el germen de la vida divina implantado en ellos pueda comenzar a germinar, crecer, producir fruto.

La naturaleza de la regeneración

Una experiencia pasiva

Como ya lo hemos mencionado, en la regeneración la gente es relativamente pasiva. La responsabilidad de la gente en la regeneración puede compararse con la relación que existe entre un médico y un paciente. El médico no puede realizar una operación sino hasta que el paciente lo autorice. Sin embargo, una vez que éste lo autoriza, el médico toma el control total. Con todo, ningún paciente se queda pasivo totalmente, porque el médico no comienza a actuar sino hasta que el paciente lo autoriza. En la salvación nos enfrentamos a una situación similar. Dios no actúa sino hasta que estamos de acuerdo. Cuán hermoso es saber que le podemos conÞar nuestras almas con todas sus debilidades, heridas y tristezas al gran Médico.

Una experiencia repentina

La experiencia por la que divinamente se imparte vida a las almas de la gente ocurre en forma repentina. El nacimiento natural siempre es una crisis y el nacimiento espiritual no es la excepción a la regla. Todos sabemos el día en que nacimos. Llegamos a este mundo repentinamente, en cierto momento. De la misma manera, el nuevo nacimiento es una experiencia de crisis. Quizá tardemos un poco en llegar al punto de crisis, pero cuando llegamos, ocurre repentinamente. Veámoslo de esta manera: alguien le ofrece a usted un regalo; hay un momento en que usted no tiene el regalo, pero unos instantes después lo recibe. Le ofrecieron el regalo y usted lo tomó repentinamente. Así es la vida espiritual. En cierto momento usted no la posee y de repente la recibe. El nuevo nacimiento es una experiencia deÞnitiva y decisiva. La nueva vida de lo alto se recibe repentinamente.

Una experiencia misteriosa

La nueva vida espiritual también aparece misteriosamente. Jesús no trató de explicar el cómo del nuevo nacimiento, sino el por qué: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Lo físico y lo espiritual pertenecen a dos diferentes planos, y uno no puede producir el otro. La naturaleza humana puede reproducir la naturaleza humana, pero sólo el Espíritu Santo puede producir la naturaleza espiritual.

El cristianismo no consiste en un sistema de ética o código moral; es el impartimiento de nueva vida: la vida de Dios implantada en el corazón del hombre por la operación del Espíritu Santo. En su forma soberana de operación, el Espíritu Santo repentina y misteriosamente actúa en la naturaleza interna del hombre produciendo vida y luz donde sólo había tinieblas, muerte y aridez. Por esta operación misteriosa del Espíritu nace una nueva criatura. Sólo cuando las personas han nacido del Espíritu reciben una nueva naturaleza. Esta nueva naturaleza las capacita para el cielo, razón por la cual Jesús declaró el principio inmutable: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). Porque para que una persona entre en el cielo, debe tener una nueva naturaleza adecuada para el cielo.

Una experiencia en desarrollo

Finalmente, aunque la nueva vida espiritual se obtiene en forma repentina, su desarrollo es progresivo. Como lo estudiaremos en detalle después, todos los que reciben a Cristo son separados para Dios. Junto con esta separación se contrae la responsabilidad de vivir para El todos los días. Cada nuevo creyente recibe el llamamiento a mantener su dedicación a Dios y a desarrollarse en la imagen de su Hijo (Romanos 8:29).

Ideas erróneas acerca de la regeneración

Circulan algunas ideas erróneas muy comunes respecto a la regeneración. Aunque no podemos tratarlas en detalle, quiero que usted esté al tanto de ellas. En el futuro, al leer y estudiar, podrá usted ampliar su investigación de estas materias.

La idea errónea más común consiste en que las personas experimentan la regeneración al momento del bautismo. Quienes sostienen este punto de vista creen que todos los efectos de la caída son removidos por el bautismo en agua, y los pecados cometidos después del bautismo son borrados por los sacramentos de la iglesia, como la Comunión (la Cena del Señor o Santa Cena). Estas personas creen que el bautismo es el medio de la salvación. Examinemos las Escrituras para buscar evidencia del propósito y el lugar del bautismo en la vida del que recibe a Cristo.

