Evidencias de un Ministerio Provechoso

Hemos visto que el desarrollo espiritual es el proceso normal del crecimiento. Los enemigos del crecimiento espiritual pueden obstaculizar o aun detener el desarrollo, tanto dentro como fuera del creyente. Sin embargo, hay cosas grandes y maravillosas que actúan para que el creyente pueda alcanzar el ansiado crecimiento. “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Hay evidencias específicas en el creyente que progresa hacia la semejanza de Jesucristo. En primer lugar, tiene el inconfundible aire familiar. Paulatinamente expresa cada vez más el carácter de Cristo en sus hábitos y en sus actitudes. El mundo le dice a la iglesia: “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Juan 12:21). Hombres y mujeres bajo el control del Espíritu Santo manifiestan la vida y la semejanza de Jesucristo. ¡El mundo puede ver a Jesús en nosotros!

Las tareas que realiza el creyente constituyen la segunda e igualmente clara evidencia de desarrollo espiritual. Un creyente que crece es un creyente útil. A medida que crece, el creyente incrementa su capacidad de aceptar responsabilidades. Sus designaciones en el servicio cristiano se hacen cada vez más importantes. Una de las alegrías más emocionantes que experimentan los padres es cuando comprueban que su hijo crece a un grado tal, que empieza a ser útil y se le pueden encargar tareas. Les emociona ver a su niño realizar sus primeras tareas y aprender sus primeras artesanías. Es señal de auténtica realización cuando las personas en crecimiento se tornan responsables y útiles. Un útil ministerio es verdadera evidencia de crecimiento y desarrollo espiritual. Es prueba convincente de que nos aproximamos a nuestra meta como creyentes.

Nuestra primera imagen del hombre es una imagen de utilidad en el huerto del Edén. Lo vemos allí trabajando. “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15). Las Sagradas Escrituras muestran a Dios, a lo largo de sus páginas, como quien creó el mundo y actúa en él. Cuando Dios hizo al hombre, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26). Mas adelante Dios ordenó que los hombres vivieran en toda la tierra y gobernaran sobre toda ella. Dijo Dios: “Llenad la tierra, y sojuzgadla” (Génesis 1:28). Al llegar a este punto, como ya lo dijimos en la Lección No. 1, Dios estaba más que satisfecho, pues vio que todo lo que había hecho “era bueno en gran manera.”

Luego el pecado, como también hemos visto, interfirió para que el hombre no ejecutara su pleno ministerio bajo la dirección de Dios. El hombre fue expulsado del huerto del Edén y de su posición de dominio compartido sobre la tierra. Pero aún habría tareas para el hombre. Respecto a la tierra, Dios le dijo a Adán: “Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida . . . con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Génesis 3:17-19).

¡Gracias sean dadas a Dios, que por medio de Jesucristo el hombre puede ser redimido de su pecado por la fe! Por el poder del Espíritu Santo, nuevamente el hombre puede realizar las tareas útiles que Dios había dispuesto que hiciera. Y el modelo para nuestro ministerio provechoso es el propio Señor Jesucristo.

EL MINISTERIO DE CRISTO

Cristo como ejemplo de vida provechosa

En el segundo libro que escribió Lucas, llamado “Hechos de los Apóstoles” en nuestra Biblia, comienza diciendo: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1). Más adelante, en su segundo libro, Lucas hizo hincapié en la utilidad y el provecho de la tarea de Jesús: “Anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38).

Muy al comienzo de su ministerio, Jesús curó a un paralítico en el día de reposo, es decir, en un sábado. Debido a ello, los dirigentes y autoridades de la nación judía comenzaron a perseguirlo porque había realizado la curación en un día de reposo. Jesús les respondió: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17).

La gloria del Padre

Nada hacía Jesús que se opusiera a la voluntad del Padre. Su vida entera estuvo destinada a cumplir estrictamente los propósitos del Padre. Dijo en cierta oportunidad: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Pudo decirles a todos que sus obras, su vida y sus palabras eran de su Padre. Al final de su vida pudo decirle al Padre: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4).

