La Culminación de la Salvación del Hombre: Glorificación

Desde el tiempo de la creación, el hombre ha tratado de crear condiciones ideales para sí mismo. Adán y Eva iniciaron este esfuerzo cuando trataron de salvar la brecha entre Dios y ellos comiendo el fruto prohibido (Génesis 3). Después el hombre edificó la Torre de Babel al tratar de proveer seguridad contra desastres naturales (Génesis 11).

En los archivos históricos más recientes se registra el caso de un hombre que buscaba “la fuente de la juventud” cuyas aguas, se decía, detendrían el proceso de envejecimiento y muerte. Los gobiernos han llevado a cabo muchos experimentos para procurar condiciones perfectas de igualdad de la ley. Se ha tratado de producir una salud perfecta, libertad de enfermedades y dolor. Pero nada de ello ha tenido éxito, porque está escrito en la Palabra de Dios: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).

Sin embargo, Dios le ofrece gratuitamente al hombre lo que éste siempre ha anhelado y no ha podido encontrar. En esta lección estudiaremos que lo ofrecido por Dios a quienes aceptan su salvación se culminará en su glorificación. En la glorificación terminará el pecado, la enfermedad, las dolencias, la muerte, la pobreza, las guerras, las injusticias y mucho más. En lugar de todo ello, la gloria de Dios cubrirá la tierra y llenará los corazones y mentes de los redimidos. Este conocimiento debería impulsarnos a servir a Dios con expectación al vivir en espera de nuestra glorificación.

REPASO DE LA SALVACION

En las lecciones anteriores hemos comparado la salvación con una reacción en cadena. Es decir, cuando un pecador se inclina en arrepentimiento por sus pecados y pone en acción su fe en Cristo para el perdón de pecados, ocurren todos los otros eventos relacionados con la experiencia de salvación. Como ya lo hemos dicho, sólo con el propósito de estudiar en orden sistemático las doctrinas de la salvación las hemos arreglado en cierto orden. Antes de considerar el evento final de la salvación, repasemos brevemente nuestro estudio hasta este punto.

  1. Hemos aprendido que en el eterno consejo de Dios, incluso antes de la creación, Dios ordenó que el ser humano, por su unión con Cristo, le perteneciera a El, que llegara a ser santo y sin mancha delante de El. Esta es la doctrina de la elección o preordenación. Vimos que Dios tuvo este propósito para nosotros debido a su gracia y amor.
  2. Cuando Dios creó al ser humano, lo dotó con una voluntad libre para reaccionar a su amor y gracia, aceptándole o rechazándole. Cuando Adán desobedeció a Dios, ejercitando su libre voluntad, cayó de su posición de compañerismo con Dios.
  3. Examinamos los resultados del pecado: separación de Dios, muerte espiritual y condenación. En realidad, precisa-mente por el pecado de Adán era necesaria la salvación, porque el pecado los afectó a él y a su esposa, y se corrompió también toda su descendencia.
  4. Aprendimos que Dios preparó la manera de que su justicia se mantuviera a través de la expiación, cuando un sustituto digno y aceptable por el pecador satisfizo la pena impuesta por el pecado. Cristo se convirtió en el sustituto por el pecado de toda la gente: tanto por el pecado heredado de Adán como por el cometido por ellos mismos.
  5. La salvación ofrecida por la gracia de Dios, por tanto, suple plenamente las necesidades espirituales de la gente:
    • Cubre sus pecados.
    • Aplaca la ira de Dios contra sus pecados.
    • Los reconcilia con Dios.
    • Satisface la justicia de Dios.
    • Lleva la pena por el pecado.
    • Elimina la condenación del pecador arrepentido.

Estos puntos sobresalientes de las lecciones 1 y 5 nos dan el trasfondo de la salvación y nos revelan la voluntad de Dios en esa obra.