Como usted recordará, Juan el Bautista vino predicando y bautizando. El mensaje que predicaba era: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), y sus oyentes confesaban sus pecados y eran bautizados por él (véase Mateo 3:6; Marcos 1:4-5; Lucas 3:3, 7-8). Jesús también comenzó su ministerio ganando y bautizando creyentes, “aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos” (véase Juan 4:1-2). Poco antes de ascender al cielo, Jesús les mandó a sus seguidores que fueran a hacer “discípulos a todas las naciones”, después de lo cual deberían bautizarlos (Mateo 28:19). Los apóstoles obedecieron la orden del Señor y bautizaron a los creyentes como parte esencial de su ministerio. En el Día de Pentecostés, Pablo predicó:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno” (Hechos 2:38). Queda bien claro que el bautismo fue instituido por el Señor, y fue predicado por la iglesia primitiva. También ha quedado bien claro que los nuevos creyentes eran bautizados después que se arrepentían de sus pecados y creían en el Señor Jesucristo.

En Juan 3:5 Jesús usa el agua como símbolo de la limpieza que se recibe a través de su obra expiatoria. En el Antiguo Testamento, el agua simbolizaba el proceso de lavado que se llevaba a cabo en el ritual del templo. El judío ortodoxo interpretaba el agua en un contexto religioso como elemento de limpieza. Por ello, cuando Jesús charló con Nicodemo le dijo que sólo entraría en el reino de los cielos si era limpio de pecado y recibía vida nueva por el Espíritu Santo.

En Tito 3:5, donde Pablo dice que Dios “nos salvó . . . por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”, se reÞere a la limpieza del pecado que experimentamos. Porque en el momento de la regeneración “las cosas viejas pasaron”, limpiadas por un acto sobrenatural, y “todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). En este punto al nuevo creyente se le ordena que después de su experiencia de regeneración prosiga al bautismo en agua.

El bautismo constituye un testimonio externo al mundo del cambio de naturaleza interna. Simboliza la muerte y la sepultura de la naturaleza pecaminosa y el nacimiento de una nueva naturaleza (Romanos 6:3-5). El apóstol Pedro agrega que el bautismo es símbolo de obediencia (1 Pedro 3:21). En este versículo también declara que el bautismo no tiene valor alguno al lavar lo sucio del cuerpo; y podríamos agregar que tampoco tiene valor alguno para lavar ni remover el pecado ni los efectos de la caída. (Véase Hebreos 9:22, 26-28.) Por tanto, aunque el bautismo constituye un deber bíblico para cada creyente, sencillamente da testimonio de la realidad de la regeneración. Es una expresión pública de la fe en Cristo.

Otra idea común pero equivocada consiste en que la regeneración perfecciona a una persona. Recuerdo una frase que se usa para contestar a tal declaración: Los creyentes no son perfectos, sólo perdonados.” Comparemos el nacimiento natural con el espiritual. Aunque un bebé tiene la posibilidad inherente de llegar a la madurez, sigue siendo un bebé. En el plano espiritual un recién convertido es un niño espiritual. Tiene la posibilidad de llegar a la madurez, pero apenas es un infante. La regeneración no produce una persona espiritual plenamente desarrollada; sin embargo, indica una reacción espiritual entre Cristo y el creyente. “Todo aquel que permanece en él no peca” (1 Juan 3:6). Más bien, comienza el viaje y avanza hacia la madurez cristiana.

Algunos creen erróneamente que se obtiene la regeneración por medio de una vida buena y noble, caracterizada por las buenas obras. Creen que por ser buenos, Dios será justo y les otorgará la salvación. Sin embargo, la Biblia dice que todos han pecado y que necesitan a un Salvador (1 Juan 1:10). Quien tiene al Hijo de Dios tiene vida eterna y quien no lo tiene no posee vida espiritual (1 Juan 5:11-12). Dios nunca hubiera provisto un sacriÞcio de precio tan alto para salvar a los seres humanos si éstos no hubieran estado perdidos totalmente y sin esperanza alguna (Juan 3:1618). Sólo cuando creemos en El y nos entregamos totalmente a El podemos ser transformados y preparados para entrar en el cielo. Las buenas obras son el fruto de una vida transformada: no son la raíz o fuente de ellas.