EL MINISTERIO DEL CREYENTE

Ejecutar el ministerio de Jesús

En Juan 14:12-14 Jesús estableció una importante verdad sobre el ministerio del creyente: De cierto, de cierto os digo: El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

¿Entendemos estas palabras de Jesús? El creyente dará pruebas de su crecimiento y desarrollo espiritual haciendo las obras que hizo Jesús. Así, estas obras glorificarán al Padre como lo glorificaron las obras del propio Jesús.

Ya hemos visto anteriormente en nuestro estudio, que el tema del crecimiento espiritual, en la Biblia, es a veces comparado a la labranza. Jesús utilizó esta ilustración en una notoria enseñanza. Concierne al ministerio del creyente. Dijo Jesús: “Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16). En esta importante enseñanza Jesús dejó establecido que él era la vid verdadera y su Padre el labrador. El creyente es un pámpano que sólo puede dar fruto si se mantiene unido a la vid.

La capacidad de ser fructífero es una evidencia de del ministerio del creyente. Pero todo creyente debe tener muy presente que su ministerio no es más que el cumplimiento del ministerio de Jesús. Nada puede hacer el creyente sin Jesús (Juan 15:5).

Demostrar desarrollo espiritual a través de las obras.

Hemos mencionado el trágico déÞcit de provecho que es signo de falta de crecimiento espiritual. El escritor de la epístola a los hebreos se queja, con las siguientes palabras: “Debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios” (Hebreos 5:12). Buscaba evidencias de crecimiento espiritual. Se suponía que los creyentes debían ser útiles. Y la evidencia que buscaba era el ministerio de la enseñanza. Tenemos un importantísimo pasaje de las Sagradas Escrituras sobre este tema en 2 Timoteo 3:16,17: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hemos indicado letras cursivas en la expresión “enteramente preparado,” porque en el idioma original estas palabras expresan la idea de madurez o desarrollo espiritual. Recordemos que la palabra madurez (o desarrollo espiritual) implica “completar” o “proveer y equipar.” El propósito de Dios es que logremos un elevado nivel de crecimiento espiritual y de consumación por medio de su Palabra. Luego podremos realizar tareas que glorifiquen a Dios. Repetimos que las buenas obras que siguen a esa condición, serán evidencia clara de que hemos sido “plenamente calificados” para ejecutarlas, y que estamos creciendo espiritualmente en Jesucristo.

En Colosenses 1, considerado anteriormente, el apóstol Pablo nos habla de sus oraciones en favor de aquellos primitivos cristianos:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:9,10).

Efesios 2:8-10 combina los temas de cómo y por qué nos salvó Dios. Al par que insistimos en la importancia de las buenas obras de los creyentes, no olvidemos que la redención se logra exclusivamente por otra cosa.

Concluiremos esta sección subrayando con énfasis los dos aspectos siguientes respecto a las obras de los creyentes:

1. El hombre no es perdonado ni salvado por medio de sus obras. Lo es solamente por la fe en lo que Jesucristo hizo por él en la cruz. La muerte de Cristo pagó el precio de la perversidad y la vida pecaminosa del hombre. Ahora el hombre puede ser salvado por la gracia de Dios. Esta gracia es una inmerecida expresión de amor y de misericordia para con nosotros.

2. Si bien las obras no salvan al pecador, ni redimen al creyente, son, sin embargo, el propósito o meta de la vida cristiana. Nacemos con un propósito: glorificar al Padre a través de una vida útil y provechosa.

La obra continuadora del Espíritu Santo

La evidencia del control que el Espíritu Santo ejerce en nosotros y en nuestra personalidad es el carácter de Cristo que existe en nosotros. Pero la evidencia del control que el Espíritu Santo ejerce sobre nuestra mente y sobre nuestra voluntad son las obras, obras que continúan el ministerio de Cristo y glorifican al Padre.