El arrepentimiento, como lo hemos estudiado, inicia la cadena de la conversión. Cuando una persona reconoce su pecado, se vuelve de él y lo confiesa a Dios, da evidencia de verdadero arrepentimiento. El siguiente eslabón de la cadena es la fe en Cristo. La fe, como aprendimos, es el acto voluntario y la actitud de depositar su confianza total en un objeto en el que confía, permitiendo que éste controle sus acciones. El arrepentimiento incluye volverse del pecado, y la fe volverse a Dios. Cuando una persona hace estas cosas (volverse del pecado hacia Dios), experimenta la conversión. Estudiamos estas doctrinas en la unidad 1 bajo el título: Lo que Dios demanda.

En la unidad 2 estudiamos Lo que Dios provee, lo cual incluyó la regeneración, la justificación y la adopción. La regeneración, usted recordará, es el acto de Dios que da vida espiritual al pecador arrepentido cuando recibe al Señor Jesucristo. Este cambio instantáneo y sobrenatural producido por el Espíritu Santo en quien cree, se llama nuevo nacimiento. Y aun en el momento en que ocurre este cambio, Dios justifica al creyente por un acto de su gracia gratuita, perdonando todos sus pecados y aceptándole como justo delante de El. El justificado recibe un nuevo veredicto: inocente.

Como lo estudiamos, Dios lleva a cabo lo anterior al adjudicarle al pecador arrepentido la justicia de Cristo (que se recibe sólo por la fe). Pero esto no es todo, ya que además nuestro Padre celestial por adopción nos introduce en su familia como hijos con todos los derechos y privilegios de la filiación. Por tanto, vemos que . . .

  • En la regeneración el hombre recibe una nueva naturaleza.
  • En la justificación recibe una nueva condición.
  • En la adopción recibe una nueva posición.

En la lección anterior estudiamos la doctrina de la santificación. Observamos que por la obra de Cristo en nosotros, somos llamados a reaccionar con una vida santa. La santificación se refiere a nuestra necesidad de ser “apartados” del pecado y ser “apartados” para Dios en dedicación total. Aprendimos que cuando nacimos de nuevo recibimos una posición de santificación que Dios proveyó en Cristo. Por consecuencia, nuestra nueva forma de vivir debe realizarse de acuerdo con el Espíritu, y esta experiencia (o caminar) debe caracterizarse por el progreso en semejanza a Cristo al avanzar hacia un conocimiento de Dios más completo.

Finalmente, en esta lección consideramos nuestro destino final cuando llegaremos a la presencia de nuestro Salvador. Este es el aspecto culminante de la salvación que toda la creación está esperando ansiosamente: nuestra glorificación (Romanos 8:18-25).

LA DEFINICION DE LA GLORIFICACION

Al estudiar la cadena de salvación eslabón por eslabón, hemos aprendido que lo iniciado por Dios de seguro lo llevará a feliz culminación. La habitación del Espíritu Santo en el corazón sencillamente representa el pago inicial, el inicio de la vida eterna, que será culminada en la vida futura. Pablo dice que está “persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Por tanto, la glorificación, el eslabón final, será agregado en el día de Cristo Jesús como el acto final, culminante, de la obra redentora de Dios. Ese día nos espera, y cuando llegue todo nuestro ser será liberado, así como también toda la creación (Romanos 8:21-23).

¿Cuál es este día de Cristo Jesús? Es el día cuando Cristo regresará por los suyos, su iglesia, quienes han sido redimidos y están confiando en El. En 1 Tesalonicenses 4:16-5:2 leemos:

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. (El autor ha agregado lo enfático en cursivas.)

Leemos también acerca de este día del Señor en 1 Corintios 15:51-52, y 58:

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados … Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. (El autor ha agregado lo enfático en cursivas.)

También leemos en Filipenses 3:20-21:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya. (El autor ha agregado lo enfático en cursivas.)

Así como la creación fue un evento histórico, también la glorificación será un evento histórico culminante. Ocurrirá y nosotros seremos transformados, glorificados en su presencia (1 Corintios 15:54).