Otros creen erróneamente que la educación resolverá los problemas del mundo y regenerará a la gente. En estos últimos años la gente ha desarrollado casi una fe ilimitada en ellos mismos y sus logros. Mas a pesar del vasto aumento de conocimiento, aún siguen los problemas. Las guerras han continuado y aumentado en este siglo, y la muerte de millones de seres inocentes da testimonio de la incapacidad de la educación para transformar la naturaleza humana corrupta, la fuente misma de los problemas de la gente.

La educación puede iluminar la mente y extender la visión de la vida al corregir ideas y prácticas falsas, pero no puede remediar la naturaleza corrupta de la gente. El conocimiento que no se consagra a Dios sólo llena de orgullo a la persona (1 Corintios 8:1). No tiene poder para producir el cambio instantáneo en la naturaleza del que desea nacer de nuevo. Sólo el Espíritu Santo puede lograrlo. Si la educación produjera la regeneración, sólo una parte mínima de la población mundial podría experimentar el nuevo nacimiento, pero la educación no es el medio de la regeneración. Dios ha puesto la regeneración al alcance de toda la gente.

Otras personas erróneamente creen que la aÞliación con una iglesia equivale a la regeneración. Aparentemente este razonamiento es lógico, pero la aÞliación con la iglesia sólo nos identiÞca con una institución. No tiene relación con los problemas básicos de la muerte espiritual y la naturaleza corrupta. Es bueno ser miembro de una iglesia, pero se necesita nacer de nuevo para ser miembro del cuerpo de Cristo.

Finalmente, otros creen que por participar en limpiezas ceremoniales, rituales, observancias y oraciones serán regenerados y hechos aceptos delante de Dios. Pero quienes se ocupan en todo ello quizá no sepan nada de la libertad del pecado y una vida transformada. Una persona bien puede llevar a cabo todos los deberes impuestos por su religión y seguir muerto en lo espiritual.

LA NECESIDAD DE LA REGENERACION

La regeneración es necesaria por dos razones básicas: por la naturaleza del hombre y por la naturaleza de Dios. Jesús recalcó que la necesidad más profunda y universal de toda la gente es un cambio total de su naturaleza y carácter. Las personas han sido afectadas y dañadas por el pecado, como resultado de la caída, y este daño se reßeja en su comportamiento y sus diversas relaciones. Pecan porque son pecadores, y sus acciones reßejan lo que son: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23); “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10); “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

¿Se ha preguntado alguna vez por qué la gente actúa como lo hace? ¡Pecan sencillamente por lo que son! Si está usted en Adán, hará lo que él hizo. Si está usted en Cristo, hará lo que El hace. Yo soy uno de los Duncan, porque nací dentro de la familia Duncan. Me parezco a mi padre. Camino como él caminaba. No lo hago conscientemente porque desee imitarlo, sino porque soy su hijo y llevo las características de los Duncan. Nací como miembro de esa familia. De la misma manera, poseemos las características de nuestra familia humana caída.

Nuestra naturaleza humana nos lleva a pecar, y si no recibimos una nueva naturaleza, continuaremos pecando. Nuestra naturaleza antigua se revelará. No puede evitarse. En nuestra condición de muerte espiritual, nuestras acciones se caracterizan por ira, pasión, sentimientos de odio, insultos, y vocabulario obsceno, obras de la naturaleza antigua o el yo (Colosenses 3:8-9). En esta condición no podemos disfrutar de comunión con Dios, porque no poseemos nada que nos haga dignos de ella. Somos esclavos del pecado (Romanos 6:16), y la capacidad para hacer lo bueno no está en nosotros, aun cuando poseamos la buena intención o deseo de hacerlo (Romanos 7:18). Las personas muertas en lo espiritual viven de acuerdo con lo malo del mundo. Obedecen al enemigo de Dios, Satanás, el espíritu que ahora controla a los que desobedecen a Dios. Viven de acuerdo con deseos naturales, haciendo lo que les dictan sus cuerpos y mentes. Están destinados al castigo de la ira de Dios (Efesios 2:1-3).