Los dones del Espíritu Santo son capacidades especiales otorgadas a los creyentes para que cumplan la voluntad de Dios. Romanos 12 y 1 Corintios 12 son pasajes importantes que se refieren a estas capacidades especiales. Romanos 12:5,6 nos dice que:

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada . . . úsese conforme a la medida de la fe.

La evidencia del control que el Espíritu Santo ejerce en nosotros y en nuestra personalidad es el carácter de Cristo que existe en nosotros. Pero la evidencia del control que el Espíritu Santo ejerce sobre nuestra mente y sobre nuestra voluntad son las obras, obras que continúan el ministerio de Cristo y glorifican al Padre.

Los dones del Espíritu Santo son capacidades especiales otorgadas a los creyentes para que cumplan la voluntad de Dios. Romanos 12 y 1 Corintios 12 son pasajes importantes que se refieren a estas capacidades especiales. Romanos 12:5,6 nos dice que:

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada . . . úsese conforme a la medida de la fe.

Diversas funciones de los miembros de nuestro cuerpo físico ilustran bien los diferentes ministerios de los creyentes. Los dedos deben ser capaces de desempeñar tareas que les son específicas. Deben poder sostener herramientas. Los dedos deben poder controlar el lápiz que los alumnos usan para este curso. Pero los dedos de los pies no son como los dedos de la mano. ¡Pocas son las personas que podrían usar los dedos de sus pies como los dedos de sus manos! Pero los dedos de los pies nos ayudan a mantener el equilibrio, a caminar, a correr, etcétera.

El pasaje que leemos en 1 Corintios 12 es el pasaje más estudiado de todas las Sagradas Escrituras respecto a los dones del Espíritu Santo. Se nos dice que:

Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (1 Corintios 12:4-7).

Otros tres dones en este pasaje tienen que ver con extraordinarios poderes espirituales citados en la Escritura. Son: (1) el poder de una fe especial; (2) el poder de sanidades; (3) el poder de obrar milagros. Estos poderes especiales capacitan al creyente a ejecutar muchas de las maravillosas obras que hizo Jesús.

Los últimos tres dones anotados en 1 Corintios 12:8-11 tienen que ver con capacidades especiales para pensar y entender por encima de los niveles humanos. Estos dones son: (1) una capacidad de hablar con sabiduría; (2) una capacidad de hablar con profundo conocimiento; (3) una capacidad para decir la diferencia entre dones que provienen del Espíritu y los que provienen de otra fuente.

Cada una de estas especiales capacidades posibilita a los creyentes para ejecutar tareas especiales que muestran la semejanza de Jesucristo. Estos dones son, en todos los casos, para llamar la atención a la persona de Jesús, no a la persona por medio de la cual actúan. Un capítulo entero de la Biblia, 1 Corintios 14, nos dice cómo han de actuar estos dones. Un buen recordatorio para nosotros lo hallamos en 1 Corintios 14:12: “Pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia.”

Jesús contó una vez una historia que tenía que ver con el trabajo (Mateo 21:28-31). Involucraba a dos hijos. El padre se acercó a uno de ellos y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.” “No quiero,” respondió, pero cambió de opinión y fue. Luego el padre se acercó al otro hijo y le habló de la misma manera. “Sí, señor, voy,” respondió, pero no fue. Entonces Jesús preguntó a quienes lo escuchaban: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” La gente que escuchaba respondió: “El primero.” El mensaje de la historia es bien claro. Lo que cuenta es hacer la voluntad de Dios, no hablar de ella. Una poderosa evidencia de desarrollo espiritual es una vida útil y provechosa.

Es importante subrayar el hecho de que Jesús informó a los justos, que las buenas obras que hicieron en favor de los necesitados, fueron computadas como si hubieran sido hechos a él mismo (Mateo 25:37-40).

Hay muchos otros pasajes de las Sagradas Escrituras que podríamos estudiar. Nuestro propósito, sin embargo, se reduce aquí a entender que el servicio en nuestra vida cristiana es clara evidencia de nuestro desarrollo espiritual. “Alumbre vuestra luz,” dijo Jesús, “delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

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