La glorificación, entonces, puede definirse como la obra que Dios llevará a cabo para completar nuestra salvación, haciéndonos moralmente perfectos por toda la eternidad, y llevándonos a su presencia en un cuerpo glorioso como el de Cristo (Filipenses 3:21). No sólo anhelamos este evento, sobre el cual habló Pablo hace casi dos mil años a los creyentes romanos (Romanos 8:1825), sino que también nosotros, como los creyentes hebreos, hemos gustado “los poderes del siglo venidero” (Hebreos 6:5). Con gran magnetismo esta era futura vuelve nuestros corazones y mentes “hacia el hogar”.

BASE DE LA GLORIFICACION

Hemos visto que cada aspecto de la salvación descansa en la obra expiatoria de Cristo. Nuestra glorificación futura también está garantizada por su muerte, resurrección e intercesión.

Su muerte, la cual es la solución final efectiva para los problemas causados por el pecado de la gente, ha provisto lo siguiente:

  1. Se ha establecido la justicia de Dios (Romanos 3:25).
  2. Ha habido reconciliación entre Dios y el hombre (2 Corintios 5:18-21).
  3. Se ha logrado la purificación de pecados (Hebreos 1:3).
  4. Se ha efectuado la redención (Efesios 1:7).

La resurrección de Cristo indica la satisfacción de Dios con su obra. En su capítulo clásico sobre la resurrección, 1 Corintios 15, el apóstol Pablo proclama que, por haber sido Cristo resucitado de los muertos, también los creyentes lo serán.

La obra de Cristo en favor nuestro no terminó con su muerte y resurrección. Muestra su interés por nosotros por medio de su intercesión en favor nuestro ante su Padre en el cielo (Romanos 8:34; Hebreos 7:25). Jesús mismo nos aseguró que intercedería por nosotros. (Lea Lucas 22:32; Juan 14: 16, y 17:9). La intercesión de Cristo preserva con efectividad a su pueblo comprado con su sangre para que no caigan y prepararlos así para estar en su presencia para siempre.

LA SEGURIDAD DE LA GLORIFICACION

Mientras que la certeza de nuestra glorificación se basa en la obra objetiva de Cristo en la historia, la seguridad de nuestra glorificación futura se basa en ciertos términos que surgen de la obra de Cristo en su aplicación a nosotros como creyentes.

Estos términos indican que nuestra salvación mira hacia el futuro para su culminación. Nuestra experiencia de salvación presente, entonces, es sólo el comienzo de lo que se culminará en el día de Cristo Jesús (Filipenses l :6).

LA NATURALEZA DE LA GLORIFICACION

La perfección del alma

La glorificación habla principalmente de la perfección moral. Sobre ello Juan dice: “Seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2). Esta frase no significa que seremos como Dios en naturaleza, sino como El en perfección moral. Cuando estemos glorificados en su presencia, ya no podremos pecar. La glorificación elimina para siempre la posibilidad de volver a caer en pecado. Ya glorificados, seremos como El (sin pecado) para siempre.

Los siguientes versículos bíblicos explican algo de la plenitud de perfección que obtendremos. He incluido en paréntesis las palabras usadas en el idioma original del Nuevo Testamento (griego) para indicar el grado de nuestra perfección. Lea cada pasaje cuidadosamente.

  1. Efesios 1:4; 5:27; Colosenses 1:22 (amomos)—indica que seremos sin mancha ni arruga moral.
  2. Colosenses 1:22 (hagios)—sugiere que la glorificación consiste en que seremos hechos santos en Cristo a tal grado que daremos perfecta satisfacción a la santidad de Dios.
  3. Filipenses 1:10 (aproskopos)—implica que no habrá en nosotros ninguna causa de tropiezo, para que lleguemos a nuestro destino moralmente ilesos y sin ninguna mancha.
  4. Filipenses 1:10 (eiliknines, usado con aproskopos)—da la idea de lo puro, sin mancha, inmaculado.
  5. 1 Corintios 1:8 (anegkletos)—habla de aquello que está libre de cualquier cargo acriminador. Por ello, en el día de Cristo Jesús, estaremos en la presencia de Dios libres de todas las objeciones morales.
  6. 1 Tesalonicenses 3:13; 5:23 (amemptos)—indica que estaremos en la presencia del Padre sin falta en cada elemento de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
  7. Efesios 5:25-27 (spilos y rhutis)—enseña que la iglesia será “sin mancha ni arruga ni cosa semejante”.