El pecado ha corrompido por completo a la gente en espíritu, alma y cuerpo. Además de estar muertos espiritualmente, su intelecto también resultó afectado por la caída. A pesar de los avances de la sociedad moderna, la gente sigue muerta en cuanto a las cosas de Dios (1 Corintios 2:14), y aún los más inteligentes que no han sido regenerados tienen “el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18). Pero aun en su condición caída, el ser humano es la corona de la creación de Dios. Aún lleva la imagen de Dios y, aunque no comprenden a Dios, su inteligencia en otras áreas es sobresaliente. En la caída no perdieron su capacidad de conocer y comprender. Sin embargo, por su falta de dimensión espiritual, tienen conocimiento incompleto. Tienen los hechos, pero no saben cómo interpretarlos. Por ello, desarrollan su propia Þlosofía de la vida, que por lo general excluye a Dios. También, su concepto de Dios es tan erróneo que no representa correctamente la naturaleza de Dios ni la forma en que debería ser adorado.

Nuestro estudio de la necesidad de la regeneración aparentemente indica que sólo la gente muy impía necesita nacer de nuevo. Pero las Escrituras declaran que todos son culpables delante de Dios y necesitan ser revividos espiritualmente.

En cada caso mencionado las personas eran buenas, rectas, pero necesitaban recibir vida espiritual. En ocasiones, como en el caso del líder judío de Lucas 18, las personas creen que no necesitan a un Salvador. Cierto proverbio acerca de la gente dice: “Quienes no toman en serio su enfermedad tardan en el camino hacia el médico.” La mayoría de las religiones aparte del cristianismo creen que todas las personas ascienden una montaña por diversos caminos, pero que todos conducen al mismo lugar. En esa enseñanza casi oímos el murmullo de la serpiente: “Seréis como Dios” (Génesis 3:5). Aparentemente creen que son salvos por sus propios esfuerzos, que con el tiempo llegarán a ser dioses por su propio esfuerzo.

Pero en el cristianismo vemos el cuadro verdadero. Toda la gente se encuentra en el desierto de pecado, en busca de la realidad. La respuesta a sus problemas espirituales radica en que acudan al oasis, a la fuente de vida. Algunos ven espejismos o ilusiones y se niegan a acudir a Cristo, el oasis. En esta Þgura no se presenta a Cristo como un camino entre muchos otros, sino como el único camino. Porque en Cristo Jesús, Dios desciende a las personas y las alcanza en las profundidades de su corrupción. Les da vida espiritual, elevándolas a una vida nueva.

El nuevo nacimiento signiÞca una nueva naturaleza y la capacidad de agradar a Dios con el modo de vivir. Sólo el nuevo nacimiento puede producir la naturaleza santa en la gente que hace posible el compañerismo con Dios. La santidad es un requisito absoluto para que la gente sea aceptable ante El (Hebreos 12:14). Por tanto, la regeneración cambia la naturaleza de la gente, por lo que su nueva vida divina es aceptable ante un Dios santo.

LA EXPERIENCIA DE LA REGENERACION

Hemos observado que aun cuando la regeneración es una experiencia misteriosa, es un hecho real. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). Podemos ver los resultados de la regeneración aun cuando no podamos explicar toda la operación. ¡Pero podemos experimentarla! Nuestro asombro ante la maravilla de la experiencia del nuevo nacimiento nos ordena adorar donde no podemos comprender plenamente.

Medios de la regeneración

La obra de regeneración tiene dos aspectos; el humano y el divino. Como ya hemos visto, sólo Dios regenera. Nacemos del Espíritu. Sólo El imparte vida nueva; sin embargo, los no regenerados tienen una responsabilidad en esta obra: reaccionar positivamente a la invitación de Dios.

En estos pasajes observamos que las tres Personas de la Trinidad participan en la regeneración. Además, observamos la importancia de la Palabra en la regeneración. Consideremos los medios que Dios usa para producir la regeneración.

Juan explica la importancia de creer en la Palabra escrita de Dios para la regeneración: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13). Al creer la Palabra de Dios, cree uno en el testimonio respecto a Jesús y por ello confía no sólo en la Palabra, sino también en el Señor Jesús a quien revela la Palabra (1 Juan 5:9-10). “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11-12).