Todas estas expresiones juntas nos dan una idea de la perfección que tendremos. Es la perfección moral que la humanidad ha anhelado desde la caída del hombre en el jardín del Edén (Génesis 3). Aun más, la sociedad de que disfrutaremos será perfecta porque la compondrán sólo seres humanos perfectos. En ese paraíso restaurado, nuestro estado eterno será hermoso, más allá de nuestros sueños más dorados. Al no haber enfermedad, crimen, pobreza, ni desajustes políticos, los corazones y mentes alumbrados de los redimidos serán libres para disfrutar las maravillas de una creación infinita y glorificarán a Aquel que lo hizo posible.

Participación en la vida eterna

La glorificación nos permitirá participar plenamente de la vida eterna En la actualidad tenemos vida eterna (Juan 5:24), pero su plenitud aun está por realizarse. Quizá el siguiente ejemplo nos lo ilustre un poco mejor. En la regeneración, la semilla de la vida eterna plantada comienza a germinar, pero no producirá fruto sino hasta que alcance la madurez en el día de Cristo Jesús.

La vida eterna incluye dos aspectos: 1) una calidad de vida superior y 2) vida perenne. Cuando fuimos restaurados a nuestra relación apropiada con Dios por medio de Cristo Jesús, entramos en una vida nueva. Esta vida está en armonía con la vida de Dios mismo. Es superior a la que antes experimentábamos. Verdaderamente es vida abundante. En la glorificación se nos dará la medida total de la vida eterna, una relación perfecta con Dios que se caracteriza por una calidad trascendente. Sobrepasa todo lo que nuestra mente finita puede comprender, porque es perfecta, y por ello infinita, plena, ideal. Obtendremos esta medida plena de vida eterna para siempre.

La realización plena de la libertad

La salvación produce algo contrario a lo que se esperaría normalmente: cuando los creyentes se someten a Cristo se liberan. Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8: 32), y agregó: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). La verdad, como la revela el Verbo hecho carne (Cristo Jesús), liberta verdaderamente al hombre.

La libertad es lo que mucha gente anhela; y lo que anhela, Dios se lo ha prometido. Pero quienes no rinden su voluntad en sumisión a Dios siguen en la esclavitud. Seguirán esclavizados al pecado y a la muerte para siempre, sin esperanza.

La glorificación incluye la realización plena de la libertad. Entre otras cosas, seremos libres de pecado. En el presente nuestra libertad de pecado es sólo parcial (Juan 8:32-36,. Romanos 6-8; Gálatas 5:1, 13), pero en el día de Cristo será completa. En el presente luchamos contra los deseos carnales, pero ese día terminará esa lucha. Disfrutaremos de libertad para hacer lo bueno.

La glorificación también nos dará libertad de la ley. En Cristo somos libres de la ley en lo que se refiere a la justificación y la santificación. Al presente la ley moral de Dios provee las normas de nuestra conducta, pero en el estado eterno no habrá necesidad de tal ley (Mateo 5:17-18).

Finalmente, la glorificación producirá libertad de la muerte. Aunque al presente los creyentes aún no han sido librados de la experiencia de la muerte, son protegidos del dolor que produce (1 Corintios 15:51-56). Como resultado de la muerte y resurrección de Cristo, ya no necesitamos temerle a la muerte (Hebreos 2:14-18). En la glorificación triunfaremos finalmente, ¡porque la muerte dejará de ser!

En nuestra glorificación, disfrutaremos de la plena realización de nuestra libertad en Cristo. (Véase Romanos 8: 18-25; 2 Corintios 4:16-18). Ahora somos “hijos de Dios” (1 Juan 3:2) y estamos tratando de ser como nuestro Señor; sin embargo, entonces seremos conformados perfectamente a la imagen del Hijo (Romanos 8:29-30). Cuando estemos glorificados nuestra humanidad será perfeccionada en la semejanza perfecta de la naturaleza humana perfecta de nuestro Señor Jesucristo.

La perfección del cuerpo

Puesto que la glorificación envuelve a la persona total, incluye la perfección del cuerpo. La Biblia le da verdadera dignidad al cuerpo humano, y en ninguna parte de ella se le deprecia o se le llama pecaminoso. Más bien, se nos dice en Génesis 1:26-30 que la persona total fue creada a la imagen de Dios. Adán, recordará usted, fue incluido en la creación cuando Dios la revisó y declaró que era buena (Génesis 1:31).

En el Nuevo Testamento, cuando se usa el término carne se refiere con frecuencia a la naturaleza pecaminosa, el yo carnal, el “hombre viejo”. El Nuevo Testamento se refiere al cuerpo como la parte física del ser humano. El hombre tiene ojos, oídos, manos, etc., así como otros miembros del cuerpo, y ninguno es pecaminoso. Las funciones normales del cuerpo no son malas. Sólo cuando se pervierten estas funciones se implica mal moral. Por tanto, el cuerpo mismo también participará de la gloria, puesto que forma parte vital de nuestro ser, de lo que somos. Recuerde, somos una unidad: seres de cuerpo, alma y espíritu.

En estos versículos Pablo asegura que el cuerpo forma parte importante de la totalidad del ser humano, incluso en la eternidad. Aunque muchos paganos de la antigüedad creían que el cuerpo era la cárcel del alma, Pablo lo consideraba como el templo adecuadamente creado como habitación del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19).

Algunos han mal entendido la palabra humillación de Filipenses 3:21 que se traduce en la Versión Reina-Valera Revisión 1960: El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.” Es verdad que al presente, por la inßuencia del pecado, es el cuerpo de nuestra humillación. Como resultado, aún está sujeto a la maldición del pecado, con su dolor, enfermedad, sufrimiento, y muerte. Pero en la glorificación, el cuerpo será transformado y hecho como el glorioso cuerpo de Cristo (Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2).

La resurrección de los muertos y la transformación de los vivos son eventos milagrosos que sorprenden nuestra imaginación. Nuestras mentes limitadas no pueden captar cuán glorioso será y cuánto impacto mundial tendrá el día de Cristo. Como Juan, no sabemos con precisión cuál será la naturaleza del cuerpo glorificado (1 Juan 3:2). A esta pregunta Pablo responde que Dios nos revestirá con un cuerpo escogido por El, y agrega:

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. . . Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (1 Corintios 15:42-44, 49).

Pablo compara la resurrección del cuerpo con el crecimiento de una planta que viene de una semilla sembrada en la tierra. El renuevo del grano que brota no es exactamente como la semilla. Así como la gloria del renuevo del grano opaca la humillación de la semilla, el cuerpo resucitado será más glorioso que el cuerpo sepultado. El cuerpo resucitado no será copia exacta del antiguo cuerpo que fue sepultado. Lo importante es que la resurrección de Cristo constituye la garantía de que quienes mueren en El serán resucitados a vida eterna (1 Corintios 15:20).

En nuestra glorificación, por tanto, pasaremos por el cambio más grandioso que el ser humano haya experimentado desde la creación y el Calvario, al llevarnos Dios a su presencia para siempre.

Toda la creación participara en esta libertad gloriosa al ser libre del deterioro (Romanos 8: 19-23). Habrá nueva tierra. La muerte y el morir dejarán de ser, y no habrá luto, ni llanto, ni dolor. Todas las lágrimas serán enjugadas para siempre. El Dios de la creación y la redención nos glorificará y nos llevará a su presencia para siempre. Junto con Pablo podemos regocijarnos en la certeza de lo que el futuro nos depara, seguros de que Dios, quien comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará en el día de Cristo (Filipenses 1:6).