Creer en el testimonio de Dios en su Palabra signiÞca más que el simple asentimiento intelectual a lo escrito. Como lo estudiamos en una lección pasada, la clase de fe que regenera de verdad debe comprender el ser total: intelecto, emociones y voluntad. Pablo dice:

Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se conÞesa para salvación (Romanos 10:9-10).

La predicación de la Palabra de verdad es el medio que Dios usa para producir la regeneración de la gente (Santiago 1:18; 1 Corintios 4:15). Así su Palabra se convierte en agente de la obra de regeneración, “siendo renacidos . . . por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). La predicación de la Palabra, entonces, es el medio que Dios usa para llevar a la gente a la salvación.

Una persona nace de nuevo al recibir a Jesucristo. Este paso envuelve un acto de la voluntad. Cristo no entra por la puerta a la fuerza: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Para recibir a Jesucristo se necesita un acto de fe: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Por supuesto que el acto de la voluntad y el asentimiento del corazón se basan en el conocimiento de la oferta de salvación de Dios, participando así la persona total en la experiencia de la regeneración.

Observamos que la regeneración viene inmediatamente de Dios. El nuevo nacimiento es de Dios, porque los regenerados son “hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 12:13). Este nuevo nacimiento también se conoce como nacer del Espíritu (Juan 3:6) y se reÞere al mismo como al “lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). A través del Espíritu, Cristo entra por la puerta del corazón (Apocalipsis 3:20). La Trinidad participa en la obra de regeneración.

EVIDENCIAS DE LA REGENERACION

Cuando una persona nace de nuevo, toma conciencia de una nueva vida interna. Tiene un nuevo deseo de vivir, un propósito verdadero en la vida. Tiene una nueva escala de valores y cambia toda su perspectiva de la vida (2 Corintios 5:17). El Espíritu de Dios se une al nuestro para declarar que somos sus hijos (Romanos 8:16; Gálatas 4:6). El recién convertido está consciente del impulso y la dirección del Espíritu Santo en su interior, lo cual constituye prueba adicional de su experiencia (Romanos 8:14).

UNA EVIDENCIA DEL NUEVO NACIMIENTO

A la persona regenerada la caracteriza un gran amor por Dios. El centro de su interés es Dios, no ella misma. El amor de Dios ha sido derramado en su corazón por el Espíritu Santo (Romanos 5:5); y reacciona amando (1 Juan 4:19). Quien verdaderamente ha nacido de nuevo no sólo ama a Dios, quien le ha dado nueva vida, sino también a sus prójimos (1 Juan 4:21;5:2). Este amor mutuo constituye una de las grandes evidencias de que la vieja naturaleza ha muerto y de que reina la nueva: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14).

La persona nacida de nuevo está libre de la práctica del pecado. Pero si hubiere pecado tiene abogado que intercede por él ante el Padre: a Jesucristo el justo (1 Juan 2:1). Su pecado es limpiado por la sangre de Cristo (1 Juan 1:7) y encuentra perdón y restauración; sin embargo, debe dejar la práctica habitual del pecado: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él” (1 Juan 3:9).

Al conÞar en las promesas de Dios, las personas regeneradas participan de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), y crecen para llegar a ser como su Salvador (Romanos 8:29). Al crecer en espíritu, vencen al mundo con todas sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24; 1 Juan 5:4). Hacen lo recto porque ya son rectos. Sustituyen antiguos hábitos por nuevos de justicia (1 Juan 2:29). Estas evidencias constituyen pruebas para ellos y otros de que verdaderamente han nacido de nuevo.

La realización de la regeneración

La regeneración inicia la vida espiritual en nosotros. La experiencia del nuevo nacimiento, como lo hemos visto, inicia un potencial de desarrollo, el cual tiene la semejanza a Cristo como su meta (1 Juan 3:2). Hemos sido escogidos, apartados, para llegar a ser como Cristo (Romanos 8:29). El desarrollo de la vida espiritual continúa mientras uno vive y no se completa o se realiza sino hasta la gloriÞcación. Al esperar su gloriosa aparición, mantenemos nuestras vidas en pureza (1 Juan 3:3). El llegar a ser como Jesús demanda cambio al proponernos seguir el modelo sentado por El (1 Pedro 2:21). Incluso ahora mismo, al dedicarnos a El y a su causa, “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

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